CAPÍTULO 15
Desde esa posición, Mitchell puede sentir el perfume de la presentadora entrando por sus fosas nasales. La tiene tan cerca que podría acariciarla si quisiera. La tentación de hacerlo es demasiado grande y le cuesta resistirse cuando su cuerpo tiene cercanía con el de la rubia.
Siempre ha sido así desde que la conoció.
El sueco la sujeta con delicadeza del brazo que no tiene lastimado y la piel de la nuca de la rubia se eriza al sentir la mano de ese hombre al que no ha olvidado tocando su piel. Tiene que tratar de controlar sus nervios, los nervios que tan solo su contacto provocan en ella.
—Fab, hablemos por favor. —le dice él casi le susurra. —Date la vuelta y mírame.
El sueco la abraza de manera instintiva mirándola como antaño, como cuando comenzó a sentir amor por ella tantos años atrás. La hermana de Diana trata de liberarse de su abrazo pero es demasiado débil como para negar sus sentimientos y apartarse de él.
—Tenemos que ir a algún sitio donde podamos hablar tranquilamente. Tu familia puede venir en cualquier momento y necesitamos estar...solos. —dice él acariciando el rostro de la periodista con el dorso de su mano.
—¿Y de qué quieres que hablemos? ¿De tu mentira? ¿De tu engaño? ¿De cómo me sedujiste teniendo novia? —le reprocha ella apartándose de él y golpeándole en el pecho con el dedo índice.
—Las cosas no son como parecen, Fab...Fabiola. —le asegura el cantante. —Tenemos muchas cosas que aclarar, muchos malos entendidos de los que hablar. Solo así podremos empezar de cero.
—¿Empezar de cero? —le reprocha ella. —Tú y yo no vamos a empezar nada de cero. Estás fuera de mi vida hace veinte años. Solo me dejaste...
En ese momento, Fabiola se da cuenta que ha estado a punto de meter la pata y decir a Mitchell la verdad. Al menos una de ellas, la que es evidente y no puede negar. Porque la otra verdad, esa verdad, es algo que lleva años negándose a si misma, al menos públicamente aunque es perfectamente consciente de que la negación de esa realidad no hace que esta desaparezca.
Quizás solo la haga más visible, más presente, más fuerte.
—No me refiero a empezar de cero como pareja. Me quedó claro que es parte del pasado y no pretendo nada. Necesitamos aclarar todo y comenzar una nueva relación...de amistad. —dice él acariciándole el cabello con ternura como en aquellos tiempos en los que estaban enamorados y ella colocaba la cabeza sobre su regazo el primer día que hicieron el amor.
En ese momento, el corazón del rockero latía con fuerza mientras la tenía pegada a él, a su cuerpo, completamente desnudos ambos y podía sentir como su larguísima melena rubia le acariciaba el torso. Su corazón palpitaba entonces como ahora le late el corazón al tocar su cabello.
Veinte años después y sigue provocando en él los mismos efectos. Una vida entera, las huellas del paso del tiempo en ambos, pero los mismos sentimientos, la misma inquietud en el corazón.
Al menos por parte del músico.
El cabello de Fabiola sigue siendo tan bonito como entonces, con la misma suavidad, algunos centímetros más corto, pero con el mismo aroma a naranja que tanto le ha gustado siempre.
Aunque Fabiola se muestra dura con el cantante sabe que en cualquier momento eso puede cambiar, está haciendo acopio de todas sus fuerzas y su valor para mostrarse furiosa con él, aunque sabe que si ese hombre se le sigue acercando y hablándole de esa manera, va a empezar a flaquear y ella no es un adolescente ya como para sucumbir a sus propios sentimientos solo porque un hombre la hace sentir vulnerable.
Fabiola es una mujer fuerte, ha tenido que serlo toda la vida y no puede permitirse comportarse como una tontita ante un hombre solo porque está...
¡No puede comportarse así y punto!
Lejos de allí, Diana, su sobrino y Mark deciden ir a tomar algo. Aman pasear pero la inseguridad en el país es demasiada y estarán más seguros en algún local que en las calles. El agente de Mitchell, quiere conocer más a Diana, pues desde el primer día que la vio no ha podido sacársela de la cabeza. A ella le sucede lo mismo con él a pesar que solo se han visto unas pocas veces. Hay algo especial entre ambos desde que se vieron por primera vez.
En casa de Fabiola intenta controlar los latidos de su corazón cuando Mitchell se acerca a ella, algo que él parece empeñado en hacer a pesar de haberse prometido no hacerlo.
En el momento en que Mitchell ha pronunciado la palabra amistad como la nueva relación que podría haber entre ambos algo se ha roto dentro de la presentadora. Muy a su pesar, pese al dolor que le causó, de la rabia, de no querer saber nada de él, la palabra "amistad" ha caído como un jarro de agua fría sobre ella.
¿Le...dolió?
Cuando se gira para mirarle, una vez que ha recobrado algo de compostura minutos después, el músico la mira de una manera...
La acaricia con la mirada y eso la pone nerviosa.
—¡Deja de mirarme así! —exige ella alejándose del sueco en dirección a la cocina.
—¿Que deje de mirarte cómo? —pregunta él. —No puedo mirarte de otra manera, no me nace. —sonríe él.
—Ya sabes... como si te derritieras por alguien. —le explica ella.
—Tú eres ese alguien. ¿Cómo quieres que te mire? Uno no controla como mira a los demás. Es algo involuntario. —se sincera él mirándola fijamente.
Ella sale como una exhalación de la casa dando un portazo seguida por él.
«Esto no puede estar pasando de nuevo.» piensa el rockero mientras va tras ella una vez más.
