Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1: Comienzo.

Capítulo 1

No sé cómo me llegué a quedarme dormida en el autobús, pero el sonido de un silbato me sacó del profundo sueño que estaba teniendo. Abrí los ojos lentamente, acostumbrándome a los rayos de sol que entraban por la ventanilla, y pestañeé varias veces para admirar a la esbelta figura que se erguía ante mi mirada adormilada. Me sonrojé al escuchar la risita divertida de Pato, el mejor amigo de la infancia de mi padre, sus características rastras caían sobre su chaleco reflectante y su bigote rozaba su puntiaguda nariz.

Menos mal que sabía que ibas a ver a tu abuela, si no llego a despertarte habrías acabado en Malaga.-Dijo entre risas.

Analicé mi alrededor, aún un poco aturdida, y sonreí tímidamente.

-Gracias.-Murmuré mientras cerraba el portátil y lo ponía bajo mi brazo.

Me ayudó a bajar mis maletas y entablamos una corta e irrelevante conversación acerca de mis padres mientras bajábamos del transporte público. El frío del invierno golpeó mi cuerpo en el momento que puse un pie en la estación, las heladas temperaturas de allí no se comparaban en absoluto con la calidez de Murcia, me ajusté el chaquetón a la vez que me despedía de Pato y tiré de mi equipaje por las incesantes e inclinadas cuestas del pueblo.

El hogar de mis abuelos estaba a varias calles de la estación, aunque no me importó ya que se podía llegar en escasos diez minutos. Los tractores de los trabajadores me dieron la bienvenida durante el trayecto y, en cuanto pasé por el bar más transitado del pueblo, observé como mi tío mayor, Alberto, tomaba su café matutino. Sonreí y alcé mi mano para saludarlo. Este pareció no reconocerme por unos segundos, pero, tras colocarse mejor las gafas, se levantó de la terraza y me abrazó con fuerza.

-¡Pero que grande estás, Aurorita!-Me llamó con aquel diminutivo que no había escuchado en mucho tiempo y me revolvió el liso cabello, despeinándolo aún más.

-¿Cómo estás? Hace un año que no vengo por aquí y el pueblo no ha cambiado en absoluto.-Dije mientras intentaba entrar en calor inútilmente, sentí envidia de él ya que no parecía tener ni una pizca de frío con sólo una camisa.

-Pues trabajando como siempre.-Contestó y dejó el dinero justo en la mesa donde había estado desayunando. Tomó mis maletas sin dejar que me negara y me guío hasta su destartalada furgoneta.

Me llevó entre chistes malos hasta la casa de mi abuela y, como era de esperarse, mi abuelo apareció en mi campo visual, sentado en su banco favorito. Su mirada grisácea se mantenía sobre su bombona de oxígeno y su boina gris cubría el poco cabello blanco que le quedaba. Supuse que no le habían informado de que iría, pues, perplejo, se incorporó con dificultad y vino a abrazarme con fuerza.

El abrazo duró unos cuantos segundos, más por mi que por él. Lo había extrañado muchísimo y una profunda culpabilidad me recorrió, llevaba casi un año sin visitarlos, ensimismada en mi propio mundo universitario. Nos dimos una cálida sonrisa, sin hablar mucho por culpa de su falta de oxígeno, y lo ayudé a entrar por la puerta más próxima.

Cruzamos el trastero que conectaba con la cocina y escuché como mi abuela Elena, entablaba una animada conversación con su hermana pequeña. Mi tía abuela, Trinidad, era la única peluquera del pueblo y, mientras peleaban, le colocaba a la furiosa anciana unos rulos de colorines. La matriarca de la familia solía ser muy testaruda, tanto que en ocasiones costaba hablar con ella, aún así, para mí, su corazón era de oro.

Ambas se giraron hacia mí, alarmadas por el ruido que hice al entrar gracias a las pesadas maletas, y chillaron de ilusión. Reí al ser rodeada por las mujeres, me llenaron de halagos y me obligaron a sentarme al lado de la lumbre de leña que tenían en el pequeño salón.

-¿Cuánto tiempo vas a quedarte aquí, Auro?-Me preguntó mi abuela, colocando una mano en mi rodilla para calentarla incoscientemente. Puse la mía sobre esta y la miré a los ojos con dulzura.

-Unos meses.-Murmuré, abrumada por sus miradas sorprendidas. Sabía que se estaban preocupando por la universidad y por mi vida pero procedí a calmarlos con una risita:-No he dejado la universidad, voy a preparar mi trabajo de fin de año.

-Menos mal, pensé que ibas a hacer como Carlitos... No sabes el disgusto que tienen sus padres con que haya abandonado los estudios. ¡Con lo que le gustaba estudiar! No me lo explico...-La mayor de las mujeres se llevó una mano a la frente, con aquella actitud dramática que caracterizaba a todas las mujeres de la familia.

Mi tío me trajo una cerveza y le pegué un largo trago para aclarar mis ideas.

-La verdad es que yo también me sorprendí.-Me encogí de hombros y llevé mi mirada hacia el fuego que tenía delante de mis botas. Estar allí era como regresar a casa después de un largo tiempo, arropada por ellos y segura de que nada malo pasaría.

