CAPÍTULO 5
—No somos pareja. —responde Magnus. —Nos acabamos de conocer. Pero por mi... —asegura el rockero colocando una de sus manos de forma instintiva sobre la cintura de Claudia.
Ella le mira intrigada por la última frase que la ha dejado descolocada. Y algo avergonzada.
Ese hombre a veces la sorprende.
—¡Vaya! Perdonad el error. —se disculpa uno de los miembros de la otra pareja. —Es que parece que...
—¿Parece que qué..? —desea saber Claudia.
—Lo que mi esposa quiere decir es que parecéis una pareja enamorada. Sentimos si os hicimos sentir incómodos por el comentario. —comenta Sergio.
Claudia y Magnus se miran y se sonríen algo azorados por el comentario de la pareja que tienen enfrente. No saben porque han dicho eso. Se acaban de conocer y aunque se atraen mutuamente ninguno se lo ha dicho al otro.
Lejos de allí, los amigos de Magnus llegan al lugar en el que han quedado con él. Aunque se ven con cierta frecuencia no lo hacen todo lo que quisieran.
En la cafetería, la latina y el sueco se sientan junto a la pareja que los ha recibido con una sonrisa que se regala caricias de manera constante. Eso provoca sonrisas nerviosas en Magnus y Claudia.
A pesar de la edad de cada uno, de la experiencia de vida de ambos, cuando están cerca el uno del otro los nervios hacen acto de presencia. No debería ocurrir porque hace mucho que dejaron los años de la adolescencia atrás. La época en la que las hormonas y el hormigueo del primer amor tomaban el control forma parte ya del pasado. Ahora son dos personas adultas que no tendrían que sentir esa clase de cosas.
A esas alturas de la vida ambos buscan más profundidad, más realidad, en todas sus relaciones con las personas sean del tipo que sean. Más alma, más sentimiento, que banalidades. Relaciones más reales que puedan perdurar en el tiempo y no quedar por el camino cuando la juventud y la belleza se pierden.
Las dos parejas conversan durante un rato, mantienen una agradable charla que al cantante le resulta muy placentera. Es agradable poder hablar con alguien de manera natural y normal. Necesita más normalidad en su vida.
El mundo del espectáculo a veces no es lo que la gente cree y te hace despegar los pies del suelo si no tienes cuidado y no eres consciente de la realidad, si no eres consciente que un día todo puede acabar.
Las dos mujeres, que han conectado muy bien desde el principio, hablan un poco de sus vidas. La nueva amiga de Claudia le cuenta su historia de amor con el que ahora es su marido y la latina sonríe escuchando su historia sin darse cuenta que alguien la observa sin que ella se dé cuenta.
A Magnus le encanta ver sonreír a esa mujer que hace tan poco tiempo conoce. Es hermosa, sensual y con una sonrisa increíble. No puede evitar quedarse mirándola. No es algo que haga de manera consciente, simplemente ocurre.
Su compañero le mira y sonríe.
—Hola. ¿Estás aquí?
—Eh, ¿qué? —reacciona el sueco en ese momento.
—Ya sé que la chica es bonita, muy bonita. Ya sé que te gustaría estar aquí a solas con ella pero...Ya sé que la prefieres a ella...Por ahora te tienes que conformar conmigo. Se te nota demasiado. —dice Sergio.
—¿Qué se me nota? —pregunta el cantante.
—Te tiene embobado. ¿O me equívoco?
El sueco deja de mirar a la chica de boca sensual y su silencio solo confirma las palabras de su nuevo amigo.
El músico es el centro de las miradas de algunas de las personas del local, en especial de las mujeres, tanto de su edad como más jóvenes quee le contemplan. Algunas le miran con fascinación incluso las más jóvenes ya que el hombre aún se mantiene guapísimo a su edad. Les gustaría estar sentadas junto a él. Otras les miran con celos sobre todo cuando se dan cuenta de la mujer con la que ha llegado a local y como él la contempla cuando ella no se da cuenta.
En la mesa, Claudia también mira de reojo a Magnus a menudo para que él no se percate de ello. Su nueva amiga si se ha dado cuenta y de vez en cuando intercambia miradas cómplices con su marido. Ambos lo ha notado todo en unos instantes. Es posible que no sean pareja como aseguran pero esos dos se gustan, eso está claro.
—¿Y vosotros cómo os conocisteis? —pregunta Claudia a su compañera de mesa.
La dama sonríe y comienza a recordar.
