Preparativos
Dido aún no comprendía cómo se había dejado convencer por Hänsel, pero lo cierto es que no paraba de preguntarse qué estaba haciendo allí, en aquella casona, junto a su madre, Magnolia y el propio Hänsel. Todavía Aracely y Genaro se preguntaban cómo había Hänsel convencido a su hija de acceder, pero una vez que el muchacho tuvo la certeza de que Dido aceptaba las fotos, la fiesta y todo lo demás, no perdieron tiempo y fueron al estudio en el que Hänsel había hecho su contrato, para añadir a Dido a la misma fecha.
Para la dueña del negocio aquel cambio fue toda una sorpresa, pero como su trabajo no era cuestionar las decisiones de sus clientes sino acatarlas, no tuvo ningún reparo en incluir a aquella chica que, obviamente no había que ser muy inteligente para darse cuenta de que estaba allí casi en contra de su voluntad. Añadir a Dido al contrato no fue difícil, pero claro está, la muchacha no iba a poner las cosas demasiado fáciles aunque hubiera aceptado al final someterse a esa tortura:
_ ¿De cuántas fotos estamos hablando?_ preguntó la dueña del negocio.
_ Cinco._ escupió Dido.
_ Veinte._ dijo Hänsel.
La señora parpadeó confundida, mirando a ambos adolescentes:
_ Ah... perdón...
_ No le haga caso._ sonrió Hänsel.
_ Es mi fiesta, yo decido._ lo imitó Dido._ Cinco fotos y ni una más. Y todas aquí mismo. Con un solo traje, un solo peinado y la menor cantidad de poses... ¿Sabe lo que es una depilación con cera? Así quiero que sea ese día para mí... Rápido y sin tiempo para sentir dolor.
La mujer abrió la boca para decir algo pero ni un solo sonido llegó a salir de entre sus labios. Miró a las dos madres, pero estas guardaban silencio:
_ ¿Nos disculpa un momento?_ dijo Hänsel sin dejar de sonreír, y poniéndose de pie tomó a Dido por un brazo y tiró de ella. Se alejaron a un rincón y entablaron lo que a las tres mujeres les pareció una acalorada discusión en voz muy baja. Dido gesticulaba como frenética mientras Hänsel parecía tomárselo con mucha calma:
_ ¿Esto es normal?_ preguntó finalmente la mujer.
_ Oh si._ sonrió Aracely._ Nosotros solo ponemos el dinero. Ellos son los que deciden.
_ ¿Son pareja o algo así?
Magnolia y Aracely rompieron a reír. La madre de Hänsel se apresuró en aconsejar:
_ Si valora en algo su vida no se atreva a hacerles esa pregunta.
Al cabo de unos minutos, los dos chicos regresaron a sus asientos. Hänsel lucía tan tranquilo y cínico como de costumbre. Dido parecía que acababa de beberse un batido de clavos:
_ ¿Todo bien?_ preguntaron Aracely y Magnolia a sus hijos.
_ Perfecto._ respondió Hänsel con una sonrisa resplandeciente y dijo a la mujer del negocio._ Para ella será un photo-book, con tres ampliaciones, una de ellas conmigo, por supuesto. Usará cinco trajes, ninguno de color rosado, porque odia ese color. El mismo peinado en todas, si acaso con alguna variante de accesorios, tiaras, sombreros, velos, lo que se les ocurra y que combine. Ella quiere escoger sus propias poses. Ah, y queremos que las fotos sean en conjunto, los dos el mismo día y a la vez..._ miró a Dido._ ¿Se me olvida algo?
Dido se arrellanó en el asiento y lanzó un suspiro desgarrador:
_ Si. Nada de fotos donde parezca una modelo de lencería. Estoy cumpliendo quince años, no exhibiéndome en un mercado de carne.
_ ¡Dido!_ regañó su madre.
_ Ah si,_ sonrió Hänsel._ me faltó esa parte.
La mujer se dio prisa en anotar todas aquellas especificaciones y mentalmente se estaba preparando para vivir un intenso día de trabajo en el mes de agosto con aquel par. El muchachito parecía ser bastante asequible, muy simpático y muy lindo. Pero la chiquilla tenía cara de ser un verdadero dolor de cabeza. Que Dios la asistiera ese día de mucha paciencia para poder lidiar con ambos.
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Genaro y Aracely no podían creer aún que su hija, su única y muy amada hija hubiese accedido a tener una fiesta de quince años, aunque fuera compartida con un chico. Un chico al que ahora tenían que estarle eternamente agradecidos por haber convencido a la arisca jovencita de aceptar la celebración.
El resto de la familia tampoco daba por cierto el cambio de actitud por parte de la más indeseable del clan. Una mañana, de visita en casa de sus tíos, Roxy se acercó a su prima. Dido no alcanzaba a entender cómo su prima era tan cretina como para no darse cuenta del amplio rechazo que le profesaba, y que siempre se lo daba a demostrar, ya fuera ignorándola por completo, o a través de gestos o palabras no carentes de poca o mucha crueldad. Pero Roxy o era estúpida, o masoquista o disfrutaba molestar a Dido. O tal vez era un poco de las tres variantes. Dido intentó concentrarse en la lectura de su libro de turno ante la proximidad de su detestable prima:
_ ¿Es cierto que vas a tener una fiesta de quince?
Dido hojeó tranquilamente una página, como si nadie le hubiera hablado:
_ Sé que me estás oyendo, y que no quieres que te hable.
_ ¿Entonces por qué pierdes tu tiempo haciendo algo que sabes que me molesta?_ preguntó Dido sin mirarla.
_ Es que necesito saber si es verdad lo que dicen.
Por respuesta, Dido solo alzó ligeramente los ojos, lanzándole una mirada torva a su prima:
_ No presto atención a los chismes.
