CAPITULO 1
—¿Otra decepción, Claudia? —se sorprende una joven de cabello rubio cuando su mejor amiga Claudia Diaz le habla del último hombre que trató de seducirla.
—No, tanta. Ya iba prevenida porque desde hace días tenía la mosca detrás de la oreja. —se sincera la joven. —Sé que solo nos estábamos conociendo y no teníamos ningún compromiso pero me molesta que me mientan. Odio que se vendan a ellos mismos como los mejores y más sinceros hombres del mundo cuando la realidad es muy diferente. Tendría que haberme dicho desde el principio que estaba conociendo a otras personas y así yo hubiera actuado de una forma u otra teniendo esa información. Lo que me molestó fue la farsa, la mentira. Pretendió hacerme creer que era un tipo decente que solo estaba interesado en conocerme a mi. Eso fue lo que más me indignó, no tanto el hecho de que saliera con más mujeres. ¿Es qué no puedo conocer a un hombre en condiciones? No digo que tengan que ser unos amargados para ser maduros? Eso no tiene nada que ver porque yo aún conservo mi niña interior, pero ¡caray! es que no se respetan ni a ellos mismos. ¿Se creen que por conocer a muchas mujeres a la vez son más machos? Al menos que sean honestos con las mujeres a las que están conociendo y les digan la verdad. Aunque hay mujeres que son tan mentirosas como ellos. Así como actúan ¿Cómo quieren que los respetemos? Sean honestos con la gente, ¡carajo! Dejen de jugar con los demás.
—Nadie es perfecto, amiga. Todos tenemos defectos. —responde su amiga.
—Obviamente, pero lo que me irrita es la mentira. Mira que se lo pedí varias veces, que si tenía que contarme algo que lo hiciera, que si estaba conociendo a otras mujeres que me lo contara. Y el muy cínico me lo negó.
—No te amargues, amiga. Algunas personas son mentirosas y malvadas siempre, incluso desde su más tierna infancia comienzan a mentir y mostrar crueldad. Eso es algo que la gente debería entender.
—Ya no se puede confiar prácticamente en nadie. —se lamenta Claudia con su mejor amiga.
—No digas eso, cariño. Has tenido mala suerte. Una persona puede tener mala suerte varias veces aunque no de manera eterna. En algún momento eso tiene que cambiar. —trata de reconfortarla su amiga.
—Estoy harta. Harta de hombres mentirosos. Se supone que con la edad que tenemos ya deberían, al menos, no ir engañando a la gente, no comportándose como adolescentes. —se sincera la mujer frustrada.
—No te desanimes. Quizá cuando deje de preocuparte, cuando dejes de buscar, tal vez la vida te sorprenda. —le dice su amiga.
—¡Claro! —responde su amiga con incredulidad.
Claudia Diaz es una mujer latina que ya ha dejado hace unos años los treinta años. A punto de cumplir los cuarenta, ha perdido la fe de encontrar a alguien con quien compartir su vida. Quedó viuda siendo demasiado joven, con tan solo veinticinco años y tuvo que salir adelante sola. Su fallecido marido y ella nunca tuvieron hijos y la familia de él, una de las más ricas de Estados Unidos, utilizó su poder económico y argucias legales para despojar a Claudia de todo lo que su marido le dejó al morir.
Como no era una mujer rica cuando se enamoró de Roger, su familia pensó que era una arribista que solo andaba detrás de su dinero. No era cierto.
En la otra punta del mundo, en Suecia, un atractivo hombre de cincuenta años y estrella del rock, da por finalizada su última relación con una mujer. Una más.
Se siente frustrado porque no acaba de hallar a la persona adecuada. Sus últimas relaciones, con mujeres de su misma edad, han terminado fracasando. A pesar de su edad dichas mujeres no parecen haber madurado aún. Son incapaces de mantener una relación adulta, se muestran caprichosas y parece que solo quieren presumir de estar con un músico exitoso.
El ego y sentirse superior a las demás mujeres terminaron por agobiar al músico. Además de eso, eran muy posesivas. Amaban salir retratadas junto a él pero no querían a las fans del artista cerca. El cantante, muy reservado y que guarda con celo su privacidad, veía como sus parejas hablaban sin tapujos de su relación. Aunque luego le reclamaban que pasaran tan poco tiempo juntos.
Y él se cansó de aguantar, de los celos, de las ganas de llamar la atención por estar con él, de que trataran de manipularle, de su falta de sinceridad. Aunque no es un hombre mayor, tampoco es un adolescente y los años pasan para todo el mundo. Se cuida mucho pero nota la inevitable huella de los años en él, en su rostro, en su cuerpo. Ya no se deja impresionar por la belleza de una mujer con tanta facilidad como antaño cuando era un joven de veinte años que no pensaba más que en sexo.
Su vida sexual ha sido activa, como la de la mayoría de los jóvenes de veinte años.
Incluso ahora sigue disfrutando de una vida sexual activa cuando tiene pareja y está enamorado. Pero no es como antes, a esas alturas de su vida necesita algo más. Tampoco pide nada del otro mundo, solo alguien con quien se sienta a gusto, pleno, con quien pueda desconectar de su vida como artista y gozar de momentos de anonimato viviendo esos ratos de privacidad sin que nadie los vea, ni sepan donde están. Simplemente disfrutando de unos minutos de paz y calma. Una vida normal, de una persona normal, que a fin de cuentas eso es aunque su profesión le haya hecho conocido en el mundo.
Sus antiguos compañeros de banda de los ochenta y noventa, han tenido más suerte que él, pues gozan de matrimonios estables desde hace treinta años y ya tienen hijos adultos. Magnus, que ese es su nombre real, nunca se ha casado aunque estuvo a punto de hacerlo hace veinte años, pero casi en el último momento se echó para atrás y la boda se canceló. No estaba seguro de ese matrimonio y fue la mejor decisión que pudo haber tomado ya que se dio cuenta que no estaba realmente enamorado de esa mujer y su ex novia también se dio cuenta que no amaba al hombre con el que había estado a punto de casarse.
Cuando empezaron a salir había algo muy fuerte entre ellos que pensaban que era amor, y estar juntos se hizo costumbre. Solo eso. Costumbre.
En aquella relación faltaba algo, podían darse cuenta de ello, pero no sabían que era lo que faltaba. No obstante, el paso siguiente lógico parecía la boda y se comprometieron. No hubo petición romántica de mano, simplemente acordaron casarse y lo prepararon todo para ello. Cuando cancelaron la boda lo supieron, admitieron al fin lo que tanto tiempo se negaron a reconocer. Lo que faltaba en su relación era lo más importante ;el amor.
Ella conoció a un hombre meses después y se enamoró de él casándose un año más tarde. Sin embargo, Magnus nunca ha vuelto a comprometerse con nadie para casarse. Ha salido con varias mujeres y a pesar de desear que aquello llegara a buen puerto nunca sintió el deseo de pedirles matrimonio.
La prensa del corazón y sensacionalista del país se hacen eco de la ruptura y no dudan en criticar al músico dando su propia versión del motivo de una nueva ruptura del artista con otra mujer, la enésima en su lista.
—¡Solo es un viejo que no sabe mantener una relación estable con una mujer! —dice uno de ese tipo de periodistas.
El resto de sus compañeros intentan disimular una sonrisa en sus rostros.
—Debería aprender de sus compañeros de banda que tienen una vida estable con sus esposas desde hace años. —asevera otro pseudoperiodista.
Desde sus respectivos hogares, los compañeros de banda se molestan cuando escuchan a esos que se llaman periodistas hablar de esos modos de su compañero y amigo.
—Esa gente no tiene ni idea de lo que están diciendo. Magnus no es así, solo ha tenido mala suerte con las personas con las que ha salido. Desde que canceló su boda con Jocelyn no ha tenido suerte en sus relaciones, eso es todo. Las personas que vinieron detrás de ella son han sido unas aprovechadas. —le comenta un antiguo miembro de la banda a su esposa. —Debe sentirse muy mal por un nuevo fracaso.
—Ya lo sé, cariño. Esta clase de prensa es igual en todos los países. —responde su esposa.
En su casa, el sueco acaba de escuchar por casualidad lo que han dicho de él cuando buscaba algo interesante que ver en televisión.
—¡Imbéciles!
Días después, el cantante llega a Estados Unidos para dar unos conciertos y alejarse un poco de las mentiras que en su país dicen de él. Cuando sale por la puerta del aeropuerto, una joven mujer, cargada de bolsas, tropieza con él sin querer, pues ambos andan distraídos y las bolsas acaban desperdigadas por el suelo.
—Lo siento. —se disculpa el músico con la joven mujer. —Fue mi culpa. Iba distraído.
El cincuentón se agacha a ayudarle a recoger las bolsas y ella, que está enfadada con el hombre con el que estaba empezando a salir, se disculpa con él también cuando le mira a los ojos.
—No pasa nada. Yo también iba distraída. —le sonríe ella con timidez.
Ambos comienzan a recoger las bolsas con las compras de la morena, ambos van a coger la misma y en ese momento sus manos se tocan. Los dos se observan las manos cuando sus pieles se rozan y se miran a los ojos unos minutos.
El tiempo parece haberse congelado en ese momento entre ellos.
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