—¡No seas inmadura, Fab! Tenemos que hablar como dos adultos pero no aquí. Las calles son peligrosas. Volvamos dentro. Te prometo que no te quitaré mucho tiempo y luego si quieres me alejaré de tu vida para siempre. —se sincera el músico con ella.
Ella se acerca molesta hacia él.
—¿Me llamaste inmadura? ¡Eres un imbécil! —dice ella.
—Yo seré un imbécil como tú dices. Un imbécil que cometió errores, pero un imbécil que se muere por volver a besarte desde que te volvió a ver después de tantos años y que sigue queriéndote como un estúpido enamorado. —se sincera el músico con ella dejando sin palabras a Fabiola. —Y tú una cabezota e inmadura que no quiere tener una conversación adulta para aclarar ciertas cosas con otra persona.
Ya está, ya lo dijo. No pudo reprimirse y tuvo que confesar lo que sentía a esa mujer.
—Esta bien, hablemos. Di lo que tengas que decir y te vas. —responde ella tratando de mantener su actitud fría y distante.
Sin embargo, después de la confesión del compositor de hace unos instantes siente como su corazón late cada vez más agitado.
—Aquí no. Tiene que ser en un lugar más privado donde nadie nos pueda ver y estemos tranquilos y solos. ¿O es qué tienes miedo de quedarte sola conmigo en un lugar más íntimo y privado? —le pregunta él.
—¡No seas absurdo! ¿Por qué iba a tener miedo de estar contigo a solas? —se defiende ella.
—Eso creo que lo sabes tan bien como lo sé yo. —responde él.
Ella se pone más nerviosa aun y evita su mirada dándole la espalda.
—Regresemos a mi casa entonces. —propone ella.
Ambos emprenden camino de vuelta a casa de Fabiola y cuando están en el interior de la vivienda, ella cierra la puerta con llave y le invita a sentarse en el sofá del salón junto a ella.
—Bien. Tú dirás. —dice la periodista mostrándose indiferente una vez más.
—Fabiola, yo...nunca te engañé. De verdad te quise hace veinte años. Me enamoré de ti como nunca lo había estado de nadie. Siempre fui sincero contigo y mis sentimientos hacia ti. Sigo siéndolo. Espero que me creas lo que te voy a contar porque es la verdad, mi verdad, la verdad más grande de mi vida. Cuando no llegaste al aeropuerto y creí que te habías burlado de mis sentimientos y no habías querido ir a despedirte de mi sentí tanta rabia, te odié tanto entonces... o al menos eso creí en ese momento, sentí tanto dolor... que quise hacerte daño para que supieras lo que yo estaba sintiendo. Tenía el corazón demasiado herido y cuando llegué a Suecia conocí a una mujer con la que me casé muy poco después.
—¿Estás diciendo que es culpa mía que te casaras con otra? —le reprocha ella.
—De eso yo fui el único responsable, ahora lo sé, pero entonces sí te hice responsable de ello, aunque solo yo tuve la culpa de ello. Sabía que te enterarías y creerías que había pasado página contigo. Pero lo cierto es que no es así, nunca fue así. Nunca debí hacerlo pero ya no se puede remediar. Me enteré de la razón por la que no llegaste a despedirme y me di cuenta de lo estúpido que había sido. Me había casado sin pensar y ya no podía hacer nada. Me resigné y seguí casado durante 20 años pensando que no te volvería a ver. Aquel matrimonio fue una farsa de la que me he arrepentido a diario durante años y al fin un día decidí poner remedio a la tontería que había hecho y me divorcié. Espero que me creas y que me perdones algún día porque es la verdad. —se sincera él con ella. —Además ella no es como tú.
—¿Cómo yo? —se sorprende ella.
—Linda no es una mujer cálida, tierna y apasionada como tú. Y lo más importante es que nunca la amé como a... —confiesa el músico a la rubia acariciando su cara con una de sus manos. —Bien, ya hice lo que tenía que hacer y ahora me voy. —dice él dirigiéndose hacia la puerta. —Y como te dije antes de regresar me mantendré alejado de tu vida para siempre. —asegura el sueco con el rostro sombrío.
Fabiola permanece pensativa unos segundos. Cuando Mitchell está a punto de abrir la puerta y abandonar el domicilio de la periodista, ella le detiene.
—¿No pensarás dejarme de nuevo verdad? —sonríe ella retirando la mano del rockero de la manivela de la puerta.
Ella le acaricia el cabello con ternura.
—Sigues siendo el mismo hombre hermoso de siempre. —dice ella pegando su frente a la suya y abrazándole.
Él la estrecha entre sus brazos.
—Yo también fui una idiota casándome con un indeseable. —se sincera ella acurrucada en el pecho de Mitchell.
—Ese tipo es un indeseable, espero no tenerlo enfrente porque...
Ella le mira sin dejar de abrazarle.
—No lo hagas, ¡por favor! Es un tipo peligroso y violento. —le pide ella.
—Si te vuelve a tocar o decir algo de ti se va a arrepentir. Y eso se extiende a Diana y a tu hijo. —se sincera él mirándola mientras la sonríe con ternura.
Le acaricia el rostro con el dorso de una de sus manos y la mira a los ojos. Fabiola siente palpitar su corazón cada vez más deprisa a medida que el rostro de ese hombre se acerca al suyo. Y cuando siente los labios del sueco posándose sobre los suyos de nuevo después de más de veinte años, la presentadora derrama unas lágrimas de emoción.
Él se da cuenta y le limpia las lágrimas con delicadeza.
—No llores Fab. Se acabaron las lágrimas. Solo quiero hacerte feliz y devolver el brillo a esa mirada que perdiste por mi culpa. —dice él volviendo a besar a Fabiola con más pasión y más intensidad que antes.
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