_ No es un chisme. Todos dicen que tu fiesta de quince será junto con la Hänsel.
_ Ah, era eso. Si, es verdad.
La respuesta pareció no ser del todo del agrado de Roxy, que se cruzó de brazos:
_ ¿Cómo es que alguien tan sangrona como tú puede ser la mejor amiga de un chiquito tan lindo como Hänsel? ¡No lo entiendo!
_ Esa es la pregunta del siglo._ sonrió Dido disfrutando del berrinche de su prima menor._ Cuando tengas la respuesta no dejes de mandármela por escrito.
Y sacó su teléfono del bolsillo en cuanto escuchó la notificación de un mensaje de parte de Hänsel. Roxy abrió los ojos como platos soperos en cuanto vio aquel IPhone tan lujoso:
_ ¿Y ese teléfono?
_ Mío._ respondió Dido tecleando una respuesta.
_ ¡Tú no tienes teléfono! ¡Odias los teléfonos!_ chilló Roxy.
La única compensación para Dido de tener que lidiar con su prima, era cuando podía verla tan descompuesta como en aquel momento. Sabía que tenía un enamoramiento y fijación raros con Hänsel, y que no aceptaba que el muchacho la prefiriera por encima de ella, que a todos le caía bien, o eso pensaba. Por eso sonrió ampliamente y guardó el teléfono nuevamente en su bolsillo mientras se ponía de pie y se disponía a marcharse:
_ Lo siento, pero no puedo seguir perdiendo tiempo contigo. Hänsel me está esperando para ensayar nuestro vals.
_ ¡¿VAS A BAILAR UN VALS CON ÉL!?_ casi gritó Roxy y Dido tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse en su propia cara.
Al menos, todo aquel infierno que le estaban haciendo pasar con los preparativos de las fiestas, servirían para tener a Roxy mortificada por un buen tiempo.
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Dido esperaba que, siendo su cumpleaños en el mes de agosto, aunque casi estuviese concluyendo la jornada estival, irían pocos invitados a la celebración. Pero olvidó un pequeño detalle: la popularidad de Hänsel en el pueblo.
Además, ya fuera a propio intento o por descuido, le habían ocultado los calendarios de eventos. Las fotos serían entre los días veintisiete y veintinueve. El miércoles veintisiete tomarían todas las fotos de estudio. Descansarían el jueves veintiocho. El sábado veintinueve, día de su cumpleaños, se trasladaría con sus padres al balneario Santa Lucía para tomar las fotos de exteriores, y estarían hospedados allí en un hotel pagado por la familia de Hänsel, hasta el domingo, en que tendrían que regresar puesto que el lunes, primero de septiembre, ya comenzarían las clases. Y el siguiente sábado, seis de septiembre, sería la tan temida fiesta.
Dido no sabía qué le provocaba más incomodidad, si el hecho de tener una fiesta de quince, que todos aquellos preparativos de meses la estuvieran enloqueciendo, o saber que la familia de su amigo se había gastado un montón de dinero para que ella y sus padres compartieran un fin de semana exclusivo en un todo incluido de lujo. Incluso, esta vez sus padres parecían compartir su incomodidad, pero Magnolia les dejó bien en claro que no se aceptaban negativas, y que el dinero ya estaba invertido y no había devolución.
El primer día de fotos Dido despertó de mal humor, como era de esperar. El día anterior había sido de locos. Había ido con Hänsel a arreglarse las cejas y luego a la manicure. Casi se debatió como una gata furiosa advirtiéndole a la manicurista que ni soñara en ponerle unas uñas postizas más parecidas a las garras de un gavilán. Quería sus uñas normales, pintadas de un tono suave, no de un rojo sangriento que pareciera que le acababa de arrancar las entrañas a alguien. A su lado, Hänsel canturreaba tranquilamente mientras le cortaban las cutículas.
En la noche su madre le había hecho la queratina y le había llenado la cabeza de rulos y apenas pudo dormir cómodamente. La tía Morelia le había traído un maletín de ropas y zapatos desde México. Modelitos elegantes por los que cualquier adolescente común hubiera asesinado por tener en su guardarropa, excepto ella. Cuando vio los deslumbrantes y elevados tacones enarcó una ceja... ¿De dónde sacaría el equilibrio para trepar en esos zapatos tan altos? Su Mamá y la tía Landa habían seleccionado las mejores prendas y calzados para las fotos... ¿Acaso pensaban que ella iba a ponerse toda aquella ropa ese mismo día? Solo iba a hacerse unas pocas fotos, y ya estaba mareada de pensar en los cinco trajes que la estaban esperando en el estudio. Hänsel y ella los habían seleccionado. Bueno, realmente podría decirse que fue Hänsel quien los eligió, porque si de ella hubiese dependido, no se habría puesto ninguno.
Había uno color violeta, todo de satín y vuelos y pedrería brillante, con mangas abombadas y un escote pronunciado. Pesaba una tonelada, pero le gustaba el color, aunque hubiese preferido que fuese más simple. También usaría uno azul cobalto, todo escotado y con un tirante cruzándole sobre un hombro. El tercero sería de color negro y blanco, con brocados dorados estampados sobre el tul. El cuarto era de un tono vino tinto, más como el de una cantante de club de los años cuarenta. Casi la hacía sentir como una femme fatal de cine noir.
Pero el que más le gustaba era el último, de color gris perlado, estilo imperio, con un gracioso sombrerito inglés a juego, como sacado de una novela de Jane Austin. Con aquel vestido se sentía cómoda y ligera. Por supuesto, era el menos favorito de Hänsel.
