Anuncios, Secretos y Despedidas
Pese a los esfuerzos del gobierno cubano de hacerle creer al mundo que las protestas habían sido suscitadas por un puñado de, lo que ellos definían como siervos indeseables pagados por el imperialismo norteamericano, y que el propio pueblo cubano salió en defensa de la revolución, lo cierto es que los días que siguieron al levantamiento del 11 de julio, estuvieron cargados de tensión y cierta inestabilidad emocional, rayando en la paranoia.
Las calles estaban plagadas de policías y militares, alertas a sofocar cualquier intento de una nueva manifestación. Hasta el momento, se habían efectuado más de una cincuentena de arrestos en el pueblo, de personas que habían participado en la marcha. Hänsel se quedó unos días con Aracely y Dido. Magnolia estaba aterrada con la idea de que pudieran ir a buscarlo a la casa y llevárselo detenido. Hänsel decía que sería mejor así, para de esa forma gritar a los cuatro vientos que vivía en un país donde no había libertad de expresión y el gobierno se cagaba en los derechos humanos, manipulados e interpretados a su conveniencia, y como si de una herida de batalla se tratara, mostraba el verdugón casi curado de su brazo.
Por lo demás, no hubo ningún cambio sustancial. La vida continuó su curso como hasta el momento. Los precios disparados, escasez de alimentos y medicinas e insumos de aseo. Ah si, y los terribles y desagradables apagones.
Hänsel regresó a su casa a la semana. Quince días después apareció una tarde, se dejó caer en la cama de Dido y luego de dejar escapar un suspiro desgarrador, empezó a decir:
_ Tengo algo que decirte.
_ Ay qué drama._ dijo Dido en tono burlón y trató de seguir enfocada en la lectura del libro.
_ En serio, Diana Dolores. Debo decirte algo muy serio.
Dido decidió seguirle la corriente, solo para que hablara de una vez y la dejara seguir leyendo en paz. Pero al mirar a Hänsel a los ojos, percibió algo extraño en ellos:
_ ¿Qué pasa? ¿A quién dejaste embarazada?
Pero Hänsel la tomó de las manos y anunció:
_ Me voy del país.
Dido no supo cómo reaccionar en un inicio. Soltó una risita entre confusa y sarcástica antes de decir:
_ Si, vamos, déjate de juegos y acaba de decirme qué...
_ Ya te lo dije. He decidido que me quiero ir del país.
Dido parpadeó varias veces seguidas:
_ ¿Estás...? ¿Estás hablando en serio?
_ Lo conversé con mi mamá y mi papá, y ellos coincidieron en lo mismo que les dije. En este país no hay futuro para mí. Esta isla se hunde cada día más en la miseria y llegará un momento en que las cosas estarán tan malas que ni el capitalismo podrá salvarla. No me queda de otra, Diana. Me tengo que ir de aquí. Ya no aguanto ver tanta miseria y a esos cabrones que juegan a dirigir este país, gozando de privilegios mientras que el pueblo se muere de hambre y necesidades.
_ ¿Y eso a ti en qué te afecta?_ gritó Dido por fin._ ¡Tú ni pasas hambre, ni te molestan los apagones ni puedes quejarte por privaciones!
_ ¡Ese no es el punto, Dido! ¿A ti no te duele ver a la gente quejándose porque no tienen lo básico que necesita un ser humano para vivir dignamente?
_ Querían comunismo ¿No? Pues que paguen el precio.
_ Incluso mi papá ya está convencido de que en este país, ni con dinero ya se puede vivir. Unos amigos suyos que viven en España lo convencieron de que se fuera para allá, que van a ayudarlo a salir adelante y se establezca. Mi mamá, que era la más reacia a irse, ya aceptó. Mis tías van a poner los fondos para que nos vayamos los tres.
_ Entonces... ¿Se van para España?
_ Mi mamá y mi papá si. Yo decidí que me quiero ir para México, por ahora. Más adelante podré ver si paso a los Estados Unidos o a Canadá. Mi tía Morelia y la tía Kelchie están de acuerdo en recibirme con ellas y ayudarme a abrir paso. Papi ya tiene un comprador para la casa. Todo ha sido así de rápido.
Y chasqueó los dedos. Dido se soltó de sus manos y saltando de la cama se alejó, dándole la espalda, apretando los labios y haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas, sin conseguirlo:
_ ¿Cuándo se van?_ pudo preguntar.
