CAPITULO 12
Leer este capítulo escuchando esta canción. La idea surgió de este tema.
Tal vez después de todo no le es tan indiferente a Fabiola como él creyó en un principio. Esa mujer hermosa sigue sin saber disimular sus sentimientos con respecto a nadie, ni a nada y con él es con quien menos ha podido hacerlo. Siempre fue transparente con lo que el músico despertaba en ella. Esa mujer preciosa, ya en su madurez, siempre le trató como a una persona normal a pesar de saber desde un principio quien era. Todo lo contrario que algunas de sus amigas que cambiaron su actitud al reparar en su identidad. Fabiola nunca tuvo que hacer nada para llamar su atención y llegarle al corazón. Solo ser ella.
El sueco nunca pudo imaginar que aquella hermosa rubia venezolana se convertiría en una persona tan importante para él, tan importante en su vida. Se enamoró sin darse cuenta aunque empezaron siendo amigos. Sus compañeros de banda se dieron cuenta, incluso antes que los implicados, de lo que iba a pasar entre ambos.
Mitchell no deja de mirar a la hermana de Diana, le apetece jugar un poco a ver hasta donde puede aguantar ella sin marcharse de allí para evitar su mirada. Quiere ponerla nerviosa. Es algo cruel, tal vez, pero le divierte.
Fabiola, que hace tiempo dejó de ser tan ingenua, se da cuenta que el pelirrojo la está provocando, está jugando con ella y eso la irrita.
«¡Idiota!» piensa la rubia enojada.
La madre del joven Mitchell, gira la cara molesta.
—Perdonadme. —se disculpa con su hermana y su hijo tomando su bolso y saliendo del local de manera precipitada.
—¡Mamá! —exclama su hijo levantándose para ir tras su progenitora.
—No, sobrino. Deja sola a tu madre. Tiene que resolver cosas de su vida y su pasado. Nadie más puede hacerlo por ella. —responde Diana impidiendo que el muchacho persiga a su madre.
Aunque sabe que quizá no sea el mejor momento, el rockero sale detrás de la rubia al verla salir por la puerta del local.
—¡Mitchell! ¿Dónde vas? —le pregunta su mánager levantándose.
Pero el sueco no ha podido escucharlo.
Los clientes del local, que conocen la identidad de ambos los siguen con la mirada.
Fabiola está enfadada, necesita calmarse. Está furiosa con ese hombre, ese hombre que ya jugó con ella hace tantos años, al igual que ahora. Pero la rabia la siente, principalmente, por ella misma. El músico se ha dado cuenta que sigue sintiendo algo por él,
precisamente lo que la presentadora no quería.
—¡Fabiola! —dice una voz detrás de ella hablando en inglés. —Tenemos que hablar.
La venezolana gira la cabeza, se percata que Mitchell la persigue y acelera el paso, logrando que el músico haga lo mismo. La hermana de Diana, que se ha distraído unos instantes al escuchar la voz de Mitchell y girar la cabeza, se resbala con el pavimento húmedo.
La encargada de una peluquería cercana a la cafetería, acaba de fregar el suelo de su local y ha tirado el agua sucia a la acera. Al resbalar, Fabiola cae al suelo y todo el impacto del golpe recae sobre uno de sus brazos. Enseguida se oye un crack. El sueco, que ha presenciado toda la escena se asusta y corre junto a la rubia que se queja de de dolor mientras se sujeta el brazo sobre el que ha caído.
—¿Te hiciste mucho daño, Fab? —pregunta el hombre de pelo cobrizo.
Ambos se miran en silencio unos segundos mientras los viandantes los observan pues los reconocen perfectamente.
—Te voy a acompañar al médico. —dice el músico.
—¡No me toques! Estoy bien. Además todo esto es por tu culpa. —responde ella furiosa tratando de marcharse fingiendo que está bien.
—Yo solo quería, quiero hablar contigo. Nadie te obligó a correr para escapar de mi sin mirar por donde vas. —responde el sueco con tranquilidad. —Ese brazo no se ve bien y te voy a acompañar al hospital te guste o no. —le asegura él ayudándola a levantarse.
El cantante hace detenerse un taxi e invita a Fabiola a subirse en uno de los asientos traseros, luego él se sienta junto a ella.
—No sé hablar el idioma de tu país y no sé si el conductor habla inglés. Tendrás que indicarle tú donde vamos. —dice el sueco colocándose muy cerca de Fabiola.
Demasiado cerca.
El corazón de Fabiola comienza a agitarse ante la proximidad del sueco. Y el de él también.
—Al hospital, por favor. —dice la presentadora al chófer del taxi.
—Enseguida. —responde el hombre.
La hermana de la abogada se sujeta el brazo lastimado mientras ignora la cercanía de Mitchell aunque por mucho que se lo niegue a ella misma, lo cierto es que le gusta que el sueco esté tan preocupado por ella y corriera en cuanto la vio caer. Pero eso es algo que no tiene intención de demostrar. Sin embargo, una pequeña sonrisa aparece por unos segundos en su rostro, sonrisa que la presentadora se encarga de borrar para que ese hombre no la descubra.
A su lado, el sueco la mira tratando de encontrar el momento adecuado para hablar con esa mujer.
