Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20: Ser todo y a la vez nada.

Capítulo 20

Acostumbrada a despertar por al frío que dejaba Flavio al marcharse, me extrañé cuando, al abrir los ojos, lo encontré abrazado a la almohada. Admiré lo guapo que se veía de aquella manera, su cabello castaño estaba revuelto y una pequeña sonrisita cruzaba su boca, feliz. Pasé una mano por su pelo, acariciándolo con cariño y recordando, progresivamente, los eventos que habían ocurrido en la noche.

No pude evitar sonrojarme, sus besos seguían recorriendo mi piel y las caricias me provocaron un intenso calor que se prolongó durante toda la mañana. Me mordí el labio inferior, intentando calmar las cosquillas de mi estómago, y, procurando no interrumpir su agradable sueño, salí de la cama.

Cubrí mi desnudez con una de sus largas camisetas y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno. No era muy buena cocinera, pues cuando vivía con Nico solíamos comer la comida que nos traía su madre, no obstante, gracias a varios vídeos de youtube y a mi extraño buen humor, conseguí que las tortitas no salieran ardiendo.

Le preparé un café sólo, tal y como a él le gustaba, y lo dejé sobre la barra americana que separaba la cocina del salón. No lo escuché salir de la habilitación, sus manos rodearon mi cintura y me atrajó hacia su cuerpo en un dulce abrazo que no hizo más que recordarme lo ocurrido horas antes. Reí cuando dejó un cariñoso beso sobre mi cuello y nuestras miradas se conectaron en el instante que se sentó frente a mí.

-Buenos días, Aury.-Murmuró con la voz más ronca que de costumbre.

Sonreí y me senté delante de él, analizando su aspecto de reojo. Llevaba puesto un traje de chaqueta gris, sus ojos grisáceos se ocultaban tras unas gafas de montura fina y moderna, tenía la corbata negra mal colocada y su cabello estaba perfectamente peinado.

-Estás muy guapo con gafas-Lo alagué mientras untaba un poco de mermelada en las tortitas, quería utilizar la misma crema de chocolate que él, pero el médico me había restringido todo tipo de comida basura.

Su sonrisa aumentó y observé como analizaba mi aspecto desaliñado con detenimiento. En sus pupilas no apareció ningún brillo juzgante, por el contrario, se relamió los carnosos labios y trató de ocultar la repentina rojez de su rostro.

-Tu también lo estás-susurró tan bajo que me costó entenderlo-. Siempre llevas el pelo recogido, adoro cuando lo dejas suelto.

El ritmo de mis palpitaciones aumentaron y me sentí como si fuera una adolescente enamorada. El mar gris que tenía por ojos se fundió con el mío, acariciándome sin la necesidad de tocarme. Quise detener el tiempo, guardar esa mirada en un fotografía y mirarla cada vez que la inseguridad me invadiera.

Por desgracia, su teléfono interrumpió el instante y Flavio lo sacó del bolsillo con rápidez. No tuve que preguntar quién era, su expresión me contestó por él y bufó mientras rechazaba la llamada.

-¿No lo vas a coger?-Cuestioné y volví mi atención al plato, soportando el fuerte sentimiento de molestia que se apoderó de mí.

Era incapaz de no enfadarme cada vez que aquel hombre se hacía notar y más aún al ser consciente de las marcas que recorrían el cuerpo de Flavio. Él no era ningún lienzo en el que pintar cosas horribles, para mí, el arqueólogo se asemejaba a una obra de arte, tan hermoso que debía colgarse en un museo.

-Aurora-Me llamó y suspiró con un fuerte pesar-, no te preocupes tanto...

Su petición me enmudeció, obligándome a contener mi enfado y dolor. Mi expresión afectada lo alertó, sin embargo, se levantó y recogió la mesa, evitando cualquier réplica de mi parte. Como de costumbre trató de quitarle hierro al asunto, incapaz de profundizar en aquel tema.

Abandonó el departamento, dejando que la soledad me ahogase, y la impotencia provocó una fuerte inquietud en mí.

Esa misma tarde, los medios de comunicación dieron la noticia que tanto me negaba a escuchar.

Flavio Fernández abandonaba su puesto como arqueólogo para centrarse en el negocio familiar de su padre.

Las lágrimas cayeron por mi rostro, mi padre me abrazó para calmarme y deseé que todo fuera una broma. No podía creérmelo, pues, aunque sabía que tarde o temprano sucedería, en mi interior existía una pequeña esperanza de que Flavio se negase a aceptar la petición de su progenitor.

El nerviosismo duró durante horas, lo llamé numerosas veces, me senté en su portal y me abracé las piernas esperando a que su mercedes gris apareciera por la calle. Pero nada de eso ocurrió.

Flavio no regresó en toda la noche.

Las estrellas se escondieron tras las nubes y la lluvia se abrió paso por las calles vacías. No me importó mojarme, tampoco me preocupó el fuerte dolor que me atravesaba el pecho con cada esfuerzo y pedaleé. Permití que el corazón actuase por mí una vez más y lo busqué, montada en mi vieja bicicleta.

Recorrí el pueblo de arriba a bajo, pero no había rastro de Flavio, suspiré agobiada y, antes de darme por vencida, decidí bajar hasta el pantano. En otra ocasión me habría negado a hacer el recorrido en medio de la noche, sin embargo, el arqueólogo me parecía mucho más importante en ese instante.

Algo en mí se emocionó al reconocer su vehículo en el parking del restaurante de la familia de Gonzalo, salté de la bicicleta sin miedo a tropezar y entré en el local con el corazón a mil. El íntimo amigo de mi padre apareció ante mis ojos, sorprendiéndose por mi ropa húmeda.

-¡Aurora, vas a coger un resfriado!-Exclamó su mujer, saliendo de la cocina al escuchar el sonido de la pequeña campanilla que había sobre la puerta.

-No os preocupéis.-Sonreí con nerviosismo y llevé mi mirada por toda la sala en busca de Flavio. -¿Habéis visto a Flavio?-Pregunté, soportando la arrolladora decepción que me atacó al observar el bar totalmente vacío.

-¿Flavio Fernández?-Gonzalo hizo una breve pausa, colocando unos dedos sobre su barbilla como si tratase de recordar algo.-Se marchó con su padre hace unos minutos. Me sorprendió verlos a ambos aquí, Flavio me contó que no se llevaban muy bien...

Mis oídos desconectaron en el segundo que lo escuché mencionar al progenitor del arqueólogo y palidecí. Antes de que pudiera seguir hablando, me giré sobre mis talones y corrí hacia el exterior, negándome a dejarlo marchar.

Bajé por la inclinada cuesta, casi tropezandome con las rocas blancas, sentí como la sangre se acumulaba en las extremidades y golpeaba ensordecedoramente contra mis sienes. Mis ojos lo visualizaron frente a su padre, cabizbajo y reteniendo las ganas de llorar. Paúl Fernández, por el contrario, sonreía tan cínicamente que no pude contener un intenso estremecimiento.

-¡Flavio!-Lo llamé para que se diera cuenta de mi presencia y caminé con rápidez hasta ellos.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al reconocerme bajo la lluvia y capté como la preocupación y el miedo lo atacaba.

-Aurora... ¿Qué haces aquí?-Su voz estaba tan rota como su rostro y la vulnerabilidad se adueñó de él cuando me posicioné frente a su padre.

La diversión y la superioridad en el rostro del adulto me enfermó, por unos instantes me avergoncé por mi aspecto, yo era la única que no llevaba un chubasquero y el cabello se pegaba a mi frente como si acabara de escapar de una película de terror.

-Oh... Si es la pequeña drogadicta.-Rio entre dientes. Con sólo analizar su mirada pude hacerme una idea de la clase de persona que era, me pareció irónico el gran parecido que compartía con Flavio y la enorme diferencia que existía en el interior de ambos.

-¿Quién te crees para tratarme así?-La rabia me consumió y Flavio tuvo que sujetarme del brazo para intentar relajarme.-Flavio no es un títere. ¡Lo estás dañando!

-Aury... Vamos, te llevaré a casa.-Tiró de mí, agobiado por el momento.

Quise hacerle caso pero la carcajada que escapó de la garganta de Paúl me dejó fría, enfureciendome con tanta intensidad que apreté los puños fuertemente.

-Dios mío, Flavio. Pensé que te había enseñado a elegir bien tus amistades-soltó y me sujetó de las mejillas, sorprendiendonos a ambos. -Estas zorritas sólo buscan tu dinero, mirala desesperada por comprar cocaína.-Presionó sus dedos más fuerte contra mi piel y el color carne que caracterizaba mis pómulos se tornó de un tono blanquecino.

Me quedé paralizada, sollozando de asco y rabia ante aquella humillación e, incapaz de defenderme, presencié como Flavio se armaba de valor por primera vez en su vida. Lo tomó de la muñeca y clavó sus uñas con fuerza.

-A ella no.-Fue lo único que escapó de su boca. Su pecho bajaba y subía en un ritmo rápido y el odio se adueñó de sus ojos, empujándolo hacia atrás para liberarme de aquel agarre.

La confusión de Paúl fue digna de un cuadro, sonrió ladinamente y escupió hacia nuestros pies.

-Niñatos.-Masculló y se giró para marcharse de allí.-Flavio, espero verte el lunes en Madrid.

Sus últimas palabras se evaporaron en el aire, mezclándose con las gotas de agua, golpeándonos tan fuerte que tuve que esforzarme por no salir corriendo hacía él y devolverle todas las barbaridades que había hecho contra Flavio. El millonario desapareció en la colina y el desgarrador llanto del mayor interrumpió el furioso silencio que se había creado en el lugar.

Apreté los labios con fuerza y tomé su mano, incapaz de mirarlo a la cara y encontrarme con su labio roto. Jamás lo había escuchado tan desesperado, sus sollozos me partían el alma y permití que escondiera el rostro en mi cuello.

-No quiero regresar.-Me confesó sin dejar de temblar.

Y yo tampoco, Flavio.

No quiero que te marches.

Quédate a mi lado, por favor.

Pude haberle dicho todas aquellas frases, pero sólo lo abracé más fuerte que nunca.

¿Aurora? ¿Por qué eres tan débil?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro