Parte VI
La habitación de Mika solo estaba iluminada por la luz tenue de la lampara espanta cuco. Nicholas asomó su cabeza y alcanzó a pescar a su hijo escondiéndose bajo las mantas.
—Éstas despierto —dijo entrando. El niño ni siquiera intentó hacerse el dormido.
Mika se enderezó entre las mantas, apoyándose en las almohadas.
—¿Estoy en problemas? —preguntó con ojos somnolientos.
James se rio a su pesar, entrando en la habitación y cerrando la puerta.
—¿Por qué lo estarías? —consultó a cambio. Él y Nicholas se sentaron a los pies de la cama.
Mika encogió sus pequeños hombros.
—Cuando hago algo malo, ambos hablan conmigo estando en la cama. —dijo sin más.
—Lo sé, pero ahora no es la ocasión. —Nicholas lo tranquilizó. Peinó el cabello de su pequeño. —Tus ojos se van a cansar si lees en la oscuridad.
—No he... —El chiquillo iba a negar, pero la mano de su padre fue más rápida. Nicholas alcanzó de debajo de la almohada el comic de Spiderman aún abierto en la pagina que Mika había estado leyendo. —Puedo explicarlo.
James volvió a reír.
—No estamos aquí por eso. Es... —Él miró a Nick buscando fuerzas. —parece ser que debajo de tus almohadas es donde prefieres esconder tus tesoros. —Los ojos de Mika se abrieron como platos pasando de un padre a otro. —¿Hay algo que quieras decirnos?
Las pestañas de su hijo cubrieron sus ojos, en la escasa luz era difícil leer su expresión.
—¿Esto es por qué robé una fotografía de vuestra habitación? —suspiró. —Yo solo tenía curiosidad, quería devolverla sin que lo notarás papa, pero yo...
—¿Pero qué? —Le apremió James. Nicholas colocó una de sus manos en su espalda, un silencioso indicativo de que mantuviera la calma.
Mika negó, su cabello castaño yendo en todas direcciones.
—Michael —James pronunció su nombre con amor. —Puedes decirnos lo que sea, a papi y a mí. Nunca tienes que temer de lo que quieras contarnos.
—¿Prometes que no te enfadarás? —Mika probó.
Fue el turno de James de suspirar.
—Prometo no hacerlo. Ahora dime, lo que sea que quieras saber.
James buscó la mano de Nicholas a su lado y entrelazó sus dedos con él preparándose para lo que venía. Mika se acomodó mejor en su cama, quedando sentado, viendo hacia sus padres.
—¿Es mi tío el hombre que aparecía en la foto? —preguntó fuerte y claro. Los labios de James se apretaron en una fina línea al asentir. —¿Por qué nunca me hablas de él? ¿Cuál es su nombre? ¿Está en el cielo?
Estar en el cielo era la explicación más sencilla que podía manejar un niño de su edad para la muerte. Pero este no era el caso. No había nada de sencillo en lo que tenían que hablar.
—Su nombre es Peter —Nicholas apretó los dedos de James al tomar la palabra. —Es el hermano mayor de tu padre. Él... está en prisión en estos momentos, amor.
Mika abrió su boca sorprendido y luego la cerró de golpe.
—¿Él es malo?
—No, no lo es. —Nick respondió otra vez. —Peter solo tomó malas decisiones. Las malas decisiones, a veces, te llevan por malo caminos Mika, y aunque quieras ser bueno no puedes serlo.
El niño asintió como si comprendiera aquello. Nicholas así lo esperaba. Había querido tanto hablar con él, que no había tenido tiempo de pensar en qué le diría. Buena cosa era que su hijo fuese un chico con el cual hablar ampliamente de los temas. Un chico perceptivo.
—¿Por qué estás tan silencioso papa? —Mika tocó el brazo de James. —Pareces triste. —Él se enderezó sobre sus rodillas, echando los brazos al cuello de su padre. —Seré un buen chico, lo prometo. No tocaré tus cosas nunca más. No de nuevo.
James abrazó al pequeño, primero suave y luego estrechamente. Besó su cabeza al dejarlo ir.
—Te he fallado al hablarte de él. Quizás... quizás tu... —James suspiró. Él estaba dando lo mejor de sí, pero a las palabras les costaba tanto salir. Buscó a Nick para que formulará lo que él no podía.
—Quizás tú quieras saber más de él, de Peter. —Nick dijo con una sonrisa. —Conocerlo tal vez.
Mika volvió a sentarse entre las mantas, mirando de un padre a otro.
—¿Puedo? —preguntó con voz insegura. —¿Él querrá verme?
—Claro que querrá verte —James halló la voz. —Eres lo más lindo que hay. Va a adorarte.
Él no estaba seguro de la verdad en sus palabras, pero jamás dejaría a su pequeño en la duda de no ser querido.
Ellos cerraron la puerta del cuarto de su hijo, conformes con la charla, viendo al niño cerrar sus ojos con una sonrisa. Bajaron en silencio, los peldaños de las escaleras rechinando bajo sus pies. Tomaron asiento en la sala, Nicholas encajado bajo el brazo de James.
—Nicholas... es mi hermano, —dijo James tras un largo rato. —pero yo no estoy jugando con esto. Con ninguno de ustedes. Si Peter solo mira de mala manera en tu dirección o en la de Mika, si solo respira de mala manera... —Sus palabras se perdieron, pero el significado era claro.
Nicholas se enderezó para tomar su rostro entre sus manos sonriéndole muy a su pesar.
—Te amo, ¿sabes eso? —preguntó.
James se relajó, sus hombros bajando y una sonrisa boba apareciendo en sus labios.
—Lo sé. Te amo también, es solo...
Nicholas negó. Él entendía el asunto.
—Comprendo todo y estoy contigo. La idea de llevar a Mika con Peter no me entusiasma mucho más de lo que lo hace a ti, no sé lo que saldrá de ello. Pero no es una cuestión pasajera, es un requerimiento. Y que aceptes es todo lo que puedo pedirte. Además, quién sabe. Quizás sea hora. Supuestamente Peter está rehabilitado. ¿No merecemos todos una segunda oportunidad?
James movió su cabeza. Él no estaba seguro. Es más, estaba tan lleno de miedo y ansiedad. Recargó su frente en la de su esposo, inhalando su esencia, permitiendo que el olor familiar de Nicholas le calmara.
Había mucho por hacer antes de que Peter viese a Mika, porque sí, James se guardaría su dolor. Él llevaría a su hijo ante su hermano, como se lo estaban pidiendo. No le negaría nada al niño.
Pero sería bajo sus términos.
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