Semanas atrás, había comenzado a decaer anímicamente, romper con mi pareja pasó factura en mi estado mental y necesitaba alejarme de todo lo que me recordase a él. Nico y yo habíamos compartido siete años de nuestra vida, sin conocer otra cosa que no fuera estar en pareja. Comenzamos a vivir juntos en cuanto entramos en la universidad, ilusionados por aquella etapa, no obstante, esto sólo destruyó nuestra relación.

Suspiré tristemente y sentí como mi tío colocaba las manos sobre mis hombros, animándome.

-Voy a llamar a Macarena, estará deseando verte.-Dijo sacando su viejo Nokia, marcó el número de su hija y salió a la calle para tener más intimidad.

Me quedé sóla con mis abuelos y mi tía, riéndome por la repentina discusión del matrimonio.

Debía olvidar a Nico, al menos por aquel tiempo. No sería tan difícil. ¿Verdad?

Pues sí, si lo era, porque en el momento que Macarena y su novio me llevaron a Medellín, la única discoteca del pueblo, acabé llorando en los brazos de mi prima desconsoladamente. No llevábamos más de dos meses separados y se sentía una eternidad. La mayor me palmeó la espalda, disculpándose con Miguel entre miradas cómplices, y trató de calmarme utilizando su vieja táctica; la bebida.

Bebimos chupitos de tequila hasta que estuve lo suficientemente contenta para dejar de lamentarme y bailé con ellos en la pequeña pista de baile. En ocasiones me sentía algo desplazada por la enamorada pareja, aún así, me alegré por ellos.

Macarena se lo merecía, la pobre había tenido una infancia algo triste, oscurecida por trastornos alimenticios que la dejaron hospitalizada varias veces. Además, nunca se interesó por los estudios y, aunque lo intentaba, acabó trabajando con sus padres en el campo. Miguel había llegado a su vida para hacerla feliz y, gracias a la bonita personalidad del castaño, la ayudó a salir del negativo pozo en el que había caído.

Hacían una hermosa pareja.

Los dejé sólos en la pista y me acerqué a la barra repleta de adolescentes. Reconocí a la pequeña de mis primas, Ana, entre los jóvenes y levanté una ceja al ver como ligaba con uno de ellos. Fue bastante chocante para mí, pues la rubia andaluza siempre había sido la más callada y tímida. En aquel momento parecía un animal en celo, dejándo que sus hormonas se esparcieran en la boca del chico.

Hice una mueca y traté de no reirme. Ebria me parecía todo más divertido y ameno, pedí una botella de agua para bajar el alcohol de mi cuerpo y, tras un largo tiempo debatiendo conmigo misma, decidí despedirme de Macarena y Miguel. Ambos se prestaron en llevarme a casa, pero me negué, no estaba muy lejos de mi destino y necesitaba tomar aire. Aceptaron tras insisitirme un rato y tomé mis cosas.

Me quité los tacones y los sujeté con fuerza entre mis manos por si tenía que defenderme de algún loco. No había nadie en las vacías calles y tan sólo podía escuchar mis ajetreados pensamientos. Me tambaleé un poco y bajé por la última cuesta que tenía que recorrer para llegar.

La ilusión me cubrió como una niña al ver a mi abuelo esperándome en el banco. Andé más rápido y me senté a su lado como solía hacer cuando era una adolescente. Su arrugada mano tomó la mía para calentarlas y no pude evitar que mis ojos se llenasen de lágrimas.

-Es peligroso que vayas a estas horas sóla.-Me regañó e hice un pequeño puchero.

-Pero quería tomar el aire...-Le contesté y él negó rotundamente.

-La próxima vez no lo hagas. ¿Vale?

-Está bien.-Alargué las palabras, comportándome infantílmente. El mayor rio y le dí un enorme beso en la mejilla, sintiendo como sus pronunciadas arrugas acariciaban mis labios.

Me quedé a su lado hasta que se cansó de estar allí y lo ayudé a subir por las escaleras. Mi abuela lo acostó, preocupada por el deterioro de su cuerpo, la vejez comenzaba a afectar al roble que tenía por abuelo y en el interior dolía. No me imaginaba una vida sin él. Tomé aire y les dí un dulce buenas noches.

Recorrí el pasillo hasta la antigua habitación de mi padre y pasé mi mirada por todas las fotografías que decoraban la pared de gotelé. Me detuve ante una de ellas, experimentando cómo mi corazón se encogía al reconocer a Isabel en el cuadro. Apreté los labios con fuerza.

Mi hermana pequeña había fallecido tres años atrás a causa de un cáncer en los pulmones. El dolor seguía afectándome, tanto que tuve que esconder todos sus recuerdos bajo llave e ir a terapia para poder superar su muerte. La niña de la foto me devolvió una risueña sonrisa, sin ser capaz de comprender la profunda tristeza que me consumió en aquel momento.

Aparté mis ojos con rapidez, entrando en mi nueva habitación lo más rápido que pude, y mientras me acomodaba en la cama recordé la última vez que la ví.

Aquel frío día de enero, salí de la universidad lo más rapido que pude al escuchar a mi madre llorar en el teléfono y me dirigí al hospital para despedirme de mi consanguinea. En cuanto entré en la vacía habitación, la menor me suplicó que la llevase en mi nuevo coche para poder ir a la playa una vez más, no obstante, los medicos y mis padres no me lo permitieron. Me sentí tan culpable que no volví a conducir.

Me tomé las pastillas para dormir que me había recetado el psiquiatra y luché conmigo misma para que los recuerdos abandonasen mi cabeza.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro