Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

22: Dos puntos de vista.

🚫Este capítulo tiene una escena de abuso y drogas.

Capítulo 22

Flavio acomodó a Ana sobre su cama. El cansancio, sumado a la cantidad de sustancias que recorrían el esbelto cuerpo de la menor, provocó que cayera rendida contra las sábanas del arqueólogo.

La miré desde la puerta de entrada, perdida en la rapidez de mis pensamientos y preocupaciones. El dolor en mi pecho se volvió intenso, además, no fui capaz de saber si este era por el daño que la situación me producía o por todo el esfuerzo físico que estaba haciendo últimamente.

Tenía miedo.

El arqueólogo posó una mano en mi hombro, guíe la mirada hacia su rostro intranquilo y el mar grisáceo de su iris se perdió en el mío, buscando un brillo que le asegurase que me encontraba bien.

-¿Quieres un cigarro?-Pregunté y le dí a entender que necesitaba salir de aquella habitación cuanto antes.

Me miró confuso por unos segundos, no obstante, con sus dedos rodeando la piel de mi huesudo hombro, caminamos hasta el estrecho y elegante balcón. El aire fresco acarició mi rostro y apoyé mi peso contra la barandilla de metal que separaba el campo del hogar, dándole la espalda al magnifico paisaje. Flavio me recorrió con la mirada y sacó la pequeña caja de cigarrillos de su pantalón.

-Dame uno.-Murmuré cuando comenzó a fumar en silencio, sin dejar de clavar sus ojos contra los míos.

Conseguí apreciar la duda en su expresión, brillando igual de intensa que las estrellas, sus largos dedos sacaron uno y apretó los labios sobre el suyo con fuerza.

Negó, volviéndolo a guardar.

-Es malo para tu corazón.-Dijo y seguidamente se llenó los pulmones de humo.

Levanté una ceja y suspiré con las manos temblando. No sabía por qué pero mi cuerpo pedía a gritos algo que lo calmase. Mordí mi labio inferior, sintiéndome ansiosa conforme lo observaba fumar, aspiraba el humo y volvía a soltarlo constantemente.

Me asusté por la ansiedad que subió por mi cuerpo, la necesidad se ciñió a mi paladar y por un segundo deseé experimentar la tranquilidad que me proporcionana la droga. Llevé las manos hasta mi rostro, intentando tranquilizarme desesperadamente.

¿Por qué me sentía así después de tanto tiempo? ¿No lo había superado?

La calidez de los brazos de Flavio me envolvieron, permitiendo que mi temblor me abandonase lentamente y mis dedos se aferrasen con fuerza a su sudadera.

-Tranquila...-susurró.

Quería estarlo, pero los recuerdos, sumados con el deseo de saciar el vacío que se instalaba en mi pecho, no me lo permitía.

Y entonces lo pensé.

Pensé en buscar a Roberto, comprar un poco de heroína y calmar mi dolor. Ya estaba totalmente convencida, pero Flavio me tomó de la barbilla y unió nuestros labios como si no hubiera un mañana.

Buscando la forma de detener el trance que envolvía mis extremidades, llevándome a la realidad en la que yo había superado aquella etapa y era feliz.

Feliz...

Aún estaba muy lejos de esa palabra.

Demasiado.

Pues, cuando Flavio se durmió profundamente a mi lado, el peso de mis pensamientos consiguió adueñarse de mis acciones. Recibí un mensaje de Roberto y, con la tensión por las nubes, abrí la fotografía que me había mandado. Drogas.

Roberto. 1:30 a.m

Te están esperando, preciosa.


1:30 a.m

Déjame en paz.

Roberto. 1:31 a.m

Si quieres que me aleje de Ana, ven al callejón.

Mi boca se secó y, sin pensar, me coloqué una sudadera con cuidado de hacer algún tipo de ruido. Antes de abandonar el departamento, observé de reojo a Flavio y me disculpé.

Le pedí que no me odiase.

