15
Ddochi presionó su nariz húmeda contra el dorso de la mano de YoonGi, incluso lamió sus dedos para atraer toda su atención. Obtuvo lo que quería cuando el alfa más dominante en la habitación le acarició detrás de las orejas.
Era el más feliz porque YoonGi llegó temprano a la casa de las madres de JiMin.
Pero pronto se volvió más ambicioso, decidió echarse panza arriba sobre las calcetas desteñidas del humano para recibir aún más mimos. Hizo que YoonGi gimiera y JiMin riera.
—No estaba bromeando cuando dije que te extrañaba —JiMin comentó sonriente. Había detenido la preparación de su ensalada sólo para mirar la escena intima entre YoonGi y su mascota. Lo que era un logro, considerando el empeño que tenía para que el almuerzo estuviera listo antes de que sus madres regresaran de su cita—. Comenzó a olerme con más insistencia después de conocerte.
—Pensé que en realidad tú me extrañabas y no querías decirlo, porque eres un lobezno tímido —admitió YoonGi, haciendo un mohín al pensar que se había equivocado y JiMin no se sintió como él. No sintió esa necesidad abrumadora arrastrándose en su piel sólo por verlo.
Eso volvió a traerle una risita de JiMin. Una vez que paró de reír, continuó trabajando en su ensalada. Estaba cortando pequeños tomates con una sonrisa tímida, cuando su voz se volvió un susurro listo para contarle un secreto.
—Los dos. Los dos queríamos verte, aunque fuera un fin de semana.
La confesión terminó por derretirle el corazón a YoonGi. Fue aún más dulce porque el alfa menor no lo miró a los ojos, eso significaba que se apenó.
Se avergonzó al decirlo, pero eligió ser sincero.
Impulsado por lo bien que se sentía ser así de querido, YoonGi fue a abrazarlo por la espalda, apoyando su mentón en el hombro, poniéndole los brazos en la cintura, cerrando los ojos. En ese apretado abrazo ignoró a su consciencia diciéndole que habría visto a JiMin antes si hubiera enviado su mensaje.
Fue bueno ir con NamJoon.
NamJoon sabía mucho sobre música artística, pero otra parte de él refutó que pudo haber envuelto a JiMin entre sus brazos mucho antes.
Así que sí, se arrepintió profundamente de haber borrado el mensaje.
Para opacar esa ola de remordimiento, movió su cabeza hasta encontrarle un espacio a su cara en la curvatura del cuello ajena. La piel de JiMin era muy bonita, suave. Tenía un par de lunares muy cerca de su glándula odorífica y YoonGi presionó su nariz en ese lugar, inhalando el perfume personal de su lobito.
Fue dulce, como le gustaba.
Debió esperar que JiMin se retorciera entre sus brazos riendo por lo cosquilludo que era.
YoonGi lo dejó ir para que no tuvieran un accidente en la cocina, no sin antes robar dos trozos de jamón que JiMin cortó en cuadritos.
—Uno para ti —le dijo a Ddochi, dándole uno—. Otro para mí.
—Vas a malcriarlo. Justo como el gato que cuida... —El jugador de hockey silenció la queja de JiMin poniéndole un trozo de jamón en los labios.
—Otro para ti.
—Mi turno, prueba esto —JiMin anunció al terminar de masticar. Tomó un vaso con un contenido verde, lo colocó entre los labios de YoonGi y empujó el líquido sin previo aviso. Si YoonGi no tuviera reflejos rápidos se habría atragantado—. ¿Cómo supo?
Terrible. Su vida había pasado frente a sus ojos.
En lugar de confesar eso, hizo una mueca que debió parecerse a una sonrisa. Era lo mejor que podía hacer en ese momento.
—¿Qué es eso?
—Un batido de alfalfa. Me lo enseñaron en clase, es muy bueno en proteínas y ayuda a los alfas que tienen un entrenamiento físico todos los días. También dicen que es bueno para quitar la sed, así que preparé botellas para los dos, la tuya es más grande porque comes más y el nivel de agua que consumes debería ser más, proporcional. —La explicación de JiMin lentamente se desaceleró. Sus ojos marrones se volvieron cautelosos al mirar a YoonGi—. ¿Debí preguntarte antes?
Su querido lobito todavía era demasiado tímido para pedir favores o hacerlos. Se arriesgaba mucho más que antes, pero aún no al nivel que YoonGi quisiera. Decirle que el batido fue una de las experiencias más traumantes de su vida, probablemente lo haría retroceder en confianza.
Más tarde se volvería honesto, lo mantendría feliz por un rato.
—De acuerdo.
Sin embargo, al aceptar las pupilas de JiMin se llenaron de luciérnagas en medio de una noche de verano.
—Tengo más recetas, podría llevarte una porción todos los días antes de que entres a clases, estoy seguro que ayudará en tu condición física.
Aunque la intención era sumamente dulce, nada que alguien hubiera hecho por él antes, YoonGi tuvo un escalofrío.
Estaba por echarse para atrás cuando la puerta se abrió. Las madres de JiMin entraron a casa, muy sonrientes.
—Hey, niños. —Besaron a su hijo en las mejillas a modo de saludo. YoonGi recibió una palmadita en la espalda de la mujer alfa, junto con una caricia en la cabeza por parte de la mujer omega—. ¿Cómo va a ese almuerzo?
—JiMin está haciendo todo —YoonGi se sinceró—. No soy tan bueno en la cocina, soy mejor en la carpintería.
Eso llamó la atención de la madre omega. Ella tenía el cabello castaño que su hijo heredó, era de los mejores rasgos de JiMin en opinión de YoonGi.
—¿De verdad? Hay un mueble en la habitación del abuelo que ha estado rechinando, quizás podrías arreglarlo la próxima vez que vengas aquí.
—Mamá. No molestes a alfa YoonGi, por favor —JiMin se quejó en un suspiro, pero YoonGi lo detuvo poniéndole una mano en la muñeca, con su pulgar en su pulso.
—No es un problema —dijo tanto para JiMin como para la madre que le estaba pidiendo el favor. No era nada estúpido, sabía que era la oportunidad perfecta para impresionar a todos en la familia Park—. Traeré mi caja de herramientas la próxima vez.
—Los alfas y su amor por las cajas de herramientas. —La mujer omega resopló divertida, consiguiendo que su esposa frunciera el ceño.
—Yo no tengo una.
—La tenías.
—Sí, hasta que te deshiciste de ella.
Ambas mujeres se enfrascaron en una conversación sobre que le sucedió a la vieja caja de herramientas en el garaje, mientras JiMin volvió a su tarea de cortar sus vegetales, con la mirada de YoonGi siguiéndolo en todo momento. Era la primera persona que parecía genuinamente feliz en cortar sus verduras y YoonGi decidió, sonriendo con todo el cariño, que no cuestionaría eso.
La familia de JiMin continúo hablando hasta que el único hijo mencionó algo sobre un aparato de medición nutricional. Quería usarlo en la comida que estaba preparando para una tarea, de la misma materia que le había dado las recetas de sus batidos.
—Dejaste uno aquí. —Su madre omega mencionó sin estar muy segura—. Debería estar en tu cajonera, dentro de tu ropa vieja.
—Voy a buscarlo por ti —YoonGi le avisó, poniéndose en marcha antes de que JiMin pudiera abogar para no darle problemas. Pasando junto a él, sin que sus madres vieran, le pellizcó suavemente la piel de la cadera—. Sé que no conozco tu habitación, pero investigaré.
Se alejó de la cocina, acompañado del pug de la casa. Ddochi amaba mucho a JiMin, pero su nuevo deber era seguir a YoonGi por ser el alfa de presencia más dominante. Como si estuviera en una manada o una jauría, en su caso.
YoonGi subió las escaleras de caracol al segundo piso, disfrutando de la vista. Ya había tenido un tour rápido por la construcción de la casa la primera vez que vino, así que recordaba que el cuarto del abuelo de JiMin estaba en el primer piso para evitarle subir escaleras. Sólo debía adivinar entre el cuarto de invitados, la habitación de las madres de JiMin y la de JiMin.
Había una nube pintada sobre una de las puertas, por eso la eligió.
Dentro de la habitación tuvo que encontrar el apagador a obscuras. Al final valió la pena.
Valió la pena al notar que todo el cuarto era como JiMin, había un desastre.
