Parte V
Media hora después de que solo dieran vueltas en el mismo tema, Nicholas y James dejaron el edificio.
—Es una locura, —repetía este último —no lo llevaré ahí. No lo llevaré con Peter. Maldito loco. Ella está loca. Desquiciada.
Nicholas permitió que James dejase salir toda la frustración que sentía mientras se dirigían de vuelta a su hogar. James iba manejando, le gustaba manejar y, de todos modos, Nick no se sentía con la capacidad de estar atento a alguna otra cosa más que el problema que tenían en sus manos.
—¿Todo en orden? —preguntó la madre de James tan pronto vio a su hijo entrar y dirigirse escaleras arriba.
Nicholas negó, quitándose el abrigo y colgándolo en el perchero de entrada.
—No, la visita con la nueva asistente no ha sido para nada lo que esperábamos. —Juntos fueron hasta la sala de estar, tomando asiento uno frente al otro. —¿Está Mika en casa?
—No, Robert lo ha llevado de compras. Necesito materiales para hacer galletas y él se ha ofrecido como mi ayudante.
Nick asintió, sin saber por dónde comenzar.
—¿Qué sucede Nick? —La madre de James puso una mano sobre las de él.
Ella era tan buena. Nicholas no tenía muchos recuerdos de ella cuando él había sido joven, pero desde que ella se enteró de su relación con James no había hecho más que acogerlo con las puertas de su casa bien abiertas.
La relación de confianza entre ellos se había dado con alarmante rapidez.
—Vivian Foxx es la nueva psicóloga. Es persistente. —dijo con cautela. —Ella nos ha preguntado por Peter.
—Oh —La señora Gallo se sentó derecha. Una arruga de preocupación entre sus cejas. —Oh, por eso es por lo que James ha llegado así... ¿Qué quiere con él?
Nicholas miró al rostro de la madre de James. La pobre mujer había pasado por mucho con ambos de sus hijos, pero ahí donde James le había devuelto con cada acto que podía, Peter seguía siendo un dolor de cabeza.
Sacudió la inquietud de sus hombros, para decir:
—Básicamente que conozca a Mika, quiere que llevemos al niño a prisión a verle.
—Y yo no lo permitiré —James bajó las escaleras con paso determinado. Él se posicionó bajo el umbral de entrada.
—James —Nicholas pidió, pero James ya se encontraba negando. Su rostro era dudo, al igual que su tono.
—No.
La puerta que daba a la calle fue abierta. Un viento helado y un poco de nieve se coló dentro del hogar, Robert Gallo entró con la nariz enrojecida y cargado con bolsas de la compra.
—Hola, hijo —saludó a James en su camino a la cocina. Dio una inclinación de cabeza para Nick antes de reparar en su rostro. —¿Sucede algo? —preguntó deteniéndose. Su esposa le indicó que siguiera su camino al interior. Y tras tocar el hombro de Nick de manera sutil, ella le siguió, ambos desapareciendo.
—¡Papa, estás en casa! —Mika entró corriendo hasta James. Chocó con sus piernas, abrazándose a estas. Le miró hacia arriba. —¿Dónde está papi?
James le indicó la sala de estar.
Mika fue hasta Nicholas para colgarse de su cuello y que así lo alzara en brazos. James aprovechó la oportunidad para retornar escaleras arriba. Con un suspiro, Nick lo dejó escapar. Apenas podía imaginarse lo que significaba para James tal petición, pero no podía cerrarse a ella.
Peter Gallo era varios años mayor que James, había tenido problemas con el abuso de drogas desde antes que Nicholas llegase al mundo y problemas de personalidad mucho peores. Por azares del destino, sus caminos se habían cruzado y la experiencia había sido como mínimo traumatizante.
Nicholas no podía pensar en su único encuentro sin estremecerse. Sin embargo, no le guardaba rencor. Él solo no podía. Peter era familiar de James, su parecido era grande. Y muy en el fondo, Nick creía que todo se trataba de un encuentro de la vida, de algo predestinado. Sonaba descabellado, pero así eran las cosas.
Peter le había atacado bajo la necesidad, bajo el miedo y de nuevo, sustancias en su cuerpo que lo habían puesto a mil.
De no ser por Peter, James quizás nunca hubiese abierto los ojos. Y pensar en eso era algo que Nicholas no podía concebir. La idea de no tener a James a su lado, como su compañero. De no tener la vida que tenían. De no tener a Mika... él no podía pensarlo.
Era el pensamiento más horrendo que pudiese tener.
Más tarde esa noche, cuando Nicholas tuvo la oportunidad, interceptó a James en la sala. Mika estaba arropado en su cama desde hacía un buen rato. Los padres de James se habían retirado a su cuarto también, apelando que necesitaban horas de sueño tras el exhaustivo día, cuando todos habían podido ser conscientes de que escapaban de la sensación tensa reinante.
—Nick, por favor. —James se quejó.
—Tenemos que hablar con él. —pidió Nicholas claramente refiriéndose a su hijo. —¿No lo ves James? Todo está apuntando en un mismo camino. Primero la fotografía y ahora esto. Hay que preguntarle al menos qué curiosidad tiene respecto a Peter.
James lo miró a los ojos negando.
—No puedo, no me pidas eso.
El corazón de Nick se estrujó en el interior de su pecho. Extendió su mano, tomando la nuca de James, atrayéndolo contra su cuerpo. Había pasado una velada separado de su esposo, era más tiempo del que quería alguna vez estar sin tocarlo. A pesar de su humor, o quizás a causa de este, James envolvió sus brazos de manera inmediata en el cuerpo de Nick. El abrazo era apretado, dolía un poco y dificultaba la respiración, pero a Nicholas no le importaba.
—Todo estará bien —susurró depositando un beso en el centro del pecho de James. —¿Recuerdas lo que solíamos hablar antes de que Mika llegara a nuestros brazos? ¿Recuerdas que decíamos que haríamos cualquier cosa por él?
—Nick... —dijo James con voz estrangulada.
—Esto es cualquier cosa —Nick finalizó. —Ha llegado el momento en donde nosotros no importamos, solo lo hace Mika. Tenemos que ser sus padres y procurar ser unos buenos.
James se aferró a su amado, combatiendo las lagrimas y los sentimientos encontrados. Él no quería, pero sabía que Nicholas tenía razón. Nicholas siempre tenía razón.
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