Capítulo 7- Enfrentamiento.
Chad despertó sobre las 8 de la mañana, una hora algo tarde considerando que su rutina de entrenamiento matutino había iniciado a las 5: 30 am desde los últimos cuatro años. Le tomó varios segundos ubicarse de dónde estaba, nunca había verdaderamente dormido en el cuarto anexo a la habitación de Ryan en la mansión Evans.
Siempre había sido obvio que los padres de Ryan habían puesto la puerta para comunicarlos con el objetivo de no tener que ver las incursiones nocturnas de los chicos y darles privacidad, algo que ambos habían agradecido, además, les ayudaba a fingir delante del resto de Evans que mantenían a su hijo puro y casto, aun cuando su novio vivía en la misma casa. Chad no había entendido nunca esa obsesión de los Evans mayores con la pureza hasta el matrimonio, para una familia atea y poco dada a los pensamientos arcaicos, resultaba ser algo bastante peculiar.
Lo siguiente que notó Chad cuando su mente procesó su entorno, era que todavía vestía la ropa con la que había salido la noche anterior después de bañarse, lo que básicamente significaba que sí había tomado varios tragos de más en el bar al que Taylor lo invitó cuando la cafetería anunció que cerraría. No que a él le importase, incluso lo agradecía.
Recordaba vagamente haberse divertido muchísimo con quien fuera una gran amiga durante gran parte de su adolescencia y haber dejado de pensar en Ryan y su comentario, junto con todo lo que eso podía significar y el arrepentimiento sobre su elección de salir del closet. Poco a poco los recuerdos de la noche anterior fueron apareciendo en su mente, haciéndolo sonreír con añoranza y tranquilidad ante la forma en que había finalizado la noche.
— Veo que pasaste una gran noche si hasta sonríes así— la voz de Ryan, con una marcada irritación en su tono acusatorio, llegó hasta Chad, haciéndolo registrar que este estaba sentado en un sillón de la esquina de la habitación cuando miró en la dirección de donde escuchaba que le hablaba.
— ¿Qué?— preguntó Chad confundido, escuchando su voz rasposa y la garganta adolorida, recordando que se debía al improvisado karaoke de la noche anterior, al que Taylor lo había inscrito prometiendo que sería una canción solamente y que había terminado durando horas.
— ¿Qué si fue divertido follarte a otra mientras yo te esperaba aquí, desesperado?— acusó Ryan con rabia mal contenida y de repente Chad estuvo totalmente despierto y desconcertado, sentándose en la cama para mirarlo directamente con el ceño fruncido.
— ¿De qué mierda hablas?— preguntó bruscamente Chad sin comprender, incorporándose totalmente en la posición de sentado con sus pies por el borde de la cama, tocando el suelo, aunque ligeramente inclinado hacia el lado debido a la resaca.
— De la hermosa marca de carmín que está en tu pecho, cerca de tu cuello— señaló Ryan con la mirada fría, nunca antes se había parecido tanto a Sharpay como en ese instante y un escalofrío recorrió a Chad por la espalda debido a ese pensamiento.
Chad bajó la mirada hasta su pecho, notando la marca de unos labios con creyón rojo y recordando perfectamente cómo se la había hecho para finales de la noche. Cerró los ojos unos segundos, sintiendo como el ardor de estos se calmaba cuando la luz dejó de molestarlo, ayudándolo a pensar mejor la situación en la que se encontraba. Chad tragó grueso repetidas veces, intentando identificar si estaba más dolido que enojado con Ryan, o viceversa. El dolor ganó la batalla al final.
— ¿Crees que te engañé?— preguntó por lo bajo, con la voz ligeramente rota y sin mirar a Ryan, no creía soportar la respuesta si lo miraba a los ojos. Los ojos azules se clavaron en él, analizándolo fríamente antes de responder.
— ¿Por qué mejor no me lo dices tú?— rebatió Ryan indiferentemente, manteniendo la pose de hombre fuerte e inalcanzable que estaba trozando a Chad, esa postura típica de los Evans de la que él había estado durante años muy orgulloso por no haber usado jamás. Una sonrisa triste se formó en los labios del moreno, alzando la mirada para intentar definir la figura de Ryan, algo difícil considerando las lágrimas que nublaban sus oscuros ojos.
— Estuvimos juntos un año durante nuestra adolescencia, llevamos juntos los últimos diez años de nuestra adultez y me estás diciendo que por una discusión que involucró una salida nocturna para despejar, lo primero que se te ocurre ante la mínima marca es que te he engañado.
La paz en la voz de Chad mientras hablaba con una parsimonia poco característica hizo que la piel de Ryan se erizara, pero no se retractaría, sin importar qué tan dolido o decepcionado Chad sonara, podía ser solo una artimaña.
— Regreso a casa y no estás, pasas casi toda la noche fuera, llegas con el amanecer, acostándote con olor a alcohol y una marca de pintalabios en tu suéter. ¿Qué se supone que debo creer?— explicó Ryan manteniendo su pose de hielo, bien aprendida de Sharpay, exponiendo su punto con firmeza y casi la certeza de que estaba en lo correcto. Eso último era justo lo que destrozaba a Chad.
Chad sabía que si lo analizabas así, él tenía todas las de perder, pero también pensaba en que él jamás dudaría de Ryan, le permitiría explicarse antes de acusarlo, por el simple motivo de que este le había demostrado amor, paciencia y devoción desde siempre, la misma que Chad le había entregado a él durante diez años continuos, y ese era el punto de quiebre para él.
— No sé qué debas de creer, Ryan, solo sé que ni siquiera me has preguntado nada, solo has atacado, acusándome de haberte engañado con una seguridad pasmosa, seguro de que tu pensar es correcto— planteó Chad con lentitud y Ryan sabía que este tenía razón, pero no estaba dispuesto a caer tan fácil— Si eso piensas de mí, si crees que soy el tipo de hombre que sale de casa y se acuesta con una mujer solo porque discutió con su esposo, ¿qué haces conmigo siquiera?
La pregunta en sí misma bastó para poner todas las alarmas de Ryan en máxima potencia. No esperaba que la conversación se desviara por allí cuando había estado esperando a que Chad se levantara sentado en el sillón, siempre pensó que él llevaría el control y lograría una confesión digna para poder sufrir de algo más que su imaginación, este giro lo había tomado por sorpresa.
— Entonces explícame— demandó, poniéndose de pie y dando dos pasos hacia Chad— Explícame para poder confiar en ti— y esa frase fue lo que rompió a Chad totalmente, Ryan no necesitó que se lo dijeran, el rostro marcado por el dolor que su esposo le mostró fue suficiente para saber que acaba de tomar un giro sin marcha a atrás.
— Necesitas que te explique que no me follé a otra para confiar en mí, en lugar de confiar en mí lo suficiente como para permitirme que yo te explique— dijo Chad lentamente, resaltando la ironía de aquel planteamiento, dando un profundo suspiro y observando esos ojos azules que tanto amaba y que tanto dolían en esos momentos.
No lo dudó ni un segundo más, caminó pasando por al lado de Ryan y cerrando su maleta que estaba abierta, colocándose el abrigo, que había sido lo único que había logrado quitarse la noche anterior en la bruma de su borrachera, cuando ni los zapatos había llegado a sacarse. Cargó su maleta y caminó hasta la puerta, manteniéndose indiferente de la otra persona en la habitación en todo momento, deteniéndose al final ante el llamado acusador de Ryan.
— ¿A dónde vas?— exigió saber el rubio, con la frustración tomando el control de su cuerpo.
— A dónde tú quieras imaginar que voy— respondió Chad herido, observando la expresión de dolor que cruzó el rostro de Ryan, rompiendo su máscara de orgullo e indiferencia que había estado sosteniendo hasta ese instante— Ten felices fiestas, Evans.
La puerta se abrió y cerró en un ruido sordo, dejando la figura temblorosa de Ryan en el centro de aquella habitación inmensa y fría, repitiendo en su mente la frase final como si Chad le hubiese lanzado un maleficio que necesitaba ser estudiado a fondo. ¿Evans? ¿Cuándo había sido la última vez que Chad lo había llamado Evans?
Habían pasado años desde aquella vez de jugueteo casual en una de sus extrañas vacaciones donde habían decidido fingir no conocerse y volver a coquetear como si fueran adolescentes, y anterior a esa ya llevaba meses sin escuchar su apellido dicho por Chad. Su esposo siempre lo llamaba Ryan o Ry, a veces lo llamaba Rey del Drama y en sus momentos más íntimos le decía mi amor.
Fue solo entonces que Ryan comprendió que tal vez había cometido otro error, uno mucho más difícil de rectificar, pero seguía sin estar seguro y ni siquiera podía enteramente apuntar a cuál había sido con certeza. La confusión se hizo cargo de su mente y simplemente se desplomó contra la cama, mirando el techo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
👑
Sharpay estaba saliendo de su habitación rumbo a la cocina para desayunar cuando vio pasar a Chad con su maleta al hombro, deteniéndose rápido delante del hombre, entorpeciéndole la salida.