A las siete de la mañana toda la familia de Hänsel, en autos rentados, apareció en su casa para recogerla a ella y a sus padres. La tía Landa y Roxy estarían en el auto del tío Simón, aguardando en el estudio. Con la cabeza estallándole, ansiosa por quitarse todos aquellos rulos que le oprimían el cuero cabelludo, Dido subió al auto que manejaba la tía Morelia junto a su novia, la tía Kelchie, en el que iba Hänsel, en un ambiente tan de fiesta como era posible:
_ ¡No me hables!_ gruñó la muchacha en cuanto cerró la portezuela._ ¡Estoy furiosa, agotada, estresada y no dormí bien!
_ Pues para mí luces como todos los días._ sonrió Hänsel y se frotó las manos._ ¿Lista para un día espectacular?
Dido le lanzó una mirada envenenada y volteó la cabeza hacia las dos mujeres que sonreían desde los asientos delanteros:
_ ¿Es muy tarde para salir corriendo de aquí y dar marcha atrás a toda esta locura?
_ Me temo que sí._ dijo Morelia quiñándole un ojo y poniendo el auto en marcha.
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Dido no permitió que la tía Landa entrara al cuarto donde estaban maquillándola y peinándola y vistiéndola. Aceptó solo a su madre y a Magnolia:
_ ¿Por qué eres así con tu tía? Ella te quiere mucho.
_ Por favor mamá. Tu hermana Landa nunca me ha soportado, desde que dije que su hija parecía un gusarapo feo y baboso. Además, no sé qué hace aquí. Yo no la invité a venir y dije bien claro que no quería a nadie a no ser tú y mi papá, y eso porque son mis padres... ¡Ay!_ chilló cuando la joven que la estaba peinando le pinchó el cráneo con un gancho de pelo.
Aracely resopló:
_ No sé a quién sale esta muchacha.
_ Pues yo la quiero muchísimo. Ojalá y Hänsel se le pareciera un poco.
_ ¿Hablaban de mí?
En una silla junto a la de Dido, estaba acomodado Hänsel, sometido a una sencilla sesión de maquillaje. A diferencia de ella, el muchacho sí parecía estar disfrutando de toda la atención que se le brindaba ese día. Dido gruñó:
_ Es de ti, pero no contigo.
_ ¿Por qué estás tan molesta?
_ ¿En serio quieres que te lo diga? Estoy aquí por culpa tuya, prestándome al juego de ser una muñecona que sigue el legado de cientos de mujeres sometidas a lo largo de los siglos al papel de verse reducidas a una cara bonita y sin nada de cerebro.
_ Nadie te forzó a aceptar, Diana Dolores, así que deja ya de berrear y disfruta este hermoso día.
_ Necesito respirar, me estoy asfixiando.
_ Necesitas quedarte quieta y relajarte... ¿Trajiste tu teléfono? Ponte a escuchar a Yanni o a Enya. Siempre te calman los nervios.
Dido siguió su consejo. No le sorprendió que su amigo tuviera razón, y lo odió por ello. La música de Yanni, con la que había atiborrado su teléfono, la aisló del incesante parloteo de su madre y de Magnolia, y del canturreo de Hänsel, que debía estar escuchando a uno de sus cantantes de pop latino favoritos. Cuando llegó el momento de ponerse el vestido, Dido pidió quedarse a solas con la estilista que la había peinado y maquillado. Estaba a tiempo de salir corriendo lejos de aquel sitio de pesadilla. La muchacha se rió fuerte cuando le preguntó si había una salida secreta por donde escabullirse:
_ No sé porqué te torturas tanto, te ves preciosa.
Dido la miró de la misma manera en que le habría gustado decirle: Oh sí, me imagino que eso mismo le dices a todas las quinceañeras que pasan por aquí aunque sean más feas que la bruja Babá Yaga. Como si le leyera el pensamiento, la muchacha la hizo girar hasta dejarla de frente a un espejo de cuerpo entero que había en la habitación. Dido casi no pudo reconocer a la joven que le devolvía la mirada. Llevaba el cabello negrísimo y brillante suelto en una cascada de bucles que le caía sobre los hombros, coronados por una tiara de piedras brillantes. En el cuello lucía un vistoso collar a juego con la tiara y los pendientes que tenía en las orejas... ¿En serio era ella? Esperaba un maquillaje estrambótico y exagerado, pero en cambio, su rostro mantenía la sencillez característica, aunque resaltado esta vez por el suave carmín de sus labios y la sombra de color tiernamente azul sobre sus párpados:
_ ¿Ves? No tienes nada que decirte porque estás deslumbrante.
Regresó al mundo real y tiró con fuerza de la larguísima falda del vestido:
_ ¡Cómo sea! ¡Empecemos esto para terminar lo más rápido posible!
Echó a andar y se le viró un pie sobre uno de los enormes tacones que se había puesto. Lanzó una maldición entre dientes:
_ ¿Puedo ir descalza? De todas formas el vestido es demasiado largo y mis pies no se verán.
Pero la mujer ni siquiera se giró a mirarla. A regañadientes y conteniendo los deseos de arrancarse todo aquel disfraz, caminó casi a trompicones, enredándose con la inmensa falda del vestido que el descomunal aro hacía el doble de pesado. El calor era insoportable, y todos aquellos metros y metros de tela solo lo incrementaban.
La familia estaba reunida en un pequeño patio interior, donde había una especie de mini bar, y ellos estaban la mar de contentos, bebiendo cerveza, refrescos y comiendo chucherías. El estómago de Dido rugió y recordó que no había tenido tiempo ni apetito para desayunar esa mañana. Pero eso no era lo importante, sino lo que dirían todos los presentes en cuanto la vieran vestida así. Se juró que le abriría la cabeza con el tacón de uno de sus zapatos al primero que se atreviera a burlarse:
_ Juro que si alguien se ríe o dice algo ofensivo, haré que corra la sangre._ fueron sus palabras al detenerse.
