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Cap. 4

Los cinco se acomodaron en una mesa al lado del escaparate, dejando una vista sosegada del río y el puente, agradeciendo esa calefacción que envolvía el restaurante. 

—¿Te encuentras bien, Jane? —Su padre frunció el ceño—. Estás muy callada.

—Perdón, es que estaba pensando en lo que me ha dicho mamá esta mañana.

—Oh, ¿ya se lo has contado, cariño? —Miró a su esposa—. El padre de Henry ha enviado un telegrama. Están a mitad de viaje.

—¿Y la enfermería, papá? —Inquirió Jane, jugando con la comida—. Dijiste que si había sitio podía trabajar.

—Estaba a punto de decírtelo, el personal aún está en formación. La mitad son jóvenes, y todavía no han terminado los estudios. Si aún quieres, serías la mejor.

—Mañana puedo empezar. 

—Te felicito, cariño. —Su madre se acercó, besándole la sien—. 

Mientras, los platos iban limpiándose y las velas derritiéndose.

—...tenemos que hacer esto más seguido, una vez a la semana deberíamos cenar fuera. —Propuso María, sonriendo a su familia—. ¿Qué decís?

—Sería divertido. —Aportó Dorothy—.

—Sí, sería divertido.

—Opino lo mismo. 

—Parecéis tres pajaritos repitiendo lo que dice vuestra madre. —Sonrió Philip, con la copa de vino colgando en su mano—. 

Al salir del restaurante, un relente que anunciaba nieve los golpeó. Volvieron a casa, y Jane sacó el pañuelo escrito de su bolsillo.

Lo miró, y lo tiró antes de releerlo.

Al poner un pie dentro de la casa todos sintieron ese confort: la sirvienta se había encargado de mantener los braseros encendidos.

—Estoy cansada, creo que me voy a dormir ya. —Bostezó Brianna—. Buenas noches. 

Les dio la espalda y empezó a subir las escaleras de ébano negro. 

—Yo también. —Dijo Dorothy—. Buenas noches. 

—Buenas noches, cariño. —Le respondió su madre, besándole la frente—.

Ambas subieron las escaleras, y María se llevó las manos a las orejas, quitándose el peso de esas dos perlas blancas. Se sostuvo del pasamanos y también se retiró.

—Yo también subiré a mi habitación. —Se excusó Jane—. Buenas noches.

—Solo son las nueve. ¿Te apetece jugar a las damas? —Respondió su padre mientras colgaba la chaqueta del uniforme, quedándose con una camisa blanca y los tirantes negros—. 

Jane se encogió de hombros. 

—Que sea una partida de ajedrez. 

—¿Quieres que te gane más rápido? —Alardeó, subiéndose las mangas—. 

Philip cruzó el arco que comunicaba el salón y se dirigió a una de las estanterías negras, donde el personal se había encargado de guardar los juegos de mesa y la radio, junto a varios libros de ediciones recientes. 

Los tacones de Jane resonaron contra el suelo, se cruzó de brazos y observó el salón, pensando en quien no debería pensar. Estaría esperándola en el bar. Quizá siempre la esperaría como un iluso.

—Aún no has descubierto la biblioteca, ¿verdad? 

—¿Tenemos biblioteca? —Preguntó ella—.

Su padre abrió la última puerta.

 
Jane arqueó ambas cejas cuando se asomó, sus pupilas se dilataron. Era una habitación enorme, de techo alto, y las paredes cubiertas por grandes estanterías caoba. 

Tomó asiento en la mesa rectangular, y se percató de que la chimenea estaba encendida. La madera de sándalo dejaba un aroma de almendras flotando en el aire, mezclándose con el olor de los libros. Delante del fuego había dos butacas escarlata esperando ser ocupadas. 

—¿Blancas o negras? 

—Negras. 

Sin apartarle la mirada accionó el reloj, y el tiempo empezó a contar. Philip movió su peón blanco sin tener que pensárselo demasiado, y fue el turno de Jane. Mientras los minutos pasaban el clic del reloj cada vez era más rápido, cada uno iba adquiriendo su territorio en el tablero.

—Papá. —Lo llamó, aún sumida en algún juego mental mientras miraba la disposición de las casillas—.

—Dime.

—¿Podría quedarme aquí? —Movió ficha—. Si me caso antes.

Él movió el caballo, tocando el reloj.

—Si Henry te escucha, ¿por qué no? 

—No lo sé...

—¿Qué te preocupa, pajarito? —Philip apoyó los brazos en la mesa, mirándola frente a él—.

—Me gustaría volver a la universidad.

—¿Para qué? 

Jane movió su alfil, y fue el turno de Philip. 

No volvió a hablar del tema.

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