Capítulo 8: Señores Wertheirmer.
La Mansión Wertheirmer es más que un hogar agradable para que Weston Jr. y Gen puedan crecer. Es el paraíso en el que cualquiera desearía vivir, incluyéndome, por lo que todavía no puedo creer que vaya a hacerlo mientras desdoblo mi ropa y la guardo en el armario. Mi auto todavía sigue en el taller mecánico, así que tras una rápida reunión con Weston en su despacho para firmar mi contrato de niñera, el cual es de un año, Steven me llevó a buscar mi ropa y el resto de las pertenencias que iba a necesitar. Nunca se sabe lo que pueda llegar a ocurrir, por lo que no tengo pensado dejar de pagar mi alquiler, aunque significaría un buen ahorro.
Sé que será difícil no apegarme a la bonita habitación en la que estoy, pero no puedo arriesgarme a no tener un sitio seguro al cual volver. Las paredes de mi cuarto son completamente blancas, a excepción de la que está tras el cabezal de la cama con postes, la cual es de un papel tapiz gris con detalles florales en plata. El piso es de madera clara y hay muchos detalles en gris, plateado o de cristal, como la lámpara colgando del techo o las perillas de las peinadoras, que me hacen preguntarme si Ibor y Weston decoraron esto ya que tiene un débil toque femenino. Probablemente, contrataron un diseñador de interiores con muy buen gusto.
—¿Sofía? —pregunta una voz del otro lado de la puerta, a lo que hago una pausa de doblar ropa.
—¿Ibor? —susurro antes de abrir, pero mis mejillas se sonrojan al recordar que es mi jefe—. Lo siento, Señor Wertheirmer —pronuncio mientras salgo al pasillo, a lo que lo descubro dentro de shorts deportivos, sin camiseta, y con sudor corriendo por su sonrojada piel.
Sus mejillas están rojas y las mías también mientras evito ver otra parte de su cuerpo que no sea su cara. Supongo que estaba entrenando. Ya que es un deportista debe hacerlo constantemente, por lo que la mansión tiene un gimnasio bien equipado para que pueda hacerlo en casa. Tanto Weston como él son más altos que yo, pero Ibor debe estar cercano a los dos metros y debo alzar la cabeza para verlo directamente a los ojos. Yo mido uno setenta y cuatro y Weston se encuentra en un punto intermedio entre los dos, quizás uno noventa. Siendo una chica alta es agradable la sensación de que ellos también lo sean, puesto que entenderán cómo está la temperatura allá arriba. Sacudo la cabeza, riendo ante uno de los chistes que Lilah pretendía que contara en la fiesta de Gen, lo que hace que las cejas casi blancas de Ibor se unan.
—¿Tengo algo en el rostro? —pregunta y niego, a lo que sus hombros se relajan antes de que una sonrisa tierna adorne sus labios—. Weston Jr. a veces pinta mi rostro con marcador mientras duermo. No me doy cuenta hasta que alguien además de ellos tres me lo dice —explica, a lo que mis labios se curvan—. Ya que los chicos no regresarán de sus clases hasta el mediodía y Weston no lo hará hasta la noche, me pregunto si te gustaría que te diera un recorrido por la casa.
—Claro que sí.
Dicho esto me doy la vuelta para cerrar la puerta de mi habitación y me apresuro a seguirlo a través del pasillo. No solamente es alto, sino también ancho, y eso debe ser un punto a favor para la posición que juega en los Cowboys.
Defensa.
Aunque me cuesta imaginar a Ibor siendo violento, en el campo lo es y es el mejor en lo que hace.
—En la parte de la casa en la que estás se encuentran las habitaciones de Gen y W. Están cerca de ti para que se te haga más fácil acudir a ellos en el dado caso de que lo necesites. La habitación con un balón y manchas de barro en la madera pertenece es de W. La rosada es la de Gen. Las abre brevemente para que pueda verlas. Luego seguimos por el pasillo hacia una especie de balcón en el aire que conecta un extremo del segundo piso con otro. Por debajo de nosotros somos capaces de ver la entrada y el salón principal, además del acceso al jardín, y me alegra darme cuenta de que las barandillas son lo suficientemente seguras para los niños. También hay una reja al estilo corral en la parte superior de la escalera que debe impedir que Weston Jr. baje solo.
Seguros sobre los conectores de electricidad.
Almohadillas en las esquinas.
La manera en la que cuidan de sus hijos enternece mi corazón y a la vez me llena de un sentimiento feroz, puesto que no puedo creer cómo alguien podría dudar de sus capacidades. Cómo alguien podría creer que no son capaces de proveer un sitio feliz y seguro para su familia.
—¿Sofía? —llama Ibor cuando me detengo a mitad del pasillo, ya que mis ojos están puestos en los diplomas de Weston en las paredes, así como también en el de preescolar de Gen, pero no veo ninguno universitario de Ibor.
—¿Pensé que Weston y tú se habían conocido en la universidad?
Ibor asiente, acercándose.
—Así es, pero él la terminó. Yo no. Weston es mayor que yo y se graduó primero.
—¿Por qué no te graduaste?
—Fue una época oscura para nosotros. No teníamos dinero. El padre de Weston es hombre rico de Nueva York que dejó de apoyarlo cuando su sexualidad se salió de sus parámetros y teníamos muchas cuentas por pagar. Trabajábamos sin parar, pero nada parecía ser suficiente para cubrir nuestros gastos y, en especial, la vida lujosa a la que West estaba acostumbrado —cuenta—. El motivo por el que no me gradué es porque recibí una propuesta de la NFL antes. Necesitábamos dinero y pertenecer a los Cowboys era mi sueño, así que acepté y Weston inició su bufete con el dinero que recibí. —Una lenta sonrisa se adueña de sus labios—. En menos de un mes tenía mi inversión de regreso. En dos el doble. Cuando vieron su talento, mis compañeros de equipo empezaron a invertir su dinero con él también. En un año se convirtió en uno de los hombres más ricos de Dallas y supongo que yo también.
Esto último lo dice con el ceño fruncido, como si aún no se acostumbrara a la idea.
—¿No te arrepientes de no haber terminado la universidad? —pregunto y niega.
—No me arrepiento de ninguna decisión que haya tomado que me haya llevado al momento en el que estoy ahora. Además, algún día me retiraré del fútbol y obtener un diploma será una de las cosas que haga para darle sentido a mi vida.
Sonrío, ya del otro lado de la segunda planta.
—¿Qué estudiabas?
—Fisioterapia —responde, mirándome fijamente—. Si alguna vez lo necesitas, sé dar buenos masajes.
Enrojezco, sin saber qué responder a ello, porque dudo que alguna vez tenga la osadía de pedirle a mi jefe un masaje, incluso si este se ofrece.
—¿Esta es su habitación? —pregunto, cambiando de tema, y asiente.
Empuja la puerta hacia atrás para que la vea. A diferencia del resto de la casa, es negra. Todo en su interior es negro, desde las sábanas a los muebles, y grita testosterona. Una enorme pantalla se encuentra frente a la cama, pero lo que más llama mi atención es el balcón que da con el jardín trasero y los dos monitores sobre una de las mesas de noche.
—La oficina de Weston está en el primer nivel, al igual que el gimnasio y el salón de juegos de los chicos, que es el sitio en el que pasarás la mayoría del tiempo con ellos. El ático es una habitación en construcción. El sótano ya lo conoces. Las demás son habitaciones de huéspedes. Steven vive en la casa de la piscina, por si llegas a necesitar algo y ni Weston ni yo estamos disponibles. Él es quien está a cargo luego de nosotros.
Afirmo, retrocediendo cuando la cierra.
—Toda tu casa es hermosa —susurro mientras nos dirigimos hacia las escaleras para bajar al primer nivel, a lo que afirma.
—Tenemos una amiga que se dedica a diseñar y decorar casas. Ella se tomó personal la tarea de hacer un espacio en el mundo para nosotros, pero eso no es solo visual. El odio no está permitido en mi casa. —Su voz se vuelve letal—. Los chicos tienen acceso a internet, en especial Gen, pero la red wifi de la casa tiene un filtro para impedir que cualquier energía negativa los afecte o a nosotros. Una vez entras aquí, los comentario no favorables desaparecen de redes.
Demostrándomelo, toma una de las tablets del salón de juegos de los chicos, a dónde nos dirigimos, y abre Twitter. Coloca en el buscador de la app Adopción Homoparental y me enseña los resultados, los cuales consisten en opiniones positivas o negativas dadas con el suficiente nivel de respeto como para no herir los sentimientos de quien las lea.
Busca Marica y no sale absolutamente nada.
Puta, nada.
Muérete, nada.
Mil palabras dañinas más y nada.
Lo miro, maravillada, pero a la vez intrigada.
—¿Qué sucederá cuando salgan de casa y no tengan el filtro?
Los comentarios negativos y destructivos son eso, negativos y destructivos, pero quizás estar al tanto de ellos bajo su mismo techo los hará estar preparados para cuando los escuchen fuera.
—En el caso de los chicos el filtro está tanto dentro como fuera.
—¿Y cuándo no sea en internet? ¿Qué pasará cuando les toque lidiar con ello en la vida real?
La mandíbula de Ibor se aprieta.
—Gen es consciente de lo cruel que pueden llegar a ser las personas. Su psicóloga trabaja arduamente para prepararla para lidiar con todo lo que le puedan decir en la calle sobre nosotros. Llegado el momento podrá enfrentarse a ellos sin ningún filtro, pero mientras lo hace y mientras pueda protegerlos de eso lo haré. —Me mira—. Esos comentarios no deberían existir en primer lugar. Ellos no deberían ser víctimas de eso en primer lugar. No estoy de acuerdo con el hecho de que normalicemos el odio. Entiendo tu punto de vista, pero me niego a preparar a mis hijos para que sean lastimados. Prefiero hacerlo para que convivan con el hecho de que hay muchas personas que están en lo incorrecto, pero que hay cabida para la madurez y el perdón.
Agacho la mirada.
Estoy de acuerdo con él, pero, aun así, no puedo evitar temer por Weston Jr. y por Genevieve. Tras procesar todo lo que será mi vida aquí y echarle un vistazo al sitio en el que estamos, el cual está lleno de juguetes, libros y materiales de todo tipo para hacer feliz a un niño con la decoración de un campo de fútbol en una pared y la de un castillo de princesa en otra, el cual sobresale en 3D con un tobogán con la forma de un dragón que lo custodia, enfoco mis ojos de nuevo en los suyos.
—Me encantará trabajar aquí.
*****
Weston Jr regresa primero que Gen del pre-kindergarten. Ambos asisten a una escuela privada en Dallas aún más exclusiva que en la que solía trabajar, pero el horario de W es hasta el mediodía. Su uniforme consiste en un pantalón y una camisa de algodón negra con un aburrido delantal azul que se quita, dejándolo en el suelo, al llegar a casa con Steven. El almuerzo está listo, por lo que su padre le grita que se acerque a la mesa, ya duchado y dentro de otro par de shorts deportivos limpios y una camiseta, pero Weston no le hace caso. Después de recoger el delantal lo contemplo correr directamente hacia el jardín trasero para jugar con una espada de plástico que golpea varias veces contra la superficie de un tronco, con el cual discute. Al acercarme tras doblar la tela me doy cuenta de que le exige que le diga dónde está la princesa.
—¿Quién es la princesa? —pregunto y se tensa antes de girarse hacia mí, apuntándome—. ¿Yo?
Niega, dirigiendo su espada un poco más alto, a la habitación de Gen.
—Genevieve —indica antes de seguir golpeando el árbol, al cual ya no le queda casi nada de corteza dónde lo estrella, por lo que me arrodillo frente a él y le dedico una sonrisa.
