Extra: Los gemelos Evans.
Hice este extra sobre los hijos de Chad y Ryan porque algunos me lo pidieron, intenté que fueran tan originales y al vez mezcla de ellos dos como fuera posible, además de que hay referencia a sus padres.
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Los tacones de sus botas altas de cuero marrón resonaban por el pasillo de East High mientras ella avanzaba a paso firme, con su falda de cuero carmelita claro brillante ajustada a sus suntuosas curvas hasta por debajo del ombligo, la blusa blanca que dejaba la vista el piercing de su ombligo y se alzaba en un cuello alto, sin mangas, contrastando con el color oliváceo de su piel, traía una boina a juego con el resto de su ropa, apropiadamente acomodada en los resaltantes rizos rebeldes, largos hasta su cintura, que lucían nuevos destellos rubios en el castaño color natural.
Todos giraban a verla, sintiendo la opresión sumirse en sus pechos cuando los ojos azul grisáceos se fijaban en ellos por unos segundos. Nadie podría negar que Sharlenne Evans-Danforth sabía hacer una entrada como nadie, algo que se había más llamativo cuando su hermano, una cabeza más alto que ella, con su musculoso cuerpo resaltado en aquellas camiseta sencilla de color blanco y la chaqueta de cuero negra por encima, a juego con sus jeans ajustados. La verdad era que ellos solo usaban una prenda a juego cada día, resaltando sus propias individualidades.
—¿Ya sabes todo lo que necesitas? —preguntó Sharlenne con ese tono quisquilloso de niña perfecta que hacía que su hermano volteara los ojos.
—Shar, es una audición, no el decatlón escolar —repuso él con cierta diversión, su hermana solía ponerse más nerviosa que él mismo cuando se iba a presentar.
—Bryan, no es un juego, estás audicionando para la presentación de un papel en una película musical —repuso ella, deteniéndose en medio del pasillo y enfrentando a su hermano —Necesitas hacer esto bien, es todo lo que hace falta para que tu carrera despegue y lo sabes.
—Sharlenne, te prometo que me he preparado y sé todo lo que necesito saber, papá y la tía Sharpay llevan semanas ensayando conmigo y dicen que estoy listo —aseguró Bryan, mirando a su hermana con seguridad.
—Todo el objetivo de mudarnos de Nueva York para acá, es que tú consigas ese papel, así que solo quiero que todo sea perfecto —explicó su hermana en un tono de disculpa, Bryan sonrió, colocando ambas manos en sus hombros.
—Lo será, lo prometo —la tranquilizó él, sonriéndole suavemente y reanudado la marcha hacia la cafetería de la escuela, donde la hermosa chica de cabellos azules y maquillaje oscuro, que hacía babear a Bryan desde que habían llegado a Albuquerque, los esperaba.
—Gemelos, al fin llegan —exclamó Michelle, sonriendo con los labios cerrados mientras terminaba de tragar un pedazo del muffin que comía.
—No me salgas con esa sonrisa alegre, cuando es obvio que lo único que quieres es meterle la lengua a mi hermano en la boca —espetó Sharlenne, un saludo algo descortés, en palabras de Bryan, pero así era el sistema entre ambas cuñadas.
—En eso acertaste —afirmó Michelle, poniéndose de pie y pasando sus brazos alrededor del cuello de Bryan, atrayéndolo hacia ella en un beso profundo y poco apropiado para la escuela.
—Necesitan un hotel —espetó Sharlenne, tomando un sorbo largo de su café helado, el calor de Nuevo México no estaba hecho para ella.
—Si te consiguieras novia no estarías tan amargada —comentó Bryan, tomando asiento al lado de Michelle.
—Escuché que Brianna va a la presentación de esta noche de los que pasen la audición de hoy en la tarde, podrían ir juntas —propuso de forma burlesca Michelle, ganándose que Sharlenne le tirase un cupcake a la cara, que afortunadamente Bryan logró atrapar gracias a los reflejos de tardes practicando beisbol en familia.
—Prefiero acostarme con Bryan, quien además de ser mi hermano, es hombre —rebatió Sharlenne con una mueca de asco.
