PARTE IX
Nicholas se secó el sudor de la frente con un pañuelo. Desempacar para armar una casa desde cero tenía que ser uno de los trabajos más arduos de la vida. James estaba encargándose de los cuartos subiendo las escaleras y Nicholas los del primer piso. La cocina nueva era inmensa, la isla de granito en el medio del cuarto estaba repleta de cajas por desembalar. De solo verlas Nicholas sentía que le dolía la espalda.
—Toma papi —Mika apareció en la escena con una vaso de soda. —La abuela dice que no tengo que dejar que se deshidraten.
Nicholas bebió agradecido.
—Yo creí que estarías en tu cuarto —dijo tomando asiento en una de las nuevas sillas para el comedor. —¿Te has aburrido de ordenar tus juguetes? Ya sabes que tienes que dejar espacio para todo lo que le pediste a Santa este año.
Mika fue a sentarse al regazo de su padre. Nick le acomodó entre sus piernas, abrazándolo.
—Papa está triste.
—Lo sé, cariño. Es cosa del trabajo.
—No, no lo es. Su frente está arrugada en todo momento y suspira cuando cree que no lo estoy viendo. —Retorció sus pequeños deditos. Nicholas lo miró. Es curioso lo que dicen acerca de los hijos, Mika podía no llevar su sangre, pero había tanta similitudes entre ellos que cualquiera se lo cuestionaría. Las manos del pequeño eran como las de Nick, gráciles y delicadas. Las manos de un artista. Quizás algún día, el niño tuviese inclinación por las artes. Nick así lo esperaba.
Nicholas comenzó a tararear una canción para Mika, distrayendo su mente como cuando el niño era un bebé. Lo meció un poco y consiguió arrancarle una sonrisa suave.
El móvil de Nick los hizo saltar al anunciar una llamada entrante. Mika lo cogió.
—¿Diga? —preguntó llevando el aparato a su oreja. Esperó por la respuesta antes de dárselo a su padre. —Es el hombre de tu trabajo.
—Nicholas —La voz de Andreas le llegó amortiguada al Nick contestar. —Hay un chico aquí que te busca, su nombre es... ¿cómo dijiste que te llamas, precioso?... Oh, es Miles Santiago. Él tiene una mueca molesta en su rostro.
Nick no sabía si reír o lamentarse.
—¡Cielo santo! Olvidé por completo que Miles pasaría por mí al trabajo hoy, ¿puedes decirle que lo lamento? —Nick escuchó la inconfundible voz de su amigo Miles protestar al fondo y algo sobre su teléfono sin batería.
—Nick dice que lo lamenta —Andreas habló. —Él se fue temprano a casa hoy. ¿Es un problema tan grande?
Nick se perdió la respuesta de Miles.
—Como sea, Andreas lamento que mi amigo tomara tu tiempo.
—Yo no lo hago para nada, te hablaremos mas tarde Nick. —Y cortó.
—¿Te hablaremos? —Se preguntó mirando el aparato. ¿Qué había sido eso?
—¿Qué sucede? —James llegó limpiando sus manos con un paño.
Nick le enseñó el teléfono aturdido.
—Andreas —dijo sencillamente. Las cejas de James se alzaron, por lo que agregó. —Miles estaba con él, quedamos de juntarnos hoy y supongo que lo pasé por alto.
—Temo por Andreas, Miles es de temer. —James fingió estremecerse.
—Ja-ja. Muy gracioso. —Nick le hizo señas por encima del niño aun en sus piernas para cambiar de tema. James miró a su hijo captando lo necesario.
—¿Mika, todo en orden?
El pequeño no respondió. James se arrodilló a los pies de él tocando su rodilla con gentileza.
—¿Qué pasa muchacho?
El pequeño mantuvo su mirada baja.
James suspiró sintiéndose de inmediato culpable, porque él sabía de dónde venía tal actitud de su hijo y no había otro culpable más que él mismo. Él y su mente en otros lugares, mucho menos importantes que el hogar en donde se encontraba.
Tomó a Mika de Nick, alzándolo en sus brazos, cargándolo. El niño escondió su cabeza en su hombro y el inconfundible sonido de sorber una nariz le llegó a los oídos.