Pero nadie se rió, y nadie pudo decir nada por los siguientes dos minutos. Se le habían quedado mirando, extasiados. La primera en reaccionar fue su madre, que se echó a llorar con emoción, seguida de su papá, que se acercó para besarla en la frente, y después, su tía, Magnolia y las tías de Hänsel, todos celebrando lo hermosa que se veía. Roxy, enfurruñada, quiso hacer un comentario ofensivo, pero Aracely le dio un pellizco y la amenazó con causarle mucho daño si se atrevía a insultar a su prima. La muchachita no volvió a abrir la boca el resto de la jornada.
Hänsel, que ya estaba disfrutando de su sesión de fotografía con un vistoso esmoquin blanco que le había traído su tía Maritza, llegó presuroso:
_ ¿Diana Dolores todavía no sale? ¿Qué es lo que piensa de...?
Y se detuvo, pasmado al verla, tan impresionado como el resto.
La primera foto que se hicieron juntos fue con Hänsel arrodillado en el suelo, colocándole uno de los zapatos, en una especie de homenaje al cuento de la Cenicienta.
Cada uno de los vestidos causó mayor admiración que el otro, y con cada uno Hänsel insistió en hacerse una foto con Dido. El muchacho no podía evitar el arrobamiento cada vez que la chica salía luciendo un nuevo traje.
Con el vestido violeta Dido se hizo cuatro fotos muy específicas: en una, portando un viejo violín de utilería; en otra, sentada ante un piano imaginario que luego añadirían con photoshop; otra con un enorme abanico de plumas y claro está, la del zapato con Hänsel.
Con el vestido azul cobalto se hizo varias: una en la que sostenía un cesto rebosante de flores; otra en la que se miraba en un antiguo espejito de mano; sosteniendo una copa llena con un líquido ámbar que simulaba champán y no era más que refresco gaseado; con una mano alzada como si contemplase una mariposa posada en uno de sus dedos y que luego sería añadida digitalmente. Y la de Hänsel como acompañante no pudo faltar: recostados sobre una alfombra, ella con toda la falda extendida alrededor y la cabeza de Hänsel acomodada en su regazo.
El vestido negro y blanco con brocados dorados estampados en el tul de la falda sirvió para las fotos acompañadas de sus familiares: con sus padres por separado y con ambos; con su tía Landa que se antojó de tener una con su querida sobrina; con su prima Roxy (¡qué asco!); con Magnolia y Rey; con las tías de Hänsel; y con todo el grupo. La que se hizo con Hänsel, al igual que las anteriores, fue muy peculiar. Hänsel se había vestido con una camisa blanca muy holgada, abierta, permitiendo ver su pecho musculado que casi provocó que Roxy se babeara, unos pantalones bombachos y unas botas altas. Se había anudado un pañuelo en la cabeza. Dido lo miró de arriba abajo:
_ ¿Quién eres? ¿El sobrino de Jack Sparrow?
_ Graciosa._ sonrió Hänsel.
La foto fue junto a un viejo baúl del que se suponía estaban sacando joyas, como si hubiesen encontrado un viejo tesoro.
Finalmente solo faltaba un vestido, el de estilo imperio. Dido ya tenía la foto perfecta para ese traje. Había visto unos libros antiguos y unos candelabros, por lo que mandó disponerlo todo de tal manera que ella quedó sentada, rodeada de los viejos volúmenes, con uno abierto en el suelo mientras simulaba leer a la luz de las velas que llameaban en los candelabros.
A Hänsel le resultó tan hermosa la escena, que no dudó en querer hacerse una similar en compañía de Dido. Uno sentado junto al otro, sosteniendo el libro entre los dos.
Por un instante sus miradas se encontraron.
Hänsel y Dido sintieron un retorcijón en el estómago, experimentando una extraña sensación, como si de repente, cientos de mariposas emprendieran un vuelo furioso dentro de sus entrañas. Pero de inmediato volvieron a la realidad.
Cerca de las dos de la tarde terminó finalmente la tortura. Dido se sentía mental y físicamente agotada. Hänsel estaba como si nada. La tía Landa, el tío Simón y Roxy se fueron a su casa. Aracely, Genaro y Dido pretendían otro tanto pero se vieron arrastrados por la familia de Hänsel, que tenían reservación para almorzar en un exclusivo restaurante del pueblo y ellos estaban incluidos entre los asistentes. En vano intentó Genaro explicar que aquello era demasiado.
Cuando volvieron a la casa, ya era de noche, y Genaro apenas podía pensar y hablar coherentemente por la cantidad de cerveza que había ingerido durante el almuerzo. Dido cayó en la cama deshecha en menudos pedazos. Su teléfono sonó. Era una llamada de Hänsel:
_ Necesito dormir... ¿Qué quieres?
_ ¿Pasaste bien el día de hoy?
Dido reprimió una sonrisa:
_ Si con bien te refieres a no mencionar todo el proceso de maquillaje, peluquería y cambios de ropa que tuve que sufrir, sí, podría decir que no fue tan malo como pensé que sería.
_ Admítelo, lo disfrutaste.
Casi podía ver la risa pícara de Hänsel del otro lado del teléfono:
_ Agradécele a tu familia todos los detalles que han tenido conmigo y mis padres. En serio.
_ No hay nada que agradecer. Ellos te adoran y lo sabes. Y tus padres me adoran a mí, casi más de lo que te quieren a ti, y eso es triste decirlo.
_ En serio eres pedante y arrogante, Hänsel Mancebo Morffi._ dijo con un bostezo.
_ No puedo creer que te vayas a acostar a dormir.
_ ¿Tú que vas a hacer ahora?
_ Con mi primo Tavernier y mis otros primos vamos a salir a dar una vuelta.
_ Eso significa irse de fiesta hasta casi el amanecer.
_ Si quieres puedes venir.
_ No gracias. Tengo una cita con mi cama y tú me estás retrasando.
