Helena y Casandra
AU dónde la reina espartana y la profetisa troyana encuentran un nuevo futuro juntas...
La odiaba. Sencillamente la odiaba. Desde el primer momento en qué reconoció a la mujer que se hallaba en la playa al lado de su hermano Paris como la que traería la destrucción a Troya.
Su mente se nublo con las visiones de las tragedias que sabía que sobrevendrían por la venida de Helena.
Fue la enajenación mental causada por ello lo que la llevó a atacar a la reina espartana en ese mismo momento y lugar.
Por supuesto su ataque falló y pronto guardias troyanos la apartaron de Helena mientras todos la miraban entre confundidos e iracundos.
¿Qué no ven que esa mujer será nuestra muerte? ,sintió ganas de gritar durante la boda de Helena y Paris.
Pero nadie la escucharía y ella lo sabía, ese era el eterno castigo de Apolo por haberle ofendido.
Cuándo las naves negras desembarcaron ante Troya, Casandra tomó una decisión extrema.
Atrapando de manera furtiva un cuchillo afilado de las cocinas, la princesa tomo rumbo a la habitación particular de Helena. La espartana se hallaba ya durmiendo, su cabello rubio como el oro esparcido sobre la cama mientras sus labios rosados exhalaban suaves suspiros al dormir.
"¿Cómo se atreve a dormir tan tranquilamente mientras nuestros hombres se preparan para la guerra y nuestras mujeres lloran en silencio por el posible destino de sus maridos, hermanos e hijos?", se preguntó con rabia mientras acercaba su cuchillo a la garganta de Helena.
"Lo hago por el bien de mi familia y de Troya" se dijo en un intento de aliviar el temblor de sus manos. "Lo hago por..."
-Eso no funcionara, Princesa Casandra
La voz dulce de Helena la hizo tambalear, alejando el cuchillo del cuerpo de la joven rubia.
Mirandola de manera calmada, la espartana prosiguió:
-Mátame y el pretexto de la guerra pasará a ser vengar mi muerte. Y si me entregará mañana mismo a Menelao sería entonces su honor como marido afrentado.
Casandra gruño ruidosamente ante esas palabras.
-¿Y entonces porqué viniste aquí si ya intuías que tu marido estaría dispuesto a recuperarte como fuera?
Se esperaba una actitud indiferente o incluso burlona pero para su sorpresa vio como Helena suspiraba de manera pesada, como demostrando culpa.
-Paris insistió en ello... - dijo escuetamente mientras sus manos pasaban a acariciar su vientre.
Los ojos de Casandra se abrieron horrorizados al comprender el significado de ese gesto.
-Estás encinta
-Muchacha inteligente. ¿No te alegras ahora aunque sea un poco de no haberme degollado?...
Su tono había pasado a ser de nuevo relajado y eso hizo que Casandra apretara los puños hasta que estos se tornaron blancos.
-Maldita seas, Helena de Esparta
Mascullo enfatizando especialmente la última palabra antes de abandonar la habitación.
Después de eso intentó durante algún tiempo el ahuyentar a Helena y a Paris de la ciudad pero finalmente se rindió, harta de luchar contra lo que parecía irreversible, especialmente cuando Helena dio a luz a su hija, Alexia.
Por supuesto toda la familia real fue a darle la bienvenida a la pequeña, incluida la propia Casandra
Lo cierto es que aún incluso después del parto Helena se veía resplandeciente y cándida al lado de un orgulloso Paris
La profetisa tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimir una carcajada sarcástica ante la hipocresía de su hermano mientras presentaba a la recién nacida cómo la primera de su prole.
"¿De verás crees que eso va a ser suficiente para borrar de la existencia a Corito, Paris de Troya?... "
Pensó mientras rememoraba la imagen del pequeño que su hermano tuviera con su primera esposa, Enone, y de los cuales nadie había vuelto a saber desde qué él trajera a Helena a la ciudad.
Cuando ya estaba camino de retirarse junto con el resto de su familia la voz melódica de Helena la detuvo:
-Casandra, ¿podemos hablar un momento por favor?
La princesa se detuvo bruscamente mientras los pocos presentes restantes se giraban para observarlas, la sorpresa y la preocupación fluyendo alternativamente en sus rostros... Especialmente el de Paris.
No se engañaba, sabía que él nunca había sentido simpatía por ella ya mucho antes de que intentará agredir a su esposa.
Pero pues cómo si le leyera el pensamiento la misma Helena se apresuró a tranquilizarle en el mismo tono musical:
-No te preocupes querido, estaré bien.
Paris le dirigió una mirada que indicaba que en verdad no estaba demasiado convencido de ello pero al cabo de unos segundos asintió antes de salir de la habitación aunque no sin dirigirle antes una mirada feroz de advertencia a su hermana.
Con un breve y discreto suspiro, Casandra se sentó en la cama a pocos centímetros de Helena quien ahora se hallaba acunando a su hija con una repentina y extraña melancolía... Al menos hasta que la espartana retomo la palabra:
-¿Sabes que tengo también otra hija con Menelao?
