Capítulo 1
En cuanto me enteré de que volvería, me llené de alegría e ilusiones. Me puse tan contenta, que lo grité por toda la casa, sin importarme que todos estuvieran durmiendo, por lo temprano que aún era.
En el bus, de vuelta a Santiago, solo pensé en aquella grata y mágica noticia y soñé con aquel día. Solo anhelaba volver a verlo y estar a su lado.
Hacía unos meses, atrás, lo habíamos visto con mi madre cantar en el Teatro Caupolicán y desde esa noche me di cuenta de que mis sentimientos por él seguían vivos, pero que los había ocultado y olvidado en lo más profundo de mí, debido a otro hombre, que nunca supo valorarme.
Sentí por mucho que aquel hombre era mi verdadero amor, pero nunca fue así. Solo jugó con mis sentimientos y me destrozó el corazón.
Me sentía tan miserable y triste, que ya no tenía esperanzas en el amor, hasta que él volvió a mi vida. Entonces, todo se tornó otra vez de dicha y sueños para mí.
Aún recuerdo cuando lo vi por primera vez, hace seis años, y él tan tierno y amoroso, siempre sonriente, posó a mi lado para todas las fotos que yo quise tomarme con él.
Era tan alto y muy bien parecido, atractivo, muy guapo. Siempre usando sus gafas de sol, para ocultar sus ojos, los que a mí me fascinaban.
Esa vez, cuando lo conocí en persona, lo vi primero en el aeropuerto y ahí creí que moriría desmayada en sus brazos, luego volví a verlo, al otro día, en el hotel junto a una amiga. Ahí mi felicidad fue mayor, porque pude estar más tiempo con él.
Pero ahora presentía que esta nueva oportunidad sería mayor, algo diferente e inolvidable.
Desde niña seguí su genial música. Lo seguí a él y a su banda. Se puede decir que Joey Tempest era mi amor platónico, un amor imposible, el que nunca fue comprendido, y cuando conocí a Luciano, sentí que a Joey lo había olvidado, por creer que Luciano era el hombre, que yo había estado esperando, por tanto. Pero al volver a ver a Joey en aquel recital, descubrí que era a él, a quien seguía amando. Aunque nadie me entendiera y me creyeran una loca por aquello.
Ahora que me había enterado de su regreso al Festival de Viña del Mar, después de veinte y ocho años, mis ilusiones y anhelos, por volver a verlo, habían renacido con más fervor en mí.
Contaba los días que faltaban en el calendario de mi escritorio. Solo soñaba con estar con mi amado Joey Tempest. Soñaba con ver su rostro, su perfecta sonrisa, conversar con él, estar más tiempo a su lado, y decirle, si ahora tenía la oportunidad, cuanto lo quería y amaba.
Me pasaba todo el día en el trabajo soñando cosas locas con él, las que de verdad anhelaba que se convirtieran en realidad, pero era imposible. Es decir, un tipo, como él, jamás se fijaría en una mujer joven y tonta como yo, es decir, el cuento ya me había pasado con Luciano, y por esa relación, había quedado muy dañada.
Al menos, pensando en Joey y escuchando su música me olvidaba de la pena y dolor que aún sentía por ese poco hombre.
Desafortunadamente, Luciano era mi compañero de trabajo, de modo que lo veía todos los días, lo que era una tortura para mí.
Mi historia con él inició en nuestro lugar de trabajo. Él se acercó a mí y a mí me simpatizó mucho.
Comenzamos a salir, y en una de esas tantas salidas, me enteré de que él tenía novia, lo que me llenó de tristeza y decidí alejarme, pero él me pidió que no lo hiciera, y yo cegada por ese supuesto amor y falta de cariño de un hombre, acepté y seguí a su lado.
Me sentía tan tonta en ocasiones. A veces me sentía como la otra en su vida y él feliz por la situación; yo le preguntaba ¿Por qué rayos no terminaba con su novia y qué significaba yo en su vida? y él siempre me decía que me quería mucho, que hasta se podía decir que estaba enamorado de mí, pero que no se sentía listo para estar en una nueva relación. Entonces, mi corazón se llenaba de pena y de amargura.