—¿Qué tal si en lugar de golpear al árbol, me atrapas a mí? Si lo haces te diré dónde está Gen.
Weston entrecierra los ojos, su cabello rubio luciendo como oro bajo los rayos del sol, y asiente antes de soltar su espada y extenderse hacia mí para tomarme, pero corro velozmente hacia el interior de la casa y por el primer piso por al menos diez minutos. En algunas ocasiones me canso y Weston casi me atrapa riéndose y saltando y retorciéndose de forma dulce, pero logro llegar a la mesa y unos segundos luego su pequeño cuerpo se estrella contra mis piernas, lo que contempla Ibor antes de levantarse y acercarse para tomarlo, probablemente para sentarlo en su sitio.
Niego hacia él y se detiene.
—Pausa —susurro, sin aliento—. El dragón está cansado y necesita energía para seguir jugando, ¿el príncipe no? —Me arrodillo frente a él, escuchando su estómago mientras le hago cosquillas a los costados, y Weston Jr. ríe e intenta alejarme. Lo miro fijamente después, peinando su cabello dorado hacia atrás—. El príncipe tiene hambre. Podemos seguir jugando después.
—¿Y Genevieve? —pregunta y sonrío, mirando hacia el reloj, ya que a pesar de todo el alboroto no se ha olvidado de su hermana.
—Estará aquí en un par de horas, pero mientras tanto podemos seguir jugando y haciendo muchas cosas increíbles.
Afirma, emocionado, y extiende sus brazos hacia arriba para que lo ayude a subir a su silla, a dónde lo siento con un poco de esfuerzo, ya que estoy segura de que heredó la contextura de Ibor y será un chico igual de grande que su padre un día. Unos segundos después, una mujer del servicio, quien sonríe amablemente hacia mí, le sirve en un plato de niños una comida con aspecto demasiado saludable y delicioso que Weston contempla con infelicidad, pero se lleva a la boca.
—Gracias —susurro hacia ella cuando me sirve una versión para adultos de lo mismo.
—De nada, Señorita García. Que tenga buen provecho.
Una vez se va y nos deja a solas, Ibor asiente hacia mí en agradecimiento y continúa con su comida mientras ve las noticias en su celular. Alza la vista, sin embargo, cuando Weston empieza a reír mientras sumerge sus piezas de pollo en el puré como yo lo hago, sus manos llenándose de comida mientras deja la cuchara de lado. Comer no tiene por qué ser aburrido y obligatorio, mucho menos traumático, por lo que pinta un bigote sobre sus labios antes de relamerlo con la lengua.
Imitándome.
—¿Qué edad tienes, Sofía? —pregunta Ibor, humor en sus ojos azules, y sonrío hacia él antes de concentrarme de nuevo en su hijo.
—Mentalmente cinco, emocionalmente tres, físicamente dieciocho y legalmente veintitrés, Señor.
Ibor ríe mientras deja su teléfono de lado y se une a nosotros, un bigote de puré por encima de sus labios que luego lame, haciendo reír a su hijo, pero no a mí.
—Creo que tenemos edades similares.
Mi garganta se cierra.
—También lo creo, Señor.
******
Para decepción de Weston Jr., Genevieve solo pasó por casa durante unos minutos para cambiarse e ir a su clase de baile en compañía de Steven. Ibor se tomó el día de sus entrenamientos con el equipo para observar mi interacción con Weston Jr. Se mantuvo cerca todo el tiempo, pero no intervino a menos que su hijo y yo le dirigiéramos la palabra, dándonos nuestro espacio para establecer un vínculo. Cuando llega Gen la ayudo con su tarea, puesto que ya está en primaria, y Weston Jr. toma la siesta en una bolsa de dormir junto a nosotros, viéndose exhausto. A pesar de que Genevieve suele ser distante, escucha con atención todo lo que le digo relacionado con las matemáticas, sumas y restas, y capta mucho con rapidez. A diferencia de lo que usualmente pasa, es buena restando, no sumando, pero le prometo que trabajaremos en ello.