Casandra no pudo evitar sobresaltarse y de la misma forma las palabras salieron de manera impulsiva de su boca:
-No, no lo sabía.
Helena suspiró y asintió.
-Me lo imaginaba. No es que a Paris le agrade precisamente hablar del tema
"Ya, bueno, a Paris tampoco le agrada hablar de su propio primogénito...", pensó Casandra.
-Su nombre es Hermione - prosiguió Helena - Y es la niña más dulce que una madre pueda soñar, tan sólo por detrás de mi sobrina Ifigenia...
-Y aún así la dejaste atrás también- interrumpió Casandra con un deje acusador que sin embargo ahora empezaba a sonarle demasiado afilado a ella misma.
Para sorpresa suya Helena no se molestó o se incómodo ante ello.
-Y aún así la abandone. Ese es mi verdadero cargo de conciencia, aún cuando mi deseo inicial era traerla con nosotros a Troya... Pero tu hermano me hizo ver de que eso le sería más perjudicial que beneficioso, que esa decisión llevaría a que ella perdiera todos sus derechos de sangre como hija de Menelao y por ende con el tiempo acabaría siendo infeliz, puede que incluso odiándome
El silencio se instaló en la habitación mientras Helena apretaba suavemente contra si a Alexia. Hubiera sido tan fácil para Casandra acusarla en ese momento de estar ganándose su simpatía cómo fuera, de mostrar un arrepentimiento que en verdad no sentía...
Pero aquello no habrían sido más que mentiras y ella misma lo sabía, mas cuando en esos ojos celestes que contemplaban con afecto la piel rosada y arrugada de su pequeña hija podía ver sin fisuras el motivo que la había llevado a desnudarse emocionalmente de esa forma ante su enemiga pública
Mordiéndose ligeramente el labio inferior Casandra musito:
-Sí Menelao o su hermano se encontrarán con Alexia... ¿La matarían, no es cierto?
La respuesta no se hizo esperar.
-Sí.
El silencio se hizo de nuevo en la habitación durante unos segundos hasta que fue cortado de nuevo, esta vez por Casandra.
-Dejadme acunar a la niña en vuestro lugar. Necesitaréis descansar.
A posteriori Casandra no sabría decir con exactitud cuando fue que sus sentimientos negativos hacia Helena desaparecieron, si aconteció tras verla jugando despreocupadamente con los niños en la plaza de la ciudad, si tras verla contemplar las estrellas y escuchar la historia sobre sus hermanos Castor y Polux o si tras descubrir que la bella espartana era una de las pocas personas dispuestas a consolarla e incluso abrazarla después de que Casandra sufriera una vez más en carne viva sus visiones proféticas o tras ver de cerca el dolor de Helena al enterarse de la noticia del asesinato de su sobrina Ifigenia.
Una relación cada vez más cercana y empatíca que contrastaba con el cada vez mayor distanciamiento entre Helena y Paris,algo que se hizo más latente a medida que los meses se transformaban en años y se hizo definitivo cuando Paris huyo en medio de un combate contra Menelao, un combate que pues él mismo había aceptado voluntariamente.
-Eres un cobarde que no solo avergüenza a su familia sino que le ha arrebatado a su propia hija la opción de vivir libre de ataduras y peligros - le reprochó Helena descarnadamente mientras él le hacia preparar un baño.
Él contestó con la siguiente frase:
-Que yo sepa tu deber es darme más hijos y prepararme un buen baño, al menos por ahora, no darme sermones.
Aquella noche Helena visitó a Casandra en los aposentos de esta cuando ya era noche cerrada.
-Lo peor es que sólo tenía que pedirle ayuda a Afrodita para librarse del apuro mientras que Menelao en cambio debe de estar maldito por los dioses desde que dejó que su hermano sacrificara a su propia hija como si de un animal enfermo se tratará... O al menos eso quiero pensar
-Probablemente no lo pensó y solo actuó seguido por los sentimientos o impulsos del momento
Helena suspiró gravemente
-En efecto, posiblemente no lo hizo...
"De la misma forma que hace siempre pues", decía su mirada.
Casandra calló mientras se mesaba los cabellos, incapaz de defender a un hermano por el que cada día sentía menos aprecio.
Fue entonces cuando Helena se acercó a ella para apartar de manera delicada las manos de Casandra de su pelo.
-No deberías seguir haciendo eso, no con el cabello tan hermoso que tienes - De alguna manera ese reproche sonó delicado y suave
-Tal vez pero lo cierto es que siempre me ayuda a calmarme - Replicó Casandra en tono bajo mientras ignoraba los escalofríos que le recorrían la espalda
Helena suspiró una vez más antes de ir y sostener más estrechamente las manos de la princesa haciendo que los escalofríos de Casandra ahora se movieran adentro de su piel
Ambas se miraron como intentando rehuir la profunda tensión que se había instalado entre ellas.
Pero de manera paradójica ese gesto mutuo la aumentó aún más.