_ Todavía falta tiempo. Hay que esperar que abran los aeropuertos y se pueda salir de este campo de concentración flotante.
Hubo una pausa extensa, incómoda, que ninguno se atrevió a romper en varios minutos, hasta que Dido tomó la palabra:
_ Vaya, por lo visto, este año no podía ser peor de lo que ya ha sido.
_ Oye, mami, papi y yo estuvimos de acuerdo en dejarles un montón de cosas a ti y a tu mamá, y te prometo que vamos a ayudarlas desde donde estemos.
_ ¿Y crees que eso cambia las cosas? ¿Qué las mejora? ¿Crees que eso me consuela o me hace sentir mejor? ¡Hänsel...! Perdí a mi papá hace un par de meses, y ahora te voy a perder a ti también.
_ ¡Ey...! ¡Que yo no me voy a morir! ¡Solo me voy del país!
_ ¿Y? ¿Cuál es la diferencia? Todo el que se va lo hace con la incertidumbre de si volverá a ver a los que deja atrás. No existen garantías, Hänsel.
Se estremeció al sentir los brazos de él rodeándola:
_ Dido, quisiera que todo fuera diferente, pero no hay nada que yo pueda hacer. Mira, si quieres, más adelante, puedo pedirle a ayuda a mi tía para ver si te podemos sacar.
_ Hänsel, yo no me quiero ir de Cuba. Y no es que sea más cubana o patriota que nadie. Sabes que detesto el comunismo, pero yo nací aquí, este es mi país. Mi padre está enterrado aquí, y ni loca me iría dejando a mi mamá detrás.
Se giró hacia él y le tomó el rostro entre las manos:
_ Yo sé que no hay nada para ti aquí. Lo único que te ofrece este gobierno es que te gradúes y después ejerzas tu título trabajando en una escuela como profesor de Educación Física, y que además, se lo agradezcas siempre porque te ofrecieron una educación gratuita completa. Eso no es lo tuyo. Por mucho que me duela, entiendo que quieras irte y prosperar y perseguir un futuro mejor. Pero... ¿Qué garantía tienes de que lo conseguirás?
_ Ninguna, pero tampoco lo sabré si no lo intento.
_ Allá vas a tener que trabajar duro. Y tú eres la persona más holgazana que existe en este mundo.
_ Pues tendré que adaptarme. No me queda de otra.
Dido volvió a abrazarlo:
_ No me imagino la vida sin ti.
Hänsel la estrechó fuertemente entre sus brazos:
_ Yo tampoco.
******************
En los meses siguientes, Dido y Hänsel permanecieron más unidos que nunca. Con la proximidad de la partida del muchacho, hasta el sexo parecía haber perdido interés de parte de Hänsel. Rey se había encargado de todos los trámites, una vez que sus cuñadas enviaron el dinero faltante. Hänsel había vendido su preciada moto, la computadora y todos los implementos del gimnasio. Rey vendió el carro.
La marcha sería en los primeros días del mes de noviembre. Hänsel saldría antes para México y sus padres, al día siguiente, rumbo a España.
Abandonaron su majestuosa residencia cuyos nuevos inquilinos estaban listos y ansiosos por ocupar, y se fueron los días previos a la partida a la casa de Dido y Aracely. Aunque habían vendido muchas de las pertenencias, obsequiaron un montón de electrodomésticos a Aracely. Hänsel regaló su querido e inmenso televisor a su amiga.
La noche antes de salir para La Habana, Dido y Hänsel se acurrucaron en el sofá de la sala, ya que Rey y Magnolia estaban ocupando la recámara de la muchacha. Apenas hablaban, para no verse forzados a tocar el triste tema de la despedida. Preferían estar así, en silencio, embutidos uno en los brazos del otro:
_ ¿En serio no vas a ir con nosotros a despedirnos? Hay un asiento disponible, esperando por ti.
_ Prefiero no hacerlo. Solo pensar que en pocas horas estarás montado en un avión y sin saber cuándo volveremos a vernos, me afecta lo que no eres capaz de imaginar.
Hänsel soltó una risita sarcástica:
_ Hasta que al fin confiesas que no puedes vivir sin mí.
_ No seas cretino, aunque eso sería pedirte algo imposible. Puedo vivir perfectamente sin ti, solo que, digamos que eres como mi período menstrual: Desagradable, imposible de reprimir, pero cuando no me llega, no dejo de preocuparme.