Abrí la puerta principal y, antes de que me marchase hacia el peligro, una voz me detuvo:

-Es muy tarde, Aurora-presioné los labios con fuerza y me aferré al pomo de madera-. Vuelve a la cama y no hagas una tontería.

Flavio caminó hacia mí, la palma de su mano se deslizó por mi antebrazo y me obligó a abandonar el pomo. Me quedé de espaldas, aterrorizada por mirarlo.

-Yo...

-Sé perfectamente a donde ibas, no tienes que escusarte. Yo no soy ninguno de tus padres.-Sus palabras eran duras y claras. Sujetó mis brazos y me giró hasta que pude encontrar su rostro serio en la oscuridad. -Ya has pasado esa etapa, si vuelvas a ella no habrá vuelta atrás.

Las lágrimas se acumularon en mis pupilas y su voz seria contrastó con la dulzura de sus dedos, los cuales, acariciaron mis mejillas húmedas.

-Lo siento-sollocé y me debilité por la culpa-. Yo... Necesito algo que me calme, no me encuentro bien.

-Te haré un té, tengo uno que te puede ayudar a dormir.-Propuso con un tono más suave.

Quise aceptar, en cambio, cerré los ojos con fuerza y aferré mi mano alrededor del asa de mi bolso. Una lágrima descendió por mi rostro y mis labios temblaron.

-No va a calmarme, el dolor que siento es mucho más profundo.-Solté y me avergoncé de mi repentino comportamiento. Me odié cuando capté la decepción en su mirada.

Quise que todo fuera más fácil para mí.

Para nosotros.

-Aurora, si te marchas ahora... No quiero que vuelvas más.-El dolor en su voz me destruyó por completo.

Recordé cómo todas las personas que había amado alguna vez en mi vida me dieron la espalda, la decepción en la mirada de mi padre, el vacío de perder a mamá, el daño que provoqué a mi paso...

Pero las ansias eran mucho más fuertes.

Necesitaba ahogar esos pensamientos y lo único que podía ayudarme era consumir.

La batalla en la que se veían envueltas nuestras miradas acabó en el instante que me giré sobre mis talones, dispuesta a dejarme caer.

-¡Aurora!-Su grito no detuvo el ritmo de mis piernas, corriendo lejos de allí y abrazándome a un futuro que volvería a destruirme.

Era una cobarde, siempre lo había sido.

Perdóname, Flavio. Siento ser una decepción, pero no lo puedo evitar.

El frío de la noche no se comparó con el de mi corazón, caminé y caminé, arrastré las piernas y traté de convencerme de regresar, abrazar a Flavio y no soltarlo nunca. No obstante, la música y el olor a alcohol del callejón me dio la bienvenida como si me hubiera esperado durante demasiado tiempo.

Me detuve unos segundos y dudé. ¿De verdad iba a dejar que mi vida se derrumbase? ¿Otra vez? Mis ojos se encontraron con los de Roberto y una larga sonrisa recorrió su rostro. Soltó el humo de su boca, caminó hasta mí y observó mi expresión vulnerable por unos segundos.

-Sabía que amenazarte con tu familia sería suficiente.-Acarició mi mejilla sin abandonar su sonrisa cínica y con su mano libre metió una bolsita dentro del bolsillo trasero de mis pantalones.

-¿La dejarás en paz?-Pregunté comenzando a arrepentirme de mis acciones.

-Tu prima nunca me ha interesado, Aurora... A la única que deseo en mi cama es a tí. Haz lo que quiero y dejaré de molestarla.

Las caricias que dejaba sobre mi mejilla pasaron hasta la nuca y me acercó a su rostro desafiantemente. Quise golpearlo y dejar de oler el asqueroso olor de su boca, no obstante, el mayor miró através del arco de mi cuello y borró su sonrisa rápidamente.