Weston padre llega para la cena, después de que envío a Gen a darse una ducha, pero no me uno a la familia para la comida porque no quiero sentir que invado su tiempo juntos y mi horario de trabajo, a menos que me pidan lo contrario, lo que significaría horas extras, termina a las seis. Debido a ello, pido comer en mi habitación y Caroline, el ama de llaves, me trae la cena.
—Ya era hora de que hubiera más presencia femenina en esta casa. Será un placer ayudarla en todo lo que necesite, Señorita Sofía —dice antes de irse, lo que le agradezco mientras dejo de buscar una maestría en línea de pedagogía infantil.
Me alegra haber encontrado muchas opciones en línea que puedo completar sin necesidad de salir de mi nuevo hogar, puesto que ya llevo un día con los niños Wertheirmer y no quiero que nada me impida hacer un buen trabajo mientras esté con ellos. El mejor de toda mi carrera, si es posible. No le he dado mi primer bocado a mi comida cuando la puerta se abre y mis ojos se detienen en un par verde, algo enojados, como siempre.
—¿Sofía? —A pesar del cansancio que delata su rostro, la voz de Weston se mantiene igual de intimidante y fuerte. Debe recordar las palabras de Ibor, puesto que cuando vuelve a hablar su tono de voz es más suave—. Todos allá abajo se están preguntando por qué no nos estás acompañando y piensan que es mi culpa, ¿podrías decirme por qué estás enojada para que podamos solucionarlo?
Niego, sin comprender nada.
—No estoy enojada con usted, Señor Wertheirmer. Solo no quiero invadir su tiempo familiar.
Frunce el ceño, entrando en mi habitación.
—Antes me decías Weston, ¿por qué ya no?
Niego.
—Ahora es mi jefe. No sería correcto de mi parte.
Se detiene frente a mí y ya que estoy sentada en mi silla frente al escritorio con mi computadora y mi cena, por lo que debo alzar la vista para verlo fijamente.
—Es la primera vez que le digo esto a un empleado, pero no tienes por qué llamarme Señor Wertheirmer, ni a Ibor. No cuando por un año serás parte de nuestra familia y puede que luego también. —Supongo que se refiere a renovar el contrato, lo que estaría bien porque podría acostumbrarme a los veinte mil dólares al mes y a poder continuar con mis estudios mientras trabajo. Ya veremos—. ¿Qué estás buscando?
Sus ojos se entrecierran hacia mi computadora.
—Quiero hacer una maestría en pedagogía infantil —respondo, lo que hace que sus hombros se relajen porque quizás pensó que estaba reconsiderando el trabajo de cuidar a sus hijos y regresar a la universidad. Abandonarlos, pero nunca haría eso, en especial sabiendo lo traumático que eso es para un niño—. Busco cursos online. Tengo pensado iniciar con ello a penas reciba mi primer sueldo.
Weston me mira.
—Tu sueldo fue depositado esta mañana. Ya puedes empezar.
—No he revisado el estado de mi cuenta.
—Hazlo apenas tengas tiempo, pero ahora vayamos a cenar y a restablecer mi imagen ante el resto de la familia. —Toma mi plato, llevándoselo fuera de la habitación. Mientras lo sigo, gira su rostro hacia mí—. No eres un estorbo, Sofía. Eres la chica que cuidará a mis hijos cuando no estemos. Desde el momento en el que firmaste tu contrato de niñera, formas parte de nosotros.
Trago ante la intensidad de sus palabras, las cuales tienen el efecto deseado y me hacen sentir bienvenida mientras ocupo asiento junto a W y él, Gen e Ibor del otro lado de la mesa. Esa sensación se refuerza cuando Steven aparece sosteniendo una caja de cartón que deja en el centro de la mesa. Esta contiene un pastel blanco con margaritas y un lindo mensaje.
Superaste tu primer día con los Wertheirmer
Bienvenida al equipo, nena!