—Fab, se supone que somos dos adultos. Necesitamos hablar. Tenemos una conversación pendiente. —le dice el músico a la Rubia. —Yo...no soy como crees que soy. La gente comete errores, yo no soy la excepción, tú tampoco. No debemos una conversación. Hay cosas que aclarar. —asegura él mientras dos dedos de una de sus manos se acercan con lentitud a la mano de Fabiola que está apoyada sobre el asiento del taxi.
Lejos de allí, Jesús recibe una mala noticia, una muchacha de la misma edad del hijo de Fabiola, le ha puesto una demanda de paternidad ya que acaba de enterarse que el individuo es su padre.
La madre de la joven, una de las múltiples amantes que el aún marido de Fabiola tuvo durante su matrimonio con la presentadora, ha confesado la verdad a su hija antes de morir.
Días atrás...
—Él siempre supo de existencia, intentó hacerme abortar. Trató de desligarse de ti diciendo que yo era una mujerzuela y que no podía estar seguro que él fuera tu padre. Y aunque lo fuera tampoco le interesaba ejercer de padre. Es muy posible que haya más hijos suyos no reconocidos por ahí. No es buen hombre.
—Lo sé, madre. No quiero nada económico de él, pero tiene que asumir sus responsabilidades. El mundo tiene que saber la clase de elemento que es.
—Su esposa es una buena mujer, ni siquiera creo que sepa que él le ha sido infiel toda la vida. Creo que ella amaba a otro hombre que la dejó embarazada y regresó a Suecia. Esa mujer fue honesta con él desde el principio, pero Jesús estaba tan obsesionado con poseerla que se casó con ella de todas formas. Conozco a alguien que conoce a esa mujer y lo que me contaron de Jesús no es demasiado agradable. Creo que en alguna ocasión agredió a su esposa para que abortara.
La joven se lleva las manos a la cara.
—¡Eso es horrible! —se escandaliza su hija.
—Si, cuando me enteré de eso supe que era cierto y fue entonces cuando decidí romper mi relación con él a pesar que, a diferencia de su esposa, yo sí le amaba. Además cuando la conocí me sentí culpable de que su marido le fuera infiel conmigo.
—¿La conociste? —se sorprende la joven.
—Fue pura casualidad. Me auxilió cuando un malandro me tiró al suelo para robarme. La reconocí enseguida porque es una persona muy famosa en este país. Estuvo conmigo apoyándome, incluso me acompañó a poner una denuncia aunque nunca atraparon al responsable.
—¿Quién es ella? —pregunta su hija.
—La presentadora del programa de los lunes por la noche. A ese programa acuden personas famosas y la presentadora debe hacer unas preguntas a un invitado misterioso para descubrir su identidad y luego hacerle una entrevista.
La muchacha enseguida sabe de quien le habla su madre.
—¡Es una mujer fantástica! —exclama su hija.
Mitchell y Fabiola llegan a las urgencias hospitalarias, entran en la sala de espera y se disponen a esperar a ser atendidos. El sueco puede darse cuenta de las necesidades de material médico y de personal que hay en el hospital.
«No puedo creer lo que estoy viendo» piensa el pelirrojo. «Estas personas merecen ser atendidas con los mejores medios.»
—Fabiola, ¿no hay ningún hospital privado por acá cerca?
—Sí, a dos cuadras. ¿Por qué?
—¿Y cómo andan de equipos médicos y medicamentos?
—Más o menos como en un hospital público. —responde ella.
—¿Y la atención es mejor? —pregunta el hombre de pelo rojizo.
—No mucho mejor. No atender a tanta gente como en un hospital público, tal vez les haga ofrecer una mejor atención, pero tampoco hay gran diferencia.
—Nos vamos de aquí, nos vamos a otro lugar. Me da igual si hay que caminar para encontrar un hospital mejor. No voy a permitir que la falta de medios y dinero perjudiquen tu atención. —dice el cantante agarrando de manera instintiva la mano de Fabiola
En ese momento ambos se miran las manos.
La pareja llega poco después al hospital privado y se disponen a esperar su turno. Cuando, después de un rato esperando, Fabiola es llevada a rayos x, Mitchell saca su teléfono y llama a Mark.
Después de contarle lo sucedido le pide que hable con la hermana y el hijo de Fabiola.
—¿Te vas a quedar con ella? —pregunta su agente.
—¡Por supuesto! De aquí no me muevo hasta que no salga y sepa que está bien.
Rato después la rubia sale con una escaloya en el brazo. El médico da indicaciones al cantante y le da el tratamiento a seguir por la paciente.
—No se preocupe. Yo me encargo de que cumpla las indicaciones al pie de la letra. —responde el cantante acariciando la espalda de Fabiola con suavidad.
Ella se aparta disimuladamente.
Al día siguiente, el primer hospital al que Fabiola y Mitchell acudieron recibe una importante donación económica de forma anónima.
Por otra parte, una noticia abre los programas de corazón de la televisión venezolana. Una foto de Mitchell y Fabiola después de la caída mirándose cuando él fue a atenderla. Alguien les fotografió con un teléfono móvil y envío la instantánea a todos los programas y revistas de prensa rosa.
"Mujer infiel."
Este es el titular de todos los programas
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