—No llores, pequeño, todo está bien. —Le habló despacio, meciéndolo. —Tienes que perdonar a papa, he tenido preocupaciones últimamente.
—No quiero que estés triste, no quiero que me alejes. —El chico volvió a sorber.
—Oye, oye, eso nunca. —James le instó para que Mika se echara atrás y pudiera mirarlo a los ojos. Estos estaban aguados haciéndolos lucir aun más claros de lo que ya eran. —Tu y papi son lo que más amo en la vida.
—Entonces no tienes que guardar el dolor en ti, —Mika le recriminó sorprendiéndolo —tú lo dijiste papa, las cosas son mejor compartidas con los que amamos.
Algo así como un jadeo provino de Nicholas. James le encontró sonriéndole con suficiencia ante tan limpia perdida de juego y tuvo que darle la razón a su hijo.
—¿Desde cuando te has hecho tan sabio? ¡Solo tienes cinco años, no tienes derecho a sonar tan sabio! —La primera sonrisa real asomó en los labios de su hijo. James le plantó un beso en la mejilla y lo bajó al suelo. —Si tanto quieres saberlo, he estado pensando en cierto día que te prometí.
El semblante del niño cambió por completo, si había algo que a Mika le gustara era el cumplir una promesa.
—¿Qué es?
—¿Recuerdas que dijiste que querías conocer a mi hermano... tu tío? —Mika pasó por alto el hecho de que a su padre le costó pronunciar aquello y asintió. James tomó una honda respiración. —Pues lo haremos, lo veremos esta misma semana.
El niño saltó de alegría y se arrojó de vuelta a sus brazos para abrazarlo. James estaba sorprendido ante tal efusividad, pero no quiso comentar nada que arruinara el momento. Quizás había minimizado la curiosidad de su hijo, se dijo sin más y se pasó el resto de la tarde terminando con las labores hogareñas que le aquejaban.
Entre los tres varones se batieron en las diversas tareas, armando habitación por habitación. James dio lo mejor de sí, instalando lamparas, cuadros, y estantes en las murallas. Ayudó a Mika a llevar sus juguetes a su nuevo closet y tendió camas con Nicholas. Cuando su esposo se escapó al jardín para cotillear con Miles, quien parecía tener una jugosa historia que contar, James aprovechó para preparar la merienda con su hijo.
Ellos eran un buen equipo, una familia perfecta.
Y con eso en mente, es que iba a volver a ver a su hermano. Él le iba a mostrar lo que había construido todos esos años de no verse.
La ultima visita había sido el plano de preparación para la verdadera prueba de fuego. James había saltado sobre Peter con todo el cúmulo de emociones que se había guardado a lo largo del tiempo y ahora que eso estaba vacío, tenía la posibilidad de llenarlo con algo nuevo, algo mejor.
James despotricó toda palabra de desprecio y rencor que manejaba en su vocabulario en contra de Peter, sacó fuera todo el resentimiento de aquella vez que este último atacó a Nicholas de manera vil y cobarde. Le echó en cara la homofobia que un día tuvo y que creó en él, en James toda clase de miedos que le atormentaron gran parte de su vida.
Al final de todo, Peter le abrazó.
James no correspondió al abrazo, él se quedó agotado entre los brazos firmes de su hermano que le apresaron contra su cuerpo solo repitiendo una palabra. Una desgarradora y cargada de emoción.
Perdón.
Si James cerraba sus ojos, aun podía sentir la presión de ese abrazo. El calor, el olor de su hermano en aquel acto. El arrepentimiento expresado en una garganta que apenas dejaba salir las palabras. El temor por su respuesta en el estremecimiento de sus extremidades. Y la incertidumbre de lo que vendría cuando James se alejó sin más y sin decir ni una palabra, dio por terminada la visita y lo dejó de pie dentro de la habitación.
Estaba todo latente aun, seguía siendo doloroso y atemorizante, volver a plantarse frente a Peter, con su hijo además, una gran hazaña, pero si James había aprendido algo en sus pocos treinta años es que la vida siempre está llena de pruebas y sin importar lo grande que estas sean, hay que dar lo mejor de uno en cada una de ellas.
Y él estaba preparado para esta en particular.
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