-Nudus-
Disclamer: Los personajes y parte de la trama no me pertenecen a mí, sino a Rumiko Takahashi.
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Nota Previa: Este oneshot autoconclusivo es una secuela de mi anterior fic "Te la debía". No leáis "Nudus" si no habéis leído el anterior, incluso no estaría mal darle una nueva leída antes de empezar este. "Nudus" comienza en el mismo punto en que acabo el otro. ¡Espero que os guste está esperada continuación!
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~Nudus~
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Ranma aguantó como un hombre, pues eso era, y caminó sin alterar su ritmo por el pasillo. Sabía que los ojos de Kasumi, tan grandes y preocupados que casi le cortaron la respiración, le seguían y quizá, hasta le vigilaban. Por eso no debía (¡no podía!) dejar que su ansiedad por desaparecer secuestrara sus gestos y le obligara a corretear hacia la puerta de su habitación.
Hacia la necesaria y reconfortante soledad de su cuarto.
No. Caminó despacio, exagerando el modo despreocupado en que erguía la espalda y agitaba los hombros en cada paso. Abrió la puerta con calma, se metió dentro y volvió a deslizarla procurando que el movimiento fuera suave.
Ssssap
La puerta se cerró sin apenas emitir un silbido relajado. Miró a su alrededor y asintió. Estaba solo.
Por fin susurró su mente, acelerada.
Su garganta estaba seca por los esfuerzos de controlar el volumen de aire que bajaba por ella para acabar chocando con un enorme nudo que tenía, dolorosamente, alojado en ella. Tragó saliva un par de veces y le dolió. Como si fuera una flecha clavada en su cuello. Oleadas de un sabor extraño subían hasta su boca e incluso al palparlo con la mano, apreció cierta dureza.
¡Como si de verdad tuviera algo clavado!
Se preguntó cuánto hacía que eso estaba ahí. Porque ese estremecimiento cruel, ese encogimiento en el estómago tan desagradable estaba con él desde mucho antes de que el sol se pusiera y el hechizo se rompiera.
Antes de que Akane lo olvidara todo.
Y sin embargo, aún había una ligera luz rojiza que se sujetaba al horizonte con todas sus fuerzas. En aquella época del año los atardeceres eran así de lentos. El sol no quería irse.
Pero la Akane hechizada sí se ha ido. Ranma cogió aire, costó que pasara por el nudo, pero notó algo de alivio en el pecho. Se dijo que lo que había pasado estaba bien. Un problema grave que se había resuelto por sí solo. Akane volvía a ser ella misma. Más ella misma que nunca, añadió frotándose los riñones, ahí donde se había golpeado contra la pared cuando la chica le empujó de la cama.
Era bueno, sin duda. Era fantástico para ella porque su prometida no merecía pasar el resto de su vida hechizada. Ahora era libre. Y también era bueno para él porque se había librado de la culpa.
Los dos somos libres... ¿Cómo no va a ser algo bueno?
Volvió a respirar hondo, ignoraba porque necesitaba hacerlo de manera consciente pero eso le aliviaba la presión. Dio un par de pasos por la habitación vacía, esquivando los futones tirados por el suelo, las prendas de ropa malolientes que se amontonaban en los rincones. Repasó los detalles familiares de la imagen que lo rodeaba y se sintió un poco mejor.
Ranma era capaz de soportar todo tipo de dolores físicos, había llevado su cuerpo al extremo en multitud de ocasiones. Pero pocos sabían que no se le daba igual de bien lidiar con el dolor emocional. No le gustaba, es más, puede que incluso le incomodara. Por eso, cuando lo sentía, trataba de racionalizarlo para así quitarle todo su poder. Si entendía por qué lo estaba sintiendo, si encontraba una buena razón para que ese dolor existiera, dejaba de resultarle tan amenazador.
