Cap. 21
Volvió a besarla en cuanto la dejó en el suelo. Mantuvo la respiración cuando James despegó sus labios para volver a ella a los pocos segundos, arrancándole un suspiro. Degustó el sabor a manzana en su boca, escuchando el ruido que producían sus besos entre la penumbra del dormitorio.
—Dios... Me encanta besarte. —Dijo en un susurro desesperado, subiendo las manos por sus sienes—.
—Me gusta que te guste. —Le respondió en el mismo tono—.
—Nada de lo que he dicho antes iba por ti.
—Lo sé. —Le apartó el pelo de la cara—. Aunque... Durante un momento me has asustado y he pensado que no me querías aquí.
Jane se rio en voz baja, y él la imitó.
—Bueno, no puedo prohibirle a mi hermana que se bese con un soldado si me ve a mí llevándome a otro.
—Claro, pero yo soy sargento, y él no.
—¿Eso hace alguna diferencia?
—Mucha, de hecho. —Asintió, tomándola de la cintura para hacerla retroceder—. La experiencia del rango.
—La experiencia del rango... —Suspiró ella en voz baja, mirándolo—. ¿Cuál? Porque tú haces muchas cosas.
Subió las manos por sus brazos.
—¿Por qué me has dejado quedarme?
Jane frunció levemente el ceño. Su espalda llegó a la pared.
—Porqué... Estoy muy cansada de que me digan qué hacer. O qué debo querer. Sé que ahora te quiero a ti.
—Vale.
Dibujó una media sonrisa, agachándose para seguir besándola. Resiguió con sus grandes manos todo su cuerpo, arrastrando el camisón con ellas para quitárselo. Fue ella la que lo tiró al suelo, y se pasó una mano por el pelo enredado.
—¿Te gusto, James? —Susurró, cogiendo sus manos para que volviesen a tocarla—.
—Esa es... La pregunta más absurda que me has hecho desde que nos conocemos.
—¿Ah, si? —Suspiró mirándolo a la cara, quitándole los botones de la camisa—. Dime cuánto. ¿Te gusto más que Amelia?
Le quitó la ropa, resbalando los dedos sobre el tatuaje de su pecho.
—Olvídate de ella, Amelia no importa. —Negó con la cabeza, empujándola a él—.
Se agachó para besarle el cuello, ahogándose en el perfume que aún perduraba en su piel. La escuchó gemir en un suspiro, y bajó las manos por su espalda, besándola sin juicio.
Clavó las manos en la piel blanda de su culo, deslizando dos dedos hacia delante. Ella se quejó, hundiendo las uñas en sus hombros.
—Saber que has tocado así a otras mujeres me pone enferma. —Susurró en su oído, gimiendo al notar la punta de sus dedos frotándola—.
—Todas me han llevado hasta ti.
La calló a besos, lamiendo el labio inferior de Jane para incitarla a abrir la boca.
Abrazó su desnudez para llevarla hacia la cama, separando únicamente sus labios de ella mientras la ayudaba a tumbarse en el colchón.
Jane se echó hacia atrás hasta quedar centrada y él se arrastró sobre su cuerpo. Admirando hasta el último centímetro de ella.
James se arrodilló entre sus piernas, inclinándose para besarla desde el esternón hasta los labios. Notó el roce de sus pechos bajo el suyo y las manos del sargento encontraron solas el camino hacia su ropa interior, pero Jane lo paró.
—Quítate la ropa primero. —Le dijo—.
James obedeció sin voluntad, levantándose de la cama para quitarse el cinturón y los pantalones.
Cuando estuvo desnudo la miró expectante, y ella apagó la luz. La luna llena bañó el dormitorio, y vio cómo deslizaba las bragas por sus piernas, quitándoselas.
—¿Puedo pedirte algo?
—Puedo hacer muchas cosas, dime qué quieres y lo hago. —Negó con la cabeza, necio—.
Jane se acomodó.
—Haz eso con la lengua.
—Abre las piernas.
Le sorprendió su respuesta automática, y casi se cohibió cuando lo vio subir a la cama, arrastrándose hacia ella.