—Pero si miren quienes son, el Rey y la Reina del drama —comentó una voz ligeramente ronca, profunda, sería la descripción que Sharlenne daría de esta.
Una expresión de enojo y desprecio se apoderó de su rostro mientras se giraba hacia la chica dueña de aquella voz. Era la capitana del equipo de básquetbol femenil de la escuela, su piel clara contrastaba con su cabello castaño oscuro, que llegaba hasta mediados de su cuello, que siempre estaba recogido en una coleta alta que mostraba el rapado con arabescos que traía por encima de la nuca.
Usaba ropa condenadamente ajustada, que hacía que Sharlenne por momentos se distrajera en la manera en que sus desarrollados músculos se marcaban entre las camisas de mangas cortas y cuellos cerrados que dejaban a la vista sus brazos y la tela de los jeans que se pegaba a sus piernas.
Tenía que admitir que la primera vez que la vio, Sharlenne casi se derritió, algo que no fue pasado por alto por su hermano, lo cual significó semanas de burlas, porque por más que una mirada de esos profundos ojos cafés pudiera paralizar el mundo de Sharlenne, ella jamás cedería ante la chica, era cuestión de principios.
Brianna Bolton, sí, por irónico que pareciera, era la hija del mejor amigo de su padre, pero no se habían tratado entre sí nunca antes de la llegada de los gemelos a Nuevo México para quedarse con sus abuelos, al menos hasta que Bryan consiguiera el papel en la película.
Normalmente no coincidían, o los gemelos estaban ensayando, viajando con la tía Sharpay y el tío Zeke, de vacaciones con los tíos Bran, Lisa y Danna, o Brianna estaba con su abuela materna cuando ellos viajaban a Albuquerque. Al final, nunca habían coincidido y cuando lo hicieron en la escuela, fue un desastre.
Sharlenne y Bryan habían llegado, entrando de primeros al departamento de Teatro y Drama, y la joven había acompañado a su hermano al escenario para una presentación mientras el equipo de básquetbol masculino y femenino se encontraba de castigo pintando la escenografía.
Cuando habían terminado de llenar el ambiente con sus voces celestiales y auténtico estilo de baile, Bryan había ido a explicar que solo él participaría en el Departamento de Drama, que su gemela había ido para ayudarlo, y Sharlenne había descendido del escenario, pisando sin querer una de las piezas que Brianna pintaba.
—Por supuesto, los dramáticos sin preocuparse del trabajo de los deportistas, como siempre —había espetado la muchacha, haciendo que Sharlenne tardara unos segundos en responder, sus ojos desviándose a la manera en que el sudor descendía por los músculos que estaban expuestos.
—No fue a propósito —había explicado Sharlenne, su tono a la defensiva debido al obvio comentario despectivo de Brianna.
—No pensé que fuera así, su majestad —había comentado Brianna, apoyándose contra la mesa y sonriendo ladinamente, lo cual puso a Sharlenne más irritada.
—Si tienes algún problema conmigo, reina de los balones, déjalo en claro, pero sino, tengo mejores cosas que hacer que atender a las tonterías de una adolescente infantil, incapaz de madurar y sacar su cabeza de la cancha, y que se cree que sus bromas son chistosas cuando su club de fans solo se ríe porque ella es la capitana del equipo, o porque se la quieren tirar —había espetado Sharlenne en tono firme, sus ojos fijos en los de Brianna, que se quedaron atónitos de incredulidad ante la lengua viperina de la chica de rizos, quien había aprovechado el momento de silencio para salir.
Después de aquel encuentro, los tres meses que los gemelos llevaban en East High se habían convertido en una guerra social entre ambas. Aun cuando Sharlenne no había ingresado al Club de Drama, todos parecían tratarlo como si fueran las artes y los deportes enfrentándose en una batalla brutal, algo que a Sharlenne no podría importarle menos, si no fuera porque Brianna siempre terminaba sacando lo peor de su temperamento.
—¿Se te perdió algo en esta mesa, Brianna? ¿El cerebro, quizás? —preguntó Sharlenne de forma burlesca, haciendo que Brianna la mirase fijamente.
—Solo venía a desearles suerte en la audición —comentó ella en un falso tono inocente.