Veamos se dijo, frunciendo el ceño. En ese instante podía sentirlo, recorriendo su cuerpo sin remedio. Es cierto que la Akane hechizada era, en todos los sentidos, mucho más agradable que la Akane normal. Y eso era algo que cualquiera admitiría, ¿verdad? Era un hecho incuestionable. Más allá del asunto romántico, era también verdad, que su vida sería más sencilla con una prometida simpática y cariñosa que con una niña temperamental que le lanzaba a la luna de una patada a la menor provocación.
No es que yo estuviera colado por la Akane cariñosa. Negó con la cabeza, con gran ímpetu. ¡Por supuesto que no! Es una cuestión de comodidad.
Todo el mundo le daría la razón, seguro. Meditó sobre ello un poco más, aunque el molesto nudo de su garganta no se iba. Tragó con fuerza varias veces hasta que se le escapó un gruñido pero fue inútil. Resopló y siguió caminando, acercándose a la ventana.
Y si estoy decepcionado, continuó para sí, no es porque la Akane dulce y amorosa se haya ido. Dirigió su mirada al exterior como si la persona a la que daba explicaciones estuviera flotando en el cielo. Es que todo se había resuelto. Todo ese odioso asunto de las prometidas... Al ser responsable del estado de Akane no le quedaba más remedio que casarse con ella y gracias a eso, ya no tendría que tomar más decisiones difíciles sobre su futuro. Todo estaba claro y, la verdad, no le disgustaba el resultado.
Ahora había vuelto a la casilla de salida.
Quizás... me hacía un poco de ilusión reconoció. Su rostro se encendió, sus manos se aferraron la borde de la ventana apretando con fuerza. No parecía tan mala la idea de pasar mi vida con esa Akane.
Por supuesto se refería a la Akane hechizada, abrazadora y sonriente.
Había sido sincero cuando le dijo que podrían llegar a ser felices, que se esforzaría porque ambos tuvieran una buena vida. Se había imaginado años de convivencia tranquila, sin peleas ni golpes de mazo, practicando los besos...
Ranma se puso tan nervioso al recordarlo que sufrió un espasmo. Su cabeza golpeó contra el postigo de la ventana y tuvo que ahogar un grito de frustración. Experimentó un acaloramiento inaudito que subió desde sus pies, algo delicado y excitante que trató de dominar su mente, que despertó un picor por todo su cuerpo. Volvió a ver en su cabeza lo que había pasado en la enfermería y casi, casi fue feliz durante un segundo.
Hasta que escuchó la voz de Akane en su mente diciéndole que no se acordaba de nada.
No se acuerda se repitió. Él sí lo hacía pero, ¿qué importaba? La Akane hechizada se había ido llevándose consigo los besos y esa estúpida y cursi fantasía de la vida tranquila y feliz. Todo se había esfumado con la puesta del sol. No solo los besos que podrían haber compartido en el futuro, sino también los que sí se habían dado. Ella no los recordaba, era como si no hubiesen ocurrido.
No ha ocurrido.
Eso sí le dolió. Y de un modo demasiado fuerte como para pretender que era solo frustración o su orgullo herido.
No. Nada de eso. Era dolor. Dolor puro y duro.
Ranma trató de enfocar sus ojos en algo de fuera, algo concreto que lo distrajera de lo que estaba sintiendo pero, de pronto, ver como las luces se extinguían sobre el jardín de los Tendo le resultó abominable y triste. Los tonos púrpuras y azul oscuro que caían sobre la hierba le cortó el aliento. Recordó que en unos minutos tendría que bajar para la cena, sentarse junto a Akane (la Akane no hechizada) y tragar la comida fingiendo que nada había ocurrido. El nudo de su garganta creció, se revolvió hacia arriba como si fuera a vomitar.
Apretó los dientes y luchó contra esa melancolía tan ridícula, tan impropia de él mientras se agarraba con más fuerza a la ventana. El sol casi extinto, el moribundo resplandor de los tejados... Había algo más que admitir simplemente que sentía dolor, ¿verdad? Era algo más grande, más peligroso. Una parte de sí mismo se negaba a admitirlo porque pensaba que eso le mataría allí mismo, pero otra parte ansiaba el aliviado de librarse de esa idea.
