Capítulo 35: Respaldo
AIDAN
—¿Tienes miedo? —me pregunta, con una sonrisita burlona en su rostro.
—Sí… —asumo sin rodeos— ¿Qué haces cuando tienes miedo?
—Me vuelvo estúpidamente valiente, o dejo que me domine el orgullo, depende del contexto.
—Ninguna sirve en este caso, lo que viene es inevitable, y creo que el acto valiente ya lo hice al firmar el contrato con LCS.
—¿Cómo crees que reaccione Gonzalo al saber que ya firmaste un contrato con otra agencia por…? ¿Cuántos años?
—Cinco, y no sé, no tengo idea, eso es lo que me da miedo.
—¿Qué haces cuando tienes miedo, Kow? —me regresa la pregunta, levantando sus ojos color miel hacia mí mientras se acomoda en el sofá para estar más cerca.
—Me invento un personaje seguro y valiente, y entonces solo actúo.
—Hazlo, ¿qué es lo peor que podría pasar?
—Oh, no sé, que destruya mi carrera tal vez… —respondo con un poco de ironía— Que me haga quedar como la peor mierda y yo no pueda decir nada porque el contrato de confidencialidad que firmé es de por vida y solo puede cancelarse si las dos partes firmamos un acuerdo.
—¿Por qué firmaste eso? —Entrecierra sus ojos y abre la boca en cuanto le acerco un trocito de manzana.
—Todos los contratos tienen acuerdos de confidencialidad, el que firmé con los chicos también.
—Lo sé, pero ¿de por vida? ¿En serio? ¿No te hizo sospechar ni un poco?
—Era mucho más influenciable que ahora, mis padres estaban con él, me hicieron creer que era mi única opción.
—Tú no puedes hablar, pero nosotros sí. Te vamos a defender las veces que haga falta —asegura con certeza.
—Yo no quiero que tú… bueno, es tu decisión y siempre lo será, pero como eres la parte más bonita de mi vida me gustaría que… no lo sé, protegerte de todo esto. No digo que necesitas ser protegida, más bien me refiero a lo que tú y yo tenemos, sí, eso, proteger lo que tenemos de todo ese mundo tóxico.
Ella se ríe de la falta de organización de mis palabras, o tal vez porque soné muy inseguro al hablar, pero como sea su risa me hace sonreír.
—No te preocupes, jamás voy a querer exposición, estoy de acuerdo contigo. Para la gente solo soy la mejor amiga de Aimée, y ella es tu novia, así que aunque te defienda no van a relacionarnos de ese modo.
—¿No te molesta eso? —pregunto, con un poco de pena mientras me estiro para dejar en la mesita el bowl dónde tenía la fruta que acabamos de comer.
—No, sé que siempre va a pasar y es un precio que estoy dispuesta a pagar para no estar en medio. En definitiva, prefiero que sea Aimée, le confiaría mi vida a ella.
—Todo lo que tengo para ofrecer es complicado y caótico, ¿no?
—No —responde de inmediato—. Solo es tu trabajo, actúas incluso fuera de las cámaras, pero luego vienes aquí y eres Kow conmigo. Mientras seas tú mismo aquí, todo lo que pase fuera solo será tu trabajo.
—Wow —me río pasando mi brazo por sus hombros—, qué comprensiva y madura, ¿y lo celosa que todos dijeron que eras?
—Son rumores —niega riéndo también—, la celosa del grupo en realidad es Aimée, le miras a Santi de reojo y puedes sentirla respirando en tu nuca.
—Definitivamente he notado eso —confirmo, y conteniendo la risa agrego—: Pero obvio tú no eres así, para nada…
Ella pasa su pierna sobre las mías para sentarse sobre mí, frente a frente, apoya sus manos en mis hombros y mi corazón se acelera de una forma estúpida.
¿De qué estábamos hablando?
—Bueeeeeno —murmura estirando un poco las letras—, tampoco se trata de mentir por convivir…
—Eso pensé —respondo muy bajito.
—Yo confío en ti, pero si veo a alguien con otras intenciones a tu alrededor, probablemente voy a querer ir a pasar mi lengua por tu cara o algo así…
—¿Como un cachorrito?
—No exactamente —niega en un susurro mientras acerca su boca peligrosamente a la mía— ¿Dónde están tus manos?
—A… mis lados, en el sofá —respondo de forma titubeante.
—¿Y dónde quieren estar?
—Sobre ti.
—¿Y entonces?
—No tengo muy claro dónde están los límites y no te he pedido permiso.
Ella sonríe pasando la lengua por su labio, como si le gustara la respuesta y al mismo tiempo le pareciera divertida. Lleva sus manos a mi rostro y me acerca a ella para besarme.
Me gusta mucho la forma en la que siempre toma el control de todo, me gusta su seguridad, me gusta demasiado su energía dominante.
Que haga conmigo lo que quiera, como quiera, cuando quiera, que me destruya si quiere, de todos modos habrá valido la pena.
—Límites, no hay —murmura rompiendo el beso por unos segundos, y luego de darme otro cortito agrega—: y ya te dije que no necesitas pedir permiso.
—Para besarte, pero tocarte es algo diferente.
—No necesitas pedir permiso para nada, me gusta que me toques, hazlo.
Sonó como una orden, me gustó que sonara como una orden, y más me va a gustar obedecerla.
Levanto mis manos de forma muy lenta hacia sus piernas, están cubiertas solo por el fino pantalón de su pijama que me permite sentir perfectamente su piel erizarse debajo. Solo estoy usando la yema de mis dedos, hasta que ella pone sus manos sobre las mías y las empuja hacia abajo, haciendo que mis dedos se entierren en la firmeza de sus muslos.
Satisfecha con el resultado se tensiona un poco, mientras regresa sus manos a mi rostro para volver a besarme, de forma lenta y caliente, dejando las mordidas más suaves y perfectas en mi labio inferior.
A estas alturas mis hormonas están por los cielos y estoy seguro de que ella lo sabe, en esta posición lo debe estar sintiendo a la perfección.
Hago a mis manos subir un poco más hasta su cintura, y luego de rodearla de forma suave, las bajo por su espalda hasta su trasero y la empujo levemente contra mí. Sentí el roce con claridad, se sintió demasiado bien, quiero más.
Ella soltó un gemido tan suavecito sobre mis labios… que mi cabeza está a punto de abandonar la situación. Este no es el mejor lugar, tal vez debería decirle que vayamos a mi habitación del hotel, tal vez…
Ella genera otro roce y eso le provoca otro gemido, a estas alturas ya no estoy pensando, ella se está moviendo sobre mí y simplemente no puedo…
—Alguien está golpeando —murmura ella, dándome un besito más después.
—¿Eh?
—La puerta…
—Agh…
Ni siquiera lo escuché, y me importa poco, si por mí fuera dejaría que golpee hasta que se aburra y se vaya, pero bueno, es su casa, así que no puedo hacer más que contener la respiración en cuanto se aleja y tomar un almohadón para ponerlo sobre mis piernas.
Obviamente cualquier persona con una mínima experiencia va a saber por qué estoy poniendo un almohadón aquí, no es como que esté disimulando demasiado, pero entre saber que hay un asunto, y verlo, hay una gran diferencia.
Debería pensar en algo triste o feo, no se me ocurre nada justo ahora, que aún tengo la sensación de su cuerpo sobre el mío.
—¿Por qué golpeas? Vives aquí —la escucho reclamar en cuanto descubre a Aimée al otro lado de la puerta.
—Ustedes estaban solos, quería conservar mi inocencia un rato más.
—¿Cuál inocencia, Aimée? —ironiza Lau con una risa— Me hiciste pararme para nada.
Aimée ignora el reclamo y se dirige hacia mí mientras camina hacia la cocina:
—Elai dice que vayas, que salen en cinco minutos porque van a grabar la entrevista en el estudio.
Mierda, la entrevista…
Hay un plazo de tiempo tan corto para todo que las posibilidades de que salga bien son casi nulas.
He crecido dentro de la industria del espectáculo, a estas alturas sé perfectamente cuáles van a ser las reacciones, las consecuencias de mis acciones, las posibilidades de que salga bien y de que salga mal.
La entrevista en la que voy a hablar sobre mi sexualidad va a salir exactamente en el momento en el que voy a decirle la verdad a Gonzalo. No sé cuál va a ser su postura inmediata, pero si él pública ese vídeo demasiado rápido la mayoría de los fans van a darse cuenta de que la entrevista fue planificada para limpiar mi imagen y reducir el impacto del vídeo.
Control de daños, le llaman. Eso es lo que hacemos, por anticipado.
Los fans más cercanos, que me siguen hace años y están informados sobre la industria van a darse cuenta de todos modos, pero el público general, que es el más amplio, va a creer en la narrativa que inventemos sin cuestionarlo mucho.
Todo depende de lo que pase después, la forma en la que lo manejemos y en qué lugar queda mi imagen pública, para saber qué postura van a tomar los patrocinadores y con ellos, los futuros proyectos que pueda tener en la actuación.
Cómo sea voy a perder mucho, lo supe desde que me acerqué a Elai y tomé la decisión de dejar a Gonzalo, y a pesar de todo, aún estoy seguro de que vale la pena a cambio de un poquito de libertad.
—¿Quieres venir? —le pregunto a Lau, deshaciéndome del almohadón que ya no es necesario.
—No puedo, tengo que ir a trabajar y luego a clases.
—¿Cuándo te veré otra vez?
—Por la noche, ¿o crees que te dejaré solo mientras todo esto explota?
No respondo, no sé qué decir, todas las veces que me prometieron que no me iban a dejar solo, eran mentiras. Después de un tiempo te acostumbras, por un lado es bueno porque te vuelves independiente, pero por el otro solo puedes desear que alguna vez en la vida, alguien lo diga en serio.
Parece que esa es ella…
—En cuanto salga de clase me voy directo para el estudio, hoy salgo más temprano y… si me necesitas antes solo llámame, no lo dudes, ¿Sí? —Toma mi rostro con sus dos manos pequeñitas y me obliga a mirarla— Todo estará bien.
Mi respuesta es un breve suspiro acompañado con un puchero:
—Bésame —pido, y ella sonríe.
—Te beso —acepta, tomando mi rostro una vez más.
Me gusta sentir sus manos en mi cara, me gusta cómo me jala hacia abajo porque no llega, y me gustan sus besos, todos y cada uno de ellos.
—¿Por qué eres tan hermosa? No me quiero ir… —protesto entre un beso y el otro.
Ella se ríe y se aleja.
—En mi barrio tenemos un nombre para los chicos como tú… —se burla mientras toca la punta de mi nariz con su dedo—: Gobernado.
Respondo con una risa y la atraigo de nuevo a mí tomándola por la cintura.
—No me importa, llámame como quieras, pero si tú me miras así, yo no digo que no a nada.
—Interesante… —Aparta tiernamente el cabello de mi rostro y me da un último beso— Ahora vete a trabajar, que todas esas bocas no se van a cerrar solas.
____________
No había mucho tiempo para grabar la entrevista, y mucho menos para editarla, así que básicamente no podía equivocarme al hablar. La van a subir casi sin edición, nada más que las cosas básicas. Elai se quedó ultimando los detalles mientras yo regresé al hotel donde me recogió el auto de la empresa.
Ahora estamos llegando, y no he hecho más que mantenerme en silencio durante el recorrido.
Hay fans en la entrada, no sé cómo o por qué sabían que vendría, pero no voy a pasar ignorándolos porque jamás lo hago. Los de seguridad bajan del auto antes que yo y se anticipan a abrirme el camino para que pueda pasar.
Los gritos y las manos sobre mi cuerpo me invaden en cuanto pongo un pie en la acera. A veces me incomoda la forma en la que me tocan, sé que es la euforia del momento, la ansiedad de saber que soy real y que estoy allí, pero en ocasiones me gustaría simplemente… elegir qué manos quiero sobre mi torso, sentir que de alguna forma mi cuerpo es mío, y no ser grosero por eso.
A pesar de todo, las saludo con una sonrisa.
Varias de ellas están llorando, en estado de shock, otras solo están desesperadas por una foto poniendo sus teléfonos en mi cara.
—¡Aidan, Aidan! Mándale un saludo a mi prima, se llama Rose y es su cumpleaños…
—Uhmmm, ¡Hola, Rose! Feliz cumpleaños, te mando un beso —respondo hablando a la cámara de la chica, que ahora voltea su teléfono para obtener una selfie.
—¿Y Aimée? ¿Cómo está ella? ¿Dónde está? —pregunta otra de las chicas, que trae puesta una camiseta de mi próxima película.
—Está… bien, en su casa, supongo.
—¿Le mandas un saludo a nuestro grupo de WhatsApp? Di "Hola a todas las perritas de Aidan"
Suelto una risa de inmediato.
—Definitivamente no diré eso —niego, pero de todos modos miro a su cámara—: Un saludo para todas las hermosas y amables chicas del grupo, que definitivamente debería cambiar el nombre.
—¿Cuándo sale la canción? —pregunta un chico, encandilando mis ojos con el flash de su teléfono.
—¿Qué canción? —entrecierro los ojos fingiendo desentenderlo.
—¡Este es tu regalo de cumpleaños! —grita una rubia entregándome un gran paquete— ¡No puedo creer que ya tengas veintidós! Me la pasé llorando todo el día, te sigo desde que era una niña y saliste en Mini Héroes.
—Muchas gracias —Sonrío, aceptando el regalo mientras me llenan de otros paquetes, carteles y papeles que termina tomando el de seguridad—. De verdad, ustedes son increíbles y me hacen sentir en casa a donde sea que vaya. Los voy a necesitar mucho por estos días, todo el apoyo que puedan darme…
—¿Por qué? —se preocupa una chica que hasta ahora no ha dicho nada.
—Nuevos proyectos —miento.
Soy consciente de mis acciones, tengo varios teléfonos grabando lo que digo, en cuanto el caos estalle tomarán mis palabras literales sobre cuánto los necesito y las replicarán por todos lados. Para muchos de ellos, ser fan es un trabajo de tiempo completo, si alguien puede cuidar mi imagen y limpiarla de lo que sea, son ellos mismos.
Después de que cada uno obtuvo su selfie, lo cual tomó varios minutos, por fin pude entrar en el edificio.
El recorrido en el ascensor se me hizo eterno, me duele el estómago, me transpiran las manos y mis ideas están revueltas.
A pesar de eso, no quiero un personaje que viva este momento por mí. Aunque no soy el Aidan confiado y animado que fui con los fans recién, y tampoco soy Erek, el niño de cinco años al que suprimieron para transformar en Aidan. No sé quién soy, cuál de todos es real, si es una mezcla extraña o uno completamente diferente, pero por primera vez en la vida, estoy cómodo en mi propia piel.
Eres Kow, susurra su vocecita en mi cabeza, haciéndome sonreír.
Lo único que tengo claro, es que, con el nombre que sea, me siento listo para elegir quién ser.
—¡Ahí está mi muchacho! —exclama Gonzalo en cuanto cruzo la puerta— Tarde, como toda súper estrella.
—Había fans en la entrada —me excuso.
Cierro la puerta detrás de mí y dejo a los de seguridad del lado de afuera. Gonzalo está con su abogado, es una sala de juntas con una mesa larga y muchas sillas vacías.
—Ah, sí, hace quince minutos filtramos que vendrías. Necesitábamos un poco de ti en las redes sociales, ya sabes…
—Ajá —murmuro, no esperaba algo distinto para ser sincero.
—¿Y tu abogado? —pregunta al ver que vengo solo— Tenía entendido que habría una negociación.
—Oh, es que ya no será necesaria —hablo un poco bajo, ocupando mi lugar a su lado.
—Te lo dije, llevamos años trabajando juntos, ya va siendo hora de que confíes en mí.
—No, es que no es eso —niego, forzándome a levantar la vista hacia él—. Llevamos demasiado tiempo trabajando juntos, yo te conozco a ti, tú me conoces a mí, jamás desconocería todo el proceso que hemos hecho y el empuje que le has dado a mi carrera.
—Lo sé, Aidan, es que…
—Espera —lo interrumpo, manteniendo la mirada fija en él—. Te agradezco mucho por el lugar hasta el que condujiste mi carrera, pero estos últimos años lo has hecho de un modo con el que no estoy de acuerdo, y me has forzado a situaciones en las que no quería encontrarme.
—Entiendo tu molestia, por eso íbamos a debatir las condiciones con tu abogado, para que te sientas seguro.
—Me amenazaste, Gonzalo. Me obligaste a elegir entre Aimée y Mikel, el punto de no tomar decisiones sobre mi carrera lo llevaste al extremo. Y todo eso sin mencionar el acuerdo que tienes con mis padres… yo no soy un títere, soy una persona.
—Tenemos desacuerdos, a veces te cuesta entender cómo funciona el espectáculo y yo solo hago lo que es mejor para tu carrera —se justifica en general, obviando por completo las acusaciones puntuales.
—Te agradezco por eso, pero ya no.
—¿A qué te refieres? —cuestiona, por fin tomando conciencia del rumbo de la conversación.
—A que no voy a renovar mi contrato, hasta aquí llega mi relación con la agencia.
—¿Qué dices? —Su voz se torna sería de repente— Entiendo que estés disconforme con algunas cosas, pero las discutimos y se solucionan, no seas dramático.
—Es una decisión tomada.
—Aidan, no seas ridículo ¿quieres? ¿Qué crees que pasará con tu carrera si te alejas de nosotros? Estarás hundido, tendrás que despedirte de todo por lo que has trabajado.
—Viví hundido por muchos años, contigo tomando todas las decisiones de mi vida. Te aprovechaste de mí cuando tenía dieciocho años y estaba solo, pero ya no soy ese chico, y ya no estoy solo.
—Ahhhhhh —exclama soltando una risa— ¿Por ahí viene el asunto? Ahora tus amiguitos te respaldan, como si tuvieran alguna relevancia en la industria… por favor, no me hagas reír.
—La relevancia la tengo yo, yo soy a quien siguen las millones de personas que pagan tu sueldo y el de todos tus empleados. Y allá a donde yo me vaya, esa relevancia se irá conmigo.
—¿Conmigo en contra? —ironiza— ¿De verdad crees que podrás? No seas ridículo Aidan, y firma el puto contrato.
Estira el papel con furia hacia mí, lo tomo, lo parto por la mitad y lo vuelvo a apoyar en la mesa.
—Ya firmé con otra agencia, lo siento, no estoy disponible.
Me pongo de pie, obviamente ya dije lo que tenía que decir y no le veo sentido a prolongar la discusión. Se sintió bien decir esas cosas, justo ahora me siento con la fuerza de enfrentar las consecuencias.
—Te vas a arrepentir —asegura, dejando salir el rencor en su voz.
—Dije esa línea en un par de películas, uno cree que suena macabro pero en realidad es bastante ridículo —respondo, aún mostrando calma—. Espero que tengas la madurez de aceptar mi decisión, pero si no es así, espero que al menos tengas el valor de afrontar mi respuesta a tus ataques, porque no me voy a quedar callado.
Camino hacia la puerta y la abro para salir, pero antes de cruzarla me vuelve a hablar y volteo.
—Te recuerdo que tenemos un contrato de confidencialidad que…
—Que no me permite hablar —acepto, muy consciente de eso—. Pero yo te recuerdo a ti, que crecí a tu lado. Aprendí muy bien cómo evadir la ley cuando de contratos se trata, así que si quieres atácame, arriésgate y fíjate que pasa.
—Soy un imperio, y tú eres una persona.
—Tú no eres un imperio, eres un empleado que se cree Dios, y no se da cuenta de que es tan prescindible como los demás.
—Solo tienes cosas que perder, vas a acabar destruido después de esto.
—Claro, inténtalo —desafío una vez más con una sonrisa, antes de cerrar la puerta.
Siendo sincero, me asusta mucho lo que pueda hacer, hay muchas posibilidades negativas y realmente tengo mucho que perder. Pero en cuanto abandono el edificio me siento tranquilo.
No sé de dónde salió toda esa confianza al hablar, ni la calma que siento ahora. Jamás en mi vida hubiera imaginado la enorme seguridad que te da sentirte respaldado.
Cómo sea, ya no estoy solo.
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