_ Eso es casi un insulto.
Cerró más el abrazo entorno a ella. No quería soltarla. Se sentía extrañamente agradable tener a Dido estrechada contra su pecho:
_ Te prometo que te llamaré todos los días, y te mantendré al tanto de cómo me van las cosas.
_ Más te vale hacerlo._ refunfuñó Dido con un puchero.
_ Tía Kelchie me dijo que ya me tenía empleo en uno de sus almacenes. Es una tienda grandísima, así que eso va a ser llegar a México y ponerme a trabajar enseguida.
_ Alégrate ¿Sabes cuántos cubanos quisieran tener esa suerte?
_ Cuando reciba mi primer salario, lo primero que haré será ponerte una recarga al teléfono.
_ No me hagas promesas.
_ ¿Por qué? Sabes que siempre cumplo mis promesas. Sobre todo si te las hago a ti.
_ Lo único que quiero es que te portes bien y le hagas caso en todo a tu tía y a Kelchie. Ellas te quieren muchísimo y sé que te van a apoyar en todo, siempre y cuando hagas lo que te toca. Recuerda que aquello no es Cuba, desde el momento en que bajes del avión, ya estarás enfrentándote a otra cultura, a otras costumbres.
_ Todavía no me he ido y ya estás sermoneándome. En serio Diana Dolores, ni mi madre me regaña tanto como lo haces tú.
Dido se incorporó, sentándose en el sofá. Hänsel la imitó. Ambos quedaron mirándose por unos segundos, hasta que ella le revolvió los cabellos diciéndole con una sonrisa tristona:
_ En serio te voy a extrañar muchísimo. Nada será igual sin ti a mi lado.
_ Si hubiera otra manera te juro que no me iba a ninguna parte, pero es que...
_ Ya lo sé. Este país no te ofrece nada bueno. Ni a ti ni a nadie.
_ ¿Entonces? Si estás consciente de eso ¿Por qué te empeñas en quedarte en este infierno? Mi tía y Kelchie te quieren mucho, puedo hablar con ellas y te costean la salida y luego se lo vas pagando poco a poco.
_ No Hänsel. Ya me lo has propuesto mil veces, y mil veces te he dicho que no. En primera, no me voy a ir y dejar a mi mamá detrás. En segunda, tu familia me ha dado ya mucho, muchísimo en todos estos años, y algo así, como lo que sugieres, sería el colmo de lo demasiado. Además, todos no podemos irnos de Cuba. Alguien tiene que quedarse y demostrar lo falso y decadente que es el comunismo.
_ Ya ¿Y tienes que ser precisamente tú?
_ Mira, vamos a cambiar de tema. Es tu última noche aquí y no quiero que la pasemos discutiendo por una tontería que, en resumidas cuentas, ninguno de los dos va a resolver por ahora.
Hänsel estuvo de acuerdo, y de repente, chasqueó los dedos en el aire, con un raro brillo en la mirada:
_ ¡Hagamos algo!
_ ¿Qué? Hänsel, tienes que dormir, mañana te tienes que levantar temprano y te espera un largo viaje a La Habana y...
_ Tú no te preocupes por eso. Pero tenemos que hacer esto que se me ocurrió.
_ Casi me da miedo saber qué pudo haberte cruzado por esa cabeza descerebrada que tienes.
_ Vamos a decirnos o confesarnos algo que en todos estos años no nos hayamos dicho.
Dido se movió nerviosa sobre el asiento. Hänsel no se percató de que la muchacha se había puesto un poco pálida de repente, a pesar del oscuro color de su piel:
_ Eso es estúpido, absurdo. Ninguno de los dos guarda secretos, al menos no con el otro. Esa ha sido una de las normas de nuestra amistad.
Pero aquella repentina ocurrencia había desatado un estado de euforia en Hänsel:
_ ¡Anda! Vamos a mirarnos fijo a los ojos y a tener el valor de decirnos algo, lo que sea, cualquier cosa que no hayamos tenido el valor de decirnos en todos estos años. Algo tiene que haber.
Dido se resistió un poco, pero como siempre, al final terminó rindiéndose al capricho de su mejor amigo:
_ ¿Qué se supone que debo decirte?_ preguntó con un mohín, mientras torcía la mirada.