_ Ah, no te imaginas quién vino para mi fiesta de quince. Quiero decir, nuestra fiesta de quince.
_ Sorpréndeme._ volvió a bostezar Dido.
_ Mi prima Joana, la habanera.
Dido se incorporó sobre la cama a la velocidad de un rayo:
_ ¿La pedófila?
_ ¿Por qué le dices así?
_ Porque es lo que es. Esa asalta cunas se aprovechó de ti. Te desvirgó.
_ No recuerdo que tuviera que insistirme mucho para ponérmela dura.
Dido apretó el teléfono entre las manos y deseó que fuera el cuello de su mejor amigo. Odiaba a Hänsel cuando se ponía en plan cínico, más que lo habitual:
_ Adviértele que no se me acerque.
_ No entiendo porqué le has tomado tan mala voluntad a Joana. Es chévere cantidad y le gusta leer, igual que tú.
_ ¡No me compares con esa depredadora sexual desvirgadora de niños!_ chilló Dido y colgó el teléfono.
De repente ya no tenía tanto sueño. Solo un inexplicable enojo.
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El fin de semana en el hotel del balneario Santa Lucía fue muy agradable, salvo el primer día, por todo el ajetreo de las fotos faltantes del contrato, las cuales fueron tomadas a la orilla del mar y en zonas exteriores de la instalación turística. Fue casi una odisea convencer a Dido de que se hiciera una foto en traje de baño, con un bonito juego de bikini que Morelia y Kelchie le habían traído de México.
La muchacha aún seguía enojada con Hänsel por su afinidad con su prima habanera, quien por suerte se había quedado en la casa, cuidando del abuelo Fayo.
Por lo demás, Dido aprovechó aquellas jornadas para disfrutar de lo lindo, leyendo a la orilla de la playa, y degustando las delicias del buffet.
El domingo en la mañana, se reunieron todos para homenajear a los cumpleañeros. Genaro y Aracely le hicieron un bonito regalo a Hänsel, a pesar de que el muchacho les había dicho que no era necesario, y Dido recibió un aluvión de obsequios por parte de los padres y las tías del chico. Y llegó el turno de ambos de entregarse sus regalos mutuos.
Dido chilló de contenta cuando desenvolvió el paquete en el que halló una antiquísima edición de La Casa de los Espíritus y De Amor y de Sombras, ambas novelas de la escritora chilena Isabel Allende. Por su parte, Hänsel abrió cuidadosamente la caja que Dido le había entregado. Al mirar en su interior, soltó una carcajada, y abrazó a su amiga dándole unos sonoros besos. Su primo Tavernier se inclinó para ver el obsequio. Enarcó una ceja:
_ ¿En serio? ¿Condones?
_ Ella me entiende como nadie, y me cuida._ señaló Hänsel.
_ Dido ¿Qué clase de regalo es ese?_ preguntó Genaro a su hija, sintiéndose un poco avergonzado ante los presentes.
_ Ay papá,_ resopló la chica._ Hänsel es un principito mimado que tiene de todo. Si iba a hacerle un regalo, tenía que ser algo que estuviera segura de que le iba a gustar y de que iba a usarlo. Y créanme, él va a usar mi regalo.
_ Pero niño ¿qué vas a hacer con tantos preservativos?_ preguntó la tía Mirtha casi sin poder creer la cantidad de sobres de condones que había dentro de aquella caja.
_ ¿Tía tú qué crees?
_ ¡Ese es mi sobrino!_ celebró el tío Alexander chocando puños con Hänsel.
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Hänsel Mancebo Morffi y Diana Dolores Orrelys Ramos
Los invitan cordialmente a su fiesta de Quince Años
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El día de la fiesta llegó.
Dido y Hänsel estaban en la misma casa-estudio donde se habían hecho las fotos, para vestirse, peinarse y maquillarse y salir desde allí al salón donde se efectuaría la celebración.
Dido llevaba puesto un hermoso traje de color aguamarina, con el que bailaría el vals... ¡Oh por Dios! Ella bailaría un vals. Le costaba creerlo y empezaba a dudar de que pudiera hacerlo ante tanta gente observándola.
Los invitados por su parte no debían rebasar la treintena. Dado que no tenía amigos, salvo Hänsel, solo unos cuantos de su familia habían recibido invitación. Las invitaciones eran en sí una obra de arte. La tía Maritza se había encargado de mandarlas a hacer a un estudio en los Estados Unidos. Los nombres venían impresos en relieve. Dido casi infartó cuando vio que habían puesto su nombre completo:
_ ¿No pensabas que iba a poner Dido Orrelys Ramos en la invitación, cierto?_ le preguntó Hänsel con mordacidad._ No sé cuándo acabarás de superar esa aversión que tienes por tu propio nombre.
La cantidad de invitados por parte de Hänsel debía rondar cerca de los quinientos, al menos con invitación. La noticia de los quince dobles desde hacía mucho corría de boca en boca entre la juventud del pueblo, y todos ansiaban asistir. Aparte de que las fiestas de quince eran el acontecimiento más popular entre los chicos y la oportunidad perfecta para tener diversión en las aburridas noches de fines de semana, una fiesta con Hänsel Mancebo Morffi como anfitrión debía ser algo para no perderse.
Esa noche, la calle frente al salón de fiestas más popular del pueblo, estaba abarrotada de gente. Los que llevaban invitación, y los que buscarían una oportunidad para colarse. Genaro había sugerido a la familia de Hänsel que contratar a un portero sería una idea genial, y él mismo se encargó de traer a un conocido suyo que tenía cara y porte de perro guardián, y no dejaría pasar ni a la mismísima Virgen María si no traía una invitación para la fiesta.