—La suerte es para los patéticos que no se esfuerzan ni saben su nivel y mi hermano es el único audicionando esta tarde —repuso Sharlenne, mirando a Brianna como si esta fuera insignificante.
—Oh, ya veo —la pelicastaña sonrió de forma ladina, mirando con diversión a los gemelos —Él parece ser el único con talento, ¿y tú qué haces, princesita? ¿dar volteretas sola en el salón de prácticas?
—¿Quieres saber qué hago? —preguntó Sharlenne en un obvio tono desafiante, poniéndose de pie con una sonrisa casual y enfrentando a Brianna, quien para ese punto había notado que todos les prestaban atención —¿Por qué no me dejas demostrártelo en la cancha de básquetbol?
—¿Tú? ¿En una cancha de básquet? —repuso Brianna incrédula —Allí no se juega en tacones.
—Oh, lo sé —aseguró Sharlenne y algo en su tono firme hizo que la piel de Brianna se erizara.
—¿Tú tienes juego? —preguntó, más seria en ese momento, sus ojos barriendo el cuerpo de la gemela Evans de forma apreciativa desde los pies hasta su rostro nuevamente.
—Un poco —respondió Sharlenne, parándose por unos instantes en la punta de sus pies, un gesto ligeramente arrogante que había aprendido de Ryan.
—Muy bien, en la cancha en tres minutos, uno contra uno, diez canastas —retó Brianna, toda diversión escapando de ella.
—Mejor jugamos un cuarto completo, el que tenga más puntaje al finalizar, gana —desafió Sharlenne, mirando fijamente a Brianna, que se vio irritada por la confianza expuesta por la chica.
—Hecho —aceptó, saliendo rápidamente del comedor con el resto de las deportistas.
—¿Dónde he visto esto antes? —preguntó Bryan en un falso tono dubitativo, la diversión en sus facciones haciendo que Sharlenne volteara los ojos mientras Michelle se reía —Ah, cierto, ese es el inicio de la historia de amor de nuestros padres.
—¡Oh, cállate! —bramó Sharlenne, saliendo hacia su casillero en busca de su ropa de deporte mientras dejaba atrás a Michelle desternillándose de la risa, con Bryan sonriendo altivamente.
Las gradas se habían llenado y todos estaban atentos al momento en que a la cancha salieran las dos estrellas de la tarde. Brianna fue la primera en aparecer, usando el uniforme de la escuela, el clásico rojo y blanco de básquetbol que siempre había caracterizado a los Linces. Todos la recibieron entre gritos y vítores, había sido la estrella de East High desde siempre, la amaban, como años antes otra generación había amado a su padre, pero entonces todo el gimnasio quedó en silencio.
Los ojos de Brianna se desplazaron hacia la otra entrada, por donde aparecía Sharlenne con zapatillas de deporte con brillantina, sus rizos recogidos en un nido alto en la cabeza, algunos mechones rebeldes cayendo alrededor de su rostro casualmente, pantalones deportivos negros con dos franjas rojas en los laterales y un top rojo. Usando por encima una de las mallas blancas que se ponían los jugadores no titulares cuando iban a jugar contra los titulares en los entrenamientos, sujeta por los tirantes y abierta totalmente por los lados, excepto los dos nudos que la ajustaban a cada lado de la cadera en la parte baja.
Una sonrisa de suficiencia se plasmó en el rostro de Sharlenne al notar que Brianna no le podía quitar los ojos de encima. « Bien, este juego puede ser interesante.» Bryan, como el fiel gemelo que era, se había propuesto a sí mismo a tirar el balón en alto para que ellas saltaran por este, dejándoles tener un juego lo más similar a uno real posible, Brianna se había reído y había accedido. Ese había sido su error.
—¿Están listas? —preguntó Bryan, el balón en la mano y el silbato en la boca.
—¡Lista! —gritaron ambas chicas a la vez, una frente a la otra en el centro de la cancha, mirándose fijamente a los ojos con un desafío implícito.
—¡Juego! —gritó Bryan luego de lanzar el balón en alto, alejándose rápidamente de la cancha.