_ No sé. Lo que quieras, lo que te plazca. No tiene que ser relevante, solo, algo que quizás se te pasó decirme, o que tal vez no tuviste el valor de contarme porque era demasiado vergonzoso. Nunca me diste detalles de cómo fue tu primera vez con el degenerado de Eduardo Antonio. Podrías empezar por ahí.
_ Ni lo sueñes, pervertido.
_ ¡Vamos! Yo siempre te he contado todas mis aventuras sexuales.
_ No porque yo te lo haya pedido.
_ Pero bien que disfrutas escuchándolas.
_ Hummm... Son entretenidas. Pero eso no significa que yo vaya a contarte mis intimidades más personales.
_ Es verdad, además, no quiero aburrirme.
Dido lo golpeó en el hombro:
_ Eres insoportable... ¿Te lo han dicho alguna vez?
_ Si, miles de veces, y has sido precisamente tú quien lo ha hecho... ¡Vamos Diana Dolores! Empieza a soltar la lengua ya.
_ Que estupidez._ masculló la muchacha, resopló, se irguió, sentada con las piernas cruzadas frente a Hänsel, carraspeó y comenzó a hablar, mirándolo a los ojos y sosteniéndole ambas manos._ Hänsel Mancebo Morffi... Eres la persona más exasperante, vulgar y arrogante que he conocido en toda mi vida...
_ ¡Eso no se vale! Debes decirme algo distinto y todo eso me lo has dicho siempre, desde que nos conocimos.
_ ¿Puedes dejarme terminar? Cierra la boca...
Hänsel obedeció. Dido tomó una bocanada de aire y prosiguió:
_ Como te decía, eres exasperante, vulgar, arrogante, malcriado, infiel, lujurioso... Pero a pesar de todo eso, y aparte de mis padres, eres la única persona a la que confiaría mi vida con los ojos cerrados... A pesar de tu incapacidad para serle fiel a tus parejas, siempre eres sincero con ellas, les dices de antemano lo que pueden o no esperar de ti. Eso es casi una cortesía de tu parte. Eres infinitamente generoso, aún cuando sabes que la gente se te acerca con un marcado interés, tratando de aprovecharse de ti... Aún cuando no acabo de entender cómo es que acabamos siendo amigos, tengo que decirte que eres de las poquísimas, muy escasas y prácticamente inexistentes, personas a las que quiero y valoro, y cuya existencia agradezco en mi vida. Y te confieso que va a ser duro para mí el que ya no estés a mi lado. Siempre digo que me sacas de quicio y que no te soporto. Pero la verdad es que mi día realmente empieza cuando llegas gritando mi nombre completo, la única persona a la que he permitido llamarme por mi verdadero nombre, y que no me molesta que lo haga.
Se mordió el labio inferior por un segundo, sin dejar de mirarlo:
_ Aunque haya gente que lo ponga en duda, eres hermoso no solo por fuera, sino también en tu interior, a pesar de tus muchísimas imperfecciones. Y eres, y eso es bastante raro de decir, la única persona cuyo criterio sobre mí realmente me interesa. Eso es algo que nunca me ha pasado con nadie. Siempre me ha importado muy poco la opinión que pueda tener el resto del mundo sobre mí. Sin embargo, me preocupa lo que tú puedas a llegar a pensar o creer sobre mi persona. Sé que el mundo no se detendrá porque te marches a vivir a otro país, y la vida seguirá su curso inalterable. Pero mi mundo, mi vida, ya no serán los mismos sin ti. Te quiero mucho, Hänsel Mancebo Morffi, y no tienes idea de lo muchísimo que te voy a extrañar.
Hubo un momento de silencio, roto en el instante en que Hänsel abrió la boca para decir:
_ Wow... Diana, en serio eso es lo más lindo que alguna vez me haya dicho alguien. No tenía ni idea de que fuera tan importante y especial para ti.
Ella se ruborizó y esquivó sus ojos:
_ Ya, ya... ahora no vayas a vanagloriarte..._ se escurrió un par de lágrimas y dijo de inmediato._ Bueno, ahora te toca.
Hänsel simuló un bostezo y se estiró:
_ Creo que me ha entrado sueño. Mejor nos dormimos ya. Recuerda que mañana debo madrugar y...
Pero Dido le asestó un pellizco que le hizo brincar y chillar:
_ ¡Oye...! ¡Eso duele!
_ Sueño mis ovarios... ¡Habla...!
_ ¿Cómo quieres que supere todas esas cosas tan lindas que acabas de decirme? ¡No es justo!