Dido se retorcía las manos con nerviosismo. No le preocupaba la cantidad de gente y la posibilidad de que el buffet no alcanzara. Por Dios, sus padres habían encargado un enorme pastel para ella, y los padres de Hänsel habían mandado a hacer como tres más. Cada familia había encargado un buffet por su cuenta ya que los festejos eran en común. A falta de comida nadie habría de quejarse. Y lo mismo con las bebidas. Desde hacía mucho Genaro había comenzado a almacenar embases de licores, por lo que a las botellas de sidra por mesa que la familia de Hänsel aportó, Genaro sumó menta, crema de viè y vino.
Dido no estaba pensando en la fastuosa decoración del salón que nadie les había permitido ver a ella y a Hänsel. Lo que realmente preocupaba a Dido esa noche, era que tendría que bailar delante de un montón de personas que estarían filmándola con sus teléfonos móviles y la descuartizarían sin piedad si cometía un error. Estaba empezando a hiperventilar. Ay, ya ni siquiera recordaba cómo empezaba la coreografía.
Desde que había aceptado todo lo de la fiesta, Hänsel y ella habían comenzado a ensayar con un instructor de arte amigo de la familia de Hänsel. Era un joven muy alegre, y con mucha paciencia, pero exigente en exceso. Trabajó arduamente con Dido, aún cuando la muchacha le decía constantemente que ella poseía dos pies izquierdos y que no había manera de que pudiera bailar bien. El profesor Chente puso todo su empeño hasta que consiguió que Dido se moviera, si no con toda la gracia de una damisela, sí con la dignidad necesaria para no hacer el ridículo:
_ ¿Listos muchachos?_ preguntó el profesor a la pareja.
Hänsel estaba glamuroso, con un esmoquin del mismo tono aguamarina del vestido de Dido. Al ver el semblante desencajado de la muchacha, Chente se aproximó a ella y le tomó las manos enguantadas de encaje hasta los codos:
_ Respira profundo y exhala... Concéntrate en respirar... Si te pierdes, solo déjate guiar por Hänsel. Él sabe lo que hay que hacer... Ahora vamos, el coche los espera.
_ ¿Coche?_ repitió Dido confundida._ ¿Coche para qué? Creí que íbamos en el carro de Morelia y Kelchie.
_ Diana Dolores,_ empezó a explicar Hänsel tranquilamente._ si vamos a hacer esto, lo haremos con estilo. Llegaremos al salón en una calesa adornada para la ocasión. Nos darán un recorrido por el centro del pueblo, exhibiéndonos claro está y desde allí directo a nuestra fiesta.
Dido lo envolvió en una mirada de odio:
_ ¿Tienes que ser el maldito centro todo el maldito tiempo y de paso arrastrarme contigo a esa vorágine de auto exaltación narcisista?
Chente dio unas palmaditas para captar la atención de ambos:
_ Sé que los dos sienten cierto morbo cuando tienen esa clase de discusión retorcida que parece estimularlos de alguna manera, pero no me gusta que mis espectáculos comiencen tarde, así que, pueden seguir discutiendo siempre y cuando caminen hacia el coche.
Y mientras empujaba a los dos quinceañeros, alentaba a apresurarse a su equipo de doce bailarines, seis chicos y seis chicas más, que lucían radiantes, ellos con unos juegos de pantalón y chaqueta blancos, y ellas con unos vaporosos vestiditos de igual color.
Dido sintió mareos cuando vio el coche estacionado en la calle, lleno de globos, flores y luces coloridas. Anotó en su agenda mental asesinar a Hänsel cuando todo ese infierno ya hubiera pasado.
Chente la ayudó a subir y la acomodó, disponiendo el vestido cuidadosamente para que luciera esplendorosa, como una princesa de cuentos, solo que ella nunca había sido partidaria ni de los cuentos y mucho menos de las princesas, por lo tanto, no se sentía precisamente como una en esos momentos. Hänsel se arrellanó a su lado, todo sereno y dueño de sí mismo.
Aquel paseo fue eterno. El coche recorrió todo el centro del pueblo, con música puesta a todo volumen, haciendo que todos voltearan la cabeza para mirar a la pareja que se exhibía, o al menos el chico lo hacía, saludando y sonriendo a todos, como si fuese alguien de la realeza en medio de un desfile:
_ Tú realmente naciste para resaltar._ le dijo Dido con una mueca.
_ Es nuestra fiesta Diana Dolores, disfrútala._ le aconsejó Hänsel con una sonrisa desvergonzada.
La mayoría de los invitados ya estaba dentro del salón cuando el coche se detuvo en la parada final, pero la calle seguía atestada de jóvenes que trataban de encontrar una forma de colarse en la fiesta. Hänsel descendió primero y ayudó a Dido a bajar. Ya había un fotógrafo y un camarógrafo para perpetuar el momento. Chente, que estaba disponiendo al resto de los bailarines, los organizó para que fueran entrando por parejas, posando ante las cámaras. Hänsel y Dido serían los últimos, y con su entrada en el salón, comenzaría el espectáculo:
_ Creo que voy a vomitar._ musitó Dido apretadamente.
_ No te atrevas._ dijo Hänsel sin dejar de sonreír._ Recuerda lo que dijo Chente, respira profundo y sigue adelante.
_ Es muy fácil para ti que te encanta ser el centro de atención. Pero mi mayor ambición en la vida fue siempre ser invisible en situaciones como esta y hasta que apareciste era buena en lo mío. Esto va a ser un desastre. Dile a Chente que colapsé, que contraje el ébola o cualquier enfermedad altamente contagiosa.
Quiso darse la vuelta pero Hänsel le sujetó la mano con firmeza:
_ Ni sueñes en moverte de donde estás, Dido, o te juro que te estrangularé con ese mismo vestido que traes puesto.