No se apartó cuando Helena le acarició un mechón suelto de cabello antes de recogerlo detrás de la oreja, todo esto mientras se acercaba un poco más a ella.
-Casandra... ¿Y si te dijera que Paris hace tiempo que dejó de poblar mis sueños?...
Por primera vez en todos esos seis años su voz era grave.
-Helena...
Fue todo lo que pudo decir antes de que se besaran.
Tal como había previsto, los labios de Helena eran dulces y cálidos. Con mucho gusto hubiera seguido saboreándolos durante toda la noche pero...
-No... No deberíamos seguir - exhalo tras interrumpir el beso
-Sé que lo comprenderás. Entre mis votos como sacerdotisa de Apolo y...
Tragó saliva, incapaz ahora de pronunciar su nombre aunque lo cierto es que no era necesario. Lo primero era realmente una verdad a medias puesto que ya hacia tiempo que aquellos votos le eran totalmente indiferentes pero lo segundo en cambio...
Paris tal vez fuera un hombre detestable pero seguía siendo su hermano.
-Lo sé, créeme, lo sé.
La voz de Helena era triste pero comprensiva. Dos maridos y a los dos había terminado siendoles infiel. La diferencia es que esta vez la huida no era una opción... E incluso aún cuando lo fuera, Helena se resistía a deshonrar a otra hija, por mucho que el motivo fuera de nuevo el amor.
Días después Helena se encontraba precisamente jugando con Alexia cuando le llegó la noticia: El mismo Aquiles Pelida se hallaba ante los muros de Troya exigiendo tener un combate con el mismo Príncipe Héctor, como compensación por la muerte de su compañero, aunque muchos afirmaban que en realidad era su amante, Patroclo.
Intentando reprimir su propio temor, Helena acarició los cabellos castaños de su hija antes de reunirse con sus suegros y su cuñada Andromaca para ver el combate entre Héctor y Aquiles.
Esa misma noche desearía no haberlo hecho.
Los gritos de Hécuba y Príamo al ver el cadáver ensangrentado de su primogénito siendo arrastrado por los pies en el carro del mismo Aquiles, los sollozos de Andromaca tras ver morir a su marido se quedarían grabados en su memoria.
-Sabías que esto pasaría. Por eso no quisiste venir a ver el combate - le diría en tono de completa afirmación sólo un poco más tarde.
La profetisa no agachó la cabeza, no queriendo ocultar sus lágrimas mientras respondía.
-Así es.
Helena empezó a llorar también.
-Maldita sea... ¿Qué nos espera a los demás entonces?
Casandra no contestó de inmediato sabiendo que la mentira compasiva ya no era una opción. No con Helena de Troya.
-Nada bueno. Pero nada bueno en lo absoluto.
Después de Héctor, muchos otros más caerían. Entre ellos acabaría incluyéndose Paris.
Malherido de muerte el príncipe troyano corrió al monte Ida con la esperanza de que su antigua esposa le ayudará...
Helena y Casandra sabían sin embargo que mejor se hubiera ahorrado el esfuerzo.
La viudez sin embargo no le dio a Helena más libertad, no cuando las expresiones que le dirigían las mujeres troyanas había pasado a ser de desprecio e ira.
Así fue como lentamente Helena pasó a dormir en los aposentos de Casandra, no solo hallando amor y deseo sino también consuelo.
Y entonces los griegos se marcharon dejando solamente un caballo de madera tras de sí. O al menos así fue en apariencia.
-Matarán a todos los hombres y nos esclavizaran a todas nosotras. Deberíamos quemar ese maldito caballo cuanto antes - le dijo a la única persona que sabía que la escucharía.
Su amada sin embargo sacudió la cabeza.
-La sala estará ya rodeado de guardias para evitar precisamente ese tipo de actos.
Casandra gruñó.
-¿Qué hacemos entonces?
Fue Helena esta vez quién la miro en silencio antes de responder de manera franca:
-Lo único que podemos hacer. Huir.
Los pasadizos que llevaban afuera de Troya eran oscuros y hasta algo húmedos pero también eran lo suficientemente amplios para permitir a seis personas transcurrir por ellas al mismo tiempo: Ellas, Alexia, Andrómaca,su hijo Ascamandro y la princesa Políxena.
Eneas y Creúsa les había prometido reunir por su parte a toda la gente posible en caso de que efectivamente hubiera un ataque aqueo. Hécuba y Príamo en cambio se habían negado rotundamente a seguirles, según dijeron aún en caso de que sus temores resultaran ser ciertos, su deber como soberanos de Troya era caer entonces con la ciudad.
Un remordimiento con el que todos tendrían que vivir por igual.
Apenas habían alcanzado la salida cuando el griterío estruendoso desde arriba empezó.
El saqueo de Troya había comenzado y para cuando el grupo alcanzó las colinas Casandra echó la vista hacia atrás para contemplar las ruinas ya humeantes de la ciudad.
Una visión desoladora en contraste con el tacto reconfortante que tanto Helena como Alexia le proporcionaron.
Tantas cosas que había perdido...Y sin embargo la esperanza seguía ahí aún pese a todo.
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