Ella le apuntó con un dedo, amenazante:
_ Más te vale empezar a hablar, Hänsel Mancebo Morffi, si no quieres viajar a La Habana y que te suban al avión, hecho pedacitos.
Hizo ademán de golpearlo, pero él, riendo y escudándose con las manos, dijo:
_ Ya voy... No te pongas medieval.
Carraspeó, sin dejar de sonreír. Se frotó el brazo donde había recibido el pellizco:
_ Me dolió ¿Oíste? Ojalá y no me hayas dejado una marca.
_ Ay, ay, ay... Que delicadito. Empieza a hablar de una vez antes de que te empareje el otro brazo.
Hänsel suspiró. Le tomó las manos a la muchacha y la miró fijo a los ojos:
_ Diana Dolores Orrelys Ramos...
_ Así me llamo, lamentablemente.
_ ¿Sabes qué fue lo primero que pensé la primera vez que te vi?
_ Ilústrame.
_ Pues me dije que eras la niña más aburrida, pedante y sangrona que había conocido hasta ese entonces.
_ ¿En serio?
_ Si. Ah, y fea. También creí que eras fea.
_ Eso no es verdad. Recuerdo perfectamente que en nuestra primera discusión me dijiste que te parecía bonitilla. Tus palabras fueron exactamente..._ y a continuación intentó remedar la voz y la actitud arrogante de Hänsel en aquella época._ Eres... bonitilla... no gran cosa. Deberías emplear más tiempo en arreglarte mejor. Claro, qué se puede esperar de alguien que prefiere la compañía de un libro al roce humano.
Saliendo de su repentino asombro inicial, Hänsel chilló:
_ ¿Cómo es que puedes recordar todo eso después de tanto tiempo?
_ Talento y memoria de elefante._ se jactó Dido con un gesto horondo.
Hänsel sacudió la cabeza y continuó:
_ En fin... Pero inmediatamente creí que eras la persona más inteligente y sincera que había conocido hasta ese momento, y eso me llamó la atención, y de alguna forma, me cautivaste.
_ ¡Ay, qué lindo!
Sus dedos rozaron suavemente la piel de las manos de la muchacha. Sus ojos se apartaron, posándose en el tapizado del sofá:
_ Dido, yo... Tú... eres la persona más especial que he conocido. Eres segura de ti misma, súper inteligente, organizada... Eres el único ser humano capaz de aconsejarme y lograr que yo le escuche. En serio, ni siquiera mis padres tienen tanta influencia sobre mí. Eres la única mujer, aparte de mi madre, que siempre ha estado a mi lado y a la que no he querido apartar. Porque cuando no estás a mi lado, siento que algo me falta, y echo de menos tu sonrisa, la forma en que me miras y me haces preguntarme qué metedura de pata habré hecho, o la manera en que me peleas. Y cuando no tengo nada de eso en mi día, es como si estuviera incompleto, porque Dido, tú... tú eres...
_ ¿Qué hacen despiertos todavía a esta hora?
La tempestuosa interrupción de Aracely al entrar en el salón y prender la luz, hizo que ambos jóvenes, cuyos rostros se habían ido aproximando lentamente hasta casi rozar sus labios, se apartaran uno del otro con rapidez:
_ Hänsel, mañana tienes que madrugar. Dido, ven a dormir esta noche conmigo y deja a Hänsel que descanse solo en el sofá. Sabes que es una odisea el tener que levantarlo en las mañanas.
Dido quiso obedecer pero Hänsel la detuvo sosteniéndole una mano:
_ No. Déjala que se quede conmigo. Prometemos que ya nos vamos a dormir.
Aracely los miró con desconfianza, pero largando un suspiro fue hasta la cocina y regresó al cabo de unos minutos con un vaso de agua:
_ A dormir, los dos._ advirtió con una sonrisita enigmática y volvió a dejar el salón a escuras antes de volver a su habitación.
Dispuestos a obedecer, Dido y Hänsel volvieron a recostarse en el sofá, muy pegados uno al otro, en cucharita. Hänsel se puso uno de los audífonos conectado a su teléfono móvil, y para su sorpresa, Dido tomó la otra extensión del cable y se la puso a sí misma. Abrazados, cerraron los ojos y se dejaron arrullar por la voz de Miley Cyrus cantando:
♪...Everybody needs inspiration,
Everybody needs a song.