¿Y si me voy? Pensó, de repente. ¡Huir! Podía escapar por la ventana, saltar sobre los tejados y perderse bien lejos, hasta que esas ideas no pudieran alcanzarle. Pero huir... ¡No soy un cobarde!
Sin embargo, ¿Cuál era la alternativa?
Quedarse y admitir lo que le estaba pasando, la razón de su dolor... ¿Dejar que eso lo matara? Porque cada vez estaba más seguro de que eso pasaría. Su corazón latía tan rápido que seguramente le daría un infarto y todo acabaría.
¿Qué estoy pensando? ¡Yo nunca moriré! Ese condenado nudo le cortaba la respiración, por más que sacaba la cabeza por la ventana no conseguía respirar. Seguro que por eso estaba pensando esas cosas tan extrañas.
No puedo enfrentarlos a todos.
Se le ocurrió, entonces, que Kasumi ya les habría contado lo ocurrido. Su padre y su tío se le echarían encima en cuanto asomara un pie por el comedor, le exigirían que cumpliera con su palabra sin importar que el hechizo se hubiera roto. Se burlarían de él. Adivinarían su dolor y Akane...
Akane ya no me quiere.
¡El dolor volvía una y otra vez! ¡Era terrible en su pecho! Tragó de nuevo, con más fuerza y sus piernas se tambalearon.
No me quiere.
Él había creído que sí, había estado seguro. No desde el principio, claro, ¡no era tan tonto! Se había mantenido alerta, la había estado observando; apenas le había quitado los ojos de encima desde que dejaron el acantilado. Había visto todas sus sonrisas, recibido todas sus miradas. Sus defensas no habían decaído hasta que estuvo realmente seguro de que ella lo amaba.
Era un hechizo irreversible. Un hechizo que duraría toda la vida.
Podía bajar la guardia, o eso pensó.
Estaba a salvo.
En cambio ahora estaba a punto de morir. Porque se había confiado, porque había aceptado ese amor que, desde el principio, no se merecía. Pero, más que nada, Ranma sabía que iba a morir porque había sido tan tonto como para corresponderlo.
El nudo palpitó en su garganta o quizás esta se estrechó en torno a él, ahogándole con brusquedad.
Ya está pensó, aterrado. Es el final.
Podría haberlo sido, sin duda, pero algo le distrajo. Al otro lado del pasillo una puerta se abrió con estrépito y el sonido de los apresurados y atronadores pasos de Akane acercándose le hicieron olvidar todo lo demás.
Ranma hizo fuerza con los brazos y logró subir una pierna al hueco de la ventana, aún estrangulado, con auténtica intención de huir.
—¡Ranma! —Le pareció oír antes el grito y después, el furioso deslizamiento de la puerta al abrirse. Una corriente de aire le dio en la cara, pero el chico permaneció estático—. ¡Tengo que decirte algo!
¡Ahora! ¡Salta! Se ordenó a sí mismo, pero ni su pierna ni sus brazos obedecieron. Estaban rígidos, expectantes. Oía la respiración acelerada de la chica a su espalda, no se había movido de la puerta.
—No es un buen momento —consiguió decir. No podía girar el rostro, sus ojos parpadearon sin despegarse de los árboles, del muro que cercaba el jardín—. Ahora mismo iba a salir.
Escuchó que la puerta se cerraba, pero no pasos.
—No puede esperar —anunció ella.
¡Vamos, salta! Lo intentó otra vez. Entrecerró los ojos y dobló los brazos para darse impulso pero, por alguna razón, la única parte de su anatomía que respondió a la orden fue su trasero, haciendo un ridículo intento de saltar. Sin ayuda de las piernas pareció que lo meneaba como si algo le hubiese picado.
—¿Qué haces? ¿Intentas...?
