Parte Única
En el metro de la gran ciudad de Seúl, se encontraban tres chicos en el mismo asiento múltiple y con el mismo destino: Keith.
Pero había uno solo que no compartía el mismo entusiasmo que sus amigos.
Lance movía su pierna de arriba abajo con cierta persistencia. No quería que el metro llegara a su propia sentencia que los demás parecían ignorar; Pidge y Hunk no borraban sus brillantes sonrisas. Esos dos llevaban mucho tiempo sin ver a Keith y, aunque no lo demostraban cuando estaban juntos, los dos lo extrañaban. Por otra parte, Lance se limitaba a ver por la ventana como se acercaban cada vez más.
—Oigan, chicos, ¿qué tal si Keith está ocupado y no puede vernos? —inquirió el chico con una sonrisa forzada que más lucia como un doloroso calambre.
—Lance, has estado buscando excusas para evitar ir a ver Keith desde que te dijimos que iríamos a visitarlo —dijo Pidge mientras acomodaba sus gafas sobre el puente de la nariz.
—Sí, amigo —Hunk lo miró por unos momentos para después ver hacia arriba—. Yo ya quiero llegar. Tal vez Keith conozca algún lugar donde sirvan buena comida. Los alimentos en el hotel son muy secos, ¡y no me dejaron acercar a la cocina!
Lance optó por ignorar las predecibles incoherencias de sus amigos, su mente estaba completamente abrumada por Keith; su compañero, su amigo, su...
El chico suspiró por algo que todavía no estaba dispuesto a aceptar.
El metro bajó la velocidad lentamente provocando un escalofrío en el cubano. Todavía no estaba listo para volver a ver el rostro de Keith en tan poco tiempo. La última vez había terminado tan mal que sentía como su orgullo quedaría afectado si le dirigía la palabra de nuevo.
—Lance, apresúrate. Las puertas se cerrarán —su amiga Pidge le hacía señas desde afuera y no tuvo de otra que seguirla.
—Bien, según Shiro, Keith dijo que nos iría a buscar en el café que nos indicó por mensaje —decía la chica mientras revisaba algo en su celular—. ¡Ah! Aquí está.
Pidge les mostró a sus compañeros la fotografía del punto de encuentro. Todo estaba en coreano así que los otros se limitaron a arquear la ceja.
—No será tan difícil. Sólo hay que pedir indicaciones si es necesario —la italiana se encogió de hombros y con una sonrisa emprendió camino.
Lance se sentiría eternamente agradecido si llegaban a perderse y así, retrasaba la reunión.
Miró hacia el cielo azul y despejado y con ligeras corrientes de aire. Aspiró hondo dejando llenar sus pulmones con el detestable olor de la ciudad. Suspiró y repitió.
Tal vez el chico estaba exagerando y la discusión no fue tan seria como él pensaba; quizá Keith la olvidó justo en el momento en que Lance cruzó la puerta gritando: "¡No quiero volverte a ver!".
El chico se sonrojó de la vergüenza al recordar sus propias palabras.
—Oye, amigo, ¿estás bien? ¿No estás enfermo? —preguntó Hunk al notar el rostro enrojecido del cubano.
—Estoy bien.
El chico aceleró el paso para poder alejarse un poco de su amigo y sus interminables preguntas que no quería responder.
Tanto caminar comenzaba a cansar a Lance. Estaba bien retrasar el momento pero...
—¿¡En serio tenía que ser tanto!? —exclamó al aire.
—Sólo ignóralo —dijo Pidge más para sí misma que para Hunk.
—Lancey, ¿por qué actúas así? Te ves... aterrado...
Claro que no podía decirle a sus amigos las verdaderas razones por la cual no quería encontrase con Keith, principalmente porque no quería que ellos supieran que se había escabullido para ver a su compañero antes que ellos.
—Estoy cansado... sólo es eso.
—¡Ah! Llegamos, chicos —dijo Pidge mientras señalaba el pequeño local de la fotografía.