A beautiful melody,
When the night's so long.
'Cause there is no guarantee,
That this life is easy...♫
Sumergidos en la suave y dulce melodía de la canción, dejaron escapar sus mentes hacia el pasado, rememorando los inicios de su amistad, y todo lo que habían compartido juntos a lo largo de tantos años.
Por un momento, Hänsel estuvo tentado a voltear a Dido y tras mirarla a los ojos un instante, besarla en los labios hasta cortarle la respiración, acariciando cada pulgada de su cálido cuerpo, ofreciéndole el placer que ningún otro hombre había sabido brindarle.
Dido no podía conciliar el sueño, sintiendo la respiración ardiente de Hänsel sobre su nuca. Deseó sentir sus labios sobre su piel, el contacto directo de su boca en la suya, el peso de su cuerpo vigoroso aplastando el suyo y poseyéndolo como algo propio.
Pero ambos reprimieron aquellos deseos y trataron de apartarlos de sus mentes.
♪...Yeah, when my worlds falling apart and there's no
Light to break up the dark that's when I.
I... I look at you...♫
♪...When the waves are flooding the shore and i can't,
Find my way home anymore that's when I.
I... I look at you.
When I look at you...♫
******************
A la mañana siguiente, el auto que Rey había rentado para que los transportara hasta La Habana se parqueó frente a la casa de Aracely y Dido. Fue necesario que Rey se impusiera para que los jóvenes rompieran el abrazo en el que estaban fuertemente estrechados:
_ Te prometo que te llamaré y te escribiré todos los días._ le repitió Hänsel con lágrimas en los ojos.
_ Más te vale.
_ Vamos, vamos que el chofer está impaciente._ apremió Rey.
_ Gracias por todo, Aracely._ dijo Magnolia abrazando a otra mujer._ Y en cuanto nos hayamos instalado en España, te prometo que ayuda económica no les va a faltar a la niña y a ti.
Dido abrazó a los padres de su mejor amigo, y luego volvió a fundirse entre los brazos de Hänsel, hasta que el muchacho, ante la insistencia de su padre, subió al vehículo, presuroso y escurriéndose el llanto del rostro:
_ Te dejé un regalo en la pantalla de tu laptop._ le dijo Hänsel sacando la cabeza por la ventanilla del auto cuando ya se alejaba._ ¡Te llamaré nada más lleguemos a La Habana y antes de subir al avión!
En cuanto el auto se perdió en la lejanía, Dido entró a la casa, sin decir una sola palabra y evitando incluso el abrazo que quiso darle su madre. Se dirigió a su habitación, llevando consigo la manta con la que ella y Hänsel se habían cubierto en las últimas noches en que habían dormido juntos en el sofá. Quería respirar el olor de él adherido a la tela, sentir algo del calor que aún conservara de su cuerpo, antes de que finalmente se extinguiera.
Envuelta en la manta, se sentó en medio de la cama, con la laptop encendida sobre sus piernas cruzadas. Había una carpeta en la pantalla con la inscripción PARA DIANA DOLORES. A pesar de la tristeza que la colmaba, no pudo evitar sonreírse. Aparte de un documento de texto que leyó de inmediato, dentro de la carpeta encontró cerca de mil temas musicales de artistas pop latinos:
Diana Dolores:
Aquí te dejo esta lista de reproducción. Si, ya sé que no es Yanni, ni Vangelis, ni Mozart, ni todos esos tipos que hacen o hicieron esa música aburrida que te gusta escuchar. También sé que no es tu estilo y que odias la música romántica por considerarla cursi y banal, pero aún así te dejo mis temas musicales favoritos, así, cada vez que escuches una de estas canciones, me recordarás. Imagino lo que debes estar pensando o diciendo ahora mismo, que no necesitas una ridícula cancioncita para recordarme, pero ese no es el punto. La cuestión es que tengas algo mío, algo que no son todos los libros ni el televisor que te he regalado. No se trata de lo material. Quiero que tengas algo mucho más especial que solo simples cosas materiales que se rompen o se pierden con el tiempo. Y en esos raros momentos, cuando decidas oír estas canciones, puede que yo también las esté escuchando.
TKM.
Un beso grande y un abrazo aún mayor
Hänsel
Apretó los labios, queriendo contener los deseos de llorar, pero fue imposible. Activó una de las pistas musicales:
♪...Sola, recordando, mientras los segundos van pasando
No sé cómo te podré olvidar.