—¡Yo no huyo de nada! —soltó, hincando las uñas en la pared.
Sobre el tatami, los pasos de ella sonaron mucho más tranquilos al acercarse y sin embargo, Ranma experimentó una descarga de alerta, gracias a la cual hizo un nuevo intento de escapar. Su cuerpo no respondió y aun así, se sintió desfallecido por el esfuerzo.
Maldita sea...
Akane se paró tras él, vacilante. No podía verla pero imaginaba el modo en que podía estar mirándole: con pena y extrañeza. ¡A saber qué estaría pensando! Puede que Kasumi le hubiera contado cómo le encontró en el pasillo y la hubiese obligado a ir a consolarle.
La vergüenza le atravesó con tanta saña que casi superó al dolor. Se dijo que debía echarla de allí de inmediato, antes de que su condescendencia le diera el golpe final.
—¿A qué has venido? —Le preguntó, endureciendo su voz todo lo que pudo—. ¿Es que no has tenido bastante de mí por un día?
>>. ¿Por qué no me dejas tranquilo de una vez?
—Tengo algo que decirte, Ranma.
—No me interesa —La cortó. Bufó, cansado, se le estaban durmiendo los brazos por mantenerlos en esa extraña posición. La noche estaba cayendo deprisa al otro lado de la ventana, sabía que faltaba poco para que los llamaran para cenar y, ahora más que nunca, tenía que irse—. Déjame solo de una vez.
—¿Por qué no bajas de ahí y hablamos? —insistió ella. Su voz sonó ansiosa de pronto.
—No quiero hablar contigo.
—¿Por qué no?
—¡Porque tengo que irme! —exclamó y esta vez su pierna se movió. Dio un saltito, patético y tembloroso, pero le animó. ¡Podía escapar! Se concentró en volver a intentarlo para llegar más alto esta vez, hasta el borde de la ventana. Lanzó la pierna pero entonces algo lo empujó. Se le escapó un chillido por la sorpresa al verse propulsado al exterior fuera de control, por suerte sus manos resistieron.
Bajó la vista y se encontró con dos brazos alrededor de su pecho, dos manos fuertemente asidas la una a la otra y sintió el peso de una cabeza en su hombro.
—No te irás ahora —Akane respiró hondo y movió la cabeza—. Yo... yo... —La voz se le atascó.
—¿Qué estás haciendo, marimacho tonta? —se quejó él, inquieto. No sabía que intentaba pero trató de soltarse con fuerza a un arriesgo de caer los dos pisos hasta el suelo—. ¡Suéltame!
—¡Me acuerdo!
Ranma perdió impulso, por lo que rebotó hacia atrás y sus manos se soltaron. Cayó al interior de la habitación y quedó sentado en el suelo, perplejo, con Akane aún aferrada a su espalda.
Las sombras habían caído del todo, pero eran suaves, traslucidas; una primera noche de verano. Sopló la última brisa que aliviaría el calor y al momento, cientos de grillos empezaron a cantar a la vez. Pero el chico no registró nada de esto. Permaneció quieto, en apariencia sosegada, tratando de comprender.
—¿Qué te acuerdas... de qué? —preguntó.
—De todo lo que ha pasado hoy —respondió ella. Se movió, despacio, encogió las piernas sobre el suelo para deslizarse sobre la espalda del chico. Después se incorporó de rodillas pero no se apartó de él. Los brazos de Akane ascendieron hasta sus hombros y después le estrecharon, rozando un segundo su cuello, allá donde seguía el nudo. Ahora podía oír su agitada respiración, percibir el tacto de su ropa estirándose sobre su espalda e incluso, la presión inocente de sus pechos cuando lo abrazó contra ella—. Te he engañado —susurró y él dio un respingo—. Sí que me acuerdo.
No pudo mover sus piernas para volverse hacia ella. Tampoco sus manos, que seguían ancladas al suelo. Su corazón seguía en riesgo de que le diera un infarto, aunque había segundos en los que se apaciguaba con alivio, para después reanudar su escandaloso ritmo. Estaba confuso, igual que él.
Oía que Akane le decía que se acordaba de todo pese al hechizo. Y sentía el modo en que sus manos se sujetaban a él, el calor de su cuerpo tan próximo...
No es posible habló su cerebro. No tenía ningún sentido que se acordara, él no recordaba nada de cuando cayó preso del mismo hechizo (por suerte). ¿Cómo podía ser que ella sí lo hiciera? Algo no está bien. Como artista marcial tenía la capacidad de presentir esas cosas y le estaba diciendo que algo no cuadraba.
Además no entendía la actitud de su prometida. Lo esperable era que se sintiera avergonzada y no quisiera verle. Claro que también habría sido esperable que él reaccionara de una vez, que se burlara de ella por su comportamiento de esos días. Reírse de ella y zanjar el asunto.
Pero no podía hacerlo... ¿por qué?
Ninguno se estaba comportando como deberían y eso era muy extraño.
—¿Te acuerdas? —murmuró, aún extrañado—. No deberías acordarte.
Akane tembló. Respiró hondo y dijo.
—Lo sé.
No añadió más y él no vio necesario preguntarle al respecto. La magia es misteriosa, no siempre actúa del mismo modo. Puede que cada una de las píldoras de ese horrible brazalete produjera sus propios efectos después de todo.
—Bueno, ¿y qué quieres? ¿A qué has venido? —Aún paralizado, su cuerpo se tensó hasta volverse tan duro que Akane retrocedió un poco—. ¿A burlarte de mí por cómo me he portado?
—¡Claro que no!
Apartó sus manos de él y cuando al fin dejó de tocarle, el chico recuperó el control de sí mismo. Volvió el rostro y la mitad de su cuerpo hacia ella.
—¡Pues si has venido a reclamarme o a pegarme por todo lo que he...! —Usando de nuevo la lógica, a Ranma no se le ocurrió otra razón para que Akane estuviera allí, salvo hacerle pagar todos sus atrevimientos de esos días. Pero al ver su rostro, lo olvidó. Estaba enrojecido y contraído por el llanto, incluso sus ojos temblaban por más lágrimas que empujaban sus pestañas para salir—. Eh... —Se quedó en blanco, sin saber qué decir—. ¿Akane?
—¿Me perdonarás por haberte engañado?
¿Engañado? Se preguntó él, alarmado. Pensó en lo que le había dicho... ¿estaba así solo porque le había hecho creer que no se acordaba de nada?
¡Cielos! Akane es una exagerada...
La expresión con que esperaba su respuesta era un absoluto pozo de incertidumbre y angustia.
—Solo era una broma —gimoteó ella. Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas y tuvo que frotárselas con el puño.
—¿Una broma?
—¡Se me fue de las manos!
Pero si no ha sido para tanto, pensó él, confundido. ¡Esta chica no tiene idea de cómo se gasta una buena broma!
Ranma no comprendió la auténtica razón por la cual su prometida era presa de una implacable culpa. Lloraba frente a él con gran desesperación, por lo que tampoco le dio muchas vueltas y corrió a tranquilizarla.
—Vamos, Akane, no es para que te pongas así.
—¿Ah... no? —Hipó, con el rostro tan húmedo como si acabara de salir de la ducha.
—Pues claro que no —afirmó él. Le puso una mano en el hombro con cuidado y que solo afianzó cuando estuvo seguro de que ella no reaccionaba mal—. No deberías haber intentado tomarle el pelo a alguien tan avispado como yo —continuó, formando una sonrisa amigable para ella—. Pero no es para llorar.
—Y... ¿me perdonas? ¿Así sin más?
—Pues claro —Aseguró—. ¿A caso no te he gastado bromas muchas veces?
—¡Sí! ¡Por eso lo hice!
—Pues estamos en paz.
Akane se sorbió la nariz y le miró, con sus pupilas agrandadas por la incredulidad y la rojez. Le contempló impresionada, recorriendo su rostro una y otra vez hasta que le hizo sentir un poco incómodo.
¿Es que pensaba que se enfadaría con ella para siempre por esa tontería?
—Gracias, Ranma —Bajó las manos de su rostro y al fin, la chica le sonrió un poco—. No pensé que serías tan comprensivo.
>>. Creí que me odiarías...
¿Odiarla? Pensó, con sorpresa. Eso explicaba que estuviera tan desolada pero, ¿cómo había podido creer algo así?
—¿Qué clase de chico crees que soy? —le preguntó, haciéndose el ofendido—. ¡Yo siempre he sido igual de comprensivo!
Akane acentuó su sonrisa, una que se parecía tanto a la de la Akane hechizada que Ranma se tensó un poco. Su rostro se coloreó pero lo más probable es que ella no lo viera porque entonces, volvió a lanzarse sobre él, atrapándole en un abrazo que casi le tiró al suelo.
Apenas tuvo tiempo de mantenerse en equilibrio. Akane le apretó con todas sus fuerzas y se le escapó una risita de puro alivio.
—¡Menos mal! —canturreó en su oído.
Ranma esperó, reteniendo su respiración. Tan solo unos minutos atrás Akane le había abrazado del mismo modo, y él, sabiendo que no había peligro, le había devuelto ese abrazo con las mismas ganas. Después el hechizo se había roto y ella le había empotrado contra la pared para quitárselo de encima. El golpe en sí mismo no le dolió tanto como cuando comprendió a que se debía.
Era el mismo dolor que le había oprimido el pecho y casi le hace huir por la ventana.
No podía engañarse, y menos cuando volvía a sentir esos brazos estrechándole y esa sensación de júbilo tan adictiva. Le había dolido el repentino rechazo de Akane, le había dolido pensar que se habían acabado los abrazos y los besos, y en especial que ella no lo recordaba. Le había dolido más de lo que podía explicarse a sí mismo que Akane dejara de quererle.
O quizás sí podía explicárselo, si admitía que era porque él también la amaba.
Masculló una nueva maldición que ella, por suerte, no oyó. ¿Qué debía hacer ahora? Por precaución se mantuvo quieto, con los brazos sueltos junto a su cuerpo.
Akane aún le sonreía con los ojos brillantes y las mejillas encendidas cuando se apartó de él. Ranma intentó no mirarla para conservar algo de dignidad, pero falló.
—Entonces... —empezó ella, balanceándose sobre sus rodillas.
—¿Qué?
—Sobre lo que ha pasado hoy —murmuró con dificultad—. Quería decirte que yo... a mí no me importaría... si seguimos igual.
—¿Igual? —El nudo comenzó a subir de nuevo por su esófago, burbujeante, por los nervios—. ¿C-cómo igual?
—Lo que tú dijiste en la enfermería —aclaró ella. Bajó el tono de voz según su semblante se enrojecía más—. Yo también quiero que seamos más íntimos a partir de ahora.
Ranma recordaba lo que había dicho pero, por alguna razón, le pareció imposible creer que ella le estuviera hablando de lo mismo.
—¿Íntimos? —repitió, prudente—. Pero... ¿aunque no haya hechizo?
Akane torció el rostro, y le miró como si no le entendiera.
Por suerte, enseguida volvió a sonreír, alzando una mano hacia el rostro de él para posarla con suavidad sobre su mejilla. Ranma espatarró los ojos, alarmado. No reaccionó. Ella se estiró, arqueándose y le dio un beso suave y lento en los labios.
¿Qué está pasando? Preguntó una voz en su mente.
No comprendía.
¿Akane seguía hechizada o no?
Acababa de besarle y aún le miraba con ese aire de amor imposible de hacía unas horas. Ni siquiera se molestó por su incredulidad o porque él no lograra responder al contacto a causa del shock. Ella alargó los brazos con naturalidad y volvió a abrazarle, esta vez con menos fuerza, de una manera más dulce y tranquilizadora. Y al verse liberado de su mirada, Ranma pudo respirar. Y saborear el enorme alivio que se extendió por su cuerpo.
—Vale —susurró tras unos segundos de silencio—. Íntimos... —Repitió, aunque la voz casi se le cortó. Akane asintió, su barbilla le rozó el hombro produciéndole un cosquilleo—. Es decir, si tú quieres...
Con la misma inquietud que en el acantilado, el chico posó sus manos sobre la espalda de su prometida y esperó un poco. Luego las movió para estrecharla con más fuerza y también entonces, apretó la mandíbula, esperando un grito, un golpe, un rechazo que no llegó.
Ella no se asustó. Tampoco le apartó. Entonces suspiró y cerró los ojos para disfrutar del momento. Seguía sin comprender del todo qué había pasado pero se sintió bien, el dolor que lo había estrangulado empezaba a deshacerse.
Pero aún había algo, una diminuta nota discordante en todo aquello. No sabía lo que era pero no pudo entregarse del todo al placer de poder abrazar a Akane de nuevo. Notó una punzada en la nuca y una maligna retahíla de preguntas brotó en su mente.
¿Cuánto iba a durar esta vez? ¿Por dónde vendría el siguiente golpe? ¿Le rechazaría en cuanto él se confiara de nuevo?
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La auténtica razón de todas esas preguntas era que Ranma, aun siendo tan astuto y avispado como él se creía, no había entendido la parte importante de aquella conversación; en realidad, no se había dado cuenta por qué Akane se disculpaba, de qué le estaba hablando o de dónde provenía el pánico que había visto en su mirada.
Solo era una broma, le había dicho y él creyó la primera idea que se le vino a la mente. Estaba bastante ofuscado por lo que había pasado y el sorpresivo beso de Akane terminó de rematarle, sus neuronas estaban en estado de alarma y apenas eran capaces de entender lo más básico y sencillo de la situación.
Akane había estado hechizada, después el hechizo que él creía permanente, se había roto y ella le había dicho que no se acordaba de nada. Por unos patéticos instantes Ranma abandonó la seguridad y su orgullo de luchador, estando a punto de permitir que sus nervios y confusión lo precipitaran a un abismo. Pero, de repente, todo había vuelto a cambiar. Tenía literalmente un pie fuera de la casa, el pensamiento de huir de todos esos sentimientos nefastos, cuando su prometida confesó que sí recordaba todo lo que había pasado. Le había gastado una broma.
¿Qué broma? ¡Pues hacerle creer que no se acordaba!
Esa era la explicación más evidente y esa fue a la que el chico se aferró. ¡Era así!
¿Verdad?
Puede que en ese momento estuviera demasiado distraído como para recapacitar en lo que querían decir las lágrimas de la chica cuando él la perdonó de inmediato. O podría ser que su cerebro lo adivinara a un nivel tan inconsciente que ni él mismo lo supo entonces, que su mente le protegiera de esa información para que pudiera aceptar el amor que la chica le ofrecía y fuera feliz de una vez por todas.
O tal vez...
Pudiera ser que, horas más tarde y a solas en su futón, su corazón se apaciguara deshaciendo el nudo de su garganta y entonces, solo entonces, la verdad, mucho más clara y simple, apareciera ante sus ojos.
Espera un momento... Pensaría, en medio de la oscuridad de la noche. Cerraría sus ojos, repasaría todos los acontecimientos de nuevo y esta vez, dejando a un lado la ceguera de su vanidad, observaría con calma la actitud de Akane, sus gestos, sus palabras y sobre todo, se fijaría en sus silencios y en las muecas que había hecho cuando le creía distraído en otra cosa. Entonces... ¡¿Es posible qué...?!
Cuando lo que parecía imposible se volviera probable (y casi cierto), Ranma estrujaría el borde del futón, asediado por un montón de ideas y sentimientos diversos y tras reflexionar durante horas, hasta ver por el rabillo del ojo los primeros rayos solares asomando por el filo de la ventana, descubriría que lo que más le molestaba de aquel asunto era estar, de nuevo, en la molesta tesitura de tener que tomar una de esas decisiones difíciles que tanto detestaba.
Afrontar esa verdad y sus consecuencias o seguir fingiendo que no lo había entendido.
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A la mañana siguiente, casi como si hubiera intuido la turbulenta noche que había pasado entre pensamientos y reproches, Akane se acercó a él de puntillas cuando se cruzaron en el piso inferior, cerca de la puerta del comedor. Le mostró una sonrisa tímida cuando él, en cambio, la miró muy serio.
—Buenos días —Le saludó y en un gesto poco habitual en ella por lo inseguro que resultó, se prendió un corto mechón de su pelo tras la oreja, al tiempo que bajaba sus ojos al suelo—. Pareces cansado.
—No he dormido bien —murmuró él.
La observó largamente, sus movimientos y hasta el temblor de sus pestañas cada vez que ella le miraba para apartar los ojos de nuevo.
—¿Por qué no?
Ranma respiró hondo y sintió que el camino del oxígeno desde sus fosas nasales hasta sus pulmones estaba por fin libre, sin nada que lo obstaculizara. También sus ideas estaban más claras, se podría decir que la horrible noche de insomnio había tenido como resultado una resolución firme.
—He estado pensando en ti —respondió. La chica se turbó, sus ojos se agrandaron por la sorpresa pero no se atrevió a sonreír del todo. Admitió que su tono había sido grave al hablar y que incluso tenía el ceño fruncido cuando echó un rápido vistazo a su alrededor. Se propuso suavizar su semblante antes de acercarse a ella y besarla.
Akane estuvo a punto de saltar por la sorpresa, su rostro se coloreó al instante. Ranma sonrió, por fin, y le cogió la mano.
—¿No tienes hambre? —Le dio un apretón, sin miedo, y tiró con suavidad de ella hasta las puertas.
—Ah... sí —Cruzaron la puerta y fueron directos hasta sus asientos.
Tuvieron que soportar todo tipo de miradas emocionadas de sus padres aunque se abstuvieron de hacer comentarios vergonzantes al respecto; quizás sus molestos progenitores habían aprendido que la mejor manera para alentar su relación era dejarlos tranquilos. El desayuno siguió su curso normal, salvó porque Akane no le soltó la mano enseguida.
La apretó un poco más, mientras su respiración se iba normalizando. De reojo le miró, y él captó esa mirada. Ella le sonrió. La Akane hechizada pensó él y algo cálido recorrió su cuerpo. Esa sonrisa adorable, ese modo de rozarle los dedos.
Nunca hubo una Akane hechizada.
La Akane real pensó, contento y suspirando para sí, añadió. Me quiere.
Y esta vez no tenía que preocuparse por la puesta del sol. No había más magia de por medio que la propia magia del amor.
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Fin
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Este sí, es el final definitivo.
Sé que tras publicar "Te la debía" mucha gente quedaba impactada por el final abierto de ese fic, aunque siempre fue mi final predilecto para la historia y aún me gusta como quedó. Pero hace unos meses quise participar en una dinámica de facebook de este fandom y se me ocurrió que podía hacerlo escribiendo una secuela de esta historia.
¿Qué pasó después? ¿Cómo resolvieron Ranma y Akane el asunto del hechizo?
Al final la idea no cuajó para la dinámica, pero ya tenía escrita la mitad de este fic, así que me animé a terminarla y creo que no ha quedado tan mal.
¿Qué opináis vosotros?
Espero que este final haya gustado a todos los fans de "Te la debía", y si no ha sido así, podéis quedaros con el final original. Ahora tenéis dos para elegir :)
Si os ha gustado votar y comentar, así sabré que queréis más fics de Ranma y seguiré compartiéndolos con vosotros.
¡Hasta la próxima!
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