Era lindo porque sus madres debieron respetar todo su desastre incluso cuando se fue a la universidad.
Se detuvo un segundo a mirar cada detalle para guardarlo siempre en su memoria. JiMin estuvo ahí, riendo, llorando, guardo una parte de sí mismo en las pinturas que hizo sobre la pared de mariposas y flores, los falsos sistemas nerviosos en miniatura para estudiarlos, la cama de cobertor azul celeste con un patito de peluche que olía a él. YoonGi se echó allí, abrazando el juguete.
Se preguntó si en los fines de semanas, cuando el estudiante de fisioterapia se quedaba ahí en lugar de ir a los dormitorios universitarios lo abrazaba para que oliera como él en el resto de la semana.
Cuando se imaginó a su lobito en sus pijamas bonitas yendo a dormir e instintivamente comenzó a marcar el peluche de JiMin con sus propias feromonas, decidió que estaba siendo raro. Por lo que volvió a buscar el medidor nutricional.
Ddochi tenía un pequeño cojín para dormir, justo al pie de la cama de JiMin, YoonGi lo vio echarse al mismo tiempo que abría uno de los cajones.
No obstante, se distrajo con un cuadro tecnológico colgado en la pared.
La primera foto era de JiMin en su uniforme de la escuela secundaria y YoonGi entendió perfectamente porque consiguió una novia omega. Tenía sus cabellos peinados hacia atrás, una mirada intimidante. Parecía intimidante, en esa postura impuesta que daba justamente lo que debería.
Hacerlo ver como un alfa.
Pero los cuadros tecnológicos podían almacenar dos fotos con sólo un deslizamiento de dedos, similar a la galería de un teléfono. Tomando esa ventaja, YoonGi cambió de fotografía para ver más de JiMin en su uniforme.
Él no espera encontrarse con un JiMin radiante.
Detrás de la foto de la apariencia formal había otra complemente distinta. En la segunda, el alfa estaba acompañado de alguien, en un monumento famoso de otro país.
No era eso lo llamativo. Lo interesante de la foto era que JiMin usó de esos pantalones faldas que se vendían para omegas masculinos en colores pasteles y su cabello castaño sobresalió en las puntas de un bucket hat azul celeste con nubes blancas en él.
Se veía libre, esponjoso, como un día soleado.
Y tan malditamente feliz que YoonGi sintió tristeza al pensar en la primera fotografía, para encontrar que algo había cambiado.
—¿Qué estás haciendo? —El abuelo de JiMin le preguntó, de pie duramente junto a él. YoonGi ni si quiera se había dado cuenta de que no estaba solo, por eso dio un gritito ahogado. Antes había creído que el anciano de traje era aterrador, pero en ese momento sus expectativas fueron superadas.
—A-abuelo beta, eh yo... —tartamudeó, dando dos pasos atrás. El beta se movió para regresar la foto original, donde JiMin era infeliz. Todo sin dejar de desaparecerlo con su mirada.
—Espero que no estés intentando robar nada.
Eso había sonado especialmente cruel, a YoonGi no le gustó en nada. Él se guardó las manos en los bolsillos.
—A su nieto no le gustará que piense así de mí.
Sabía que podría quejarse con JiMin y él lo defendería. El anciano debía saber perfectamente lo mismo porque se quedó sin palabras. Por primera vez desde que YoonGi lo conoció, se veía como si no supiera que decir en su defensa.
—No es mi culpa. Es de terrible educación que estés moviendo pertenencias ajenas, muchacho.
—No pude evitarlo, pensé que habría una foto detrás de esa. Y creo que es mucho mejor la segunda.
Armándose de valor, se acercó al abuelo de JiMin lo suficiente para cambiar la fotografía del marco, a donde JiMin se vestía de colores.
—Las dos fueron tomadas por un fotógrafo profesional —refunfuñó el abuelo beta, cambiando la foto de nuevo.
YoonGi no se sorprendió por la terquedad frente a él. Desde que JiMin había entrado en su vida, había tenido contacto directo con dos betas siendo un simple jugador de hockey. Una cantidad difícil de presenciar, que le había enseñado la verdadera cara de ese rango.
—Eso es evidente, pero me gusta más la otra. No es por la toma, o los colores. Es porque JiMin se ve feliz, en la otra parece que alguien le ordenó que posara de esa forma.
El abuelo de JiMin miró la segunda fotografía sin decir nada, haciendo que YoonGi temiera por su vida. Iba a morir joven por tener la lengua suelta, eso era seguro.
—Al igual que tú, es de mi gusto la segunda. Aunque debo admitir que mi juicio no es objetivo. —El beta cruzó una mirada con el alfa. Compartiéndole así, un poco de su dolor—. Es porque mi esposo está en ella.
Las viejas manos del beta aceptaron ir al marco para colocar la segunda foto.
Así que ese era el hombre del que JiMin tanto hablaba, recordándolo siempre amoroso.
YoonGi descubrió que JiMin se parecía mucho más a su abuelo que a sus madres. Aunque no era tan simple como describir el tono de su piel o la forma de su cara, era una percepción más abstracta.
—Siento mucho su pérdida —le dijo sinceramente, sin importarle que fuera un beta o el abuelo de JiMin. Nadie debería perder al amor de su vida, ni si quiera en el camino a la vejez.
—Yo más. Cada día, cada vez que me despierto. —Al dejar ir esas palabras pastosas, el hombre tocó una cadena que colgaba de su cuello y llevaba dos anillos. Anillos de boda. YoonGi tragó duro—. No puedo esperar a que estemos juntos de nuevo.
El beta altanero había desaparecido, únicamente quedó un hombre con la mitad de su corazón. La otra mitad nunca más volvería.
—JiMin se pondrá triste si lo escucha—YoonGi comentó en un intento de tranquilizar al hombre. Excepto que no funcionó del todo, el beta continuó viéndose devastado.
—Mi esposo es, era, lo único genuino en mi entorno. Era un rayo de luz embotellado que me seguía a todos lados. —YoonGi asintió. El cielo se ponía pintoresco en la presencia de su lobezno. JiMin era lo mismo para él, simplemente que no en el plano romántico—. No teníamos un lazo como el de alfa y omega, pero después de que lo perdí, enfermé a muerte. Me habría permitido seguirlo si no fuera por JiMin, si mi muchacho no me hubiese necesitado tanto.
—¿A qué se refiere?
—JiMin se presentó unos días después de la muerte de su abuelo omega, los médicos dijeron que fue la carga emocional. Para sorpresa de todos se presentó como alfa, cuando esperábamos que lo hiciera como un omega.
No era nada que YoonGi no conociera, por eso se atrevió a preguntar más. Codiciosamente
Siempre se sintió tan codicioso con todo lo relacionado a JiMin. Quería más abrazos, más tiempo juntos, quería saber todo sobre él.
—¿Por qué hicieron eso? Lo llenaron de ilusiones.
—Tenía todo ese instinto materno y quería casarse, hablaba sobre lo mucho que quería presentarse para encontrar a su alfa. La ceremonia que quería antes de ser marcado —YoonGi quería sonreír y también gruñir. Podía imaginar a un joven JiMin, rellenito de sueños—. Nadie cuestionó eso. Toda su familia estuvo de acuerdo. Su abuelo omega se encargó de enseñarle todo lo que un omega necesita, a vestirse, como aliviar los cólicos de un celo.
—Joder, debió destrozarlo su presentación —reconoció YoonGi, consiguiendo que el abuelo asintiera.
—Justamente, estaba destrozado. Acababa de perder a su adorado abuelo y el resto de su vida se había arruinado por presentarse en una casta que nunca quiso. Tuvo su primer ataque de asma al darse cuenta de que tenía la Voz y no un útero. —El viejo beta, suspirando temblorosamente miró la fotografía de su esposo. Agotado—. ¿Cómo podría haberlo abandonado en ese momento?
En la familia de YoonGi, sus hermanos mayores lo habrían levantado con juegos bruscos. Pero JiMin era hijo único.
—Pero sus madres...
El beta agitó las manos, sin dejarlo terminar.
—Sus madres lo aman, pero nadie podría entenderlo con yo. Mi hija es una alfa de carácter fuerte, no nació con la sensibilidad de mi esposo. JiMin tiene esa misma alma sensible. Por ese motivo, yo era el único capacitado para hacer que pudiera levantarse.