Llegó el temido momento. Con una sonrisa forzada, Dido, de la mano de Hänsel, pasó ante las cámaras y se encaminó hacia un rincón oscuro, cerca de la entrada del salón donde ya se escuchaban los murmullos de los invitados. Una voz en off anunciaba que el espectáculo en honor a los homenajeados iba a dar inicio. Dido miró discretamente a través de las cortinas que la separaban del resto de los presentes. El salón estaba adornado con globos dorados y plateados, y había dos mesas con enormes cakes de varios niveles. Las mesas de los invitados estaban decoradas con manteles de color dorado y plata, y tenían botellas de sidra y copas desechables, además de pequeños adornos con florecillas plateadas. En cada una había un pequeño retrato de la selfie que se habían hecho Hänsel y Dido meses atrás, en la que ella había quedado bizqueando:
_ ¡No puedo creer que hayas impreso esa foto y la hayas reproducido en cada una de las mesas de los invitados!
_ Solo es un detalle gracioso. A la gente le encantó. Dicen que es algo muy original de nuestra parte.
_ Si claro, como no eres tú el que quedó con cara de idiota...
_ Por favor Diana Dolores. Salgo yo en la foto, la gente apenas sí se fijará en ti.
Ella quiso replicar, pero la voz de Taylor Swift inundó el espacio y los bailarines irrumpieron en el escenario en la coreografía de apertura:
♪...But she wears short skirts, I wear t-shirts
She's cheer captain and I'm on the bleachers
Dreaming 'bout the day when you wake up and find
That what you're looking for has been here the whole time...♫
Dido entornó los ojos. Odiaba a Taylor Swift, y esa canción era todo un cliché de estúpido y hormonal amorío adolescente. Pero Hänsel amaba a Taylor Swift, y fantaseaba sexualmente con ella también. Además, la canción era pegajosa y el profesor Chente había conseguido hacer un opening muy interesante para arrancar el espectáculo. Llegado un momento indicado del tema musical y la coreografía, ambos tendrían que hacer su entrada triunfal ante el público. Dido solo rezaba por no desmayarse. Por suerte había podido ponerse un par de zapatos sin tacón, para sentirse más cómoda y segura:
_ Llegó el momento._ le susurró Hänsel al oído.
Dido se estremeció y le apretó mucho la mano:
_ Hänsel... Por favor... No dejes que haga el ridículo.
El muchacho le obsequió una de sus encantadoras sonrisa, le dio un beso en la mejilla, y mirándola fijo a los ojos le dijo con seguridad:
_ Eso jamás.
♪...If you could see that
I'm the one who under stands you
Been here all along, so why can't you see?
You belong with me
You belong with me...♫
Indescriptible. Solo así puede resumirse la ovación que resonó cuando la pareja irrumpió en aquel salón decorado y abarrotado de personas. Dido sabía que realmente todo aquel escándalo era por Hänsel. Ella no conocía a muchísimo más de la mitad de los presentes, y era lógico que el grupo de chicas que estaba en un rincón al fondo, chillando como posesas, no lo hacían por ella.
Y de repente distinguió a su prima Roxy, en la mesa preparada especialmente para la familia. La chiquilla estaba enfurruñada. Sabía que su primita había estado regando comentarios de que ella no sabía bailar y terminaría haciendo el ridículo. Pues bien, Dido se encargaría de hacer quedar mal una vez más a su detestable prima.
Puso todo su empeño en seguir la coreografía al pie de la letra, tratando de que sus movimientos lucieran fluidos y naturales comparados con los de Hänsel y el resto del cuerpo de baile, quienes parecían bailarines profesionales, pero al final de la actuación, cuando Hänsel la inclinó en un elegante cambré, y el público rompió a aplaudir, sintió que no había sido tan mal. Casi podía decirse que se había divertido. Casi.
Luego del opening, venía una sesión de homenajes. Una proyección con música de Yanni, en la que Dido vio un montón de fotografías vergonzosas suyas desde el primer mes de nacida hasta los catorce años, intercaladas con un montón de fotografías adorables de Hänsel que seguían el mismo esquema... ¿Cómo habían podido sacar a la luz esas imágenes y hacerlas públicas? La gente casi se desternilló de la risa con la fotografía de los cinco años de Dido estrujándole la cara a un niño contra el cake, y las exclamaciones de admiración no se hicieron esperar cuando en pantalla apareció una tierna imagen de Hänsel disfrazado de querubín.
Después de aquella exposición, hubiera seguido el rito de las quince velas. Dido le había dicho a Hänsel un sinnúmero de veces que ella no contaba en su vida con quince personas importantes, por lo que al final desistieron de hacer esa parte y saltaron directamente a los momentos especiales con los padres. Hänsel bailó al ritmo del Vals de las Flores de Tchaikovski con su madre. Magnolia estaba emocionada hasta las lágrimas. Luego siguió el turno a Dido, quien bailó un segmento de El Danubio Azul con su padre. Genaro se inclinó en un momento para decirle al oído:
_ Estás bellísima esta noche. Nunca me había sentido tan orgulloso de mi hija. Me has demostrado que eres capaz de hacer y lograr cualquier cosa que te propongas. Eres mi mayor orgullo, Dido.
Se hubiera echado a llorar por aquellas palabras de no haber llegado el momento de la coreografía romántica con Hänsel. Era un segmento de ambos que terminaba dando pie al vals con todo el grupo de bailarines. Hänsel estrechó la mano de Genaro y este le otorgó la de su hija:
_ Respira._ leyó Dido los labios de Hänsel pronunciando la palabra sin decirla en voz alta.