Cae la lluvia en la ventana dibujando tu mirada
Un instante es una eternidad...♫
No entendía por qué aquella canción tan simple ejercía tal poder devastador sobre ella, pero la realidad era cierta y evidente: Hänsel se había marchado. Ya no estaría más en su vida como antes, y a pesar del intercambio de confidencias que habían hecho la noche anterior, estaba consciente de que había algo que no se había atrevido a revelarle. Prefirió callar, guardándose el mayor secreto de toda su vida. La única verdad que jamás se había atrevido a revelarle a nadie, salvo a sí misma, aunque siempre tratando de convencerse de que no era cierto.
La desgarrada y melancólica voz de Belinda la hizo romper a llorar con mayor sentimiento. Aracely entró en la habitación, se acomodó en la cama junto a su hija y la acunó contra su pecho:
_ Se fue, mami. Hänsel se fue.
_ Lo sé, mi amor. Lo sé.
_ Y no pude decirle algo muy importante. No tuve el valor de decirle que yo..._ guardó silencio, sin tener el valor de repetir ante su madre las palabras que revelarían el mayor secreto de su corazón.
_ También lo sé._ le susurró Aracely depositando un tierno beso en la frente de su hija, cuyos sollozos se hicieron aún más fuertes.
******************
Nada conseguía que Hänsel se sintiera mejor. Ni la comodidad del vehículo en que viajaba, ni escuchar sus canciones pop favoritas, ni el paisaje que, a través de la ventanilla, observaba deslizarse velozmente ante sus ojos. Su padre roncaba tranquilamente, con la cabeza descocotada sobre el respaldo del asiento. Siempre lo mismo. Se había tomado una píldora para contrarrestar los mareos y náuseas que le provocaba viajar en un vehículo que no manejaba, y no había tardado nada en quedarse dormido. Su madre estaba sentada entre ambos, imbuida en algún tonto juego de los que tenía en el teléfono.
Con los audífonos en los oídos, recostó la cabeza al hombro de su madre. Siempre creyó que, el día que se fuera a marchar de Cuba, lo haría con una sonrisa radiante, sin ningún tipo de dolor, sabiendo que no dejaba atrás nada ni nadie por lo que valiera la pena lamentarse. Pero ahora, estando a punto de hacer realidad el sueño que miles de cubanos albergaban ver hecho realidad; marcharse de Cuba en busca de un mejor porvenir, Hänsel tenía deseos de ordenar al chofer que diera vuelta atrás y lo llevara de regreso al punto de partida, y una vez allí, correr hacia Dido, abrazarla y no volver a soltarla nunca más.
En la noche, durante el juego que le propuso compartir entre ellos algo más que jamás hubiese sido de conocimiento del otro, hubo un momento en que estuvo a punto de decirle algo totalmente descabellado. Un sinsentido que no tenía ni idea de dónde había surgido, o qué lo motivaba. Pero ahora, sentado en aquel auto en movimiento, a varios kilómetros lejos de Dido y de toda la vida que había conocido, se arrepentía de no haber hablado.
Se acurrucó aún más contra su madre, y ella, sorprendida, se le quedó mirando unos segundos, sin alcanzar a comprender aquel comportamiento. Hänsel nunca había sido el hijo más cariñoso ni dado a las muestras excesivas de afecto, siempre y cuando estas no tuvieran que ver con una sola persona a la que era realmente afín:
_ ¿Te sientes mal, nené?_ le preguntó, sabiendo de antemano la causa de aquella actitud decaída. Hänsel se limitó a mover negativamente la cabeza.
_ ¿Ya la extrañas? ¿A Dido?
El muchacho apretó los labios y se abrazó más a su madre. Estaba demasiado triste como para preocuparse de que su mamá hubiera acertado en la razón de su angustia... ¿Qué más daba? Si, estaba devastado, y todo era por la única razón de que no sabía cuándo volvería a ver a Diana Dolores otra vez.
El auto continuó avanzando por la carretera, mientras que Hänsel intentaba disimular y ocultar sus lágrimas al mismo tiempo que la voz de Belinda cantaba en su oído:
♪...Y no sé si volverás,
Para amarme y esperar.
Sin pedirme nada más, si pudiera ser verdad.
Ya no habría oscuridad, solo luz sin gravedad.
Si pudiera ser verdad...
Ya no habría oscuridad...♫
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