Ambas saltaron a la vez, estirando sus brazos para tocar el balón, por supuesto, Brianna era más alta que Sharlenne, no fue una sorpresa cuando su mano agarró el balón y ella rápidamente empezó a descender, haciéndole una finta a la chica con rizos para correr hacia la canasta. Traía una sonrisa arrogante mientras saltaba, planeaba iniciar con un donqueo que trajera algarabía del público, por eso se encontró tan desorientada cuando una mano firme con manicura de brillitos dorados le bloqueó, robándole el balón en su totalidad.
Su cuerpo apenas reaccionó a tiempo, cuando sus pies tocaron el suelo de la cancha nuevamente, Sharlenne ya había recorrido la mitad de esta. « ¿Qué tan rápido puede correr? » Intentó alcanzarla, realmente aceleró la carrera para bloquearla, pero lo único que alcanzó fue a llegar a la zona de defensa detrás de ella cuando Sharlenne ya estaba saltando y el balón entrando en la canasta, su mano sujetándose de esta mientras ella quedaba suspendida solo por ese agarre.
En el silencio del gimnasio se podía escuchar claramente el momento en que el balón chocó nuevamente el suelo, y luego Sharlenne se dejó caer, aterrizando sobre sus dos pies y girándose lentamente hacia Brianna con una sonrisa ladina de arrogancia.
—¿Y ahora qué, chica dorada, líder de los Linces y reina del básquet? ¿Ya comprendes con quién te metiste? —preguntó altaneramente Sharlenne, pasando por la lado de Brianna con aire desafiante.
La llama se prendió después de eso, Brianna estaba enojada y emocionada a la vez, era raro que alguien pudiera hacerle frente verdaderamente en la cancha, incluso su padre había tenido problemas con ella cuando cumplió los trece años y en la actualidad ya no podía ganarle.
Las zapatillas chirriaban contra el suelo del gimnasio, el sudor corría por sus cuerpos, el balón chocaban contra la cancha con cada drible que ellas hacían. Solo tenían diez minutos, la intensidad era espantosa, a veces a los espectadores les costaba seguir sus movimientos, ni siquiera podían ovacionar, porque ante cada canasta, ya la otra había tomado control del balón y corría lejos.
Brianna había logrado encestar un tiro de a tres, haciendo que la intensidad bajara por cuatro segundos, hasta que notó que ella no había terminado de caer, pero Sharlenne ya tenía el balón nuevamente.
La trigueña corrió, era más veloz que Brianna y tenía a su favor que la líder de los Linces jugaba en la posición de pívot, su posición era de fuerza, no de velocidad, por lo que para ese momento del juego ya su rendimiento había bajado mucho debido a haber estado los pasados nueve minutos y cincuenta segundos corriendo a una velocidad vertiginosa. Quedaban diez segundos, pero el juego estaba decidido.
Sharlene sintió la presencia de Brianna antes de verla, aceleró su carrera, pero igualmente Brianna logró llegar hasta ella en un vano intento de bloquearla. Shar le concedía algo a la chica, no se rendía fácilmente, pero para alguien que nunca había perdido, era considerablemente obvio que lucharía con todas sus fuerzas cuando se viera empujado hacia el lado perdedor. Sin embargo, tenía algo en su contra, Sharlenne nunca había perdido tampoco y era el doble de exigente que ella consigo misma.
El cuerpo de Brianna se interpuso en el camino de Sharlenne, pero la chica de rizos reaccionó a tiempo, saltando, acción imitada por Brianna, que alzó su brazo para detener la tirada al aro de Sharlenne, pero la chica no dejaba de sonreír. Sharlenne tiró el balón en un arco que pasó por encima del brazo de Brianna, la joven de cabello oscuro sabía que no iba a entrar en la canasta, por eso no comprendía la risa de Sharlenne, hasta que se dio cuenta, había saltado desde el área de defensa, todavía quedaba espacio hacia la canasta.
Ambas tocaron el suelo nuevamente, pero Sharlenne ya le había pasado por al lado a Brianna cuando la chica se dio cuenta que su cuerpo no iba lo suficientemente rápido. Corrió también, quiso alcanzarla, pero la de rizos ya saltaba nuevamente, atrapando el balón en el aire y donqueando, haciendo un alley oop de un solo jugador cuando el pitido sonó avisando que el cuarto había terminado. Sus diez minutos correspondientes habían llegado al final con un marcador de 45 a 51, a favor de Evans.