Comenzaba a cuestionarme y a preguntarme ¿Cuándo llegaría el hombre que me quisiera y valorará de verdad? El que quizás nunca llegaría.
Así continuamos un tiempo más, el de tolerar sus salidas y llamadas a ella. No le importaba como yo me sentía por dentro.
Mi madre me había aconsejado en reiteradas ocasiones que terminará con él, pero yo, cobarde, no me atrevía. Sentía temor de perderlo.
Lo quise tanto, lo esperé, pero él nunca se decidió por mí. Siempre la prefirió a ella, y yo, desde lo más profundo de mí, siempre lo supe.
Deprimida y cansada de toda aquella situación tortuosa, estaba más que acabada y decidí romper con Luciano. Él se opuso, pero yo decidí que ya no podía seguirme engañando a mí misma y lastimando a mi frágil corazón. Luego, Luciano como si nada, siguió con su novia y ahí quedé yo...
Triste y depresiva, me sentía una completa estúpida, por haberme dejado engañar por aquel sujeto, que solo había aprovechado el tiempo conmigo y que estaba satisfecho teniendo a dos mujeres.
Ahora solo tenía rabia y odio por aquel hombre, que no supo valorarme, y que solo se había reído de mi soledad y falta de cariño y amor.
Amargada, me ponía a escuchar su suave voz, con sus rockeras canciones, entonces, era cuando me sentía un poco mejor y volvía a recordarlo y a pensar en él. En Joey.
Había comprado un relicario en forma de corazón, para tener una foto suya, con amor, junto a mi pecho, la que siempre me acompañaría.
Tal vez había perdido el juicio, pero ahora me sentía bien, contenta e ilusionada. Me sentía feliz, muy feliz de que Joey volviera. De él yo estaba realmente enamorada. No me importaba si era un cantante y que estuviese muy lejano de mí, yo lo quería igual y sabía que él nunca me destrozaría el corazón.
Tal vez, lo idealizo mucho, pero lo amo y adoro con todo mi corazón. Lástima que él no sepa que existo...
Se había sumado otro concierto. Se realizaría al día siguiente del que harían en Viña del Mar...
Yo no cabía de la felicidad y solo esperaba con ansias a comprar las entradas, para los dos conciertos y verlo pronto a él, pero algo me decía que todo esto sería muy diferente e inolvidable para mí.
El primer día tan anhelado y ansiado por fin había llegado. Iríamos con mi madre a esperarlo al aeropuerto.
Estaba tan nerviosa e ilusionada, que solo me lo imaginaba allí caminando con su maleta, usando sus gafas oscuras y saludando tan simpático y amoroso, como era él, a todos nosotros, sus fans.
Nos levantamos de madrugada; yo me había quedado dormida justo ese día. Sí no es por mi madre, que me fue a despertar, no sé qué hubiera hecho.
Esperaba a una amiga en la estación "Santa Ana", del metro. Miraba con insistencia la hora en mi celular y todas las personas me miraban por mi rockera vestimenta.
Yo solo ansiaba ver a Joey y mi madre me apoyaba en aquello.
Llegamos las tres a la estación del metro "Pajaritos", en donde tomaríamos un bus, que nos llevaría al aeropuerto. En la estación nos esperaba un amigo, Claudio. Yo corrí con entusiasmo hacia él para saludarlo y lo abrasé. Claudio me abrasó con más apego, tocando mi cintura.
<< Eso fue raro. >>
Fue lo que pensé en ese instante, pero no le tomé importancia y nos fuimos los cuatro hasta el aeropuerto.
Nos bajamos más que entusiasmados del bus; yo no lo resistí y abrasé a mis dos amigos, y me reí feliz. Nos abrazamos los tres ilusionados.
— Aquí estamos otra vez, amigos. Los volveremos a ver. – dije y nos reímos los tres al unisonó. El chofer del bus y mi madre nos miraron y nos sonrieron.
Entramos al aeropuerto, estaba lleno de extranjeros y muchas personas que venían y se iban de viaje.
Nos encontramos con nuestros demás amigos del fan club, y también con el otro fan club. Hicimos dos grupos.
Me percaté que en ese otro grupo estaba la que se apodaba "Emma Tempest", mi rival por conocer y amar a Joey, al igual que yo. Además de acosarlo hasta el límite, le da regalos y lo sigue por todo el mundo, si es posible para ella.