Separó los muslos insegura, y él pasó los brazos bajo sus rodillas para acomodar los hombros, acercándose peligrosamente entre sus piernas. Casi por inercia, Jane se apoyó para mirarlo.
James levantó la mirada para encontrarse con la de ella mientras se inclinaba, arrastrando la lengua hacia arriba, pasando por toda su entrada.
Eso la dejó débil, dejando caer la cabeza hacia atrás, pero él cerró los ojos al degustarla. Gimió de placer, succionando lentamente cada parte de ella como cuando le besaba la boca.
—James, James... —Suplicó su nombre, sin estar muy segura de lo que intentaba decir—.
La hizo callar mientras ajustaba una mano entre sus piernas.
—Lo sé. No te voy a hacer daño.
Bajó la lengua por ella, frotando el manto viscoso que recorría su entrada con los dedos. Lamiendo su humedad mientras empezaba a tocarla.
Fue obsceno. La vio retorcerse del gusto y morderse la mano para no decir nada más allá de su respiración forzosa. La acompañó a través del placer, subiendo las manos por su abdomen para tomar sus pechos, y ella arqueó la espalda casi involuntariamente, empujándose hacia él.
—Dios. —Susurró Jane, torturada—.
La palabra se escapó de sus labios. Derritiéndose. Había algo en el acto que la excitaba absurdamente. Verlo entre sus piernas, disfrutando de algo completamente sucio.
James gimió en voz baja, apretando la vibración de su voz en su clítoris mientras arrastraba un dedo dentro de ella. Se deslizó directamente por lo resbaladiza que estaba, no solo por su necesidad, sino también porque él prácticamente babeaba sobre ella. Hundió el dedo hasta el nudillo, sintiendo cómo se estiraba para poder aceptarlo. Gimió de placer al estar dentro de ella, de alguna manera.
Subió unos besos húmedos hacia su ombligo, y Jane arqueó la espalda, jadeando mientras ese placer pecaminoso subía por sus entrañas.
—Y-Yo, oh... —Siseó, dejando una mano en la cabeza de James para que volviera a bajar—. Sí, eso es. No... No pares.
Gimió, cortando su balbuceo. Todo fue demasiado intenso, demasiado rápido. Sintió una presión entre las piernas, y se apretó a su alrededor, curvando los dedos de los pies.
Se corrió con fuerza en su boca. Clavó sin querer las uñas en su pelo, poniendo los ojos en blanco por el esfuerzo de no gritar nada. Su pecho subía y bajaba forzosamente, dejándola sin aire, se desmoronó.
Las cosas volvieron lentamente a ella cuando la intensidad del orgasmo bajó, pero su corazón seguía acelerado.
Parpadeó encontrándose con James levantándose de entre sus piernas, notando cómo cualquier ápice de euforia ciega desaparecía de su cuerpo y todos los remordimientos volvían de manera sobrecogedora.
—¿Estás bien?
Ella respiró profundamente, preocupada de que hubiese notado esa duda en su expresión.
—Estoy siendo una hipócrita, y mañana me esperan en la iglesia... —Susurró sin fuerzas, apartándose mechones de la frente—.
—No, no pienses. No pienses tanto, Jane, mírame.
Se inclinó hacia ella, tomando su rostro entre las manos.
—Te estoy dando lo que quieres, y lo único que quiero yo es a ti.
—Lo sé. —Asintió, mirándolo a los ojos—. Pero me siento fatal porque me haces sentir tan bien...
—No hay nadie más en esta habitación, puedes dejar de fingir que quieres casarte con un hombre que no te gusta.
—Tú no piensas que soy una mala persona, ¿verdad? —Susurró sin fuerza, acariciándole la cara—.
—No. Claro que no.
James le besó la palma de la mano, dejando un beso en cada dedo. Ella suspiró mientras lo miraba, incorporándose levemente para encontrar su boca, volviendo a echarse sobre la cama mientras lo besaba.
Sus manos viajaron más allá de sus hombros anchos, acarició la espalda de James, sintiendo cómo los músculos se tensaban bajo sus palmas mientras él se mantenía sobre ella, sin dejar de besarla porque no podía, y era lo único que podía hacer.
Cuanto más lo tocaba, cuánto más olía su piel y escuchaba sus gemidos contra sus labios ese hormigueo en su estómago creció hasta volver a notarlo.
Subió la punta de los dedos por sus brazos fuertes, clavándole las uñas, hasta terminar en su cuello.
—Tengo muchas ganas de tener sexo contigo... —Admitió Jane rompiendo el hilo de saliva entre sus labios, como si le doliera decirlo—.
Él arqueó una ceja al oírla, apartándose antes de que lo besara, con sus ojos azules nublados.
—¿Tú quieres que...?
—Sí. —Susurró, mirándolo desde abajo al acariciarle la cara—. Sí, James.
—No deb-... —Cortó su titubeo, apoyándose en sus manos para separarse—. No deberíamos, Jane.
—¿Por qué?
Frunció el ceño en una mueca de súplica, arrastrando las manos por sus hombros.
—¿Tú no quieres?
—¿Que no quiero? —Se rio al principio—.
Cerró los ojos, tratando de encontrar su autocontrol. El momento era algo salido de sus fantasías más depravadas. Tenerla desnuda en una cama con sábanas de seda, a oscuras y con su sabor en la boca. Escuchándola suplicar que se la follara.
Ni siquiera podía contar cuántas noches se había imaginado algo así antes de dormirse.
—Sí que quiero, Jane. —Asintió lentamente—. Nunca he querido tanto algo.
—¿Entonces por qué...?
—Pero no quiero que te arrepientas de que yo haya hecho esto. —Susurró, mirándola debajo de él—. No quiero que llores porque yo te haya tocado.
—No pasará eso. —Negó, con el ceño fruncido, tocándole la cara—. Yo también quiero hacerte sentir bien, en serio. Necesito esto, por favor, James.
Suspiró su nombre, apretando unos besos en sus mejillas. Rodeó su cuello con los brazos mientras él se inclinaba hacia su pecho, besándole las clavículas y el hombro.
Dejó un camino pegajoso de saliva que llevaba a los labios de Jane, robándole el aliento. Sintió que se desvanecía. Por su olor a mujer, por la suavidad de su piel, por cada palabra amable que salía de ella para él.
Jane soltó un pequeño jadeo. Podía sentir su erección, dura y gruesa, entre ellos, recordando que de alguna manera tenía que encajar todo eso.
James apoyó una mano al lado de su cabeza y la miró a los ojos mientras se encorvaba hacia adelante.
—Asegúrate de respirar. —Le recordó él, frunciendo el ceño—. Tú eres mucho de no respirar cuando estás nerviosa.
La hizo sonreír a malas. Asintió, rodeando su cuello con las manos para besarlo un poco más.
Abrió más las piernas para él mientras se guiaba hacia su calor, inclinando sus caderas hasta que la punta hizo contacto. Ambos jadearon mientras él presionaba lentamente. Sus ojos azules no se separaron de Jane mientras entraba.
Empujó nada más para que la cabeza de su polla quedase dentro de ella, y ya tuvo que controlarse para no terminar ahí mismo. El morbo de la situación, que no pudieran hacer ruido y lo jodidamente apretada que se sentía lo despojó de su identidad.
Quería ser cualquier cosa menos gentil. No quería nada más que follarla y no dejar de hacerlo hasta que estuviese llena de él, pero no lo hizo. Utilizó toda la fuerza que tenía para controlar esos impulsos. Para no hacerle daño.
—Eso no ha sido tan malo. —Jadeó ella, hundiendo la nariz en su cuello—.
—Jane... Eso no es ni la mitad.
—Joder. —Soltó más dolorosamente, clavando las uñas en sus hombros—.
—¿Quieres parar? O quizá estás cómoda en otra posición, a mí me sirve cualquiera. —Intentó hablarle con juicio, besándole las mejillas—.
—No, así está bien. No te preocupes por mí, no pares.
Susurró en su oído, y él asintió sin escuchar del todo, escondiendo la cabeza en su cuello para apretar un gemido contra su garganta, apoyándose bien para no dejarle el peso.
