06: Besos, confesiones y más.
ALEJANDRA.
— Cada día me sorprendes más, parece que olvidas el mundo allá arriba. Es grandioso.— me comentó Paula cuando, una vez más, había acabado con mi hora de teatro.
El trayecto del auditorio hasta la puerta de la universidad era más largo y llevaba más tiempo de recorrer de lo que tardaríamos en un día normal donde nuestra última clase terminaba dentro del edificio principal y no en el segundo más distanciado de todo el terreno. Por lo tanto, disfrutaríamos de una grata conversación hasta pasar las puertas y despedirnos.
Me ponía contenta que mi amiga me estuviera esperando como siempre lo había hecho, a pesar de tener cosas que hacer, ella prefería tomarse un momento para mí y eso me hacía emocionarme demasiado. Sin duda era una excelente compañía y amiga.
— Es inexplicable lo que se siente estar allí, es como estar en la cima del mundo.— le conté, con una gran sonrisa.
Y esa era la verdad, estando arriba del escenario me olvidaba de todo y solo sentía paz. El estar allí era único y mágico, con cada paso que daba sobre ese improvisado suelo de madera, la seguridad surgía en mí y nada podía evitar que me sintiera realizada. El ver todo desde una altura superior que los demás, el que los reflectores te apuntaran únicamente a ti... el ser la protagonista principal, eran cosas que te llenaban de sobremanera y te hacían sentir un remolino de infinita alegría que era inexplicable.
Ese pequeño espacio tenía tal poder que todo lo malo y negativo se esfumaba.
Era tanta la fascinación con la que llegaba cada día a ese edificio para hacer mis prácticas, que cualquiera diría que ese lugar era mi hogar y no estaría equivocado. El estar ahí no se comparaba con ninguna otra cosa, era mi felicidad y mi pasión. Gracias a él había podido dejar el pasado atrás y solo enfocarme en mi presente y futuro, los cuales ya estaban escritos junto a una persona maravillosa.
Víktor.
Sí, ese chico que, desde el primer día en que nos habíamos visto, movió algo dentro de mí nunca antes existente. Él, que con sus caricias y afecto, me demostraba cuánto me quería y lo especial que era. Ese alemán con sonrisa torcida, ojos claros tan cautivadores como todo su ser me había enamorado desde ese entonces.
Porque así, como había dicho ese día, al siguiente me esperó en la entrada de la universidad junto a su amigo para que los cuatros pasáramos un momento agradable y pudiéramos conocernos como era debido. Platicábamos por mucho tiempo, reíamos y luego simplemente nos quedábamos en silencio mirando hacia la nada, sintiéndonos completos. O al menos era lo que yo sentía, no necesitaba más.
Aunque si me preguntaran si realmente quería algo, les pediría que el pasado de ellos dos no fuera tan malo.
Él, al igual que el chico rubio, Ed, eran huérfanos y habían sufrido cosas tan horrendas que no pude evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas, ni hablar de Paula, que estuvo aferrada del brazo del chico llorando y queriendo saber por qué habían personas tan malas y que cómo tuvo la valentía y fuerza para no rendirse. Yo también me preguntaba lo mismo solo eran niños cuando toda la sociedad les dio la espalda, no tenían a nadie a su lado, solo a ellos. Era desagradable saber que los humanos que se mostraban sociables y amables con todo el mundo no eran más que seres crueles fingiendo frente a una cámara. Porque sí, ¿Cuántos reporteros habían hecho entrevistas a empresarios que “donaban” a los orfanatos? Una cantidad nunca antes imaginada, pero allí estaban; con una gran sonrisa en sus rostros, una cuenta bancaria con cifras de muchos ceros al final, pero con las manos vacías cuando iban a esos lugares. Y hubieron muchos que ni siquiera se tomaban el tiempo en ir a visitar a esos pobres niños carentes de alegría. Esas personas podían tener todas las cosas materiales que quisiesen, pero si mirábamos detrás de todo eso, si buscábamos algo que no tuviera valor económico para ellos, no lo encontraríamos.
Sí, así de igual era mi vivencia con mis padres. Pero a diferencia de otros, si yo hubiese tenido la oportunidad de ayudar, lo hubiera hecho sin dudarlo.
El dinero muchas veces compraba la felicidad, pero si nadie tenía un corazón noble y bondadoso, ¿Realmente la encontraría?
Habían diferentes clases sociales, tradiciones, color de piel e idiomas, pero todo el mundo era igual de todas formas. Podían haber personas que se sintieran superiores a los demás, pero tarde o temprano la vida le demostraba que lo único que tenía valor realmente era nuestra humanidad. De los más importantes, ¿Cuántos bajaron de la cima de la fama para quedar como un don nadie? ¿Cuántos millones de sus riquezas se habían perdido, ya fuera por una traición o una mala inversión?
De las personas que tenían bajos recursos, ¿Cuántos lograron convertirse en gente reconocida y amada por lo que habían hecho en su vida? Estaba segura de que Víktor y Ed serían unas de esas últimas.
Porque ya el hecho de haber ingresado a la universidad lo decía todo, esos chicos no se daban por vencidos. Y por más que hubieran tenido un terrible pasado, se centraron en su futuro y dejaron todo atrás. Superaron cada obstáculo porque sabían que había algo mejor, que de nada servía seguir estancado en el dolor y la rabia.
Había que perdonar y avanzar si no queríamos ser destruidos por nosotros mismos.
Y así como ellos tuvieron la valentía de hacerlo, yo lo estaba logrando también. Olvidar era complicado y llevaba tiempo, pero si lo hacías con toda la intención, si te enfocabas en eso, podías lograrlo. Solo era cuestión de animarse, lanzarse por el precipicio sin fin y ver que hallabas en el fondo. Muchas veces podías encontrar solo rocas y terminabas lastimándote, pero muchas otras podías encontrar olas que te salvaban del duro golpe y te guiaban a un nuevo comienzo.
Y yo encontré las mías, tres personas que se convirtieron en lo más importante para mí.
— ¿Tienes planes para después?— la voz de Paula me quitó de mis adentros— Ed y yo íbamos a salir a pasear, quizá te gustaría ir.
Me detuve a pensarlo.
¿Ir a una cita de pareja? No, por supuesto que no.
Las intenciones de mi amiga no eran malas y lo sabía, pero no quería ser mal tercio. Hacia pocas semanas que ellos habían iniciado algo amoroso y no quería estar metida en el medio. Deseaba que ellos fueran felices y sabía que si yo iba su salida no sería tan gratificante. Porque, aunque no hubiera tenido un novio antes, comprendía que la privacidad y pasar tiempo solos en pareja era fundamental para que la relación diera frutos.
Así que, sabiendo que en algún futuro yo también querría lo mismo hablé:
— No creo que sea buena idea.— mi amiga me miró con el ceño fruncido— Necesitan tiempo a solas, a Ed le gustaría eso...
Ella se quedó pensando por unos segundos y luego asintió, encogiéndose de hombros.
— Supongo que tienes razón, te invité porque no quería que estuvieras todo el día sola.
Sin duda, había hecho bien en elegirla como amiga.
Siempre tenía planes para ambas, en cada ocasión que podía me colocaba allí, a su lado, haciéndome sentir importante. Porque por primera vez en mi vida, alguien se preocupaba tanto por mí como yo lo hacía por ella. Porque por primera vez, me sentía tan querida que por poco y lloraba.
Le sonreí sin saber qué más hacer.
— Lo sé y te lo agradezco, pero como ya te lo dije, necesitan estar solos.
No recordaba cuando habían tenido una cita, sinceramente Paula y yo éramos como hermanas que pasaban casi todo el día juntas y supuse que eso a Ed no le agradaba. Claro que nunca se quejó o algo por el estilo, siempre mostraba su mejor sonrisa pero no tenía que ser muy inteligente como para no detectar cierta incomodidad a la hora de querer besar a tu pareja y tener que controlarte únicamente porque su mejor amiga estuviera ahí metida como si su vida dependiese de eso. Y volvía a repetir, no había tenido novio jamás pero las películas constantemente me enseñaban a que debía de soltar y dejar que el amor fluyera sin estar entrometida en cada situación.
Por lo tanto, le daría espacio a esa relación que esperaba que fuera eterna.
— Sí, pero...
— ¡Cariño!— el gritó de un chico la interrumpió, y por el tono meloso y la sonrisa boba de mi amiga, sabía de quién se trataba.
Nada más y nada menos que Ed Lockwell.
Me detuve en seco cuando vi como Paula lanzaba por los aires su mochila sin importarle que algo se rompiera y corría descontroladamente hacia él. Comencé a reír cuando Ed también tiró la suya y extendió sus brazos, dispuesto a todo por ella. Mi amiga llegó a su lado y sin pensarlo saltó hasta envolverlo con sus extremidades. Negué con la cabeza cuando la vi llenarlo de besos en todo su rostro, y más cuando él inició a dar vueltas haciéndolos reír a ambos.
Fue la escena más romántica que pude observar en toda mi vida.
Pero toda gracia desapareció en cuanto lo vi.
Víktor.
Venía caminando detrás de Ed, con sus manos metidas en los bolsillos de su chaqueta; sus labios formaban una línea apretada y su ceño estaba fruncido. Miraba de reojo como los dos se daban cariño y liberaba uno que otro bufido, y yo podía distinguir cada uno de ellos por la forma en la que se hinchaban sus bonitas mejillas.
Sabía que él no era así realmente, tan antipático, algo más había detrás de todo ello. Parecía estar molesto, muy molesto a decir verdad.
¿Qué había sucedido para que estuviera de ese modo? ¿Alguien se había burlado de él o algún profesor lo había castigado sin razón? No tenía respuestas, pero esperaba que al final del día eso cambiara.
Sin siquiera saludar, siguió caminando hasta llegar a mi lado. Se detuvo, y gruñó, su mirada solo estaba dirigida a la pareja que mostraba afecto frente a nosotros, sin pudor alguno a pesar de que algunos de los alumnos se detenía a observarlos. Y aún así, ni las miradas de los demás podía llamar la atención de Heber, es más, las risas de nuestros amigos era como un estimulante para su enojo, porque con cada sonido que salía de la boca de Ed o Paula, un nuevo gruñido se escuchaba a mi lado, y eso instaló intriga en todo mi ser.
Sin mencionar que me sorprendió mucho su actitud, y más el hecho de que no me miró ni siquiera una sola vez. Estaba tan acostumbrada a su atención que ver lo distante que estaba conmigo me hizo sentir muy mal, haciéndome recordar mi pasado antes de la universidad, cuando pasaba horas en mi casa sin nadie con quien hablar o divertirme. La felicidad de mi vida pareció sucumbir una vez más, provocando que me sintiera chiquita y sin nadie a mi lado a pesar de ser todo lo contrario.
Mi pecho volvió a sentir ese vacío y frío que hacía tiempo no sentía. Mis ojos picaron al querer llorar y mi cuerpo completo tembló cuando me la insuficiencia comenzó a hundirme.
Porque sí, mi mente me decía que no era nadie y que por eso estaba sola. A mis padres no les importaba por el simple hecho de no ser alguien de quien se sintieran orgullosos. Porque estaba tan deprimida que acepté el pensamiento de que si no habían palabras de aliento era porque no habías hecho nada importante como para recibirlas.
Pero ese revoltijo de emociones negativas que se centraron en mí no iban a cambiar el hecho de que yo hablara con él. Después de todo, por alguna razón estaba a mi lado.
Suspiré, tomando el valor suficiente como quedar frente a él y hablar:
— ¿Pasó algo malo?
— No... nada.— contestó, sin mirarme— ¡Ed! Date prisa.
Y con ese grito al final me hizo estremecer.
Apresurándome a posicionarme como antes estaba, pude notar con el nombrado bufó y le dijo algo en el oído a Paula antes de dejarla tocar el suelo con sus pies. Sin soltar su mano, tomó su mochila para comenzar a caminar unos pocos pasos para llegar a nosotros.
— Hola, Ale.— me saludó con una sonrisa, antes de mirar a Víktor— Hola, gruñón.
— Hola.— susurré.
— Dijiste que tenías planes y estás aquí, perdiendo el tiem...— se detuvo notó la presencia de mi amiga— Y estás aquí con tu novia.— se corrigió.
— Sé lo que dije, hermanito, pero lo que no sabes es que mis planes son con ella.— comunicó, elevando su brazo, mostrando las manos de ambos entrelazadas— Saldré con Pau, tú podrías hacer lo mismo con Ale.— aconsejó y juro que casi morí cuando lo vi guiñarme un ojo.
Para ese entonces, Víktor parecía un perro enojado dispuesto a lanzarse a cualquier y empezar una pelea. Con cada cosa que no le gustaba, gruñía y mostraba los dientes.
— No necesito que me lo digas.— contestó, cruzándose de brazos.
— De acuerdo.— Ed se encogió de hombros— Nosotros ya nos vamos. Hasta luego.
— Nos vemos mañana, Ale.— se despidió mi amiga, antes de inclinarse a juntar su mochila.
— Adiós.— murmuré. Y mientras que los veía alejarse, sentía una gran opresión creciendo en mi pecho.
¿Qué se supone que haría?
Víktor ni siquiera me miraba como para invitarlo a algún lugar, tampoco quería que me rechazara inventando alguna excusa barata como era normal hacer cuando no querías estar con alguien.
Quizá lo mejor era irme a pesar de querer saber qué estaba mal en él. No lo quería presionar a que me dijera algo que, tal vez, no tenía intenciones de contar. Tampoco estaba de ánimos como para mantenerme de pie todo el día como una estatua.
Suficiente ya había tenido en la hora de ensayo, donde cierta persona del grupo de actuación había pasado el límite de lo profesional.
Con ese recuerdo fresco avancé, dejando a Víktor detrás.
Cuatro jodidos meses pasando parte de las tardes juntos y, en ese momento, se comportaba de esa manera. Semanas donde, si teníamos algún problema, los solucionamos viéndonos a la cara y diciendo lo que pensábamos. Así también sucedía con nuestros amigos, si a alguno le molestaba cierta situación, nos juntábamos en un lugar tranquilo a conversar. Pero al parecer, eso no era requerido en esa ocasión.
Si él no quería mirarme o hablarme, yo no perdería mi tiempo. Ya encontraría qué hacer en mi piso, o quizá saldría al centro comercial y entraría a tiendas sin intenciones de comprar algo en realidad. Y entonces recordé la invitación que Paula me había hecho y me lamenté por no aceptar. A pesar de que Ed hubiese estado y de que mi presencia molestaría, el estar allí con ellos no sería tan incómodo como estar con alguien malhumorado.
Bufando por lo bajo, di unos pasos antes de que un cuerpo fornido se posicionara a mi lado.
— ¿Puedo caminar contigo?— la voz de Víktor sonó insegura.
— Claro, no hay problema.— una vez más, y sin querer, una sonrisa se posó en mis labios.
Quizá todos los malos pensamientos se fueron por arte de magia, a lo mejor al estar con él todo lo negativo desaparecía porque así me sentía justo en ese instante en que lo escuché. Estaba feliz porque, aunque se había mostrado lejano y un tanto molesto, seguía estando allí y buscando pasar tiempo conmigo lo que me emocionaba de sobremanera.
En el camino, pequeños susurros y bufidos salieron de su boca.
— ¿Ocurre algo?— lo miré y por primera vez en el día, él también lo hizo.
Sus ojos estaban brillantes, ese azul intenso que tanto me encantaba estaba allí pero se sentía diferente. Era como si le faltaran alegría, una motivación.
— Solo fue un día difícil.— contestó— ¿Qué tal va la obra?
El que se interesara en mi profesión hacía que mi corazón bombeara velozmente, queriéndose salir de mi pecho. Él, al igual que Paula, siempre estaba queriendo saber de mis cosas. Era como su trabajo, intentando encontrar algún suceso malo que hubiera ocurrido para arreglarlo y que, de esa forma, yo pudiera estar bien.
Exagerada, así era al decir aquello. Pero no estaba tan equivocada como parecía. Sabía que él constantemente le pedía información a mi amiga sobre mí, le preguntaba sobre mis días y si estaba bien. Si la respuesta de ella no era positiva, a la mañana siguiente, Víktor aparecía con un globo o una rosa de regalo. Se sentaba conmigo y me hablaba hasta que por mi cuenta le contaba lo que sucedía. Él me consolaba, me daba palabras de aliento y me abrazaba hasta hacerme reír.
Suspiré alegre ante el recuerdo.
— Excelente, en unas semanas se la mostraremos a toda la universidad.— le comuniqué— Espero que estés ahí también.
— En primera fila.— aseguró, sin dudar.
Volví a sonreír en grande cuando lo escuché, ese chico me había enamorado con bonitos comentarios. Y quizá cualquiera diría que estos eran llevados por el viento, pero con él eso no pasaba. Cada cosa que Víktor decía, se hacía realidad, cumplía sus promesas, aún cuando tuviera impedimentos. Así que estaba segura de que él estaría en mi obra como dijo.
— ¿Te gustaría sentarte por un momento?— volvió a hablar, señalando una banca.— Claro, si no tienes nada más que hacer.
— Vamos.— tomé su mano con delicadeza y nos guie hasta llegar.
El sentir su tacto con el mío, envió un torbellino de emociones a mi estómago. Las muy conocidas mariposas, revolotearon sin detenimiento allí dentro. Mis piernas trataron de fallar pero no se lo permití, no podía caer en un momento como ese. Debía de actuar como si el estar cerca de él no provocaba nada en mí, aunque por dentro estuviera muriendo por más contacto.
Habían pasado meses y mi mente ya nos imaginaba juntos por toda nuestra vida, un sueño que para muchos solo sería eso. Pero yo sabía que podía lograrlo, a pesar de que Víktor no demostrara lo que sentía o pasaba por su cabeza, yo presentía que nuestra relación era más allá que una de amistad.
Si Paula logró conquistar a Ed, ¿Por qué yo no podría con él?
Con esos pensamientos románticos, me senté y esperé hasta que el pelinegro lo hiciera.
Al hacerlo, suspiramos a la vez y nos sonreímos por inercia. Quería decirle tantas cosas, pero nada salía de mi boca. Cada palabra quedaba atascada en mi garganta, haciendo presión.
Hazlo, tú puedes...
Lo observé por un segundo, tratando de encontrar el valor para decir esos sentimientos que tenía por él. Porque ya estaba decidida, quería a Víktor y él debía de saberlo. Incluso si después de mi confesión dejaba de hablarme, yo estaría feliz por haber sido valiente al decirle.
No, no puedo.
Sus ojos fijos al frente, su cuerpo tenso y su boca formada en una muy apretada línea, no me daban una buena seguridad. Así que supuse que, una vez más, tenía que callar. Estaba molesto y no quería que se irritara más por mis tonterías.
— En serio, ¿Cómo puedes soportar eso?— preguntó de la nada.
Hice una mueca.
— ¿Soportar qué?— no entendía a qué se refería. Al estar en silencio y pensando en otra cosa, mi mente no fue capaz de captar sus palabras.
Lo miré con el ceño fruncido, esperando a que dijera algo más. Él también lo hizo y suspiró cuando se vio obligado a continuar:
— Que te besen de esa forma tan asquerosa.— agregó, removiéndose incómodamente sobre la banca.
Y entonces lo entendí. Víktor había estado en el auditorio, él había estado presente cuando ese suceso pasó.
Él había visto como mi compañero me había besado intensamente como para hacer solo una obra. Y aunque traté de quitármelo de encima no pude, ese chico tenía mucha fuerza y estaba decidido a seguir con el contacto hasta que él estuviera satisfecho. Segundos de agonía pasaron hasta que sentí como se despegaba de mi lado y me sonreía descaradamente. Para mi mala suerte, a nuestra profesora le había fascinado la pasión que hubo en el beso. Así que en vez de reprocharle, lo felicitó. Mientras tanto yo, pasaba una y otra vez mi mano sobre mi boca, deseaba quitar ese sabor amargo de tabaco que había en ella. A el maldito asqueroso le gustaba fumar en sus horas libres y eso era repugnante para mí.
Dejando ese recuerdo de lado, me sorprendió que Víktor lo supiera tan detalladamente. ¿Acaso me estaba espiando? ¿Un integrante de la obra ya había ido a contar el chisme a toda la universidad?
Eso no podía ser, ya que ni siquiera había pasado media hora desde que salí de auditorio con Paula a mi lado. Tal vez al día siguiente si correría el rumor del beso de telenovela que había sucedido, pero en ese momento era demasiado pronto.
Así que, mirándolo confundida pregunté:
— ¿Estabas ahí?— aunque sabía que era obvio.
— Siempre que tengo tiempo voy a verte.
Esa confesión me hizo sonreír nuevamente.
Ni siquiera podía enojarme porque me estuviera observando, ya que habían otros alumnos que también pasaban sus tardes haciéndonos compañía y alagándonos. Pero nunca imaginé que, entre todos ellos, él estuviera presente. Me hacía sentir aún más importante y especial, si es que era posible. Todo con Víktor me hacía sentir bien.
Pero a pesar de mis pensamientos, no podía decirlo realmente. Tampoco podía decirle lo incómoda que me había sentido ese día arriba del escenario.
Algo tan mágico y significante para mí, se había convertido en lo peor del día solo por aquel fastidioso chico.
Y, frente a esos ojos azulados, solo me quedaba mentir.
— No es para tanto, fue...
— ¿No es para tanto?— me cortó, su voz sonó molesta— Su lengua tocó tu garganta y dices que no es para tanto.
Una risa contenida salió de lo profundo de mi boca.
Era tan exagerado. Aunque pensándolo bien, estuvo a escasos centímetros de llegar. Pero eso era algo que él tampoco debía de enterarse.
Me estremecí cuando lo volví a recordar.
— Solo fue un beso.— dije, luego de recibir un gruñido de su parte.
— Como sea.— bufó.
— ¿Qué es lo que tanto te molesta?— interrogué, vi como tragó con fuerza y guardó silencio— Víktor.
Él largó un suspiro.
— Nada, olvídalo.— se puso de pie con intenciones de irse, pero lo detuve.
Volví a tomar su mano entre las mías, sus bellos ojos miraron ese acto y luego se posaron en los míos. Deseé hacerle saber lo que su tacto me causaba, lo que él me provocaba. El intenso cariño que le tenía, contarle las noches en vela que pase riendo como loca cuando lo recordaba. ¿Acaso no sentía esa chispa cuando estamos juntos? ¿Ese cosquilleo en su piel?
¿Era yo la única que estaba enamorada?
Esperé su sonrisa, como siempre ocurría, pero nunca llegó.
— Dímelo.— pedí, inclinando levemente mi cabeza hacia un lado.
— No. Será mejor seguir caminando.— dijo, dándome la espalda.
Aún así no solté su mano, ni siquiera cuando hizo fuerza para liberarse. Necesitaba saber qué ocurría con él, y también por qué le molestaba tanto un insignificante beso dando por un compañero.
— Víktor...
— ¡¿Qué?!— vociferó frustrado. Su exclamación fue tan inesperado que solté un jadeo de sorpresa. Sus ojos se cristalizaron y su respiración se agitó— Lo... lo siento, no quise gritarte.— se lamentó, pasando las manos sobre su cabeza, despeinando su cabello.
Por inercia y sin pensarlo, lo abracé.
Quería que supiera que no estaba solo, que podía confiar en mí y podía decirme qué era lo que lo tenía de esa manera. Desde que lo conocí siempre había sido atento, nunca mostró ese lado de enojo tampoco se vio frustrado como en ese entonces.
Me preparé para que se empujara y se fuera, pero ocurrió todo lo contrario; sus brazos me envolvieron como aquel primer día, y cerré mis ojos disfrutando. Él suspiró lentamente antes de aferrarse con fuerza a mí, y ocultar su rostro en el hueco entre mi cuello y mi hombro.
Entonces entendí que Víktor era un chico que se guardaba todo lo que sentía, y que cuando trataba de mostrar sus sentimientos, no sabía cómo hacerlo. Debía de sentirse algo confundido y molesto por no poder liberar aquella personalidad que, estaba segura, había dentro de él... alguien cariño, amable y amoroso. Claro estaba que ya la conocía a la perfección, pero esperaba conocerla en un ámbito amoroso, porque sabía que todo eso sería más intenso y cautivador.
— ¿Estás mejor?— pregunté segundos después.
Él asintió y poco a poco se separó de mí. Cuando estuvimos frente a frente, sus ojos me observaron con un brillo especial, nunca antes visto. Se mordió el labio antes de rascar su nuca.
— Me molesto mucho ver como ese chico te besaba.— confesó— Quería golpearlo...
Esbocé una sonrisa.
¿Estaba celoso? Por supuesto que sí. Por eso se comportaba de esa manera. Tal vez quería reprocharme aquello desde que me vio con Paula, pero no tenía validez. Éramos amigos, y que dijera eso sería raro.
Tal vez, y solo tal vez, Víktor sentía lo mismo que yo...
— Debes de entender que en mi carrera los besos son normales.— le informé.
— Sí, pero no uno así. Parecía que quería comerte la boca, literalmente hablando.
Una carcajada se me escapó.
— Realmente fue asqueroso.— murmuré.
— Lo noté cuando casi te quitas los labios con tus manos.— sonrió, esa curvatura en su rostro que me encantaba ver.
— Al parecer no te perdiste de absolutamente nada.— pinché su pecho con mi dedo índice en forma de juego.
— No podía dejar de verte.— pasó su mano con suavidad sobre mi mejilla— Eres muy hermosa.
Mi corazón latió de sobremanera al oírlo.
¿Había escuchado bien? ¿Víktor Heber en verdad me había dicho eso?
Noté mi cara arder, y negué con la cabeza. Me habían sorprendido sus palabras, y mi forma de demostrarlo fue ruborizándome excesivamente. Era la primera vez que me pasaba algo así frente a él, y sentía mucha vergüenza. La frase: “actuaba como una colegiala enamorada” encajaban perfectamente en mí y, por supuesto, que no se equivocaba.
Tratando de cubrirme, coloqué mis manos en mi rostro y cerré mis ojos. Él rió encantado.
— No hagas eso.— pidió, tomando mis muñecas— Déjame verte...— me sentí desfallecer cuando pude observar como sus ojos se posaban en mis labios, mientras que él se relamía los suyos— Eres una obra de arte para mí, demasiada belleza para mi pobre corazón.— sonrió levemente.
No sabía qué decirle, simplemente me aventuré y dejé que mis emociones salieran sin límites.
Me acerqué más a Víktor, y lo besé.
Ni siquiera sabía de dónde había salido esa valentía, pero me encontraba aferrada a su cuello, mientras que mis labios chocaban con los suyos. Creí que me detendría o que me mandaría lejos, pero, una vez más, fue todo lo contrario. Sus manos se posaron en mi cintura, y su boca comenzó a moverse de un lado a otro creando una danza espectacular. Los fuegos artificiales explotaron sobre nosotros, corazones de diversos tamaños revoloteando a nuestro alrededor y el pude jurar que hasta oí el canto de los ángeles.
Víktor besaba tan profesionalmente, que me era difícil seguirle el ritmo. Su lengua detallaba mis labios lentamente antes de pedir permiso para adentrarse y explorar mi cavidad bocal, sentí mis piernas temblar y al parecer él también lo hizo porque me atrajo más a su cuerpo, dejándome sentir todo de él. La calidez de su piel me llevaba al cielo una y otra vez, sin descanso. Sus labios tan suaves como la seda, pedían permanente unidos a los míos por siempre.
En mitad del beso, sonreí cuando recordé el por qué había pasado todo eso. Víktor enojado porque otro chico me besó de esa forma y ahora era él quién lo hacía. Pero en esa ocasión se sintió diferente y mucho mejor, era especial y único porque ocurría con la persona que quería.
Cuando nos faltó el aire, nos detuvimos pero no nos alejamos. Apoyó su frente sobre la mía, mientras que una boba sonrisa aparecía en nuestros rostros.
— Me gustas.— confesó sin titubear.
Abrí mis ojos en grande al no creer posible lo que acababa de escuchar. Ese día sería uno de los mejores en toda mi vida, lo recordaría eternamente con una inmensa alegría y repleta de amor.
No había pensado cuando me lancé hacia él para besarlo, tampoco llegué a creer que solo eso bastaría para escucharlo decir eso. Si tan solo lo hubiese sabido de ante mano, no habría esperado tanto. Pero aún así, no tenía valentía suficiente, y como ya había dicho; Víktor no era una persona demostrativa, y temía arriesgarme a perder su amistad.
— Tú también me gustas...— susurré.
— Entonces...— hizo una pausa, rascando su nuca— ¿Quieres ser mi novia?— me preguntó con nerviosismo, causándome mucha ternura.
Sentí mis ojos picar y mostré mi mejor sonrisa.
Mi sueño se había cumplido.
— Claro que sí quiero.— chillé con alegría. Sin perder tiempo, salté sobre él y lo abracé con todas mis fuerzas. Escuché su risa al mismo instante que sentía sus brazos fuertes rodeándome.
— Espero que esto no sea muy apresurado para ti.— dijo cerca de mi oído.
— Claro que no.— me separé lo suficiente como para mirarlo a los ojos — Es más... quiero decirte algo, pero, por favor, no te lo tomes mal.
— Dímelo.
— Te tardaste mucho en pedirme ser tu pareja, creí que nunca lo harías.— dije y ambos comenzamos a reír.
— Lo siento, meine verrücktheit, es que contigo no sé cómo actuar...
Me sorprendí al escucharlo hablar en su idioma natal, desde que lo conocí nunca dijo una palabra en alemán y tampoco hablaba de su país. Pero ¡Carajo! Qué sexy se vio y se escuchó cuando lo hizo.
Mi próximo sueño a cumplir: que Víktor continuara usando ese idioma.
— ¿Meine qué? ¿Qué significa?— le pregunté, separándome por completo de su cuerpo.
Por supuesto que, para entenderlo y seguir deleitándome con su voz, primero tenía que aprender alemán.
— Mi locura, eso es lo que eres para mí.— informó, dejándome en el suelo.
— Tendrás que enseñarme ese idioma.
— Te enseñaré todo lo que quieras, cariño.— aseguró, abrazándome.
Y por enésima vez en el día, sonreí.
Me sentía completa entre sus brazos.
Tanto tiempo sola, que en ese instante no sabía cómo reaccionar a ese sentimiento acogedor que mi pecho sentía. Era como si un sin fin de fuegos artificiales explotaran todos a la vez, haciendo un gran estruendo y provocando que todo a mi alrededor temblara tan magníficamente.
Y así, de esa forma, comenzó nuestra historia... una con altibajos, pero con mucho amor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro