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Capítulo 4: Nada es suficiente.

Paso unos días intentando conseguir otro trabajo, pero ser despedida dos veces en un mismo mes no es un buen antecedente. Siendo optimistas, al menos tengo el dinero del tiempo que trabajé en Fratello's, las propinas que conseguí en mi último día ahí y lo que me debían del kínder, por lo que mis ahorros han ascendido a seis mil dólares. Eso no me hace rica, pero permitirá que tenga un pequeño instante de paz antes de que sienta que estoy a punto de perder mi casa de nuevo. Adelanto dos meses de renta para impedir que eso suceda de nuevo en los próximos días y me quedo solo con la mitad. Estoy buscando ofertas de trabajo en línea, ya no solo cuidando niños, sino haciendo otras cosas, cuando la pantalla de mi teléfono se alumbra con el nombre de mi única amiga.

Lilah es una madre soltera de treinta y tres años. Solía cuidar a su hije, Frankie, cuando estaba casada con un magnate y yo asistía a mis primeros semestres en la universidad. Tras su divorcio hace tres años, se dio cuenta de que no tenía amigas de verdad, así que me adoptó como una de ellas. Desde entonces me ha arrastrado a más sitios de los que puedo contar. Sí me gusta salir, pero no soy una persona con suerte y a veces prefiero quedarme en casa para evitar complicaciones.

Lilah, por otro lado, traduce esa mala suerte en diversión.

—Paso por ti a las diez —dice cuando contesto, colgando inmediatamente después para que no pueda protestar o darle una excusa para quedarme en casa.

Lo que Lilah desconoce es que esta vez no lo habría hecho.

Después de todo lo que ha pasado necesito un trago.

No me he dado una ducha en un par días porque no he salido de mi apartamento, así que me interno en el baño por cuarenta minutos. Cuando termino de limpiar y afeitar mi cuerpo me asomo en mi armario con una toalla cubriendo mi desnudez. Son las nueve y media y la luz de la luna se filtra por mi ventana. Necesito darme prisa. Selecciono una falda de cuero que siempre uso para salir de noche, y un suéter blanco. Para finalizar tomo un brazalete de diamantes de Tifanny's que mis padres me regalaron a los dieciséis, un par de botas de tacón oscuras y me maquillo. Cuando dan las diez espero por Lilah bajo mi edificio, pero pasan los minutos y esta no llega, pero no me extraño ya que es costumbre de ella. Mientras aparece reviso mi teléfono, específicamente Instagram. Después de que este me escupe varias publicaciones de bebés y viajeros por el mundo cuando ni siquiera tengo dinero para salir de Dallas, detengo mi dedo sobre la pantalla al ver una de Ibor. Él es más activo que Weston en redes sociales, lo que claramente ha favorecido su fama, y acaba de publicar una foto de toda la familia haciendo la cena. Los cuatro, incluyendo a Weston Jr., están cubiertos de harina porque hicieron pizza. En esta ocasión él no es el único que no usa un delantal sin camisa, sino también Weston, y los dos llevan shorts deportivos y zapatillas como si hubieran estado entrenando antes de decidir pasar un bonito tiempo con sus hijos.

Les doy un corazón.

También denuncio los comentarios de personas que claramente apoyan la campaña de la que me habló Dixie antes, la cual, lamentablemente, sí existe y está siendo alentada por un grupo de senadores en contra de la adopción homoparental. Estos son emojis desagradables y comentarios que espero que la app elimine antes de que Ibor los lea. Alzo la mirada cuando el Porsche rojo de Lilah se detiene frente a la acera. Ella le baja el volumen al estéreo antes de asomar su cabeza por la ventanilla del puesto copiloto y abrir la puerta para mí desde dentro, escuchando la vieja versión de Crazy in love de Beyoncé. Sus ojos oscuros me inspeccionan de arriba abajo mientras me acerco, aprobación en ellos. Cuando entro tamborilea sobre el volante con sus manos con manicura francesa recién hecha, al igual que su cabello oscuro y ondulado.

Lleva un vestido de lentejuelas con cuello de tortuga que casi no cubre sus muslos. Cuando la conocí nunca la habría imaginado usando algo así, puesto que mantenía su imagen dentro de los márgenes de depresiva ama de casa americana, como ella le llama a su antigua yo. Irónicamente, gran parte de la ropa que utilizo proviene de su armario antes de que decidiera tener un cambio de imagen que no le recordara la persona en la que se convirtió para agradarle a la familia de su ex.

—Te ves demasiado bien como para haberte torcido el tobillo hace unos días.

Ella piensa que mi lesión tras la pelea con Dixie fue falsa, solo una excusa para no verla, pero Lilah no sabe todo por lo que he pasado estos días y la verdad no sé si valga la pena contarle. Si no creyó mi lesión, dudo que crea todo lo que ha sucedido últimamente.

—Hoy amaneció menos hinchado. —Acepto la lata de vino que abre para mí, la cual sacó del mini refrigerador en la parte de atrás. Le doy un sorbito—. ¿Cómo estuvo Ibiza?

—Bien. Tuvimos que regresar antes porque Frankie comió algo vencido. Tuvo diarrea durante todo el camino de regreso, pero ya está mejor, no te preocupes. De lo contrario no estaría aquí. —Vuelve a echarme un vistazo mientras conduce—. Te diría que me hace sentir mal que hayas sido despedida, pero eso significa que puedes volver a trabajar para mí y...

—Frankie ya tiene quince años, Lil. —Lilah dio a luz a los dieciocho, pero su juventud no le impidió ser una de las mejores madres que conozco por el solo hecho de aceptar a su hije tal y como vino al mundo, y apoyarle y renunciar a su matrimonio por eso—. Frankie no quiere una niñera, créeme. A su edad lo único que un adolescente como elle quiere es acceso libre a internet para ver vídeos en Tik Tok, masturbarse y opinar sobre la vida de los demás. No necesita a alguien encima de sí las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. —Su frente se arruga y hace un sonido de desagrado que suena a negación, lo que me hace reír—. Tuve su edad una vez. Mi hermano, con quién compartía habitación, también la tuvo, Lilah. No me necesita.

Me mira de reojo mientras conduce.

—Elle no es así.

Elle.

Elle es el pronombre que las personas que no se sienten identificadas con ninguno de los dos géneros usan ahora. Es como la combinación de ella y él. Elle. Sé que es difícil para algunas personas comprender la necesidad de su existencia e incorporarlo a su lenguaje, cambiar su manera de hablar, pero en comparación por todo por lo cual personas como Frankie tienen que pasar para ser aceptados tal cual, es lo menos que podemos hacer. Un sacrificio que no nos suma ni nos resta solo para hacer sentir bien a alguien más que ya lo ha pasado lo suficientemente mal, ¿por qué no?

De niño, elle no dejaba que cortaran su cabello, pero sentía interés tanto por saber cómo anudar una corbata como por aprender a caminar sobre los tacones de su madre. En ese tiempo era joven y nos divertíamos juntos jugando a los certámenes de belleza: elle, Lilah y yo.

Una vez su padre llegó más temprano que otros días a casa.

Como su niñera, al día siguiente me di cuenta de que había golpeado a Frankie en la planta de sus pies con la hebilla de su cinturón mientras Lilah hacía compras con sus amigas. Intenté convencerla de dejarlo contándole lo que le había hecho, pero en ese entonces ella no estaba lista para dar ese paso. Lloró y le reclamó a su esposo, pero aceptó su promesa de que sería un mejor padre. A pesar de todo el dolor que me produjo abandonar a Frankie, renuncié porque no podía ver cómo apagaban su luz y me prometí a mí misma nunca apegarme tanto a un niño de nuevo porque los límites entre ellos y yo eran demasiado dolorosos. No era su madre y no tenía ningún tipo de voz ni voto en su crianza. Me hubiera gustado tener más información sobre cómo lidiar con todo para al menos guiar a Lilah, pero no la tenía y quedándome en su casa solo estaba siendo cómplice de sus padres.

Holland me dijo que no me metiera cuando lo enfrenté la segunda vez que lo hirió.

Eso fue lo que hizo que tomara la decisión de marcharme de su casa.

Eventualmente, Lilah lo dejó.

Siempre dice que es porque la engañó, pero estoy segura de que fue por Frankie, ya que sé que le había sido infiel antes y que ella lo había pasado por alto. Desde el divorcio ha hecho hasta lo imposible por comprender y resarcir a elle, pero Frankie se cerró a ella desde la primera vez que permitió que su padre le golpeara por ser quien es.

Una chica. Un chico.

Ninguno de ellos por completo, los dos al mismo tiempo.

Elle.

—Es un adolescente, Lilah. Aunque te duela oírlo, eso es lo que los adolescentes hacen estos días.

Ella gruñe mientras da vueltas al volante.

—Dejando de lado a Frankie, ¿qué tienes pensado hacer? Si realmente necesitas empleo sabes que puedo despedir a alguna de las chicas de la tienda y darte trabajo. Nunca hacen lo que les digo, de todos modos. Nadie nunca sospecharía que lo hice por ti.

Niego, sonriendo.