Continuó su doloroso recorrido, notando cómo la estiraba para que pudiese aceptarlo. Centímetro a centímetro. Parecía que cuanto más profundo llegaba más se apretaba. En un esfuerzo para mantener el control apretó las sábanas junto a su cabeza, y ella le clavó las uñas en la espalda, girando la cara.
—Necesitas relajarte. —Casi tartamudeó James—.
—L-Lo siento. —Apartó las manos de él—.
—No, no me refería a eso, tranquila. —Le besó la mano, devolviéndola a su hombro—.
Vio las lágrimas aferradas a sus ojos oscuros, y le dejó unos besos ligeros en los labios como un intento de consolarla.
Jane intentó relajarse pero, por supuesto, no siguió su consejo en absoluto. Más bien hizo lo contrario.
Cuando sintió que ella se apretaba a su alrededor juró que estuvo a punto de correrse en el acto, empujando involuntariamente hasta el fondo. Sumergiendo su polla en lo más profundo. Jane jadeó al sentirlo, abriendo mucho los ojos, y dejando los labios entreabiertos en un grito silencioso.
Cuando vio que la miraba con preocupación asintió con la cabeza para hacerle entender que estaba bien. No podía decir nada. Apenas podía inhalar.
—Eso es todo. —Jadeó él en voz baja, cerrando los ojos—.
Estaba tan calentita y apretada, haciéndolo suyo, que si alguien le hubiese dicho a James que así se sentía el cielo él lo hubiera creído sin discutir.
—Es muy... Grande. —Jadeó ella, reuniendo fuerzas—.
—Y estás preciosa tomándolo todo. —Se apartó, apoyándose en sus rodillas—.
Escupió en sus dedos para frotarla y darle un poco de placer, quedándose embobado al ver cómo su coño lo tragaba entero.
Ella se estremeció al tacto, gimiendo entrecortadamente, y giró la cara con las mejillas rojas.
—No. Mírame.
La cogió de la mandíbula con una mano, haciendo que lo mirase.
—Lo estás haciendo muy bien, ¿lo notas? —Volvió a encorvarse sobre ella, como una amenaza que resultaba falsa. Se agachó para susurrarle al oído—. Estoy dentro de ti. ¿Te gusta cómo se siente?
Le besó el cuello, notando la vibración de su respiración.
—Sí. —Gimió ella, dócil—.
Ella observó devota su expresión mientras salía hasta casi el final, dejándola aún más dolorosamente vacía antes de volver a hundirse. Sus ojos amenazaron con cerrarse ante el intenso placer y dolor que sentía, pero se resistió. No quería perderse nada de la experiencia, lo miraba como si estuviese hipnotizada, saboreando cada expresión de su rostro y los gemidos entre dientes que se le escapaban.
Vio el anhelo, la preocupación, el morbo y las ganas reflejadas en sus ojos azules. Vio lo difícil que le era contenerse.
—Mierda. —Dijo en voz baja, enterrándose profundamente dentro de ella con un ruido cremoso—. Joder, te sientes tan bien...
Jane se tragó sus palabras, haciendo una mueca de dolor al tomarle, pero luego sintió cómo se transformaba en una calidez placentera cada vez que él volvía a sumergirse dentro de ella. Y cada vez era más fácil. Cada vez mejor.
Se aferró a James, mordiéndose el labio, y gimió en voz baja mientras subía las uñas por su espalda hasta llegar a su nuca. Después de un puñado de empujones la clavó en el sitio, y se tomó un momento para quedarse dentro de ella. Para grabarlo en su memoria.
Jane se apretó a su alrededor, y notó cómo palpitaba del gusto.
—¿Duele tanto?
Ella negó ciegamente, rozando sus narices. Casi inconscientemente levantó las caderas hacia él, y James se encargó de devolverle el empujón, deslizándose dentro de ella. Golpeando ese punto dulce que sabía que le gustaría con la gruesa cabeza de su polla. El sonido húmedo de la conexión entre ambos provocó algo en él, y se retiró y volvió a entrar con la misma rapidez.
—Solo necesito... Necesito follarte ya. —Jadeó, dejándola sorprendida de que necesitara más—. No aguanto más.
Lo único que le respondió Jane fue un asentimiento y un 'hazlo' apenas audible y tenso. Ella creía que también lo necesitaba, sentir cada centímetro de él una y otra vez, el dolor había ocupado un espacio muy pequeño y lo único que sentía era un calor agradable retorciéndose en sus entrañas. Un hormigueo intenso en su bajo vientre cada vez que lo tenía dentro y lo miraba a los ojos, viendo en su reflejo el placer que le causaba.
Podría haber entrado alguien en casa y ellos ni siquiera lo habrían escuchado. Continuó con su ritmo, golpeando la piel de sus muslos. Gimió contra su cuello, despojado de consciencia, y subió las manos por el contorno de su menudo cuerpo. Llegó a sus pechos, apretándolos y pellizcando suavemente sus pezones para luego encorvarse lamer uno de ellos.
La saliva se enfrió sobre su piel, y se metió el otro pezón en la boca, mordiéndolo y chupándolo. Tocándola entera. Dejando un rastro de saliva desde su pecho hasta sus labios, tragándose sus gemidos y sollozos.
—No sabía que esto se sentiría tan bien. —Sonrió por fin, cogiendo su rostro entre las manos—.
—Puedo hacerte sentir tan bien las veces que quieras.
Lamió su sonrisa, haciéndola abrir la boca, y deslizó su lengua dentro, sin parar de follarla.
Sus empujones se hicieron más lentos pero más fuertes al mismo tiempo. Cada vez que se hundía lo hacía más profundamente, permitiéndole sentir hasta la última cresta, vena y centímetro de él. Jane sintió el mismo placer delicioso de antes, cruzando los ojos antes de ponerlos en blanco. Sus músculos inferiores se tensaron.
No pudo pensar en nada, sintió que se mareaba y luego volvía a la misma cama, a merced de sus besos que intentaban callarla.
La sensación era excesiva, y hundió un poco las uñas en sus bíceps, aferrándose a él como si fuera la realidad.
Incluso a través de su propio orgasmo disminuyéndose pudo sentir el de James creciendo. Su cuerpo se tensó contra ella y sus embestidas se volvieron erráticas mientras la cama crujía levemente por sus empujones.
Los músculos de su espalda se tensaron mientras gemía en la boca de Jane, dejando escapar suaves sonidos de pecho que le erizaron la piel.
Cuando la euforia pasó gradualmente notó una presión dentro de ella, y cuando James se retiró sintió algo escurriéndose, como si se le hubiese escapado algo. Aún sabiendo que era tarde, quiso apartarse.
—No te preocupes. —Repitió él en su hombro, aún ido por el placer—. Lo que dijiste de los niños... Yo no puedo hacerlo, así que todo está bien.
—¿Qué?
Susurró con la voz agitada, notando una parte de su peso cuando descansó sobre ella, dejando la cabeza en su pecho.
—Joder, llevaba mucho tiempo sin esto...
—¿Qué acabas de decir?
James carraspeó, apartándose para tumbarse a su lado. Notando cómo el colchón se hundía bajo su peso.
—No puedo tener hijos.
Jane lo miró a su lado confusa, aún intentando recuperar el aliento. Se sintió totalmente destruida, como si ahora pudiese entender la definición de 'destruida'.
—¿Qué?
Él estiró un brazo para recoger los pantalones del suelo, sacando el paquete de tabaco.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque he tenido muchas veces para ser padre y no lo soy. —Levantó ambas cejas, encendiéndose un cigarrillo—.
—No fumes aquí.
Jane se lo quitó, dejándolo en la mesita de noche. Luego volvió a su sitio, apartándose el pelo de la cara.
—¿Estás seguro? —Lo miró con recelo—.
James asintió, mirándola a su lado.
—Vale. —Susurró, volviendo a mirar al techo, y dejó una mano en su brazo—.
Él se echó a su lado.
—¿Ha sido como pensabas?
—No lo sé. —Suspiró, tragando saliva por su garganta seca—. Pero tengo hambre.
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