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Pánico

«Hänsel se movió medio adormilado sobre la cama y estiró el brazo, intentando acurrucarse contra Dido, pero solo encontró el espacio vacío y frío de las sábanas sobre el colchón. Abrió los ojos y comprobó que, exactamente, Dido no estaba a su lado. Se incorporó y largó un bostezo mientras se restregaba los ojos soñolientos. Y entonces la vio. Dido estaba parada a los pies de la cama, envuelta en una manta, observándolo en silencio:

_ ¿Qué haces levantada?_ le preguntó.

_ No tengo sueño._ contestó ella sin dejar de mirarlo.

Hänsel consultó la hora en su teléfono. Eran las tres y media de la madrugada. Volvió a bostezar y saltó de la cama, en bóxer:

_ ¿Quieres que te prepare algo de comer y nos ponemos a ver una película hasta que te entre sueño de nuevo?

Pero Dido caminó hasta él. Había algo raro en su mirada:

_ No, no quiero comer ni ver ninguna película. Quiero que hagamos algo mejor.

Y con un simple movimiento, la manta se deslizó hasta el suelo, dejando al descubierto el cuerpo de Dido... totalmente desnudo.

Las pupilas de Hänsel se dilataron hasta casi abarcar todo el iris de sus ojos:

_ ¡Dido pero qué...!_ apenas pudo balbucear.

Dido cerró la distancia entre ambos y su mano derecha aprisionó la entrepiernas de Hänsel por encima de la tela del bóxer:

_ Ya no puedo seguir ocultándolo. No puedo seguir engañándome. Me gustas, Hänsel, me gustas mucho. Te deseo y sé que también me deseas a mí.

Hänsel estaba atónito. Tragó en seco, y antes de que pudiera decir cualquier cosa, mientras sus ojos recorrían ansiosos el escultural cuerpazo desnudo de Dido, la chica se arrodilló ante él y tiró de sus calzoncillos, dejándolos a la altura de los tobillos del joven:

_ ¡Dido...!_ casi vociferó.

Pero ella ya había engullido su miembro morcillón. Un disparo de sangre y de inmediato el pene de Hänsel cobró vida, poniéndose duro como una roca, entre los gruesos y voluptuosos labios de Dido, que se deslizaban arriba y abajo, pecaminosamente, por el tallo palpitante y engrosado. El muchacho gemía cada vez que la lengua de Dido acariciaba su glande cabezón y goteante de pre-semen. Tomó entre sus manos la cabeza de la chica y la impulsó con fuerza, follándole la boca, jadeando y sintiendo arder todo su cuerpo. Dido lo observaba, de rodillas en el suelo, mientras continuaba succionándole el miembro, y aquella mezcla de inocencia y hambre felina hicieron que Hänsel se encendiera aún más de lo que ya estaba.

Dido se puso de pie y lo empujó sobre la cama. Se arrastró encima de él y se acomodó, tomando aquella verga enhiesta y húmeda y conduciéndola poco a poco a través de su ya mojada feminidad. Arqueó el cuello y cerró los ojos mientras gemía con ansias al ser totalmente invadida por la polla de Hänsel que, completamente contraído, se aferraba a las caderas de Dido, jadeando y boqueando ante la gloriosa sensación de su falo aprisionado en el apretado interior de Diana Dolores, que comenzó a cabalgar sobre él con la maestría de una experta, chillando y soltando groserías... ¡Wow! En serio Dido tenía que saber lo que estaba haciendo, porque mejor, imposible. Y pensar que solo había tenido sexo una sola vez con Eduardo Antonio, a pesar de que la experiencia en sí no había sido del todo disfrutable...

Un momento...

Nadie se volvía tan bueno en el sexo luego de una sola experiencia. Ni siquiera él. Requirió mucha práctica y ver mucha pornografía para alcanzar el nivel de excelencia que él ostentaba. Por tanto, aquello no podía ser real. Nada de eso estaba sucediendo... ¡Era un sueño..............!»

Hänsel se despertó agitado y con el corazón latiendo a la par de su polla, que apretaba dura contra la tela del bóxer. A su lado, Dido roncaba deliciosamente. Hänsel se apartó de ella con rapidez, temeroso y casi a punto de caer de la cama al aproximarse demasiado al borde.

No podía creer ni entender lo que acababa de ocurrirle, pero era bien simple: había tenido un sueño erótico con Diana Dolores. Un delicioso y excitante sueño erótico.

Inmediatamente, una señal de pánico se encendió en su cerebro.


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