—¿Cómo lo logró? —YoonGi preguntó ansiosamente.
Necesitaba saltar a la parte de la historia donde JiMin se reía con él hasta que comenzaba a respirar mal. Nunca le había gustado cuando olía levemente triste, imaginarse el olor de una verdadera depresión le rompió el corazón.
Su dulce JiMin no debería sufrir. Se merecía las cosas más bonita, mera felicidad. Se merecía sonreír con sus mejillas sonrojadas todo el puto tiempo.
—Fue muy difícil. Se negó a tener una terapia formal porque estaba demasiado avergonzando para eso. Pero lo obligué a tener un par de citas, el terapeuta dijo que lo superaría pronto. Sé que conoces a mi nieto, se lastima fácilmente. —YoonGi hizo un sonido de entendimiento. Se refería a su alma sensible—. Imagínate que pasó cuando se le quitó lo que más deseaba.
—Él no lo superó fácilmente —adivinó tristemente.
—Nada funcionó, lo envíe a clases de dibujo, le di unas vacaciones fuera del país, le conseguí un perro. —Escuchar esa historia sobre alguien más habría hecho que YoonGi se burlara sobre como los ricos curaban sus depresiones, pero era JiMin. Todo era válido cuando se trataba de JiMin, él mismo se vendería por hacerlo feliz.
Si le compraron un perro para sobrellevar sus emociones, sólo podía significar una cosa.
—Ddochi no es un perro normal. Es un animal de apoyo emocional —YoonGi reconoció, mirando al horrible pug. Aunque al pensar que ayudó a JiMin en el episodio más difícil de su vida, ya no le pareció tan feo como el resto de los pugs.
—Efectivamente.
Apretando la mandíbula, YoonGi se detuvo a reflexionar un segundo sobre el pequeño alfa que lo admiraba tanto.
—¿Le prohibieron hacer todas las cosas que se le permitían antes? Quizás eso, eso lo afectó más.
Quizás por eso anheló las uñas de NamJoon, pero se reprimió. Lo mismo con el ramo de flores y quizás el resto de cosas que se clasificaron para los omegas. Quién sabe cuántas cosas JiMin había estado extrañando todos esos años.
—Nosotros no, la sociedad se encargó de frustrarlo y avergonzarlo hasta hacerlo llorar. —Sí, la sociedad solía ser así de cruel, YoonGi había sido su víctima muchas veces. Sólo que él no lo manejó de la misma manera que JiMin—. Él amaba ese gorro y lo destrozó porque no era de alfas, después lloró porque su abuelo se lo había regalado.
Eso era una lástima, el bucket hat era lindo. Pero cobraba una belleza poderosa en la cabeza de JiMin.
Después de escuchar toda esa información, la primera fotografía era aún más deprimente, la segunda mucho más vieja e inalcanzable. Entonces YoonGi se volvió hacia el abuelo de JiMin, con el objetivo de hacerle una reverencia de frente y de puro agradecimiento.
—Gracias —dijo sinceramente, después de recomponerse—. Gracias por cuidar tan bien de JiMin... Y ahora que sé esto, quiero que sepa que no está solo con esta tarea. Porque siempre que esté en mis manos, me encargaré de hacer a su nieto la persona más feliz del mundo.
Era una promesa.
El abuelo de JiMin se mantuvo sorprendido, lo miró firme por un par de segundos, pero al final sonrió complacido.
—Iba a preguntarte qué intensiones tienes con él. —Eso hizo que el alfa intentara pasar la saliva de un solo golpe. No estaba seguro de cómo responder a un interrogatorio así—. Pero si quieres hacerlo feliz después de escucharme, no me importa si pareces un matón. Sólo espero que este sea nuestro secreto, si JiMin se entera de esto...
Antes de que YoonGi pudiera reprocharle al anciano que no lo juzgara por las cicatrices y moretones frescos, una tercera voz los interrumpió
—¿De qué no me tengo que enterar? —JiMin preguntó, apareciendo de repente.
Ante los ojos de YoonGi, JiMin se miró aún más bonito que instantes atrás. Más fuerte, más valiente, más merecedor de la felicidad.
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