Sudor frío recorrió la espalda de Lance. Los nervios y el temor provocaron que clavara los pies en el suelo mientras miraba a sus amigos adentrase al café; observó muy claramente como los dos chicos se encontraban con Keith. Hunk no parecía aguantar la emoción, mientras que Pidge se mostraba poco más tranquila. Pero Keith no cambiaba su estoico rostro.
«Ingrato, ¿podrías fingir por lo menos?» pensó Lance, mientras fulminaba con la mirada a su compañero desde la distancia segura.
Grave error.
Keith giró su rostro para dar directo con los ojos de Lance. Ambos se miraban intensamente con aquella expresión de pocos amigos. Los dos desviaron la mirada al mismo tiempo.
Para el cubano no parecía haber de otra. Sus dos amigos lo esperaban con los brazos cruzados.
A duras penas pudo despegar los pies del suelo para poder entrar al café. En verdad él no quería estar aquí.
En Keith nunca había cruzado por su cabeza que llegaría a tener amigos que en verdad quisieran verlo o se emocionaran al momento de estar juntos. Él creía que toda su vida la iba a pasar en solitario, pero a la llegada de sus nuevos compañeros, eso cambió.
—Keith, amigo, ¡no te imaginas todo lo que ha sucedido estos últimos meses! —exclamó Hunk.
—¡Cada vez Hunk y yo descubrimos nuevas funciones en la computadora central! —el extasía se hacía notar en la voz de Pidge.
Sin darse cuenta, una conversación entre ellos dos comenzó a desarrollarse dejando a Keith con un incómodo silencio entre Lance y él.
Cuando el mayor dirigió su vista al chico que no despegaba su mirada del suelo, no pudo evitar sonreír. Lance lucia tan infantil en estos momentos.
—¿Estás tratando de cumplir las últimas palabras que me dijiste? —inquirió Keith. Un intento acertado para burlarse de su compañero.
Las mejillas del cubano se colorearon de un color carmesí intenso, ligeramente opacado por su tez morena; la expresión en su rostro indicaba un claro disgusto y gran incomodidad.
—Cierra tu quiznak.
Pidge y Hunk detuvieron su conservación para mirar a Lance y su comportamiento tan extraño. Keith se limitaba a mantener su rostro imperturbable.
—¿Qué tienen planeado para hoy? —preguntó el mayor, pasando por alto el berrinche de Lance.
—Ehh... bu-bueno... —Hunk balbuceó sin dejar de ver a su amigo.
—Pensábamos que tú podrías guiarnos ya que eres el que más conoce este lugar —afirmó Pidge mientras acomodaba sus lentes.
Keith fingió desinterés ante la propuesta de la chica, pero él estaba esperando por este momento.
Cuando había recibido el mensaje sobre la pequeña reunión, Keith había creado un pequeño itinerario para poder pasarla bien con sus amigos.
Pero eso, nadie debía saberlo.
—Tengo un par de ideas de los lugares a los que podemos ir. Estamos en Jung-gu y aquí ya hay buenas zonas —explicó Keith mientras sentía esos pedazos de papel en el bolsillo de su chaqueta—. Mmh... hace poco conseguí unas entradas para el teatro Nanta de Myeong-dong.
—¡Woaah! ¿Un teatro? ¿Qué presentarán? ¡Qué emociónate! —se apresuró Hunk mientras que en sus ojos se podían ver perfectamente un par de estrellas.
—Estoy seguro que te gustará, Hunk —presumió Keith mientras sacaba los boletos de su bolsillo—. Es sobre chefs y comida tradicional coreana.
—¡¿En serio?! —el samoano tomó las cuatro entradas y las miró como si de un tesoro se tratase.
—Después, podemos ir al museo de arte y al final-
—Ya tenias esto planeado, ¿verdad? —interrumpió Pidge con una media sonrisa de satisfacción. Esta chica era muy astuta.
—¿Y si así fuera?
—Ten, Pidge —Hunk comenzó a repartir los boletos—, este es para ti y este para Lance.
El amigo del grupo seguía con la misma postura reacia. Keith trataba de ignorar la tensión de la que él podía ser responsable.
Por un momento, el mayor creía que la pelea del otro día iba a ser sólo una más, pero no fue así ya que justo en el momento en que Lance mencionó a Shiro en medio de la discusión, Keith cayó en cuenta que todo eso no sólo se trataba de su transferencia a Corea del Sur y "haber dejado al equipo".
—Todavía estamos en hora para llegar al teatro —murmuró Lance y se levantó de su lugar para salir rápido del café.
—¿Pasó algo entre ustedes? —preguntó Pidge mientras veía a su amigo recargado en la gran ventana del local.
—Digamos que nuestro pequeño encuentro de hace unos días no terminó como esperábamos.
—¿Cómo? ¿Ustedes ya se vieron hace poco?
—¡Eso no es justo! —exclamó Hunk con cierta molestia.
—Entonces hay que recompensarlo. Vamos a disfrutar del teatro —dijo Keith al mismo tiempo que se levantaba y señalaba la salida para sus amigos.
La discusión que tuvo con Keith aún le daba vueltas en la cabeza. Sentía una mezcla de vergüenza e inferioridad cada que recordaba sus palabras.
"¡Siempre piensas en Shiro!"
"¡Si Shiro no te hubiera ofrecido un lugar en Corea, tú no te hubieras apartado de mi lado!".
Keith lo miraba horrorizado y Lance no había soportado ese rechazo. Su mente podía imaginar todos los escenarios posibles donde su amigo lo reprimiría diciendo que meter a Shiro era lo peor; que esa pequeña e imperceptible confesión era asquerosa y no digna. Lance no iba a soportar si esas palabras o derivadas salían de la boca de aquella persona que amaba, así que prefirió irse antes que escucharlas.
Y ahora, los dos se encontraban juntos a punto de entrar al teatro para presenciar una gran obra (según las críticas).
—Lo bueno de Nanta es que no tiene diálogos. Es una forma de romper barreras —dijo Keith con mucha ilusión denotada.
Se adentraron al lugar y Lance quedó maravillado por lo amplio de éste. La cantidad incontable de asientos a primera vista. El escenario tan pulcro como lo demás.
Ya habían personas aglomeradas buscando sus lugares. Los asientos de los cuatro chicos estaban cerca del escenario.
Un buen lugar para cada uno...
Excepto para Lance, que tenía que sentarse justo a lado de la persona que no quería cerca. Tal vez en otras circunstancia, estar en esta posición hubiera hecho que un Lance interior diera pequeños brincos con un pie por la felicidad. Pero ahora, ese mini Lance se daba golpes en la frente contra alguna superficie dura.
—Lo que me faltaba —musitó el cubano, pero su queja no fue pasada por alto ante los oídos de Hunk.
—¿Dijiste algo, hermano? —preguntó asomándose por sobre Pidge y Keith para poder escuchar a Lance.
—¡He-hey! ¡Hunk, siéntate bien! —se quejó Pidge.
—Sí, estas llamando la atención de las demás personas e incómodas a los dos —dijo Keith mientras se alejaba un poco de Hunk.
Lance se quedaba quieto, sin hablar...
Tal vez Keith no se daba cuenta pero su mano estaba encima del brazo de Lance.
Esa pequeña acción provocó que una corriente eléctrica recorriera el cuerpo delgado de Lance. El calor se sumaba a su rostro acompañado de la pigmentación rojiza de sus mejillas; su corazón latía de forma descarrilada contra su pecho amenazando con salir sin su permiso.
«¡Quita tu mano! ¡Quítala ahora!» pedía a gritos su mente mientras que Lance no apartaba la vista de lo que provocaba tanto descontrol en él mismo. Fue hasta que Hunk se incorporó de nuevo en su lugar que Keith pudo sentarse de forma normal y así, liberar a Lance. Todo, como si nada hubiera pasado. Como si no le importara que en estos momentos estuvo a punto de presenciar el posible ataque de nervios que Lance estaba a punto de sufrir.
Las luces se apagaron y el escenario se iluminó. Una tonada rítmica con bongoes se escuchaba junto a una mezcla de otros dos instrumentos que Lance ignoraba, pero que aún así hacían vibrar sus sentidos.
Aparecieron personas en el escenario haciendo acrobacias, algunos vestidos de chefs y otros con vestimenta distinta, teniendo largos listones en sus manos; en un costado se podía ver a mujeres tocando grades tambores.
Los maromeros iban de un lado a otro. La música era increíble y aún sin tener diálogos podías apreciar todo.
¿Una especie de competencia culinaria? ¿O una búsqueda del mejor sabor? Daba igual. Lance estaba dispuesto a sólo mirar el espectáculo.
Al cabo de un rato, dos acróbatas salieron de escenario con grandes saltos. Se acercaron a dos personas y las subieron al mismo. Comenzaron a danzar y saltar a su alrededor y los espectadores no paraban de reír al igual que aquellos seleccionados a subir.
La sonrisa en Lance se ensanchaba cada vez más. Estaba absorto por el colorido espectáculo y unos recuerdos venían a él de cuando estaba en su natal Cuba y su primera vez en el mar.
Esa extensión azul que no parecía tener fin. Tan llena de vida y misterios que él mismo quería descubrir.
El mar siempre representó fuerza y fiereza, pero a la vez armonía y delicadeza.
Siempre fue algo que le daba la energía que necesitaba con tan sólo verlo.
El fondo del mar era todo un mundo nuevo que Lance anhelaba descubrir y amar.
Había dejado su puesto como explorador en la Organización de Orden Marino (OOM) al darse cuenta de las verdaderas atrocidades que hacían con la flora y fauna marina. O que esa misma organización permitía a los pescadores ilegales violar las restricciones, profanando lo que para Lance, era sagrado. Él no podía seguir en ese lugar con olor a muerte y ratas.
Lance regresó a su presente para llevarse una gran sorpresa: Hunk estaba sobre el escenario disfrutando en grande de la obra.
Cuando el cubano se giró a ver a sus amigos, pudo apreciar con deleite las sonrisas y pequeñas risas de Keith. Aquellas que eran escasas, pero no inexistentes. Hermosas... tanto como él.
«Estúpido Lance» se maldijo a sí mismo y volvió a dirigir su vista hacia el escenario.
—... ¡Y luego cuando saltó y preparó una salsa! ¡Y después cuando pasó sobre el otro sujeto sin rozarlo! —Hunk no paraba de hablar sobre su experiencia. Después se acercó a Keith y lo rodeó en un gran abrazo de oso— ¡Muchas gracias, hermano! ¡Fue una de mis mejores experiencias!
—Tal vez te emocionas muy fácil...
—Tal vez. Pero aún así fue increíble —Hunk lo soltó.
Keith se sentía bien consigo mismo al ver que sus amigos habían pasado un buen rato con él y tal vez Lance lo ignoraba, pero Keith estaba muy consiente de él. Estuvo al tanto de cada risa y expresiones de emoción que hizo mientras veía el espectáculo. Era como un niño que iba a un parque de diversiones por primera vez.
Sus ánimos bajaron de repente al recordar su discusión nuevamente.
Shiro no era responsable de su transferencia a Sur Corea, sino el mismo Keith al no poder controlar los sentimientos más allá de amistad que comenzaban a crecer en su interior por su compañero Lance. Antes de que fuera muy tarde, envió su solicitud de transferencia y fue aceptada casi de inmediato por tratarse de alguien de la élite.
—¿Qué sigue? —preguntó Pidge provocando que Keith volviera a todo sus sentidos.
—Mmh... ahora sería el museo de arte de Seúl.
A los chicos no parecía emocionarles mucho la idea de un museo de arte, excepto a Lance, que trataba de disimular el brillo en sus ojos y Keith lo notó.
—Lo que domina en el museo son las pinturas de Chun Kyung-Ja. Ella era una artista coreana muy reconocida por sus coloridas pinturas de la figura femenina y las flores.
—Suena interesante —murmuró Pidge encogiéndose de hombro.
—¡Entonces vamos! —exclamó Hunk.
Los cuatro chicos emprendieren camino en completo silencio.
El museo era bastante impresionante. Era la primera vez que Keith venía a este lugar a pesar de haber tenido tiempo viviendo en el país.
Sus amigos parecían estar absortos con las pinturas que hoy se exponían, y como él lo esperaba, ahí estaba los cuadros de Chun Kyung-Ja como las premisas del lugar.