Una expresión de dolor marcaba el rostro siempre relajado y feliz de Chad, Sharpay no necesitaba leer mentes para comprender que la conversación de su hermano con Chad no había salido para nada bien, pero era la maleta que Chad sostenía lo que la ponía nerviosa.
— ¿Qué crees que haces?— preguntó ella impactada.
— ¿Qué parece que hago?— respondió Chad cabizbajo y sintiendo un nudo en la garganta, no había querido sonar cortante, pero pudo ver que Sharpay ni siquiera había prestado atención a su tono.
— Pero…Chad, creí que tú y Ry iban a hablar— comentó Sharpay sin entender en qué punto todo se había jodido.
— Yo también, Shar— aseguró Chad, siendo sincero, pues había pasado la noche meditando que quería arreglar las cosas con Ryan para el día de hoy, al menos ese era el plan que tenía pensado antes de que el alcohol matara cualquier pensamiento racional.
— ¿Tomaste mucho anoche?— preguntó ella, como si el aspecto desgarbado de él usando la misma ropa y el evidente olor a alcohol no fuera suficiente para notarlo.
Aunque Sharpay no le había visto salir de la casa, era obvio que su ropa no era limpia y recién puesta, e igualmente debería de tener un sentido del olfato, pero probablemente estuviese afectado de tantos perfumes raros que usaba.
— Lo suficiente para que no me importase nada— respondió sinceramente Chad, sintiendo las manos de Sharpay pasando por su ropa intentando acomodarla ineficazmente, una maña que tenía con él desde que habían desarrollado confianza suficiente.
—¿Qué borracha se te pegó que te dejó marcado?— inquirió ella, refiriéndose a la mancha de creyón de labios en la camisa de Chad, usando un tono jocoso que buscaba relajar el ambiente.
— ¿Por qué tú lo entiendes sin que yo lo explique y él no?— soltó Chad quejumbroso y de repente Sharpay unió los puntos en tres segundos, incrédula ante la estupidez de su hermano. Solo un ciego podría dudar del amor de Chad hacia Ryan, un amor tan grande que había sido más que obvio desde la secundaria— Yo no estoy contigo, no me acuesto contigo, no me casé contigo y no me expuse a la prensa por ti, pero eres tú quien no duda de mí. Me mata la ironía.
— ¿A dónde irás?— continuó ella cuidadosamente, sabedora de que un mal comentario más podría derrumbar a Chad allí mismo. No se veía muy estable en esos momentos.
— No lo sé, me las arreglaré— aseguró Chad, restándole importancia y pasando un brazo por los hombros de Sharpay, atrayéndola hacia él en un abrazo apretado que buscaba tranquilizarlos a ambos— No te preocupes por mí, estaré bien. Encontraré donde quedarme mientras salimos de la boda de Troy en tres días y luego volaré de regreso a Nueva York— explicó Chad, era un plan improvisado en ese mismo instante, pero parecía lo más seguro.
— ¿No te quedas a las festividades?— insistió ella, usando sus ojos de cachorro apaleado que funcionaban tan bien con su padre, pese a los años, y pensando que para esa fecha su hermano debería de recapacitar y haberle pedido perdón a Chad.
— No tengo motivos para quedarme que no representen más dolor que felicidad— afirmó Chad con sinceridad cristalina y Sharpay se sintió mal, él la había animado en su peor momento y ella en cambio no lograba hacer nada— Nos vemos, mi Reina del hielo— Sharpay sonrió melancólica ante el antiguo apodo mientras sentía los labios de Chad dejando un suave beso en su mejilla.
— Nos vemos, cabeza de balón— se despidió ella, evitando las lágrimas y dejando que Chad saliera de la casa a paso lento, pero firme, camino a quién sabía dónde.
Lo observó hasta que se perdió de su vista, hasta que fue obvio que no iba a regresar, entonces sus tacones repiquetearon en el suelo mientras ella hacía su camino ascendente hacía la habitación de su hermano. Era hora de una intervención urgente.
👑
Chad caminó, encontraba relajante la experiencia de recorrer los kilómetros que separaban la mansión Evans del resto de Albuquerque. Para cuando estuvo delante de la familiar casa, el sol hacía mucho que había pasado su cenit.
Dio un suspiro hondo antes de cruzar la entrada y tocar el timbre, sin saber si llegaría molestando o cómo sería recibido. La puerta crujió ligeramente y reveló la figura casi elfina de Gabriela Montez, con su piel color caramelo y rizos negros, la gran sonrisa de siempre adornando su rostro.
