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Capítulo 5: No puede ser.


Al lograr girarme los brazos de Weston deshacen su agarre sobre mí. Seguimos en el pasillo del baño, así que no necesito alzar mucho la voz para que me escuche. La mirada confundida de Weston se suaviza cuando le sonrío con timidez. Estoy casi segura de que me vio salir del baño de hombres pisándole los talones a Colin y Malik, pero no es lo que parece.

El problema es que si le digo que no es lo que parece, parecerá más.

—Hey.

Weston mete las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir.

No veo muy bien debido a la oscuridad, las luces de neón y cuán irritados están mis ojos, pero por lo poco que puedo hacerlo identifico un traje oscuro sobre su cuerpo. Aquí abajo hace calor, así que no sé cómo puede llevarlo sin sudar como un cerdito.

Dios tiene sus favoritos.

—No creí que te vería de nuevo. Mucho menos aquí —comenta casualmente. Intento no sentirme intimidada cuando se acerca basándome en el hecho de que es a la persona a la que menos debo temer por cómo me ayudó, pero no puedo. Weston me intimida—. ¿Cuánto has bebido, Sofía?

Mis hombros se hunden con alivio de que no me haya preguntado sobre Malik y Colin.

—Cinco margaritas —susurro, mi ceño frunciéndose como el de él después—. ¿O seis?

Asiente para dar a entender que me comprendió, sus ojos sobre mí.

—¿Y estás aquí sola?

Presiono mis labios entre sí antes de contestar.

¿A qué se debe este interrogatorio?

¿Ibor le contó que nos conocimos?

¿Acaso Weston piensa que no cumplí con mi promesa y estoy persiguiéndolos?

—Mi amiga está arriba —susurro.

Sus cejas se alzan hasta casi tocar el inicio de su cuero cabelludo.

—¿En la sala de terciopelo?

Asiento.

Unos segundos de silencio pasan y termina extendiendo su mano hacia mí.

—Ven. Te llevaré con ella.

Niego.

—No quiero preocuparte, West. Puedes seguir con lo que sea que estás haciendo.

La expresión en el rostro de Weston se vuelve dura, como si no le gustara insistir y yo lo estuviera obligando a hacerlo, y suelta un gruñido, pero ya lo he molestado lo suficiente y en esta ocasión no necesito su ayuda. No quiero ser una damisela en apuros. Me gusta librar mis propias batallas.

Si no fuera así, nunca me habría mudado de la casa de mis padres.

—Ven conmigo, Sofía. Tengo un ligero recuerdo de lo que te pasó con un desconocido estando ebria y no me sentiría bien conmigo mismo si permito que cualquier idiota... —Mira a James de reojo, a quien casi olvido—... se aproveche de ti en este estado dentro de uno de mis locales.

Gimo.

Por supuesto que esto es de Weston.

Del Sr. Dueño de Dallas Wertheirmer.

Separo los labios para decirle que no se preocupe, pero su insinuación hacia James hace que este se adelante hacia nosotros. Entrecierro los ojos con disgusto cuando su voz llena mis oídos.

—Sofía, ¿quién es este hombre?

Mis labios se curvan cuando Weston se limita a verlo de reojo antes de fijar sus ojos verdes, intensos y arrogantes en mí, ignorando su existencia.

—¿Saliste con él?

Afirmo.

—Es mi ex.

—Entiendo por qué —dice y no puedo evitar reír, ya que sé que James lo escuchó. Weston me mira con ojos suaves—. ¿Quieres ir con él o prefieres que te regrese con tu amiga, Sofía? No me interesa lo que él opine o sienta. Solo quiero saber cómo te sentirías más cómoda.

Miro hacia la expresión de urgencia de James antes de contestar.

—Llévame con mi amiga, por favor.

Weston afirma situando su mano por encima de mi espalda baja.

—Vayamos con ella entonces.

Cuando me giro para caminar hacia la pista obtengo un vistazo más de la expresión de mi exnovio, pero este no dura demasiado. Con Weston cerca es mucho más fácil transitar a través de la multitud, ya que aparta a las personas con su brazo como si se trataran de reses. Cuando pasamos frente a Malik y Colin los saludo fugazmente y estos detienen su baile para devolverme el saludo. A pesar de la música, puedo oír lo que Colin murmura a Malik al verme con Weston.