Mientras veía la pintura que tanta polémica había generado por la autoría de ésta, aún tras la muerte de la artista, no pudo evitar notar el momento indicado en el que Lance sonreía y coqueteaba con una chica.
—¿Sabes? Aquí se presume la belleza de estas pinturas, pero estas no se comparan con la belleza que tú irradias.
Keith escuchó claramente el piropo barato sacado de la manga. Miró la reacción de la chica de la cual se llevó una gran sorpresa pues no era normal ver a las víctimas de Lance, sonrojarse y reír como colegialas enamoradas por las palabras tan burdas del cubano.
Pero claro, ¿a quién no le gustaría ser comparado con el arte? Que te digan que eres más bello que La Noche Estrellada. O que eres mucho más enigmático que La Gioconda. Que te llamen artista por ser el pintor de sus sonrisas, el dibujante de su presente y el escultor de su futuro.
Pero el arte siempre se ajusta a muchos gustos.
Keith estaba pensando demasiado y no actuaba rápido.
Se dirigió hacia dónde Lance, que no paraba de parlotear sobre su ingenio y su atractivo natural.
—Lance, ¿puedo hablar contigo un momento? —el mayor trató de hablar con toda calma.
—¿Qué no ves que estoy... ocupado? —le respondió sin despegar los ojos de la chica.
El azabache no lo pensó dos veces y tomó a su amigo por el brazo hasta llevarlo a una zona solitaria en el exterior del museo rodeado de la naturaleza.
—¿¡Cuál es tu problema, Keith!? —escupió Lance una vez fue soltado.
—¿Qué cuál es mi problema? ¡No sé, tú dime! Se supone que este día iba a ser para que los cuatro estuviéramos juntos.
—Como si a ti te importara algo como eso —se burló.
—¡Me importa porque quiero estar contigo!
Keith no había pensado dos veces antes de gritar esas palabras. Se tapó la boca con sus manos y sintió como el rubor subía con rapidez.
—Ke-Keith... ¿acaso tú...?
—Nos vemos al final del recorrido.
Fue lo único que pudo articular antes de irse corriendo por la vergüenza que sentía en estos momentos.
«Estúpido Lance» ese pensamiento rondaba por su cabeza constantemente pues Keith lo hacía responsable por la tontería que él mismo había dicho.
Los dos chicos veían las pinturas por separado sin ponerles la especial atención que ellas requerían.
El día se había consumido con tan pocas actividades hechas, pero de igual forma fueron divertidas.
—Oigan, chicos, ¿creen que debamos volver? Ya se está oscureciendo —dijo Pidge mirando al cielo.
—Yo no me quiero ir —murmuró Hunk.
—Todavía hay un lugar al que ir —dijo Keith como si nada, ocultando sus verdaderas ganas de ir a su siguiente destino.
—Viniendo de ti, no puedo esperar —exclamó Lance con sarcasmo denotado.
—Keith, quiero hablar contigo —la petición de Pidge sacó de onda a los presentes y ella lo notó.
—¿Está bien?
Los dos chicos se alejaron un poco de sus amigos y no pasó mucho para que Pidge le diera un golpe en la nuca a mano abierta.
—¡O-oye!
—¿Cuándo piensas decirle a Lance lo que sientes?
Keith quedó estático.
—¿De qué hablas? —una risa nerviosa se escapaba de sus labios.
—Debes de estar bromeando. Los dos tienen los ojos de enamorados. No hay duda de eso.
—Pidge, se nos hace tarde.
Keith dio media vuelta y mantuvo la cabeza gacha para evitar que su pequeña sonrisa se diera a conocer por los demás.
El teleférico Namsan es famoso por su historia y la perfecta vista que tiene hacia la gran ciudad de Seúl.
Tal vez también por el escenario del cual iba a ser testigo.
—Un recorrido de tal vez... ¿604 metros? —murmuró Kogane ante las puertas de la cabina.
—Ehh... chicos, creo que esta vez paso. Las alturas no son —una arcada silenciada por cerrar la boca —... buena idea tratándose de mí.
