Ichimatsu recargado en la pared del callejón, masturbándose tan fuertemente como podía.

-Karamatsu nii san~! -gemía el nombre del mayor, imaginándolo a él tocándolo de esa manera.

Sentía como se acercaba al límite, apretando las piernas y con su otra mano rozando su trasero. Podría meterse un dedo o dos ahí, pero jamás lo había hecho, ¿Si le dolía? Ugh, incluso podría sangrar, ¿Pero eso no sería algo? Después de todo el dolor le asentaba tan deliciosamente bien. Teniendo en cuenta sus sentimientos a una persona que nunca le podría hacer caso, era todo un masoquista.

Metió dos de sus dedos a su boca y comenzó a babearlos, humedeciéndolos y sintiendo como su miembro comenzaba a gotear líquido.

Abrió un ojo, sería malo si alguien llegará y lo viera así, masturbándose en un lugar público, pero si ese alguien fuera Karamatsu sería tan vergonzoso y excitante a la vez.

-Mnh~ -comenzó a jalar más fuerte y llevo sus dedos mojados a su trasero, para abrirse espacio y finalmente meter uno de manera suave.

Oh, se sentía repugnantemente genial, dolorosamente sabroso. Sus ojos se abrieron y sus pupilas se dilataron, mientras que soltó un alarido de dolor mezclado con placer cuando metió el segundo dedo bruscamente, al instante de haberse acostumbrado al primero.

Estaba tan cerca, lagrimeaba y babeaba de satisfacción y la imagen de Karamatsu seguía atrapada ahí, al final de su imaginación.

Sólo porque él no era un chico normal, sólo porque no le gustaba una mujer. Sólo porque él estaba enamorado de su propio hermano gemelo.

Sólo porque él no era lo suficientemente valiente para enfrentar todos sus miedos y declararse.

-Karamatsu sama~! -resolló, ya sentía la presión y la adrenalina subir, hacía demasiado calor.

Metió los dedos hasta el fondo y rozó algo dentro, eso había sido suficiente para que Ichimatsu derramara todo su líquido contra la pared de concreto en la que estaba recargado.

Golpeó la misma con el puño cerrado, y con su respiración agitada se acomodó la ropa. Suspiró soltando leves jadeos. Se dió vuelta, recargándose en su espalda, y cuando su visión dejó de ser borrosa su respiración se volvió a cortar.

Oh mierda, puta vida, puto todo. Karamatsu estaba ahí. Era real, era su persona al cien por ciento.

-¿Ichimatsu...? -habló con su voz temblorosa, no podía creer lo que había visto. Era... Increíble.

-¿Q-qué... -su garganta se cerró unos instantes, pero luego suspiró-. ¿Qué mierdas quieres? -dice fingiendo neutralidad.

-... ¿Estabas masturbándote? -incluso él sorprendido de que su duda haya salido, lo mira fijamente, el semen de Ichimatsu seguía goteando de la pared y eso llamó la atención del mayor.

-N-no. -responde bruscamente, muy avergonzado.

Y no le da tiempo de golpear a Karamatsu cuando lo acorrala contra el muro, le toma las muñecas con una sola mano y está tan malditamente cerca, puede sentir como él tenía una erección también, y Karamatsu se puede dar cuenta de que Ichimatsu seguía duro cuando lo aprieta más y finalmente asesina la distancia entre sus labios, uniéndolos a ambos en un desesperado y muy necesitado beso.

-Hey, hey, Ichimatsu -comienza a hablar Karamatsu entre el beso, separándose en cortos momentos mientras Ichimatsu difícilmente correspondía-. Te masturbabas pensando en mí, ¿no? -deja los besos de lado para lamer alrededor de su boca y morder de vez en cuando.

-Si Karamatsu nii san -ni el mismo cree haber dicho eso cuando el mayor pasa su mano un poco más arriba de su nuca y jala su cabello, haciéndolo gritar un poco.

-Ichimatsu, hermanito. ¿Estás enamorado de mi? -pregunta y soba donde había jalado, no era como si no le importará el estado del menor, solo le gustaba verlo gemir y gritar.

-Estoy enamorado de ti, Karamatsu nii san~ -gime y sus labios vuelven a ser atacados por el mayor.

Recuerda sentir un cálido sentimiento con cada segundo de aquel beso. Aunque más lágrimas escapan de sus ojos.