—Santo Dios, esa chica tiene un imán para los gays.

En respuesta a ello, Weston solo mira hacia mí y sonríe, diversión brillando en sus ojos.

Diversión y algo más.

Algo que no soy capaz de identificar, pero que acelera mi corazón y mi cuerpo entiende antes que yo haciendo que mis vellos se ericen y mi piel se torne más sensible, aunque también puede ser el alcohol aumentando mis sentidos y haciendo que vea cosas que no existen. A pesar de que no necesitaba una confirmación sobre Weston siendo dueño de este sitio, la tengo cuando la chica en la entrada de las escaleras abre el acceso al VIP para él con una inclinación como si estuviera ante un rey. Cuando finalmente llegamos a la sala de terciopelo, Weston se inclina sobre mi oído.

—¿Cuál es tu amiga?

—Esa.

Señalo a Lilah bailando con su cita, lo que hace que las cejas de Weston se alcen de nuevo.

—¿Bancarrota Holland es tu amiga?

Lo miro fijamente.

—¿La conoces?

Weston sonríe.

—Todos los hombres con dinero de Dallas la conocen, Sofía, y le temen. Holland perdió más de la mitad de su fortuna y la de su familia en ese divorcio. Lo sé porque yo manejaba sus inversiones y me hubiera gustado manejar las de tu amiga, pero no quiso tratar con nadie que trabajara con su exesposo antes y se fue con la competencia.

—¿Ya no manejas las inversiones de Holland?

Weston niega.

—Seguía siendo una buena cuenta, pero en esta era las apariencias lo son todo. Cualquier negocio se arruina con una mala imagen y nadie quiere recibir el dinero de un maltratador de mujeres y niños pequeños. Además, Ibor me habría matado si se enteraba de que seguía trabajando con él. Apoyamos muchas causas a favor de la mujer. —Me sonríe de manera dulce—. Bueno, él las apoya y yo firmo cheques, pero compartimos el mérito. —Se apoya en la barra y me siento en el banquillo junto a él. Al instante el barista empuja un trago de whisky hacia él y otra margarita hacia mí, la cual observo con el estómago revuelto. Dándose cuenta de mi reacción, Weston niega, regresándola, y pide que la cambien por un café. Tras darle un trago a su bebida, me mira mientras se retira la chaqueta del traje, se afloja la corbata y se arremanga la camisa. Vuelve a hablar tras estar más cómodo junto a mí, hombro con hombro—. Afortunadamente, me puedo permitir elegir con quién trabajar o no.

—Lo sé por experiencia —susurro con mis labios sobre el borde de la taza que me tienden, lo que hace que Weston me mire con ojos llenos de humor—. Sin resentimientos —añado después de tragar un sorbo. No soy la mayor fan del café, prefiero el té, pero este está bastante bien—. Holland... ¿cómo reaccionó cuando le dijiste que no ibas a trabajar más con él? Si en el otro bufete importante de inversionistas de Dallas está Lilah, ¿dónde quedó él? ¿Hay más?

Weston niega.

—Solo hay dos. Esa fue una de las razones por las que decidí quedarme en Dallas. Con respecto a tu pregunta sobre Holland, siempre es buen día para hablar sobre cómo reaccionó cuando le dije que liquidaría todas sus acciones y depositaría su dinero en una cuenta dónde le cobrarían una alta tasa de impuestos porque no estaba interesado en desperdiciar veinte minutos de mi vida haciendo transacciones para ahorrárselos. —Río y Weston también lo hace ligeramente. Es tan hermoso cuando ríe. Como un elegante caballero oscuro. Me recuerda mucho a James Bond o a Batman, en especial porque siempre me salva de situaciones complicadas—. Holland lloró como bebé.

Tiro de mi cabeza hacia atrás, riendo.

—¡No te creo!

Weston afirma.

—Tuve que llamar a su madre para que lo sacara de mi oficina. —Sonríe maliciosamente—. No dejaba de repetir que tu amiga le quitó el 50 % de su fortuna. El estado le retuvo casi el veinte, así que solo se quedó con un treinta o incluso menos.