Río e Ibor me presta su teléfono para tomarle una fotografía, puesto que nunca cargo el mío conmigo, pero Weston Jr. lo arruina con su mano, tomando una porción grande de este que se lleva a la boca, antes de que sea capaz de inmortalizarlo, lo que hace que tanto Ibor como yo nos veamos y compartamos una mirada de complicidad entre risas que hace gruñir a Weston al no estar incluido, por lo que ambos lo miramos con timidez antes de continuar riendo discretamente, ya que es nuestra culpa. Pero Weston Jr. tendrá toda una vida para comer con cubiertos.
Y yo tengo todo un año o más para enseñarle a hacerlo.
*****
Al día siguiente acompaño a Steven a llevar a los chicos a la escuela, dejándolos personalmente en sus salones y tomándome mi tiempo para conocer y hablar con sus maestras, y luego este me lleva a la penitenciaría en la que se encuentra cumpliendo sentencia mi hermano. A pesar de que no se ve feliz de estar aquí, ni con mis decisiones, no intenta detenerme y espera por mí en la salida. Antes de entrar me reúno con el abogado de Derek, Chuck Hendrick, cuyos honorarios he pagado en su totalidad, al igual que le pagué a Lilah los cien mil dólares que le debía por haberme ayudado antes. Eso hizo que me quedara solo con cuarenta mil dólares de mi nuevo trabajo en mi cuenta. Weston no solo me pagó un mes, sino todos ellos.
—Va a sacarlo, ¿cierto?
El hombre asiente.
—No me enorgullezco de eso, pero he liberado a personas peores de la cárcel. Tu hermano estará fuera pronto —promete cuando llegamos al área de visitas, dónde se detiene y me ve fijamente—. Me gustaría hablar con él a solas, Sofía. Eres una buena chica. No tienes por qué estar involucrada ni saber lo que tu hermano haga. Además, Derek podría no confesar todos sus crímenes ni darme el suficiente material para defenderlo si estás presente. Habla con él y luego lo haré yo.
—Bien —susurro antes de caminar hacia el sitio en el que se encuentra mi hermano, quien se levanta abruptamente al verme, sus ojos verdes, iguales a los míos, brillando.
—Sabía que vendrías, Sofía —dice cuando me siento frente a él y siento las lágrimas deslizarse por mis mejillas—. Sabía que no me ibas a abandonar, tú no. —Le echa un vistazo a Chuck más allá de mí y su ceño se frunce—. ¿Qué hace él aquí?
—Es tu abogado.
—¿Mi...?
—Tu abogado. Él te va a sacar de aquí. Conseguí el trabajo como niñera de los Wertheirmer y me pagaron por adelantado. Ya pagué sus honorarios y le pagué a Lilah lo que le debía. Ya pagué todo lo que me ha costado ser tu hermana. Todo lo que me ha costado ser leal a ti.
La expresión de Derek cae.
—Te pagaré a penas salga de aquí.
—¿Con qué dinero?
Su ceño se frunce.
—¿No guardaste el dinero del colchón?
Niego.
—Hice exactamente lo que te prometí que haría —digo, a lo que sus ojos se llenan de sorpresa y extiende su mano para apretar la mía, pero un guardia de seguridad lo evita haciendo sonar su silbato y recordando que está prohibido el contacto—. Sea cual sea el origen de ese dinero, ahora nadie podrá usarlo en tu contra, ni siquiera tú mismo. Tus días de ladrón se han acabado. Es eso o tus días como hermano mayor. —Me levanto—. Es esta vida de criminal que llevas o yo.
—Sofía...
—Te amo, pero no lo suficiente como para volver a soportar otra decepción. Por favor, no me sigas haciendo daño —sollozo—. Si esta es la vida que decides llevar, hazlo, pero hazlo lejos de mí y jamás vuelvas a compararme con nuestros padres otra vez. Yo no te abandoné, Derek, por eso estoy aquí, pero tú sí me abandonas a mí cada vez que terminas tras las rejas. Esta es la última vez que te saco de aquí. Si vuelves a terminar dentro... me habrás abandonado por completo.
Sin quedarme a ver su reacción, me doy la vuelta y me voy.
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