—Vamos, Hunk, claro que podrás soportarlo —dijo Lance en un intento desesperado para evitar entrar solo al teleférico.
—Yo me quedaré con Hunk. Este estómago es especial —dijo Pidge dandole unos golpecitos al susodicho—. Tú puedes subir con Keith.
—¿Qué? ¡Claro que no! —Lance sentía que podía enloquecer—. Además, Keith quería estar con todos nosotros. No sería justo que sólo yo vaya con él.
—No tengo problema —aclaró Kogane.
—Yo tampoco —agregó Pidge.
—Yo no puedo opinar —Hunk ya lucia terrible.
Lance no dijo más y se adentró a la cabina.
Pidge lo miró con una sonrisa victoriosa.
—Leí que es un recorrido de sólo tres minutos —dijo ella mientras acomodaba sus lentes.
—Me temo que sí —se lamentó Keith.
—No te preocupes. Hunk y yo estaremos en el hotel así que no nos busquen cuando terminen.
—No sé si soy sólo yo o hay mucho misterio entre ustedes dos —el samoano los miró con una ceja arqueada.
—Bien bien, ya nos vamos. Y tú, no dejes esperando a tu amigo.
Keith sonrió apenas y despidió a los dos chicos. Respiró hondo y se adentró a la cabina. Ésta comenzaba a moverse y ahí se dio cuenta de que tenía que hablar.
—Lance-
—Antes de que digas algo —lo interrumpió—, por favor, déjame disculparme. Hoy me comporté como un completo idiota y no te he agradecido por el gran día que le has dado a los chicos y... también a mí.
El cubano le sonrió con honestidad a su acompañante.
—No fue nada...
Ya casi se hacía un minuto.
Los dos tenían que hablar ahora o nunca.
Para la sorpresa de ambos, el teleférico se detuvo en el punto que se podía apreciar todo Seúl.
—¿Qué demo-?
Keith fue interrumpido al recibir un mensaje de texto en su celular.
Pidge
Fui yo. No se asusten.
De hecho las funciones de esto fueron fáciles de manejar.
Tienes ahora poco más de tres minutos. Aprovéchalos bien.
—¿Por que sonríes? Eso no me da buena espina —dijo Lance con la paranoia asomándose en sus palabras.
—No es nada.
—¿No es nada? ¡Nos quedamos aquí atorados! Debemos hacer algo rápido.
—Lance, tranquilo —Keith no le podía decir la verdadera razón por la cual se habían quedado varados—. Ya arreglaran el problema.
Los dos chicos se quedaron en silencio. Maldiciendo a sí mismos por ello.
Lance alzó la vista por la ventana y sonrió.
—¿Ya miraste a la luna? Es grande y brillante.
Keith imitó la acción de su amigo y le dio la razón en silencio. La luna llena estaba presente y su brillo destacaba más que la luz artificial de la ciudad.
—Luce como la última noche en que nos vimos —dijo Lance sin despegar los ojos de la luna.
—¿Cómo puedes saberlo? Estábamos en un lugar cerrado.
—Cuando salí de aquel cuarto, había notado lo obscuro que estaba y fue ahí cuando miré hacia el cielo y la luna brillaba tanto como ahora. Así de grande, así de... hermosa.
—Palabras profundas.
—¿Te burlas de mí? —inquirió Lance con una sonrisa y una ceja arqueada.
—No, claro que no. Sólo supongo que ahora ya tienes algo en que ser bueno.
—¡Ouch! Esas palabras duelen.
—E-espera... quise decir que... que-
—Keith, tranquilo. Sólo estaba jugando —el cubano rió.
Ambos chicos se miraron por largos segundos. Incapaces de articular las palabras indicadas.
Lance fue el primero en romper ese silencio.
—¿Sabes en qué pensaba cuando estuvimos en el museo?
—¿Qué? ¿A parte de la chica que intentaste ligar? No estoy seguro —replicó Keith disimulando su enfado.
—¿Podrías olvidar eso?
El mayor alzó su dedo pulgar indicándole que siguiera hablando, pero a la vez, demostrando que aún seguía molesto por aquello.