— ¡Chad!— exclamó contenta, tirándosele encima para abrazarle. Chad correspondió el abrazo como pudo, sonriendo y alzando la mirada para ver aquellos ojos verdes que siempre habían estado allí.
— ¡Amigo!— soltó Troy, abrazando a Chad cuando Gabriela finalmente lo dejó ir— Tienes un aspecto terrible— comentó luego de la efusividad inicial, ganándose un golpe en las costillas por parte de su futura esposa.
— Tranquila, Gaby— la calmó Chad ante la mirada furiosa que Gabriela le daba a Troy— Soy consciente de eso. ¿Puedo quedarme aquí hoy? Es hasta que mañana pueda reservar algo en el hotel o…
— No digas tonterías— le interrumpió Troy rápidamente, pasando uno de sus brazos por el cuello de Chad— Te puedes quedar aquí tanto como quieras. Venga, pasa, te das un baño y luego bajas a comer algo, quedó bastante del almuerzo porque mi madre sigue cocinando demasiado para pocas personas. Tu habitación es la misma de cuando éramos adolescentes. Sube sin pena— indicó Troy.
Chad sonrió suavemente mirando a la pareja antes de ir escaleras arriba, rumbo a aquellas cuatro paredes en las que había residido tantas noches en casa de su mejor amigo. Se dio una larga ducha que limpió los rastros de la noche anterior, junto con el dolor de cabeza que le había quedado.
Si se era sincero a sí mismo, le había encantado salir con Taylor, habían sido buenos amigos aun con sus diferencias y el obvio fracaso de su relación sentimental, por eso no había dudado en ir a verla cuando ella le envió el mensaje y no se arrepentía, era preferible a pasar la noche sufriendo por el comentario de Ryan. Cuando en la mañana este demostró su falta de confianza en él, no era por la salida anterior, debía de ser algo latente desde antes.
Con la cabeza despejada, unos jeans y un suéter verde limpios y el cuerpo menos resentido, Chad bajó las escaleras para enfrentar a una prometida alterada hablando por teléfono con los encargados del Catering y un novio tranquilo que le preparaba café. Al ver a Chad, Troy le indicó que permaneciera en silencio y lo siguiera hasta la cocina, conocedor de que cualquier ruido cerca de Gabriela en esos momentos era una sentencia de muerte.
— ¿No deberías de estar gritando con ella?— preguntó Chad en broma y vio la expresión de horror que puso Troy.
— Amigo, si me han dejado escoger algo es un milagro, entre ella y Taylor han organizado todo y han dejado bien en claro que no requieren mi entorpecedora presencia— explicó Troy, haciendo a Chad reír con lo último, algo así había escuchado de Taylor la noche anterior— Espero que tengas hambre— comentó, poniendo delante de Chad un plato a rebosar de macarrones con queso— Mi madre fue por lo fácil.
— Me encanta, amigo— aseguró Chad, sintiendo su apetito abrirse y lanzándose a por los macarrones con hambre evidente.
— Me alegra que así sea— afirmó Troy, mirándole divertido— Mira, tenemos mucho con lo que ponernos al día, pero es evidente que tú pasaste una noche agotadora y yo tengo que ir a recoger a mi suegra al aeropuerto. Ve y descansa, que parece que una aplanadora te ha pasado por encima, y en la noche salimos solos tú y yo para conversar, como en los viejos tiempos.
— Como en los viejos tiempos— una calidez amena se expandió por el pecho de Chad ante el trato de Troy y la idea de poder hablar con su mejor amigo, porque tenía que admitir que nadie había podido ocupar esa posición en su vida.
Troy salió de la cocina, dándole un rápido beso a Gabriela antes de partir en su auto hacia el aeropuerto, Chad no tenía ni idea de donde estaban los señores Bolton y Gaby parecía muy ocupada en los últimos detalles, así que Chad terminó sus macarrones, fregó la losa y subió nuevamente las escaleras, cerrando la puerta y dejándose caer sin forma sobre la cama que tantas veces antes había sido testigo de sus momentos de reflexión interna.
Así, estando de regreso en el lugar donde todo empezó, los recuerdos asaltaron la mente de Chad con fuerza, llevándolo de vuela al inicio, a esa primera vez en que sus pensamientos lo desviaron del resto del mundo para enfocarlo en una sola persona. Ryan Evans.
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Holaaaaa, ¿Qué les pareció el capítulo y la reacción de Ryan? ¿Qué pasó de verdad respecto a la mancha de labios en la camisa de Chad?
Si les gustó, dejen una estrellita y un comentario para saberlo, muchas gracias por leer, besito. 💕🥰
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