Una de nuestras amigas nos informó que un vuelo, que venía de Londres, ya había aterrizado y todos nos pusimos alerta, y miramos la pantalla de vuelos arribados.
Yo nerviosa, solo quería ver a Joey.
De pronto, lo vi llegar, por la inmensa ventana de vidrio y él venía caminando con su equipaje y sus gafas de sol, junto con John Norum. Mi corazón se paralizó y mi madre se sorprendió de alegría.
— ¡Que lindo es! – exclamó ella y yo tan sorprendida como ella, me llené de dicha.
Todos golpeamos el vidrio para que ellos dos nos escucharan y vieran. Joey se levantó las gafas y nos saludó. Entonces, comenzamos todos correr fuera de control, para poder alcanzarlos y estar con ellos.
Solo venían Joey y John Norum. Fue lo que pensamos, y yo corriendo, solo anhelaba alcanzar a Joey, estar a su lado y tener mi preciada foto junto a él.
Claudio me siguió y yo les grité a los demás que se dieran prisa. Bajé rápidamente las escaleras y la gente nos miraba con atención. A mí no me importó y seguí corriendo.
Mi amiga Javi se fue por otro lado, mientras que Claudio y yo nos detuvimos en la puerta principal, para ver si ellos pasaban por allí. En eso, llegaron los demás, junto con el otro fan club.
Todos nerviosos, esperábamos con ansias a verlos pasar por aquella salida y yo al borde de un ataque de nervios, comenzó a sonar mi celular. Era Javi.
— ¡Amiga! ¡Joey está aquí!...
Yo acelerada, no le entendí y de pronto escuché que ella saludó a alguien, fue cuando corrí con Claudio. No sabíamos porque puerta Joey y John saldrían...
Llegamos a la puerta del fondo y con nuestros demás amigos, salimos y nos encontramos con Javi, la que estaba casi sin aliento.
— ¡Amiga, se fueron! ¡Pasaron por aquí y se fueron muy rápido! – se me vino el mundo encima y a punto de llorar, no lo pude creer.
— ¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Cómo que se fueron?! ¡No! ¡No pueden haberse ido! ¡No, Joey!...
Mi amiga se lamentó al igual que yo...
— Yo los vi y quise acercarme, pero la mujer de la productora me lo impidió y Joey con John se subieron rápidamente a la van. Le pregunté a la mujer, sí podía saludar a Joey y él, en la van, se asomó para saludarme, pero ella le cerró la puerta en su cara y se los llevaron. Amiga se los llevaron...
Vimos a una van alejarse. Supuse que ahí iba Joey y se me llenaron los ojos de lágrimas.
<< ¡Se me fue, Joey! >>
<< ¡No, Joey! >>
<< ¡Te fuiste y yo que anhelaba tanto verte! >>
Pensé que no tendría fotos, para mostrarles a mis amigos y compañeros de trabajo y deseé llorar. Algunas amigas me abrazaron, sintiéndonos todas tristes por no haber logrado verlos.
— ¡Esperen! Solo se fueron Joey y John. Los otros chicos no han llegado aún.
— Es cierto. Podemos esperarlos a ellos.
— ¡Sí! Esperémoslos a ellos, a John Leven, Mick e Ian... Yo los voy a esperar – dije volviéndome un poco el ánimo y los demás también se quedaron.
Para hacer la espera más grata, nos pusimos a conversar, a reírnos y a bromear un poco.
Claudio se quedó junto a mí y yo seguía lamentándome de no haber podido ver a Joey.
Ellos llegaron y Daniela nos alertó...
— ¡Llegaron! ¡Ya llegaron! — todos nos alarmamos otra vez.
Nos acercamos otra vez al enorme vidrio y lo golpeamos para que ellos nos vieran. John Leven no vio y nos saludó haciéndonos un corazón con sus manos. Embobadas por su gesto, comenzamos a correr otra vez.
Corrimos rápidamente y Claudio, junto con todos los otros, me siguieron, inclusive mi mamá.
Bajé acelerada, de nuevo, por la escalera y no me importó que llevara tacones. Corrí hasta la entrada del comienzo.
— ¡¿Por dónde saldrán?!
— ¡No lo sé! ¡Pero sí no lo averiguamos pronto, nos pasará lo mismo que con Joey y John!
— ¡No! ¡No nos puede pasar lo mismo otra vez!...
Salimos a las afueras del aeropuerto (había muchas salidas) y no sabíamos por cual, ellos tres saldrían. Vimos unas vanas y una amiga nos dijo que esa no era, sí no una de color blanca, que se encontraba más adelante. Yo vi de pronto salir a Ian, el baterista, y corrí rápidamente a él. Uno de nuestros compañeros me siguió.
Le pedí a Ian, con señas desesperadas, que no se fuera y él me miró. Logré acercarme y lo saludé. Ian me miró de la cabeza a los pies y me saludó.
— ¡Hi, Ian!
— ¡Hi, woman!...
Yo me reí nerviosa por su intensa mirada y saludo, y feliz, le pedí una selfie, la que accedió todo simpático. Me coloqué a su lado, levanté mi cámara y me tomé mi primera foto junto a Ian.
— Welcome to Chile. See you tomorrow to the Viña del Mar.
— ¡Yes, at night rock and roll!
— ¡Yes, okey! ¡Thank very much!
Miré a Mick, el pianista, quien estaba dando autógrafos y tomándose fotos con mis otros amigos y me acerqué a él. Lo saludé y él me miró serio.
— Selfie, please, please. — él accedió y yo posé a su lado. Levanté mi cámara y nos tomé aquella segunda foto, ahora junto a él.
— Thank you very mucho. — le dije por error y Mick me miró serio y extrañado. Yo me puse a reír de los nervios y me disculpé.
— ¡Sorry! ¡Sorry!... ¡Thanks very much! — le sonreí y él me sonrió.
Vi a Steffan, el mánager y me acerqué también a saludarlo. Él me saludó amistosamente y yo quise tomarme también una foto con él. Levanté una vez más mi cámara y logré tomarme una foto con el mánager de mis Europe.
Por último, me acerqué al bajista, a John Leven, el que estaba más serio que Mick. Se estaba tomándose fotos con mis amigas y firmándole discos a Claudio. Yo lo saludé y le pedí una foto con él. También accedió, yo lo abrasé, y de inercia, le tomé su brazo, levanté la cámara por última vez y me tomé la foto junto a él.
Me reí y les tomé un par de fotos más a mis amigos con ellos. Recibieron regalos, dieron autógrafos y finalmente se subieron a la van. Todos nos acercamos.
Los tres se despidieron por la ventana, y yo muy feliz, comencé a cantarles la canción "Rock the night". Todos me acompañaron a cantarla y Steffan, con ellos tres, nos miraron y él detuvo la van y abrió la puerta.
— Me encantan los fans chilenos — mencionó en inglés y sacó su cámara y todos posamos para él.
Yo en el medio junto a todos mis amigos, sonreí plena, levanté el meñique y Steffan nos tomó esa inolvidable foto. Todos reímos más que contentos y ellos se marcharon en la van.
Un chico, que era fotógrafo, nos tomó dos fotos y todos le posamos. No podíamos estar más felices aquel grato día.
Me conformé con haberme podido tomar, al menos, fotos con ellos tres y esperé con más ilusión a ver a Joey al día siguiente, para el recital en Viña del mar.
Alegre, no podía creerlo y me entusiasmé el doble al ver que Steffan había subido a la página oficial de "Europe" la foto que él nos había tomado. Mi corazón se aceleró al pensar de inmediato que todos ellos, inclusive, Joey ya habían visto aquella foto en donde yo figuro mostrando toda mi alegría por ellos, en especial por él.
No podía esperar más de la ilusión y felicidad, que lo vería mañana cantar en la Quinta Vergara. Solo estaba a unas pocas horas para verlo y esta vez sería sin interrupciones, ni productoras odiosas.
Dejé todo listo para el segundo gran día. Guardé mis pasajes, miré las entradas para los dos recitales y volví a sonreír. Ya no había vuelta atrás. Me sentía plena, casi realizada y me dormí con la añoranza que llegará cuanto antes el día de mañana.
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