El silencio se extendió unos instantes, mientras ambas chicas jadeaban considerablemente y el sudor corría por sus cuerpos, hasta que Bryan se elevó en una de las gradas y gritó, haciendo que la euforia se extendiera entre todo el estudiantado y los profesores que habían ido a ver el partido, si se le podía considerar así.
Brianna miraba a Sharlenne como si nunca la hubiera visto antes, como si estuviera delante de un ser surrealista, mientras la chica sonreía entre respiraciones erráticas, saboreando su victoria. Dándole no más que una mirada, Sharlenne pasó por al lado de Brianna, rumbo a las duchas, realmente necesitaba un baño. Apenas había avanzado cinco pasos cuando un llamado la detuvo.
—¡Oye, Evans! —gritó Brianna, haciendo que todos se callaran mientras Sharlenne detenía su caminata, aunque no giró para mirarla, simplemente se quedó quieta, dándole la espalda —Eso… fue un muy buen juego.
Sharlenne no respondió, una amplia sonrisa dominó sus labios mientras ella simplemente se retiraba del gimnasio, con Bryan riéndose entre la algarabía de los demás, disfrutando de ver la historia repetirse, esta vez entre dos chicas y un deporte diferente. Ese partido había sido la relajación que él necesitaba para poder despejar su mente, ahora era su turno.
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Hacía ejercicios vocales en la parte de atrás del escenario, con Sharlenne delante de él ayudándolo a calentar el cuerpo y las cuerdas vocales. Sabía que sus padres habían llegado ya a Albuquerque, con la seguridad de que su hijo se presentaría esa noche habiendo pasado la audición, esa confianza en él que su familia tenía le hacía sentir pletórico.
Miró los ojos grisáceos de su hermana, con los años habían ido cambiando a ese color gris metálico, cuando en su infancia habían sido azules, como los suyos propios. Recordaba a su papá Ryan corriendo por toda la casa, recogiendo sus ropas para llevarlos al médico, temiendo que a su reina le pasase algo, y luego papá Chad riéndose cuando el médico explicó que, si bien era extraño que sucediera, a veces a lo largo de la infancia los colores de ojos cambiaban, aunque no lo hubieran hecho en las etapas más tempranas.
Bryan en ese entonces se había deprimido, porque sentía que ya no se parecían tanto como antes, pero con el tiempo fue aprendiendo que desarrollar sus individualidades no les restaban como hermanos, y que ella siempre estaría allí para él cuando se fuera a presentar, audicionar, o simplemente divertirse encima de un escenario o delante de una cámara, y él siempre correría hacia ella para verla jugar. Eran gemelos y mejores amigos, eso no cambiaría, aun si físicamente ya no se parecían tanto.
—Es hora —anunció Bryan, mirando a Sharlenne nervioso.
—Lo harás genial —aseguró ella, dándole un abrazo a su hermano y llamando a su papi todopoderoso Ryan, manteniendo la llamada mientras esperaban.
Bryan se adentró en aquel escenario, manteniendo el porte y la elegancia de su persona de forma relajada, como era su estilo constante. Los representantes le dieron permiso de empezar y Bryan inició recitando unas líneas, dramatizando el momento de la obra donde a su personaje, Roger, le correspondía llorar por la pérdida de sus seres queridos, desgarrándose el alma.
Luego inició la música, un arreglo para violín con acompañamiento de piano de Nocturne, de Chopin, hecho por su hermana con su virtuosismo para los instrumentos y Bryan se desplazó por el escenario con gracia, dejando que esos pasos de baile que había ensayado durante semanas con su padre y su tía, mientras su papá y su hermana los observaban, se mostraran a través de su memoria muscular, su mente enajenándose en la música.