—Estuve muchos años cuidando a mis padres. Mi marido me abandonó porque no quería sacrificarse por ellos pero por sus padres si se preocupaba. Lo entiendo, eran sus padres, pero yo también me preocupaba por los suyos. Luego descubrí que me engañaba con una chica veinte años más joven. Se lo reclamé me dijo que yo ya estaba vieja y estropeada, que él necesitaba a alguien más joven que pudiera hacerle sentir vivo un hombre de nuevo. Que nadie querría estar conmigo con mi edad tal y como estaba. —se lamenta Isabel.
—¿Te dijo eso? ¡Qué sinvergüenza! —responde Claudia recordando al hombre que le hizo creer que solo estaba interesado en ella.
La engañó.
—Sí. Destrozó mi autoestima y cuando mis padres murieron dos años después, me quedé sola. Tuve que empezar de nuevo pero me veía tan fea y vieja...Me centré en cuidar de ellos y me olvidé de mi misma. —se sincera la dama con la latina.
—¿No tienes hermanos que te ayudaran? —inquiere Claudia.
—Sí, pero como si no los tuviera. Ellos preferían vivir su vida siempre ponían excusas para no ayudarme a cuidarlos. Eso si, cuando nuestros padres murieron se acordaron que eran sus hijos pero solo para reclamar la parte de la herencia que les correspondía. —se lamenta la mujer. —Mis padres tuvieron que trabajar mucho para lograr ahorrar cierta cantidad de dinero que para repartir entre cuatro hijos no era demasiado, la verdad.
—¡Qué rabia me dan esas cosas! —se sincera la chica de Venezuela.
—A mi me dejaron la casa en la que vivíamos y algo de dinero pero mis hermanos querían que la casa se vendiera para repartir el dinero. Me negué, me demandaron. Gané la demanda y desde entonces mis hermanos no me hablan. —se lamenta.
—Lamento oír eso pero a veces... —se sincera la latina.
—Me dolió mucho pero ya me acostumbré. Realmente nunca les importamos demasiado ni nuestros padres ni yo. Conocí al amor de mi vida, —dice Isabel mirando su marido con una sonrisa enamorada en el rostro. —el día que enterré a mis padres. Estaba tan triste que rompí a llorar en el banco de un parque. Fue cuando Sergio se acercó a mi y se conmovió al verme en ese estado. Me invitó a un café para que me desahogara y desde entonces no nos hemos separado.
—¡Qué bonito! —exclama Claudia sonriendo con ternura.
—Mi autoestima era tan baja que rechazaba sus avances siempre. Después de todo yo solo era una mujer fea y avejentada antes de tiempo y él un chico guapo y diez años más joven que yo. No entendía que veía en mi alguien que podía tener a la mujer que deseara. Y me respondió que yo era la mujer que le interesaba. Yo no le creía a pesar de sus continuas demostraciones de amor, además la gente nos criticaba mucho. Conmigo eran más crueles. Solo cuando estuve a punto de perderle, cansado por mis rechazos e inseguridades, decidí vivir mi vida sin importarme nada de lo que la gente dijera de mi. —se sincera la dama.
Al lado de ellas, su marido le dice algo parecido a Joey.
—Siempre le dije que la quería por como era ella por dentro, no por su edad, ni por su aspecto, aunque siempre me pareció una mujer hermosa. Sus complejos e inseguridades debido a su edad estuvieron a punto de echar a perder un amor tan bonito. —sonríe el joven mirando a su mujer. —Cuando me habló de su marido enfurecí. Amo su dedicación a su familia. Por eso no entendía que su marido la dejara por hacerse cargo de sus padres, por sacrificarse de esa forma. Fue esa generosidad suya la que me enamoró. No se me ocurre mayor muestra de amor que esa. Egoístamente me alegro que su marido la dejara porque así Isabel llegó a mi vida. El amor es lo único que importa. La edad tan solo es un número, si eso es lo que te preocupa. —le dice el muchacho a Magnus.
El rockero sonríe.
Lejos de allá, la banda del músico esperan por él.
—Muy especial tiene que ser esa mujer para que Magnus haya retrasado nuestro encuentro. No me lo ha dicho pero sé que una mujer es el motivo. —dice uno de los amigos de Magnus.
—Conociéndole seguro que sí, aunque había quedado algo desilusionado desde la última vez que estuvo con una mujer.
—Pues si es por una mujer tiene que ser muy especial. —comenta otro de los amigos de Magnus.
—O muy bonita. —asevera otro guiñando un ojo a sus compañeros. —Ya lo sabremos.
En la cafetería, las dos parejas siguen conversando y el marido de la mujer que habla con Claudia propone hacerse una foto todos juntos y con el temporizador de su teléfono saca dos fotografías de las dos parejas.
En la primera foto todos miran a cámara muy sonrientes. En la segunda, Magnus engaña a Claudia cuando posan juntos tomados de la cintura y en el último instante él besa una mejilla de la latina. Ella se sorprende.
Eso queda reflejado en la instantánea.
Claudia le mira sin entender.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunta ella.
—Perdóname. Fue un impulso. Quería saber que se sentía al dar un beso a alguien como tú. —responde él con toda sinceridad. «No puedo creer que te hayas atrevido, Marcus!» «Ahora prepárate para la bofetada que te mereces.» —Si quieres puedes darme una bofetada por atrevido. Aquí tienes mi mejilla. —dice él en tono atrevido. —Pero no lo hagas muy fuerte que ya soy un anciano.
Ella prepara la mano para golpearle, Magnus cierra los ojos esperando el golpe pero se sorprende cuando ella le acaricia la mejilla con ternura.
Magnus abre los ojos y la descubre sonriendo.
—Me ha sorprendido un poco y al principio si estaba algo molesta, pero después de una disculpa tan dulce y sincera no podía seguir enfadada contigo. Y no eres un viejo. Eres un hombre muy guapo. —le dice ella al oído.
La pareja que está junto a ellos los miran sonriendo.
—Esos dos van a terminar locos el uno por el otro. —dice la dama de la edad de Magnus al hombre que ama.
—Sí, pero no más de lo loco que yo estoy por ti, amor. Nuestra relación no es perfecta, la convivencia no es siempre fácil y cada uno tenemos nuestros defectos y manías, pero estoy loco por ti y eso nada lo podrá cambiar. —se sincera su cónyuge con ella.
Su esposa le mira emocionada.
—Te adoro. Eres tan dulce... —responde ella dándole un beso en los labios.
—Es que estoy enamorado. —le devuelve él el beso. —Magnus... —dice el hombre al músico.
El rockero no le escucha porque Claudia y él se miran sonriendo.
—Magnus. —repite el hombre.
En ese momento el rockero reacciona.
—Dime. —responde mirando a su amigo.
—¿Donde te mando las fotos? —pregunta el hombre de cuarenta años.
—A mi correo electrónico. Luego las miro. —dice anotando en una servilleta su dirección de Gmail.
Después de una conversación agradable, las dos parejas toman rumbo distintos pero quedan en volver a verse pronto.
—Espero que nos veamos pronto de nuevo. —dice Sergio al músico.
Él le sonríe y se despide de ellos con la mano.
Magnus y Claudia se alejan de allí. El rockero llama a un taxi, invita a subir a claudia, luego sube él.
—Te acercaré a tu trabajo. —le dice el músico.
—No es necesario. No trabajo en una oficina. Mi trabajo es algo distinto, siempre llevo la oficina a cuestas con un teléfono, un ordenador o una tableta. —responde ella. —Pero he quedado con unas compañeras a unas calles de aquí.
La joven le da la dirección al taxista y el vehículo se pone en marcha.
—Otro día me tienes que contar eso. Suena muy interesante. —responde él con una sonrisa en los labios.
—¿Otro día? —se sorprende ella.
—Sí. Me gustaría conocerte más, saber más de ti. Hoy no he podido hablar contigo como me gustaría.—le sonríe él con picardía.
Treinta minutos más tarde, el conductor detiene el taxi. Claudia paga la carrera aunque Magnus intenta evitarlo.
—La próxima vez lo haces tú. Si te parece bien. —le sonríe ella.
—Claro. Además si me sonríes así yo no... —comienza a decir él.
—¿Tú qué? —pregunta ella.
—Nada. Es una tontería, déjalo. —sonríe él con cierta timidez. —Yo también me bajo aquí. He quedado con unos amigos. —dice él.
Cuando ambos se bajan del automóvil el se despide de ella tomándola de las manos y mirándola a los ojos con ternura sin saber que desde la cafetería que está a unos pasos varias personas les observan y sonríen.
—Ten un bonito día. —le dice él.
—Tú también. —le sonríe ella.
—Lo tuve nada más tropezar contigo. —se sincera él.
—¿Estás tratando de seducirme? —les pregunta ella.
—No. —contesta el músico con honestidad. —Las mujeres como tú son para enamorar no para seducir simplemente. —le responde el músico.
—¿Las mujeres como yo? —se sorprende ella. —¿A qué te refieres?
Él no la responde solo sonríe.
Después Magnus le acaricia el rostro. Ella se sorprende con el gesto del músico. Ningún hombre le había acariciado la cara con tanta delicadeza.
—Gracias por el ratito del café aunque no hayamos podido hablar mucho. Tu cercanía es suficiente. —le dice él. —Espero volver a verte.
Minutos después él se aleja de ella en dirección del lugar donde ha quedado con sus amigos.
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