—Mientras estábamos allá, no pude evitar recordar pinturas de otros artistas. Sus críticas, sus comparaciones y después me pregunté... ¿a cuál pertenece Keith?
Un gran y reluciente "¿Qué?" se marcó en el rostro del azabache.
Lance guardó esa expresión en su memoria y prosiguió:
—Eres como una pintura de Jackson Pollock. Abstracto y sin sentido. Mientras unos te evalúan como la pieza maestra de tu corriente artística, otros te clasifican como un desperdicio de lienzo —hizo una pausa para ver la reacción de Keith—. Pero, ¿sabes? No todo el arte tiene que ser comprendido. Y siempre va haber alguien que amará tu falta de sentido.
Kogane se quedó estático. Analizando y guardando cada una de las palabras recién pronunciadas por Lance.
—Ese alguien, ¿cree estar seguro de lo que siente? —preguntó Keith, evitando el contacto visual con Lance.
Una suave risa se hizo escuchar dentro de la cabina.
—Créeme —el cubano extendió su mano y tomó con delicadeza la de Keith—, él lo está.
Por fin se miraron.
Keith y Lance, dos chicos completamente distintos con pocas cosas en común y una de ellas era el amor que se tenían. Un amor que estuvo aguardando para este momento.
El teleférico volvió a moverse, pero eso no cambiaba nada. Los dos chicos, aún tomados de las manos, miraron hacia la ventana el escenario que Seúl les ofrecía.
—¿En dónde están Pidge y Hunk? —preguntó Lance al notar la ausencia de sus amigos.
—Umh... ellos...
—¿Lo hicieron a propósito?
—Sólo Pidge. Es como si estuviera un paso delante de mí.
—Ni me lo digas. Llevo conociéndola por mucho más tiempo que tú.
Los chicos rieron por lo bajo y se tomaron con más firmeza de las manos.
—Keith, ¿tú quisieras-?
Lance fue interrumpido por un mensaje texto.
Era de Pidge.
Cuatro ojos
Lance, lo siento, pero tienes que volver. Dentro de unas horas tenemos que regresar con Allura. Hay nuevo trabajo por hacer.
—Vamos, debes de estar bromeando —masculló el menor a su pantalla y se giró para ver a Keith. Él hablaba por teléfono.
—Está bien, Shiro. Voy para allá —colgó.
Lance sonrió con resignación.
—Supongo que es hora. Shiro te espera.
El cubano dio media vuelta y emprendió camino hacia dónde él suponía, estaría la estación del metro.
—¡Lance, espera!
El chico sintió que los brazos de su acompañante lo rodearon por el torso.
—Cuando se trate de ti, Shiro podrá esperar —susurró contra su espalda.
«Tan lindo...»
—Déjame llevarte hasta la estación. Sé que Allura los necesita —concluyó Keith.
—Claro, dejaré que me sigas.
Entrelazaron sus manos una vez más y siguieron su camino en silencio.
—Bien, supongo que aquí nos despedimos —dijo Lance sin querer decirlo en verdad, mientras esperaba que el metro arribara.
—Nos volveremos a ver.
—¡Tenlo por seguro! ¿Creías que te ibas a librar de mí, tras darme esta maravillosa noche?
—Me alegro de que no sea así.
Lance escuchó una voz femenina hablar por unos altoparlantes, pero no le prestó mucha atención por no querer perder ni un sólo instante con Keith.
—Hey, amigo, ya llegó tu transporte —dijo el mayor, señalando por detrás del cubano.
—¿Amigo? Algo me dice que esa palabra ya no nos define.
Lance se giró sin esperar respuesta. Le gustaba dejar en suspenso a las personas que lo rodeaban, para poder verse cómo un "tipo genial e interesante".
Pero al parecer, con Keith no iba funcionar un truco como ese.
Antes de poder cruzar las puertas, Lance fue tomado del brazo por su acompañante.
—Oye, eso es peligro-
El responsable de aquella interrupción, fue la mínima acción de un beso sobre la mejilla de Lance. Un suave y tierno tacto que tenía uno de los mayores significados.
—Nos veremos de nuevo, Lance.