♪...Y es que no logro entender, mi vida sin ti,
Mi mundo se vuelve gris ni no estás,
No puedo pensar, mi mundo sin ti,
Mi cielo vuelve a llorar si no estás, junto a mí...♫
Y fue entonces, durante el transcurso de aquella romántica canción, en que una idea cruzó por la mente de Dido y Hänsel. Ninguno era consciente de lo que pensaba el otro, por lo que era imposible que supiesen que, en aquel momento, ambos caían en la cuenta de lo importante que era el otro para sí, y lo diferentes que serían sus vidas si no se tuvieran. Y en un gesto para nada ensayado, y totalmente inesperado que arrancó una exclamación del público, Dido le echó los brazos al cuello a Hänsel y lo abrazó con fuerza, sin dejar de bailar, mientras que los demás bailarines se iban uniendo a ellos en el escenario. Hänsel, aunque sorprendido, sonrió y también la abrazó:
♪...Bésame en tiempo de vals,
Un, dos, tres...
Un, dos, tres...
Sin parar de bailar.♫
♪Haz que este tiempo de vals
Un, dos, tres...
Un, dos, tres...
No termine jamás...♫
Para cuando terminaron de bailar el Tiempo de Vals de Chayanne, Dido pudo volver a respirar normalmente.
A continuación vino el brindis por los quinceañeros y luego un mago hizo algunos trucos para entretener al público y una joven cantó un par de canciones en honor a los homenajeados. Finalmente la pista quedó libre para bailar y divertirse ampliamente. Dido corrió a ponerse algo más cómodo y regresó a la mesa de su familia. En el trayecto, un joven la llamó con cierta zalamería. Ella lo miró con una mueca:
_ ¿Perdón? ¿Te conozco?
_ No, pero me puedo presentar.
Al ver la petulancia de aquel sujeto, Dido se cruzó de brazos:
_ ¿Qué te hace pensar que tengo curiosidad en saber quién eres?
El tipo sonrió con un cinismo que le recordó a Hänsel:
_ Vamos no te hagas la difícil.
_ Y tú deja de malgastar mi tiempo con esa actitud de súper macho creyendo que voy a caer derretida entre tus brazos. Entérate, idiota, esos trucos no funcionan conmigo.
Y dando la espalda siguió su camino. Rato después varios chicos se acercaron para invitarla a bailar, pero a todos los rechazó. El tercero fue el que peor salió cuando Dido le dijo con enojo:
_ ¿Tengo un cartel en mi cara que diga que quiero que me saquen a bailar?
_ No, pero..._ intentó decir el otro, sorprendido ante aquella actitud.
_ Entonces no pierdas tu tiempo conmigo y búscate a otra. Adiós.
Y siguió bebiendo tranquilamente su copa de crema de viè.
¿Qué le pasaba a la gente esa noche? ¿Acaso pensaban que solo porque ella había salido a bailar unos cuantos pasos ya le habían hecho un lavado de cerebro? Miró a lo largo del salón. Todos estaban divirtiéndose, o parecían hacerlo. En la pista estaban las tías de Hänsel, totalmente desmelenadas. El tío Alexander, el tío Buqui y el tío Enrique estaban retándose a ver cuál de los tres era capaz de mover la cintura hasta el suelo y volver a subir. Su padre y su madre estaban unidos a aquel grupo de adultos con tragos de más que emulaban con los más jovencitos en escandalera y ánimos de bailar. Dido entornó los ojos y añoró no haberse traído un libro para relajarse. Alguien se dejó caer en la silla a su lado, y lanzando un resoplido y sin voltearse, gruñó:
_ Si es otra invitación a bailar juro que esta noche me llevarán presa por homicidio.
_ Oye cálmate. No se supone que una quinceañera sea tan agresiva en su propia fiesta.
Dido se volteó con rapidez hacia Hänsel. Estaba sudado y fatigoso. Dido cayó en la cuenta de que hacía un buen rato que no lo veía:
_ ¿Dónde estabas? Tal parece que estuviste corriendo en un maratón.
_ Resolviendo asuntos._ dijo Hänsel quitándole la copa de crema de viè y dándose un trago.
Dido arrugó la frente. Conocía esa señal:
_ ¿Estabas follando con alguien? ¿En tu propia fiesta?
_ ¿Por qué te sorprende? Además, es una manera de usar el regalo de cumpleaños que me hiciste. Veamos cuánto tiempo me duran.
_ ¡Tú y Joana no tienen vergüenza! ¿Cómo se les ocurre ponerse a tener sexo con todos los invitados presentes?
_ ¿Qué? ¡No fue con Joana!
_ ¿Y con quién lo hiciste entonces?
Hänsel se inclinó y le señaló discretamente a un grupo de chiquillas que estaba sobre el escenario. Una de ellas se estaba acotejando un vestido rojo endemoniadamente corto:
_ Esa ricurita de allí me dijo por lo claro que quería darme un regalo de cumpleaños muy especial. No iba a decirle que no.
_ No sé quién es más depravado, si tú o ella.
_ Y Joana me dijo que esta noche me dará mi obsequio._ añadió Hänsel cruzando los brazos tras la nuca.
_ Como sea. Es tu problema._ gruñó Dido.
_ ¿No te han invitado a bailar?_ le preguntó Hänsel de repente.
_ Demasiadas veces y a todos les he dicho que no. Esta noche bailé por todas las demás noches que vendrán a lo largo de mi vida.
Hänsel se puso de pie y le extendió una mano:
_ Pues entonces cerremos por todo lo alto. Si hoy será la primera y la única noche en la que bailarás, aprovéchala al máximo.
Dido se le quedó mirando, atónita:
_ Hänsel, sabes que odio el reggaetón.
_ Es solo una noche Diana Dolores. Solo una noche. La mejor noche de nuestras vidas.
Misteriosamente, como cada vez que se veía aceptando alguna de las locas propuestas de Hänsel, se dejó arrastrar por él hacia la pista y se vio rodeada de un mar de gente gritando entorno a ellos dos, felicitándolos y ovacionándolos, mientras Hänsel la guiaba y ella se veía de repente riendo y moviéndose torpemente al ritmo de la música.
Años después recordaría aquella noche de un modo muy diferente.
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