Continúo riendo, feliz con la venganza que obtuvo Lilah y divertida al imaginar a la estirada madre de Holland yendo por su bebé machista, cerrado de mente y llorón al bufete de Weston, a pesar de que quizás no es tan gracioso como se oye, pero las margaritas hacen que así sea. Por la forma en la que sus labios tiemblan sé que Weston lucha contra el impulso de reír también, pero supongo que está en su papel de jefe aquí y se contiene de hacerlo. Cuando empiezo a hacer sonidos extraños, ahogándome con el café, se acerca hacia mí y empieza a palmear mi espalda.

—¿Todo está bien, Sofía?

—Perfecto.

Afirmo recuperando el aliento. Por el rabillo del ojo veo a Lilah notarnos y empezar a acercarse, pero alzo la mano hacia ella para decirle que estoy bien y que continúe con su cita al mismo instante en el que empiezo a tener arcadas debido a que la combinación de café y margaritas, a la cual no estoy en lo absoluto acostumbrada, ha sobrepasado las capacidades de mi estómago.

Veo a Weston con pánico.

Él también me mira con pánico.

—El baño de la oficina del gerente está por aquí —dice al mismo tiempo que toma mi codo y me arrastra hacia un pasillo a un lateral de la barra.

De la misma manera en la que Colin y Malik sacaron a los miembros de su misma especie del baño para que pudiera usarlo, Weston lo hace sacando al gerente y sus visitas, un par de chicas, y guiándome a su baño. Antes de entrar en él gruñe en su dirección.

—¿En serio, Peter? ¿Coqueteando en horas laborales? Despedido.

Vomito en el interior del retrete sintiéndome culpable por el despido de Peter.

Weston sostiene mi cabello mientras lo hago y lo escucho contener un par de arcadas también.

Cuando termino estoy llorando.

Cuando el rubio hace bajar el retrete, llevo mis ojos a él.

—Sofía —susurra apartando un mechón de cabello de mi frente y limpiando la comisura de mis labios con un pañuelo que saca del bolsillo delantero de su pantalón que huele a él. A él y a Ibor—. ¿Por qué lloras? ¿El chico de abajo te hizo algo? ¿La pareja con la que te encerraste en el baño?

Así que sí los vio.

Niego.

—James era el mejor amigo de Derek en la secundaria. Ambos estaban en el equipo de fútbol —respondo entre lágrimas—. Yo lo amaba en ese entonces. Él también me amaba, pero se distanció de mi hermano cuando Derek se fue de casa y se unió a su pandilla. Nunca me hizo nada malo mientras estábamos juntos. Solo me hizo elegir entre ellos y yo escogí a mi hermano. Hoy estaba aquí con su prometida. No me siento así por él, James dejó de interesarme hace mucho tiempo, pero yo... yo pensaba que nunca me arrepentiría de mi decisión, ¿pero y si Derek nunca cambia? —La expresión de Weston se suaviza todavía más mientras alisa mi cabello sobre mi espalda—. ¿Y si no solamente se trató de James? —le pregunto—. ¿Y si dejé ir otras cosas de mi vida por él?

West me observa por un largo momento antes de responder.

—Tu amiga tiene dinero, Sofía, ¿por qué no le pediste dinero para sacar a tu hermano de la cárcel? —No respondo y él debe verlo en mis ojos—. Ya se lo has pedido antes, ¿no es así?

—Sí.

Weston suspira.

—No podemos elegir cómo otras personas pensarán o actuarán, Sofía, pero sí cómo nosotros lo haremos y no deberías arrepentirte de ser una buena hermana y mucho menos de ser una buena persona. Un poco torpe y extraña, pero una buena persona. —Me entrega su pañuelo para que continúe limpiándome y lo tomo con dedos temblorosos, pero sintiéndome un poco mejor luego de dejar de fingir que no hay nada malo sucediendo en mí. Weston se aclara la garganta antes de seguir—. Te rechacé por ti, no por mis hijos, sino porque me conozco y sé que conocerás a una persona completamente diferente cuando se trate de ellos y no quiero herirte o que dejes de ser quien eres para encajar con nosotros. No quiero que conozcas mi lado malo. —Se levanta, ofreciéndome su mano, y la tomo. Cuando nuestros dedos conectan, tira de mí hacia él para levantarme también—. No quiero ser tu jefe y despedirte.

Suelto una risita triste, mirándolo a través del reflejo del lavamanos.

—Pobre Peter.

Weston se posiciona junto a mí y se encoge de hombros mientras se lava las manos.

No puedo evitar notar cuán varoniles y venosos lucen sus brazos y manos.

Él e Ibor desmienten tantos estereotipos.

Ninguno de ellos es afeminado, sino más bien todo lo contrario.

—Peter no tiene por qué follar con otras mujeres en mi oficina, mucho menos si ninguna de ellas es su esposa. —Sitúa su mano sobre mi espalda baja para guiarme de nuevo a la sala de terciopelo—. Soy cómplice de muchas cosas que están mal, pero la infidelidad no forma parte de la lista —comenta cuando pasamos a través de la oficina donde ya no está su gerente, su nariz arrugada—. Siento mucho despedirme de esta manera, Sofía, pero deberé pasar el resto de la noche escogiendo a alguien para su puesto. Ahí está Bancarrota Holland esperando por ti. —Suelto una risita, tendiéndole su pañuelo, pero Weston niega con el ceño fruncido de nuevo—. Consérvalo.

—¿Ibor te mataría si llegas tarde a casa con el perfume de una mujer en tu ropa? —pregunto sin pensar demasiado en ello y luego mis mejillas se encienden al darme cuenta de lo que hice, pero esa emoción extraña vuelve a apoderarse de los ojos de Weston mientras sonríe como si se estuviera riendo de un chiste interno que no conozco.

—Sí —responde—. Él lo haría, pero no por los motivos que crees.

Mi frente se arruga.

—¿Entonces por qué...?

—¡Sofía! —llama Lilah, riendo con una botella en la mano junto a su acompañante.

Weston no responde a mi pregunta.

—Adiós, Sofía, nos vemos mañana en el cumpleaños de Gen.

Trago.

—¿Es mañana?

Su frente se arruga.

—Sí, ¿no tienes nada preparado todavía?

No.

Entreabro los labios para disculparme y decirle que no encontré nada que pudiera hacer sin hacer el ridículo a pesar de que esa es mi verdadera vocación, pero Lilah me alcanza y tira de mi mano mientras se despide de Weston con la suya.

—Adiós, bombón. Si no tienes su número puedes buscarla en los clasificados del periódico solicitando empleo como Sofía García, maestra zorra de kínder, experta en hacer buenos movimientos con su lengua y su boca de perra blanca —dice, ebria, mientras finge darme nalgadas y hace movimientos con su pelvis contra mi trasero.

Veo a Weston con ojos desorbitados, intentando disculparme con la mirada, pero él solo ríe entre dientes, negando, antes de dirigirse al barista e ignorarnos. No sé dónde está la cita de Lilah, ya que no lo veo por ninguna parte. Bajar por las escaleras consiste en mí sujetando a mi amiga para que no se caiga y levantándola cuando sí hasta que finalmente un guardia se apiada de nosotros y la toma en brazos. Antes de que la deposite a salvo en la acera de la calle, grita.

—¡Soy una princesa! ¡Es así como un hombre debe tratar a una mujer!

Pero no hay nadie aquí afuera que la escuche, solo el guardaespaldas y yo porque todos se encuentran dentro, así que su grito hace ecos en una calle vacía.

El hombre de seguridad me mira sin ningún tipo de expresión.

—El jefe dijo que no estaban aptas para manejar, así que un taxi viene en camino. Me prohibieron dejarlas ir en cualquier vehículo que no tuviera un chófer sobrio y me ordenaron seguirlas en el auto de tu amiga hasta su casa. —Miro a Lilah, entendiendo por qué Weston lo hizo, y me siento agradecida. Yo tampoco siento que pueda conducir y tenía pensado pedir un taxi y venir por el auto de Lilah mañana. Esto lo hace más fácil. El hombre extiende las manos hacia mí—. Las llaves del auto de su amiga, Señorita García.

Miro a Lilah.

—¿Lilah...? —pregunto, pero esta ya se encuentra buscándolas en su bolso.

Lo mucho que se tarda me hace tener un mal presentimiento.

Cuando alza la vista hacia mí no hay ningún grado de ebriedad en su mirada.

—Mis llaves no están. —Ambas ladeamos la mirada hacia la calle, hacia el sitio en el que su Porsche estaba estacionado, y al instante también dejo de sentirme ebria—. Y mi auto tampoco.

El sitio donde solía estar está completamente vacío.

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