CAPÍTULO 11
Leer este capítulo escuchando esta canción. La idea surgió al escuchar este tema.
En la cafetería Fabiola finge que no le afecta la presencia allí de su antiguo amor, que forma parte de su pasado. En realidad es algo de lo que trata de convencer a los demás. Solo intenta aparentar que no le importa, aunque no es así. Puede engañarse a si misma pero no sirve de nada porque no va a cambiar las cosas, no va a cambiar la verdad, la única verdad. Puede huir y esconderse aunque sus sentimientos siempre estarán ahí.
El día anterior, cuando Mitchell estaba junto a ella en el programa que presenta se dio cuenta que en sus sentimientos nada ha cambiado y no quiere estar cerca suyo porque sería débil si él intentara acariciarla. Prefiere mantenerse alejada por lo que pueda ocurrir. De vez en cuando dirige sus ojos al músico cuando él no se da cuenta y en efecto parece que el artista no se percata de esas miradas de la mujer que conoció hace tantos años y que aún no ha podido olvidar.
Mark pide en la barra y cuando la gente deja de asediar a Mitchell para que se tome unas fotos con ellos y les firme unos autógrafos se trasladan a una mesa de la cafetería. Ha tenido que pedir dos cafés más porque los primeros se les enfriaron mientras atendían a las fans y hablaban con Diana.
Luego su mánager y él se sientan en una mesa a unos metros de donde Fabiola y su familia están. El sueco mira fijamente a su antiguo amor logrando que ella se ponga nerviosa. La presentadora intenta ignorar la atención que él le presta pero no es algo sencillo pues cada vez que dirige sus ojos al frente le verá. Ha pensado incluso cambiar el sitio con su hermana o su hijo, pero esa sería una actitud muy infantil por su parte.
—¿Diana me cambias el sitio? —le pregunta la rubia a su hermana pequeña.
—¿Por qué? Si me das un motivo coherente tal vez lo haga.
Fabiola le responde guardando silencio.
—Por favor. —le pide la periodista mirando hacia el lugar en el que el cantante y su mánager desayunan tratando de que su hermana no descubra porque le pide semejante cosa.
Por desgracia para la presentadora, su hermana se da cuenta hacia donde mira Fabiola y gira la cabeza. La abogada sonríe ligeramente al mirar al artista y a su hermana y luego sigue con lo que estaba haciendo.
—Cariño, ¿me cambias el sitio? —le pregunta la mujer a su hijo sonriéndole.
—¡Claro mamá! —dice el muchacho levantándose de su sitio.
Su tía le detiene.
—No te muevas de ahí, Mitchell. —se dirige la letrada a su sobrino.
Luego la joven mujer mira a su hermana.
—No te escondas detrás de tu hijo. —responde Diana a su hermana. —Enfrenta tus asuntos como la mujer adulta que eres.
Fabiola mira a su hermana menor algo avergonzada. A pesar de ser varios años más joven que ella, a veces Diana puede llegar a ser más madura. Tal vez fue el hecho de ver como ella trabajaba tanto y duro para sacarla adelante sin la ayuda de nadie. Sabe que tiene razón en todas y cada una de sus palabras, pero no puede controlar lo que hace. Está dolida por la boda de Mitchell. Tal vez si él no la hubiera engañado así ella no se hubiera casado con Jesús apenas muy poco tiempo después de conocerlo.
Aunque tal vez eso solo sea culpa suya.
Fabiola mira a Mitchell recordando lo que pudo ser y no fue, luego mira a su hijo. Él es lo más bonito, lo único positivo que sacó de la que ella creía que era una historia de amor. Amor que solo fue por su parte.
Lejos de allí, el marido de una de las antiguas amigas de Fabiola la recuerda. Aunque acabó enamorándose de su esposa, fue en Fabiola en quien se fijó por primera vez hace tantos años, pero por aquel entonces, cuando la conoció, la rubia ya andaba de amores con el rockero y era evidente que ambos estaban demasiado enamorados. Ella no iba a fijarse en otro hombre que no fuese ese músico, aunque se casó con otro hombre, sus sentimientos siempre pertenecieron al mismo hombre. Que la vida los separara es otra cuestión. Cuando vio el individuo con el que se había casado la rubia todas sus señales de alarma se activaron. Siempre ha tenido un olfato especial para esa clase de elementos, incluso para la gente que miente al acusar de algo a alguien. Si hubiera conocido a esa mujer antes que el rockero quien sabe lo que que hubiese pasado. Se sentiría orgulloso de estar casado con esa mujer, nunca se avergonzaría de ella como en cambio sí le ocurre con su esposa. La conoció poco después que a Fabiola y dos años después se casaron, por desgracia no mucho después de la boda empezó a darse cuenta que la persona con la cual se había casado, no era, precisamente un angelito. Vio muchas cosas en ella que no le gustaban y su amor por ella se fue apagando. Su decepción total llegó en el momento en que se enteró que su cónyuge y sus amigas, las antiguas amigas de Fabiola, habían separado a los dos enamorados mediante mentiras y triquiñuelas.
En la cafetería, Mitchell quiere pedir algo para tomar con el café, sin embargo cuando intenta hablar castellano se da cuenta que ha olvidado mucho del castellano que Fabiola le enseñó cuando estuvo en Venezuela hace tantos años. No ha tenido la oportunidad de practicar con nadie lo poco sabe de ese idioma y lo tiene prácticamente olvidado. Aunque su mánager nació en Estados Unidos, su familia es oriunda de La Habana y en casa se hablaba en castellano desde que tiene memoria, aunque también en inglés. Sus padres llegaron a Estados Unidos desde Cuba recién casados y les costó un poco aprender el inglés, aunque cuando la necesidad obliga te puedes llegar a sorprender a ti mismo, de lo que eres capaz. Mark nació en Estados Unidos y siempre convivió con ambos idiomas. Sus padres nunca quisieron perder ni sus costumbres, ni su idioma.
—Es inútil no puedo pronunciar ni una sola palabra de castellano. ¡Qué impotencia! —masculla el sueco en voz baja enfadado consigo mismo.
—No te preocupes, tú dime lo que quieres y yo te lo pido. —le sonríe su mánager.
—No sé que es lo que tienen para tomar.
—Pregunto y te digo. —responde su mánager.
En ese momento, el muchacho más joven comienza a preguntar a la camarera por lo que se suele tomar en Venezuela con el café de la mañana. Cuando la muchacha se lo dice, el agente de Mitchell le dice las opciones que tiene.
—Un sandwich. —responde el músico sonriendo a la camarera.
La chica se pone algo nerviosa estando con dos hombres tan guapos. Mitchell la sonríe y en ese momento Fabiola los mira molesta muy molesta. El sueco se da cuenta de todo y sonríe.
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