Después de eso, Keith empujó al chico al interior del metro sin ningún aviso. Las puertas se cerraron tras de él y McClain se giró para ver por última vez a su acompañante. Él ladeo la cabeza y le sonrió.
«Eres... perfecto» pensó Lance con gran claridad.
—¡Amigo! ¡Creí que nunca llegarías! —exclamó Hunk apenas vio a Lance entrar—. Tu maleta ya está casi lista. Así nada más dormiremos un rato y nos vamos.
—Sí, claro.
—¿Estás bien? Luces distraído...
—¡Hunk! —se escuchó a Pidge—. ¡Ve a recalentar la comida para Lance! Debe estar hambriento.
—¿Recalentado? ¡Claro que no! Prepararé algo delicioso y rápido justo ahora. El hotel me dio permiso de entrar a la cocina.
Y justo así, Hunk salió de escena para dar paso a Pidge.
—¿Y bien?
—¿Qué?
—¿Tú y Keith? —la chica frunció el entrecejo pero después lo cambió a una expresión llena de brillo — ¿¡Se besaron!?
—¡Shhhh! ¿Quieres bajar la voz? —Lance le tapó la boca con ambas manos.
Pidge se quitó el bloqueo que le implementó su amigo y miró a su alrededor.
—¿En serio crees que lo suyo se mantendrá en secreto? Estoy más que segura que serás el primero en besarlo frente a nosotros —la pose de Pidge era de victoria, que cambió a una muy contraria de esta—. Bueno, eso es algo que yo no quiero ver.
—Ya, vete a dormir —Lance pasó de largo a su amiga y se acostó en su cama correspondiente.
—Estaré con Hunk si necesitas algo.
—Claro.
El cuarto quedó en completo silencio.
Para Lance todo era tan irreal.
Pasó la yema de sus dedos por sobre su mejilla, ahí dónde aún podía sentir el calor de los suaves labios de Keith. Dirigió la punta de esos dedos a sus propios labios y los besó con delicadeza.
Ahora su único deseo era poder probar esa boca que antes parecía tan lejana.
—Por fin, cariño —susurró contra sus dedos en su lengua materna, imaginando cómo sería su próximo encuentro.
El chico se posicionó de costado entregándose a un profundo sueño.
Tenía por seguro que nada iba a arruinar su maravilloso humor en un largo tiempo.
—Pidge, no estoy seguro si fue sólo mi imaginación o Keith y Lance actuaron raro el día de hoy —comentó Hunk mientras freía algunas verduras en una sartén.
—Pronto lo sabremos, Hunk.
La chica estaba sentada en una silla que le había facilitado un mesero en turno.
—¿Eso qué significa?
Antes de que Pidge pudiera contestar, su celular recibió un mensaje.
Era de Shiro.
Shiro
¿Cómo les fue el día de hoy?
Pidge
¡Más que bien! Todo salió a la perfección ( *`ω')
Shiro
¿Qué pasó? ¿Algo bueno?
Pidge
Cuando Keith llegue contigo, lo sabrás.
Shiro
?????
La chica guardó su celular y dejó que la "magia" surgiera por si sola.
Shiro estuvo en Corea del Sur todo este tiempo y ella lo sabía.
Al cabo de un rato, el timbre de un nuevo mensaje de texto sonó y ella lo revisó de inmediato.
Shiro
;))))
Debo admitir, que me siento aliviado.
En fin, buenas noches, Pidge. Nos veremos pronto :)
Pidge
Buenas noches, Shiro.
Saluda a mi hermano de mi parte.
Shiro
¡Claro! ✌🏼
La chica aguantó la risa.
Ser testigo de Shiro usando emojis era divertido.
Lo bueno, es que todo esto apenas comenzaba.
^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^
Otra vez yo con un One-Shot Klance~
Espero que les haya gustado uwu y que la extensión no haya sido tediosa ;-;
No estoy acostumbrada a la narración en tercera persona así que espero no haya sido confusa la lectura ;u;
Dedicado a:
sehmsucht por haberme dado esas palabritas importantes cuando terminó de leer el borrador 💖
newyorkblues por muchas cosas(?) xD su gran apoyo entre ellas ;u; ❤️
Muchas gracias por leer 💙✨
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