—Eso es dulce, pero no quiero ser el motivo por el cual despidan a otra persona. —Mi mirada se dirige a la ventanilla cuando nos detenemos frente a un nuevo club en la ciudad, Tribute, que resplandece desde el exterior. Vuelvo a hablar una vez nos bajamos frente a la entrada y Lilah le da las llaves de su auto al parquero. La entrada se encuentra llena—. ¿Crees que no dejarán pasar? A veces siento que estamos demasiado viejas como para ir a sitios como estos. —Señalo la fila, la cual está repleta de supermodelos—. Hay chicas mucho más lindas que nosotras haciendo fila.

Lilah me mira por encima de su hombro mientras camina hacia la entrada.

—Llegué en un Porsche, Sofia. El dinero gana sobre la belleza.

Justo como dijo, los hombres de la entrada asienten con cortesía hacia nosotras antes de permitirnos pasar. Supongo que Lilah tiene razón y la belleza no tiene ninguna posibilidad al lado de los ciento cuatro millones de dólares que le quitó a Holland durante el divorcio. Sé que si le hubiera pedido dinero para ayudarme a sacar a Derek de la cárcel, me lo habría dado, pero ya sería la segunda vez y no quiero que piense que nuestra amistad gira en torno a lo que tiene. Aunque este lugar es nuevo, sospecho que ya ha estado aquí cuando somos conducidas directamente al área VIP.

Las paredes de esta son de terciopelo negro y una hermosa barra de cristal, alumbrada con luces que la hacen brillar en tonos dorados y plateados, se encuentra al fondo. Los hombres y mujeres junto a ella se miran con deseo mientras conversan. También hay chicos hablando entre sí. Chicas hablando entre sí. El más puro libertinaje flota en el ambiente, haciéndome sentir como una monja. Miro a Lilah, quien sonríe antes de ocupar asiento sobre un sofá con su mesita para colocar las bebidas en frente. Un apuesto hombre moreno no tarda en acercarse a ella y ocupar mi sitio a su lado, por lo que me quedo de pie. Me mira dando a entender que lo echará, pero niego, ya que no quiero arruinar su diversión, y en su lugar me dirijo a la baranda que da con la parte inferior.

Las personas abajo apenas resisten por el poco espacio que poseen. Aquí arriba, en cambio, se puede caminar con normalidad, pero sé que dicha libertad será un cargo extraordinario a la tarjeta de crédito de mi acompañante. Termino mi vino en lata y acepto el cóctel que una mesera me tiende, el cual el hombre con el que Lilah coquetea me lo envió para compensar mi soledad. Sonrío en su dirección, brindado, antes de concentrarme de nuevo en el resto. Nadie allá abajo, ni aquí arriba llama mi atención, que es otro motivo por el que no me gusta salir. Es divertido vestirme y reunirme con Lilah. Cuando llego al club, sin embargo, me decepciono al no encontrar nada en qué estar interesada. Siempre ha sido así desde que tengo uso razón, como si fuera asexual.

Con mis parejas es como si nunca nada fuera suficiente.

Como si nunca nada me llenara lo suficiente.

—Iré a bailar —gesticulo en dirección a Lilah, a lo que asiente con el rostro medio oculto en el cuello de su acompañante, antes de bajar los escalones y dirigirme a la multitud.

Tuve problemas la última vez que intenté tener una aventura con un desconocido, así que busco un hueco para mí sin ninguna intención en particular y empiezo a moverme al ritmo de la música.

—¡Sofía! —escucho a la lejanía mientras bailo, lo que me hace girar la cabeza y percatarme de un rostro conocido—. ¡Sofía! —grita James, mi exnovio de la secundaria, posicionándose junto a mí con su nueva novia, Scarlet. Se ven bien juntos, incluso llenos de sudor y con el cabello despeinado se siente como una patada dada directamente en mi estómago, pero el alto sonido de la música me permite alejarme de ellos y fingir que no lo he escuchado porque hace tiempo dejé de pensar en él y ahora tengo asuntos más importantes que atender.

Derek.

Mi maestría.

Conseguir un nuevo empleo.

A pesar de ello, no puedo evitar que nuestras miradas se crucen de vez en cuando mientras bailo, en especial luego de que un chico de piel oscura se acerca a mí. La mesera de la sección VIP no deja de traer cócteles para mí mientras meso mi cuerpo en su contra tan bien como puedo, lo cual no está tan bien, pero lo suficientemente bien como para que me sonría cada vez que ladeo la cabeza en su dirección, sus dientes blancos y lindos.

Se turna con su novio, un pelirrojo alto y de bonito rostro, para bailar conmigo.

When I'm underneath the bright lights

When I'm tryna have a good time

Cause I'm good now you ain't mine

Na, na, na, na, don't call me up

When you're looking at my photos

Getting hot, losing control

You want me more now I let go

Ambos se ríen cuando les cuento sobre James y se toman en serio la tarea de exhibir ante él, según ellos, lo que se perdió. Pensé que James me dejaría ir apenas se diera cuenta de que no me interesa saludarlo o que la estoy pasando bien, pero no aparta sus ojos de mí mientras baila con su novia.

La Sofía de hace dos años habría llorado al verlo, pero ahora solo le devuelvo la mirada.

I'm over you and I need your lies no more

Cause the truth is without you, boy, I'm stronger

And I know, you said that I changed with my cold heart

But It was your game that left scars

Ooh, I'm over you

Don't call me up

I'm going out tonight

—Necesito ir al baño —le indico al pelirrojo, lo que hace que este comparta una mirada con su acompañante antes de enfocarse nuevamente en mí.

—Iremos contigo. No permitiremos que se acerque a ti —promete con su bonito irlandés, a lo que sonrío y voy con ambos a la parte de club dónde están los servicios.

Cuando llegamos, gimo ante la larga fila de chicas esperando su turno para entrar al baño y casi puedo sentir el pis escapar fuera de mí, de lo que uno de los chicos se percata. Tras inclinar la cabeza hacia el baño de hombres, el cual siempre se encuentra vacío, ambos me empujan dentro y sacan a quiénes estaban ahí para que pueda entrar tranquilamente en uno de los cubículos, clausurándolo.Entro en él y apoyo mis dos manos a las paredes metálicas para que mi trasero no entre en contacto con el inodoro debajo de mí, el cual debe estar lleno de bacterias. La música es más baja aquí, así que puedo escuchar mi propia voz mientras hablo.

—Gracias —digo, pero solo recibo el sonido de un cuerpo estampándose contra la pared metálica que divide mi cubículo del otro.

Esto me hace caer sobre el inodoro debido a la impresión.

Poco después no tardo en entender lo que sucede junto a mí.

—¿Quieres ser follado secamente en este baño? ¿Realmente eso es lo que quieres? ¿Escandalizar a esa pobre chica? —dice el moreno antes de hacer algo que hace gruñir a su acompañante y enciende mis mejillas, pero que provoca otra estampida contra mi cubículo y que todo se estremezca, incluyéndome—. ¿Lo quieres? —exige saber.

Mi garganta se seca mientras espero una respuesta.

Debería irme, pero estoy congelada en mi lugar.

Si me muevo recordarán que estoy aquí y arruinaré su momento.

Si me muevo no podré fingir que no me di cuenta.

Que no los oí.

Que no los sentí.

—Sí —responde el pelirrojo, su voz susurrante, antes de que un gemido largo salga de él, seguido de un grito, y varios golpes contra el metal me informen cómo están.

Me sorprendo con la forma en la que mi vientre se hunde en respuesta.

Es como si sintiera cada estocada dentro de mí.

Como si fuera yo y no él.

Como si me muriera por decirle que sé exactamente cómo se siente, a pesar de que es totalmente incorrecto de mi parte hacerlo. Con el rostro encendido en llamas, miro hacia el suelo y espero que terminen, pero luego opto por continuar haciendo como si nada estuviera sucediendo y me dirijo al lavado para limpiarme las manos. Como prometió, su asalto es seco y rápido y en cuestión de segundos ambos salen acomodándose la ropa y me sonríen.

—Esperamos no haberte asustado —dice el irlandés, sus mejillas rojas—. Soy Colin.

—Malik —dice su novio, besándolo en la mejilla, antes de tomar su mano y arrastrarlo fuera del baño—. ¿Te esperamos en la pista? —pregunta y niego.

—Regresaré con mi amiga, pero gracias. —Trago—. Me llamo Sofía.

—Bonito nombre —halaga Colin al pasar junto a mí, sus manos tendiéndome una tarjeta de presentación—. Soy barista profesional, pero tú puedes llamarme si necesitas volver a poner celoso a un ex. Te prometo que no te cobraré demasiado caro.

—Colin —insiste su novio, a lo que este se despide y ambos desaparecen del baño.

Ya sola me limpio el rostro, sin poder creer lo que acaba de pasar, y contemplo la manera en la que mis ojos delatan mi estado de ebriedad. Echo agua sobre ellos intentando deshacerlo, pero no lo logro y me rindo. A pesar de la vergüenza que eso genera en mí, salgo del baño después de que ellos lo hacen. Empiezo a dirigirme de nuevo a la pista para cruzarla e ir a las escaleras para encontrarme de nuevo con Lilah, pero una voz ya conocida hablando directamente sobre mi oído tras de mí hace que me detenga en seco. El dueño de esta sujeta mis brazos para que no me tropiece o no prosiga con mi camino, pero también impide que me gire hacia él.

—No la tenía por ese tipo de chica.

Weston.

—Ni yo —añade otra.

James.



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