El alto de la sinfonía llegó y la música cambió a una tonada más suave, era la entrada de su letra. Bryan ni siquiera lo pensó, su voz se alzó sobre la música en un tono de barítono grave que llenó de suavidad el teatro, y todo se perdió en una tesitura gentil que contaba una historia triste entre sus letras y su baile, hasta que la música cedió, dejando solo su voz, que fue muriendo en su garganta a medida que sus pasos lentos lo llevaban hacia el frente del escenario, cayendo de rodillas al final.
Sus ojos se abrieron y encontraron la mirada incrédula del tribunal, que no pudo más que aplaudir ante lo que acababan de vivir, asegurándole el papel protagónico en la obra. Bryan se felicitó a sí mismo por mantener la compostura lo suficiente, hasta que salió del escenario y vio a su hermana con el celular en una videollamada con sus padres y entonces gritó y se aferró a ella en un abrazo alegre mientras Sharlenne, Ryan y Chad lo felicitaban, las lágrimas cayendo por sus rostros en orgullo por su hijo.
Michelle le preparó una sorpresa de felicitaciones, un cartel gigante que decía “Protagonista: Bryan Evans-Danforht” y lo esperó afuera del teatro, cuando Bryan la vio no pudo más que alzarla del suelo en un fuerte abrazo y besarla, Sharlenne sonrió, su hermano era feliz y eso era lo que importaba.
La noche llegó más pronto de lo pensado, con Bryan nervioso por su presentación mientras Ryan le acomodaba parte del vestuario, con Chad y Sharlenne manteniéndose a un lado, sabiendo que cuando Ryan Evans entraba en modo profesional, lo mejor era no interponerse.
Mientras Sharlenne hablaba con su papi soberano Chad, como ella le decía, ambos fueron a buscar los asientos correspondientes entre las gradas, no quedando muy adelante para no llamar la atención sobre ellos en lugar de sobre el escenario. Chad estaba hablando con Sharlenne sobre unas nuevas jugadas de básquetbol, ante la atenta mirada de Michelle, cuando una figura familiar se sentó justo detrás de Sharlenne, haciendo que la chica la mirase por un instante.
—Bueno, supongo que eso explica muchas cosas —comentó Brianna, habiendo escuchado parte de la conversación entre Sharlenne y Chad.
—No es mi culpa que tú no me creyeras cuando dije que tenía un poco juego —dijo Sharlenne, mientras Michelle le contaba entre susurros al oído lo sucedido en la tarde a Chad.
—¿A eso llamas tú tener un poco de juego? —preguntó sardónicamente la pelicastaña, haciendo a Sharlenne desviar la mirada mientras cerraba sus dientes sobre la punta de su lengua.
—Un poco de juego en un taller de adolescentes de la WNBA por cinco años, siendo campeona los últimos tres años consecutivos —explicó Sharlenne, sonriendo ante la carcajada que Brianna no pudo contener.
—Por supuesto que sí —comentó la chica en un tono irónico, era más bien un regaño para sí misma.
—Brianna, hola —intervino Chad, una sonrisa suave, pero que Sharlenne reconocía como traviesa, posándose en sus labios mientras Ryan tomaba asiento a su lado —¿Te gustaría venir con nosotros después de la presentación? Sé que a Troy no le importará, la celebración es en nuestra casa, él quedó de ir si Gaby llegaba a tiempo del trabajo —ofreció, haciendo que las mejillas de Sharlenne se pusieran rojas.
Brianna dudó unos segundos, pero al ver la expresión sonrojada de la chica, que la miraba por el rabillo del ojo y después desviaba la mirada, no pudo más que sonreír.
—Eso me encantaría —aseguró, segundos antes de que las luces bajaran, compartiendo una última mirada acompañada de una sonrisa con Sharlenne antes de que todos prestaran atención al frente, donde el telón se elevaba.
—¿Qué fue eso? —susurró Ryan a Chad suavemente, intentando que nadie lo escuchara.
—Nuestra historia repitiéndose —respondió Chad con una sonrisa, mirando al frente mientras Bryan aparecía en el escenario. La obra comenzaba.
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Espero les haya gustado, si igual eso no les parece, pueden quedarse en el epílogo solamente, pero puede que esto les haya gustado sinceramente. Me dejan saber.
Ahora sí, este libro pasa a obras completas. Besos💖💖💖💖.
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