Fruncí el ceño, sin saber a quién miraba, traté de seguir la dirección de sus ojos, pero me tomó del rostro con una fuerza descomunal y atacó mi boca como si fuera un animal en celo. Me removí, apunto de vomitar y negándome a sus desesperado besos. Su agarre en mi cuello se tornó más fuerte y me presionó contra él para que no pudiera alejarme.

De repente noté como una pastilla pasó de su lengua hasta el interior de mi boca, los nervios me atacaron y se separó, tapando mi nariz y mi boca para impedirme escupir la droga hasta que la tragase. La falta de oxigeno me impidió luchar y experimenté como el diminuto comprimido me recorría la garganta hasta desaparecer en mi estómago.

Tosí desesperadamente cuando Roberto se alejó, me deslicé por la pared en la que me había acorralado y traté de meter los dedos en mi garganta para devolver. Agarró mi cabello con tanta fuerza que solté un jadeo, me apartó la mano de la boca y me sujetó del brazo para levantarme sin ningún tipo de cuidado.

La desesperación y el terror me invadieron conforme me empujaba hasta uno de los callejones, deseé gritar y dejarme los pulmones en ello, sin embargo, la droga desconocida comenzó a hacerme afecto y mis acciones se volvieron increíblemente torpes.

Mis rodillas regresaron al frío pavimento, el callejón donde me había arrastrado estaba completamente vacío y no tenía salida. Coloqué la palma de mi mano contra el suelo, sufriendo un fuerte mareo y temblando por los sudores fríos que se apoderaron de mí.

-Ahora no hagas ruido, niñata. He visto como tu noviecito te seguía.-Su risa me estremeció y me esforcé por soltar un grito que se ahogó en la mano del adulto.

Me paralicé al escuchar como bajaba la cremallera de su pantalón y alcé el rostro como pude, horrorizándome ante lo que planeaba hacer. Tenía el teléfono frente a mi rostro, grabando el terror de mi expresión y apunto de sacar su miembro de la ropa interior.

No supe como reaccionar, mi vista se nubló y la impotencia llenó mi corazón. El mundo me daba miedo y por un momento deseé haber muerto en lugar de Isabel.

Cerré los ojos y busqué la forma de levantarme. Su mano regresó a mi cabello, ejerciendo presión y obligándome a mirarle.

-No es la primera vez que lo haces, Nico estuvo rodando un video duranto mucho tiempo de vosotros-Pasó el pulgar por mis labios temblorosos-. Trágate el orgullo y hazme disfrutar.

Comencé a llorar de rabia, el asco me consumió y, armándome de valor, le escupí. Aquel gesto fue la gota que colmó el vaso, me golpeó con tanta fuerza que caí contra el frío suelo con un hilo de sangre escapando de mi nariz.

Y entonces, como si la vida me sonriera de nuevo, lo ví. Flavio corrió lo más rápido que sus delgadas piernas le permitieron, la furia y el horror en su rostro se grabó en mi mente, Roberto volvió a subirse el pantalón lo más rápido que pudo y, antes de que pudiera marcharse, el arqueólogo estampó el puño contra su cara.

La sangre de la boca del drogadicto manchó el suelo, sus gritos se volvieron ensordecedores y Flavio descargó toda su enfado contra el mayor, dejándolo moribundo en el suelo. Sollocé, pidiendo que se detuviera con la voz temblorosa, me arrastré hasta sus piernas y las abracé con fuerza. La sirena de la policía llenó mis oídos y escondí mi rostro contra sus rodillas.

-¡Flavio, vas a matarlo!.-La desesperación de mis palabras logró alejarlo y se agachó hacia mí en el instante que los policías entraron en el lugar.

Sus brazos me protegieron, proporcionandome el calor que necesitaba, mis manos rodearon su cuello y escondí el rostro contra su pecho. Su respiración agitada comenzó a calmarse, noté como acariciaba con dulzura mi cabello y me disculpé por haberme marchado de esa forma.

-Estoy aquí-susurró y besó mi frente para tranquilizar mi llanto-, no voy a permitir que nadie te haga daño.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro