YoonGi dijo que sus fines de semana consistían en matarse en el gimnasio, era un tiempo sagrado para mantener su preciada condición. Sin embargo, le envió un mensaje a JiMin diciéndole que no se habían visto en la semana por su torneo y que lo extrañaba
Se leyó como una invitación.
Así que JiMin lo invitó a pasar el tiempo en la casa de sus madres.
Había algo distinto al esperar esa reunión. Debía ser diferente porque no se trataba de una clase sobre ser mejor alfa, tal vez por eso estaba tan nervioso, tal vez por eso tomó una ducha más larga de lo habitual y sólo tal vez eligió un suéter café que le daba un aspecto abrazable.
Cuando el viejo timbre sonó, JiMin corrió entusiasmado a abrir. Descubrió que detrás de la puerta YoonGi estaba muy asombrado, su boca se mantuvo abierta al mirar hacia arriba, justamente al timbre.
—Hace mucho tiempo que no veo uno de estos —comentó, sin juntar sus labios al terminar de hablar. Era evidente que YoonGi se iba a maravillar con un detalle salido de la actualidad. Le gustaban las cosas así, era parte de su encanto.
—Te va a encantar el resto de la casa —JiMin se encargó de asegurarle felizmente. Su energía desbordante consiguió que YoonGi olvidara el timbre para prestarle atención a él. A modo de saludo le sonrió cariñosamente.
—Sí, estoy seguro que me va a encantar.
Estaba mirando a JiMin al decir eso, no al interior de la casa.
Era claramente un cumplido bonito. Pero JiMin no pudo responder correctamente, se sintió tan tímido en ese momento que cubrió sus dedos con el final de las mangas de su suéter, en busca de algo que lo distrajera.
—Bien. Puedes entrar. Esta es la sala y... —Justo cuando YoonGi había entrado oficialmente a la casa de sus madres. Tomó por sorpresa a JiMin, atrapándolo en sus brazos, poniendo la cabeza en su hombro— Hyung, quiero enseñarte la casa.
Se quejó entre risitas. Girándose en los brazos de YoonGi para refugiarse en el lugarcito cálido que lo ofrecían sus brazos.
—No seas malo con alfa, lobezno. Alfa ha estado afuera por varios días, necesita recuperar baterías. —Era divertido como YoonGi hablaba de sí mismo en tercera persona y en un tono caprichoso que resultó adorable. JiMin no tuvo más remedio que permitirle un abrazo al alfa deportista, no era precisamente un castigo—. Tienes el pelo mojado.
—Acabo de salir de una ducha —mencionó lo obvio, presionando su cabello mojado en el hombro sudoroso de YoonGi. Eso hizo que los dedos del alfa deportista subieran para acariciarle el cuero cabelludo.
A JiMin le gustaban los abrazos de saludo o de despedida que YoonGi le daba, tanto como le gustaba ser marcado por su olor. ¿Estaba mal? ¿Era porque no era lo suficientemente alfa y encontraba el disfrute en ser mimado por alguien que si lo era? Porque en ese instante, lo único que sentía era calma, protección.
—Lo siento, estoy seguro que yo apesto, hoy cargué una pesa más grande.
Aunque el estudiante de fisioterapia no podía oler nada que no fuera la pesada esencia de YoonGi, fingió una mueca de desagrado.
—Oh, no. Sí es malo. Debiste tomar un baño antes de venir. —Hizo que YoonGi abriera los ojos asustado. Rápidamente se deshizo del abrazo entre los dos para darse una profunda olisqueada a sí mismo, a su axila, a su ropa. JiMin no pudo soportar más la culpa de su pequeña travesura y comenzó a reír—. No huele mal, está bien.
—Eres cruel, lobito.
Con la intención de castigarlo, YoonGi recuperó la cercanía de sus cuerpos, ahogándolo en el cuero de su chaqueta verde.
De modo que JiMin se permitió inspeccionar a fondo el aroma contrario, sin esperar encontrarse con algo extraño. Sólo porque no había estado buscando nada antes, no había notado el olor impregnado a humo de cigarros en la ropa, justo debajo de las feromonas normales de YoonGi. Como la suciedad escondida debajo del tapete.
—Alfa, ¿has estado triste? —preguntó seriamente, matando el ambiente feliz que hubo antes. Sus manos tomaron la camiseta de YoonGi—. Debiste sentirte así por mucho tiempo para que la tristeza se impregnara en ti, ¿qué sucedió?
Hizo puños sobre la camiseta del alfa deportista que se tensó.
Al inicio no recibió una respuesta, pero después de un rato, YoonGi se rindió y le cubrió las manos con las suyas.
—HoSeok me hizo sentir mal.
¿HoSeok tenía el poder para que YoonGi tuviera las feromonas de un corazón roto? Parecía un asunto creíble para JiMin. Doloroso, pero cierto. HoSeok podía tener las palabras más crueles, no importaba que YoonGi fuera un alfa fabulosamente valiente.
—¿Debería hablar con él? —ofreció, aunque no se sentía cómodo alrededor del omega. No todavía.
Afortunadamente YoonGi hizo un gran sonido de desaprobación.
—Mierda, no, ustedes dos no son cercanos. —JiMin era consciente de ello, aunque quería ayudar. YoonGi lo leyó perfectamente y llevó las manos del alfa menor a su propia cara. Le pidió silenciosamente que lo tocara—. No pienses mucho sobre eso, ya pasará.
Trazando círculos en la cara afeitada de YoonGi, JiMin forzó su aroma a impregnarse con el tacto, justo como él recibía marcas accidentales en la muñeca. Sabía que no había ninguna glándula de olor en la cara, pero todo lo que quería era borrar el aroma de la tristeza ajena.
Pensó en más cosas que pudieran ayudar.
Hacer un recorrido por la casa animaría a YoonGi. Por eso, JiMin envolvió los dedos alrededor de las mangas de su chaqueta para guiarlo a donde quería. Fue como intentar tirar de un roble con una cuerda de saltar.
—Te mostraré la casa. —Su anuncio permitió que YoonGi finalmente se moviera—. Esta es la sala y comedor. Es una casa antigua que compró mi abuelo, él no quiere que programemos a Kai porque dice que eso mataría el encanto.
—Concuerdo totalmente con él —YoonGi dijo, asintiendo con la cabeza.
Atravesaron la alfombra en la que JiMin solía dormir después de comer, raramente le parecía emocionante que YoonGi estuviera en ese mismo espacio, el espacio en el que vivió mucho tiempo.
Sobre el sofá de su abuelo, Ddochi estaba durmiendo profundamente. JiMin había olvidado mencionarle al alfa mayor que su adorado perro era un pug. Considerando que YoonGi pensaba que eran feos, esperó por la divertida reacción mirándolo.
YoonGi se tensó.
—Joder. ¿Qué es esa cosa de ahí? —Se sacudió como si estuviera aterrado, por lo que JiMin suspiró profundo, esperando empujar la risa en el fondo de su pecho.
—Sólo es Ddochi.
—No mencionaste que es un pug —lo acusó YoonGi, después lo miró como si hubiese sido traicionado. Fue suficiente para que la risa brotara a borbotones de la boca de JiMin.
—Te habrías burlado.
—Sí, pero... Pero amablemente. —YoonGi hizo un puchero—. Porque es algo tuyo. No importa que sea horrible.
JiMin le dio un pequeño toquecito a Ddochi para despertarlo. El perro tenía un sueño profundo y el más joven de los dos alfas se preguntó si quizás era su culpa. El año en que Ddochi llegó a casa fue un año difícil, lidió con sus deprimentes emociones durmiendo la mayor parte del tiempo, para no llorar siempre.
Le preocupaba que hubiera perjudicado a su mascota sin tener idea.
—Alfa, no es horrible.
—Es que míralo, mira su cara... Parece que pasó debajo de una llanta. —Ddochi comenzó a hacer un pequeño ronquido porque JiMin lo había movido para despertarlo, YoonGi se estremeció—. Deberías terminar con su sufrimiento, lobito. Se ve que está sufriendo.
No era gracioso, no lo era. Sólo que JiMin no podía parar de reír en lo absoluto.
—Sólo tiene problemas respiratorios. Lo adoptamos después de que comenzaran mis problemas asmáticos, el mismo año que mi abuelo murió y fue mi presentación. —El oyente de su historia no presionó para saber más, se mantuvo escuchando atentamente. Ese fue el impulso que JiMin necesitó para continuar hablando sin dejar de sonreír. Raro, siempre rompía a llorar con esa historia—. Mi abuelo beta dijo que su nombre sería Ddochi, un apodo mío de niño... Porque los dos tenemos problemas para respirar.
Era una cosa irónica de su abuelo que siempre hacía reír a toda la familia
—Joder, no debería reírme —YoonGi masculló entre risitas. Estaba bien que lo hiciera porque JiMin también sonreía.
Interrumpiendo, el momento Ddochi bajó de la cama como si no hubiera nada extraño. Se sacudió y después miró a YoonGi. Entonces se congeló.
—Oh, se despertó.
Los dos alfas se sorprendieron bastante cuando Ddochi gruñó, específicamente para el jugador de hockey.
—No esperaba eso. —YoonGi levantó una ceja—. ¿Me estás retando, abominación de la naturaleza?
—Esto es inesperado. Supongo que es porque no ve muchos extraños. Ddochi, silencio. —JiMin se levantó para intentar tranquilizarlo porque los ladridos hacia YoonGi no parecían tener fin. Nada de lo que intentó funcionó—. Ah, lo siento, alfa. No esperaba esto... Déjame encerrarlo en mi habitación.
—No puedes hacer eso, lobito. Es su espacio, no el mío.
—Pero...
En un suave gesto YoonGi lo consoló, rodeándolo de la cintura. Desgraciadamente los gruñidos de Ddochi fueron en aumento. El pobre animal enloqueció tanto en ladrar que tuvo toda la atención del par de alfas.
—Parece que sólo está siendo territorial contigo —YoonGi le aseguró, mientras tiraba del alfa menor hacia él. Sólo era un experimento, no debería haber hecho que JiMin se sonrojara profundamente, que permitiera que YoonGi le pusiera una mano en la nuca, otra en la espalda baja.
—¿Es por qué nunca he traído a otro olfa?
Su hipótesis consiguió que YoonGi comenzara a oler ralladura de limón.
—No creo que él me vea como un alfa, JiMin. Los animales no, ellos pueden olerlo... —Fue interrumpido por dos manos en sus mejillas que lo obligaron a levantar la vista. Le dijo hola al adorable ceño fruncido de JiMin con una sonrisa.
—Yo creo que sí, nunca le ha molestado compartirme con alguien más.
—¿Compartir? —repitió. YoonGi dejó de hablarle a JiMin. No, él no estaba teniendo nada de eso con un feo pug. Se volvió hacia Ddochi—. Olvídalo, no existe el derecho de antigüedad. Ya es mío.
Su elección fue liberar un gruñido, desnudando sus colmillos en dirección al perro.
Ddochi se asustó, incluso JiMin pegó un pequeño brinco. Antes de que YoonGi pudiera pensar que actuó ridículo, notó con satisfacción como el perro inclinó la cabeza en dirección en suelo. Bajó cada vez más hasta que terminó echándose panza arriba.
—Hiciste que se doblegara. Te lo dije, alfa.
YoonGi parecía demasiado incrédulo, se veía como si hubiera caminado por el fuego sin recibir daño. Pero la prueba de su autoridad estaba ahí, Ddochi no se levantó, reconociendo que había un alfa más fuerte que él.
—¿Entonces algo así es como funciona la Voz? Es jodidamente increíble.
—Pensé que habías dicho que el mundo debería estar mejor sin ella —JiMin lo miró con un toque de diversión. Tenía la suficiente razón para que las mejillas de YoonGi se volvieran de un rosa cereza.
Él admitió algo que nunca había salido de sus labios, sólo eran pensamientos enterrados dentro de él.
—Sí, es socialmente injusto. Pero también estaba tan celoso.
—¿JiMin? ¿Ya llegó tu amigo? —Al escuchar la voz de su abuelo, JiMin se alejó de los brazos de YoonGi hasta poner una proximidad poco sospechosa entre los dos, justo a tiempo para que su abuelo apareciera al final de las escaleras— ¿Ese es YoonGi?
YoonGi quería reírse de la reacción tan inocente de JiMin al escapar de su abrazo, como si fuera un adolescente que había cerrado la puerta de su cuarto al estar a solas con su novio. Pero al ver al beta mayor, se tragó esas palabras. Él mismo se intimidó.
—Sí, señor.
JiMin podía decir que YoonGi no estaba preparado para tratar a un hombro en un traje formal que se movía igual al presidente. Además, lo estaba mirando como un insecto o como un microbio. Sí, eso se ajustaba más a lo despectivo en los ojos de su abuelo.
—Bueno, no esperaba un alfa que luciera como un delincuente.
—Abuelo —JiMin le advirtió—. Por favor, no seas grosero.
El abuelo de JiMin claramente se aflojó ante las palabras de su nieto. YoonGi entendía perfectamente el sentimiento.
—¿Se va a quedar a almorzar? —Su abuelo preguntó como si YoonGi no estuviera ahí. Para hacerlo sentir mejor, JiMin se volvió a hablarle personalmente.
—¿Quieres quedarte a almorzar? Van a llegar mis madres. Ellas no son groseras como mi abuelo, estarán felices de conocerte.
Por un segundo, el jugador de hockey se vio demasiado aturdido para ser sano. JiMin se preguntó si estaba siendo demasiado pegajoso en ese momento. Él no tenía ni la mínima idea de que YoonGi estaba demasiado conmocionado porque estaba feliz.
No estaba siendo ocultado por primera vez en mucho tiempo.
—Me encantaría —YoonGi murmuró con el corazón en la garganta.
—Alfa YoonGi, ¿qué estamos haciendo aquí? —preguntó y su voz se perdió en el ruido de la cancha de hockey ocupada por omegas y alfas. Ese día YoonGi había movido sus clases de cómo ser un mejor alfa del almuerzo para el final de las clases, sin una explicación concreta—. ¿Solicitaste un permiso para estar aquí después de clases?
Para ser tan tarde, aún había muchos jugadores de hockey patinando. Pero JiMin no se sintió intimidado, porque YoonGi estaba caminando con él a la hilera final de las gradas, sosteniéndolo de la muñeca.
Comenzaba a adorar la vista del alfa en su uniforme azul. El número tres debajo de su apellido y la piel blanca de su nuca y los músculos que se agitaban al caminar. JiMin intentó que su sonrisa no creciera.
—Pensé que era obvio. Te voy a enseñar a patinar —YoonGi le advirtió con una sonrisa que casi partía su cara, rompiendo el hechizo mágico.
JiMin quería retractarse sobre el pensamiento de excesiva seguridad con YoonGi. Ahora tenía miedo y su sonrisa se había ido de vacaciones.
—No, no, no. Soy asmático —dijo. Pero YoonGi lo obligó a detenerse frente a un asiento que tenía su bolso deportivo.
—No voy a aceptar esa excusa dos veces, lobezno. Tienes clases de activación física y le pregunté a un amigo médico si un asmático podía hacer ejercicio. Ahora siéntate. —JiMin lo hizo, cruzándose de brazos—. Buen chico.
Ese pequeño cumplido hizo que JiMin colocara sus manos en su regazo. Sintiéndose increíblemente tímido. Aunque no lo suficiente para no quejarse.
—Hyung, me voy a caer. ¿Cómo patinar me hará un mejor alfa?
Él era demasiado malo, lo era con todos los deportes. Tropezó detrás de una pelota, en patines, con sus propias piernas, le avergonzaba que después de subirlo al hielo YoonGi pudiera notarlo en primera fila.
—Los deportes están asociados a los alfas, JiMin. Porque hay liderazgo, acción y es como andar en una manada. Además, fomentan la confianza. —YoonGi tomó asiento junto a él y colocó una pierna en su regazo. JiMin abrió los ojos cuando el alfa mayor le quitó uno de sus zapatos.
Miró a su alrededor, esperando encontrarse con alguna mirada curiosa. Para su sorpresa nadie les estaba poniendo atención.
—Tener un paquete de cuatro no me hará tener más confianza —se quejó, retorciendo los dedos de sus pies para sabotear la tarea de YoonGi. Como castigo un dedo del alfa mayor le pasó el dedo por la palma.
—¿Y qué tal uno de seis? ¿Cómo el mío? —YoonGi se levantó un poco la camiseta y JiMin se atragantó con su propia saliva. No necesitaba esa imagen, pero ahora se mantendría en su cabeza para siempre. Los abdominales perfectamente formados, brillando gracias al perlado sudor.
Lo extraño fue que en su carrera trabajaba con cuerpos todo el tiempo, un poco de piel no debería haber hecho que se atragantara.
—N-no —chilló tanto para YoonGi como para él, tirando de la camisa de YoonGi para devolverla a su lugar—. No ayudará.
En su tarea de no mirar a YoonGi, descubrió que NamJoon no estaba muy lejos de ellos. Así que lo saludó efusivamente, usando ambas manos.
—Hola, JiMinnie —NamJoon dijo, acercándose. Al mismo tiempo, JiMin recibió un patín en su pie. Entendió por fin porque en el almuerzo familiar mientras comían el postre, YoonGi le había preguntado de que número calzaba. Había sonado como un tema de conversación casual en ese momento—. ¿Ya te están enseñando a patinar?
—Oh, ¿cómo lo sabes?
—Ayer YoonGi estuvo preguntándole a todo mi equipo el número de sus patines, pero nadie calza como tú. Así que hoy en la mañana fue con la universidad de los halcones. ¿Puedes creerlo? —NamJoon estaba claramente divertido porque los gatos monteses y los halcones tenían cierta rivalidad y a YoonGi no le había importado lo suficiente.
YoonGi aseguró los broches alrededor del tobillo de JiMin, sonrojado en la punta de las orejas. Su vergüenza era tanta que la punta de sus colmillos se asomó en las esquinas de sus labios.
—¿Ya terminaste de avergonzarme o tienes que irte? Eso no era algo que él debía saber.
—No tengo que irme. Cada vez que tenemos entrenamiento entre omegas y alfas terminamos más temprano de lo normal. —Ante esa información, JiMin parpadeó. Todavía no entendía muchas cosas sobre el hockey—. En el hockey de omegas no se permiten las peleas, por eso el entrenamiento para los dos rangos es mucho más suave.
—Como si los omegas fueran más pequeños, muchos tienen más furia que yo —YoonGi reconoció, acompañado de un pequeño gruñido. JiMin estaba encantado porque YoonGi respetaba a los omegas, incluso siendo un alfa dominante—. Cuando me cambiaron del equipo, esa regla de mierda me trajo problemas. No estaba acostumbrado a que los jugadores intentaran derribarme y me rompieron un brazo.
JiMin se estremeció. Debió ser un cambio brutal. Gracias a su sensibilidad JiMin podía imaginar como debió sentirse estar en esa situación, sin importar lo mucho que YoonGi tratara de encubrirlo con su voz engañosamente tranquila.
—Dios, alfa.
—Se recuperó rápido —El único omega aseguró, esperando que JiMin no se preocupara—. La universidad le pagó un tratamiento costoso y ahora es el mejor en su equipo de alfas.
Eso era evidente. Sin muchos conocimientos sobre el deporte, JiMin aún podía ver la forma talentosa en que YoonGi corría detrás del disco. Lo mantuvo al borde de su asiento en las transmisiones de los partidos del torneo.
—Es increíble. Incluso tiene una historia de superación.
YoonGi se pavoneó ante ese cumplido, sonrió y olió orgullosamente.
—Ya están listos, ¿quieres intentar ponerte de pie? —Con un asentimiento, JiMin accedió. En realidad, no le quedaban muchas más opciones que aceptar. Sin embargo, levantarse sobre las cuchillas terminó por ser un reto demasiado grande para él. Se tambaleó tanto que YoonGi tuvo que sujetarlo de las caderas—. Todo va bien, lobito. No tiene que gustarte patinar, puede ser cualquier otro deporte. Pero también quería verte intentando lo que más amo.
JiMin sintió que sus mejillas se ponían de rojo vivo e intentó concentrarse en mantenerse de pie. Si su coordinación fuera mejor que eso, no tendría tantos problemas en la marcha.
—¿Necesitan que ayude? —NamJoon se ofreció, logrando que el agarre de YoonGi sobre JiMin se volviera más fuerte.
—Como el alfa líder que soy puedo enseñarle solo —YoonGi respondió con un encogimiento de hombros. Pero después se volvió hacia JiMin, preocupado por no haber escuchado su opinión—. ¿O quieres que Nam se quede? ¿Te haría sentir más seguro?
Al mismo tiempo que se creó la pregunta, YoonGi cambió de ajuste. Entrelazó sus dedos sobre los de JiMin. La piel caliente ajustándose a la suya, los dedos callosos, el fuerte agarre, todas esas sensaciones terminaron por distraerlo en su respuesta. Tardó casi medio minuto en recordar de qué hablaban.
—Está bien, no quiero darte problemas, Nam —respondió con una sonrisa que tuvo a los dos jugadores de hockey suspirando por lo lindo que era—. Después podemos patinar los tres juntos. Ah, ¿debería invitar a TaeHyung?
Parecía una propuesta divertida, que hizo reír al omega antes de responder.
—Deberías.
Si bien JiMin quería evitar causarle problemas a NamJoon, una parte de él rechazó su ayuda porque quería tener clases privadas de su héroe. Su preferencia por el alfa ni si quiera lo sorprendió, quería tanto a YoonGi para él solo, demasiado mal.
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