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Capítulo 28: No puedo

ELAI

Un hilo de Twitter lo explicaba todo, y la respuesta no era tan simple como Aimée pensaba.

Pau subió a su Instagram una foto que se sacó con Aidan, la cual él compartió en sus historias con caritas sonrientes. Él suele compartir ocasionalmente fotos con sus fans, así que hasta ahí nada fuera de lo normal. El problema fue que algunas personas decidieron entrar a su perfil a curiosear, y allí encontraron algunas fotos viejas en las que salíamos Santi y yo. El perfil de Santi está privado, pero eso les dio señal de que conocemos a Pau, así que siguieron viendo etiquetas hasta que llegaron al perfil de la mamá de Santi.

Allí estaba la foto de la prueba, en la navidad pasada, una foto familiar en la casa de los abuelos, Aimée está sentada sobre las piernas de Santi y para completar la prueba, él trae la bendita sudadera roja.

—Mierda... —murmura Aimée con frustración, al ver que acaba de cometer un grave error.

—Qué miedo la investigación... —agrega Santi, aún sorprendido— Fue un descuido dejar esas fotos allí, pero deberías ir a disculparte con Alanna.

—Ya sé... —asume ella caminando hasta el sofá para dejarse caer dramáticamente.

—Te excediste un poco, creo que ella no se merecía eso.

—¡Que ya sé! ¡No necesito un sermón! —se molesta por la insistencia— Era importante para ti mantener el secreto, pensé que había hecho mal en decirle a ella y se me fue de las manos.

—El error fue que se lo dijiste sin confiar en ella, así que lógicamente lo hiciste por celos...

—Sí —suspira abatida—. Y a la vez no, no estaba intentando marcar el territorio, pero ella me preguntó si tú estás solo y me hizo sentir extraña no aclararle la situación, pensé que todo iba a ponerse muy incómodo.

—Todo está muy incómodo ahora, literalmente me gritaste en su cara que le gusto y tiene dibujos de mis ojos.

—¿Me quieres hacer sentir peor o qué? —reclama ante el afán de Santi de presionar sobre la herida.

—No, fue muy incómodo para mí y tengo la necesidad de decirlo. Tú no eres así, no me gustó verte en esa actitud.

—Lo siento, ¿Ya? No estoy siendo buena dominando mis emociones, no tengo suelo firme donde pisar y... eso no es culpa de nadie, lo sé. Perdón, me disculparé con Alanna en cuanto regrese.

—No creo que puedas arreglarlo con una disculpa...

—¿Y qué quieres que haga? —responde con ironía.

En mi opinión no es el mejor momento para que ellos tengan una conversación, Santi se ve molesto y Aimée aún está sobresaltada. Pero no me voy a meter allí, así que me iré a casa y dejaré que resuelvan sus asuntos.

El error es que cuando abro la puerta no soy lo suficientemente rápido para evitar que Venus, la gatita de Lau, se escape por entre mis pies. Obviamente como todo gato que sabe que es supremamente superior a los humanos, hace caso omiso a mis llamados y corre por el pasillo.

Genial, ahora tengo que perseguirla por el edificio en lugar de ocuparme de resolver el drama de Aimée antes de que el idiota que tiene Aidan por representante decida que tiene que hacer algo al respecto.

Mi celular está sonando, pero Venus va en dirección a la terraza así que obviamente es la prioridad.

Solo espero que la puerta esté cerrada y...

Mierda, está abierta.

Obviamente no puedo correr más rápido que un gato ni aunque lo intente, así que mi corazón se paraliza por un segundo en cuanto la veo cruzar la puerta.

Salgo a la terraza un poco agitado y escaneando el lugar con la mirada, hasta que descubro los ojos brillantes de Venus sobre el regazo de Alanna y mi corazón decide que puede latir otra vez.

—Dios, casi me infarto —asumo mientras me siento a su lado, en un pequeño escalón—. Ella vivía en una casa, no creo que sepa reglas de seguridad de terrazas a siete pisos.

—Nunca se escapa... —murmura ella, limpiando disimuladamente una lágrima de su mejilla— Toma, llévala si quieres.

—Creo que te buscaba a ti.

—Somos buenas amigas —acepta con un intento de sonrisa—, al parecer es la única.

—No llores... —Mi voz sale más tierna de lo que pretendía—. Ya vimos cómo pasó todo, Aimée lo entendió, todo estará bien.

—Nada está bien —niega con convicción—. Me siento muy humillada.

Suelto un suspiro lento, mi cerebro solo necesita defender a Aimée, aunque sé que no está bien, mi lado protector es más fuerte que mi lado racional.

—Sé que sonará a qué intento justificarla, y tal vez sea cierto, no soy objetivo porque es mi mejor amiga. Pero ella no es así, jamás, solo está sobrepasada con... todo.

—Fui muy idiota al pensar que seríamos amigas, es tan estúpido todo esto... no sé qué hago aquí, no puedo tener lo que buscaba, debería regresar a casa.

—Solo fue una pelea, dale la oportunidad de disculparse al menos —intento conciliar.

—No es solo eso —me contradice con determinación—. Estoy haciendo un esfuerzo tan grande por ser aceptada... y eso jamás pasará, ni siquiera entiendo por qué lo hago. Me vine a la ciudad para empezar de nuevo, tenía la ilusión de... hacer amigos, no sé. Pero cada vez que entro a una habitación, simplemente se quedan en silencio. No entiendo por qué vinieron a vivir conmigo, no entiendo para qué me quieren allí si luego me van a excluir de todo.

—Pensé que Lau y tú eran amigas, pasan mucho tiempo juntas.

—Cuando estamos solas está bien, pero si Aimée está cerca ella es diferente. De todos modos, aunque sea simpática conmigo, no la conozco... solo coquetea ocasionalmente y cada vez que intento llegar a ella se cierra de forma determinante. No somos amigas, solo... no entiendo nada.

—¿Puedo ser sincero contigo, sin que te ofendas? —pido de forma amable.

Ella asiente y sus hombros tiemblan un poco, hace bastante frío y solo trae una musculosa así que me quito el abrigo y lo paso por sus hombros.

—Gracias —susurra tímidamente.

—¿Sabes cómo nos volvimos amigos todos nosotros?

—Lau dijo algo sobre un cortometraje, pero no tengo más detalles —responde acariciando suavemente a la gata y sin levantar la mirada.

—Así nos conocimos, pero realmente nos hicimos amigos el día que nos atrevimos a ser vulnerables frente al otro. Tú no haces eso, tú siempre sonríes y te transformas en lo que piensas que va a agradarnos, y eso es genial al principio, pero luego comienza a ser evidente. No te conocemos, nada de ti, y no hay forma posible de que te dejemos ver nuestra realidad si no nos muestras la tuya también.

—Mi realidad es triste... —murmura con la voz rota.

—La mía también —confieso—. Mi papá me odia y siempre está intentando hacerme daño, me golpeó y me sacó de su vida cuando supo de lo mío con Leandro, solo regresó cuando la prensa se enteró e intentó manipularme amenazando con lastimar a mis amigos. Mi mamá me abandonó y se puso de su lado, fui rebelde y lo desafié, gracias a eso alguien a quien quise mucho murió. Aún me siento culpable, a veces solo cierro los ojos e imagino que el tiempo se puede regresar... que puedo tomar otras decisiones. Y esa es solo mi historia, cada uno de los chicos tiene la suya, igual de difícil, igual de dolorosa, pero ninguno de ellos se sentará aquí contigo una noche muy fría y te lo contará sin más, porque aún duele, aún lo estamos procesando, y sobre todo porque tú jamás nos has mostrado quién eres.

—¿Y tú por qué me lo cuentas? —cuestiona levantando sus ojos vidriosos hacia mí.

—Porque sé muy bien cómo se siente estar solo, y solo lo pude cambiar el día que me animé a mostrarle a los demás al verdadero Elai. Tú no quieres estar sola, Alanna. Por eso sigues aquí, aunque no encajes.

—Ojalá fuera tan fácil... —reniega por lo bajo— No puedo ser sincera, ni siquiera está en mis manos eso... creo que lo mejor será volver a mi pueblo y olvidar todo.

—¿Sabes? Soy de los que creen que todas las personas que están en nuestro camino están allí por algo, todos tenemos algo que aprender y algo que enseñar a las personas de nuestro entorno. Si te vas, no lo averiguarás...

—Si pudiera explicarte... —murmura dejando sus lágrimas caer— Sé que tú lo entenderías, eres diferente... Pero no puedo, y... ¡mierda!

Estoy confuso por su actitud, pero de todos modos siento la necesidad de ayudarla. Se ve que está sufriendo mucho, y todos nosotros entendemos de eso, no encontrará un lugar mejor que este para ser escuchada.

—Solo deja que las cosas pasen, aunque no puedas hablar, con dejar de fingir alcanza —aseguro, pero mi teléfono vibrando en el bolsillo no deja de distraerme—. El fin de semana iremos a una isla que tiene un bonito significado para todos, grabaremos el videoclip allí y... ¿quieres venir? La única condición es que quiero conocerte a ti, no importa tu historia, cuando estés lista la contarás, pero si aceptas venir tiene que ser sin máscaras.

Suelta una risita triste y asiente.

—Eres demasiado bueno...

—¡Lo sé! Créeme que no hay nadie que me ame más que yo mismo, soy todo lo que está bien en este mundo, necesitamos más gente como yo.

—Definitivamente —coincide, poniéndose de pie—. Gracias... si siempre hubiera tenido a alguien como tú cerca, tal vez no estaría tan rota.

—Lo importante no es lo rota que estés, sino qué harás para repararte.

—Gracias —repite, limpiando sus ojos.

—Ocasionalmente me lo cobraré, nada es gratis en la vida —bromeo mientras camino hacia la puerta, ella vuelve a sentarse, al parecer necesita un tiempo más a solas.

Apenas cruzo la puerta busco mi teléfono, tengo varias llamadas perdidas y largas conversaciones por delante. Por el momento me decido a ignorar a la prensa, y solo le contesto a Gonzalo por temor a que tome decisiones peores si no intervengo.

Nos cuesta muchísimo ponernos de acuerdo, de hecho no lo hacemos, pero al menos logro que me asegure que no tomará ninguna acción hasta que pueda hablar con Santi y Aimeé, y que me den su perspectiva.

Leandro está aquí en cuanto termino la llamada, habíamos quedado para cenar pero no tuve tiempo de nada, de hecho lleva casi una hora esperándome muy pacientemente, incluso aprovechó para cocinar, el aroma llegó a mí desde la cocina y me volvió muy difícil continuar la discusión sin pensar en lo vacío que se sentía mi estómago.

—Te ves cansado —comenta Lean dejando un plato enorme de papas fritas frente a mí.

Amo sus papas fritas, nadie sabe hacerlas como él, las congeladas son basura en comparación.

—Lo estoy —asumo, tomando una y remojándola en kétchup.

—A veces te olvidas de respirar...

—Tú me ayudabas con eso —murmuro bajando los ojos a la mesa.

Esos días en los que estábamos de gira, lejos de casa, a veces no le enviaba un mensaje en todo el día o mis respuestas eran cortas y rápidas, entonces llegaba un mensaje suyo con solo dos palabras: "Recuerda respirar". Parece tonto, pero esa simpleza me hacía detenerme un instante a recordar por qué estaba haciendo todo lo que hacía, y respiraba...

—Ven aquí —murmura de forma tierna, pasando su mano por mi mejilla para empujar mi cabeza hacia su hombro—. Mi niño... necesitas mimos.

—¿Te sientes lejos de mí? —pregunto en un susurro, permitiéndome olvidar todo por un instante para solo sentir sus caricias en mi cabello—. No quiero que te alejes de mí, no puedo perderte.

—Te amo, solo me alejaría de ti si tú me lo pides.

—Se siente demasiado bien ser amado por ti... un privilegio, a veces creo que... no te merezco.

Él se ríe por lo bajo, toma una papa y la acerca a mi boca para que la coma.

—¿Qué pasa? ¿Te dio un ataque de vulnerabilidad? —reniega meneando la cabeza—. Esas inseguridades no son tuyas Elai, sabes bien lo que te mereces e incluso crees que no es suficiente a veces.

—No es un ataque de inseguridad, soy genial y lo sé —asumo compartiendo su risita—. Es un ataque de "tal vez fui un idiota y no quiero perder a la única persona que me hace sentir en casa".

—Deja de darme alas porque un día de estos no me aguanto y te beso —amenaza y mete un montón de papas en mi boca para que me calle.

Me encantaría, pero aún hay una gran traba aquí y no puedo superarla. Eso me enoja porque no me gusta estar estancado, pero no encuentro la forma de salir de esta situación.

No soy capaz de responder, también me muero por besarlo, por recuperar lo de antes, y no poder hacerlo me pone triste, así que solo me acurruco en su pecho y cierro los ojos.

—Me quedaría aquí para siempre, pero mañana tengo que levantarme temprano así que ya tengo que ir a casa —me dice luego de varios minutos.

—¿Ya? —pregunto sin ocultar la decepción en mi voz— ¿Y si te quedas?

—Estoy confundido con todo esto...

—Lo sé, y lo siento. No es ningún tipo de propuesta, solo... nada, está bien...

—¿No quieres estar solo?

—No —asumo con un suspiro.

—Me agrada el lugar que ocupo. —Sonríe y deja un beso en mi frente.

—Te lo ganaste —aseguro y me aparto un poco para devolverle la sonrisa—. Ya vamos a dormir, estoy cansado.

—¿Me traes algunas mantas? —pide, haciendo un gesto hacia el sofá.

—Va, ¿qué más quieres? ¿Que te ruegue? —me indigno— Si te pido que te quedes no es para dormir en el sofá, ¿qué sentido tendría?

—No puedo suponer nada, Sirenito. Las reglas las pones tú —responde con una risa y un leve empujón.

————

Minutos después él está en el baño y yo tendiendo la cama, algo que obviamente debí hacer en la mañana y no hice.

Llevo un año de independencia, y aún no me hago a la idea de hacer muchas de las cosas que debería, las tareas domésticas y yo no somos buenos amigos.

Cuando escucho la puerta cerrarse entiendo que es mi momento de ir, así que tengo la intención de salir de la habitación al mismo tiempo que él va a entrar, lo que nos hace pasar de costado y quedar a solo unos milímetros.

La tensión que se generó en un instante es increíble, y está potenciada por el hecho de que no trae camiseta. Nos miramos por unos segundos, ninguno de los dos se mueve, hasta que él levanta su brazo para apoyarlo en el marco de la puerta que está detrás de mí y acercarse más.

Tengo su brazo tensionado junto a mi rostro, mis ojos me traicionan porque quieren mirar pero no me muevo, estoy sintiendo todo su cuerpo tocar el mío, literalmente, todo.

—Recuerda respirar —susurra en mi oído, con un tono muy arrogante, producido por saber lo que está generando en mí, pero que despierta mi ego de inmediato.

Tomo su brazo, lo giro para voltearlo, y dando solo un paso logro ponerlo de frente contra la pared del pasillo, sosteniendo el brazo en su espalda y consiguiendo una risita victoriosa por su parte.

Me presiono un poco contra él y se vuelve a reír, obviamente sabe lo fácil que es provocarme, no hay ninguna sorpresa.

—¿Por qué me haces esto? —reclamo entre dientes, mostrando mi enojo por mi propia reacción—. Quiero... —dejo una mordida sobre su hombro— Pero no puedo, estás siendo cruel.

—Creo que tendrás que buscar una excusa mejor que "no puedo", porque ya no te la estás creyendo ni tú. Pero si no quieres... bueno...

Hace un ligero intento de zafarse de mi agarre, uno que obviamente no fue real porque no es que esté empleando mucha fuerza. Sin embargo lo retengo, no voy a dejar esta conversación a la mitad.

—¿Que no quiero? —pregunto con ironía presionándome más fuerte contra él, para que pueda sentirme— ¿Te parece que no quiero? Yo contigo quiero coger todos los días, a la mañana, a la tarde y a la noche. Quiero una casa, un perro, hasta una ridícula boda si me lo pides... Lo que no quiero es...

La realidad de mi respuesta me agobia, y la calentura se esfuma porque la tristeza me invade. Doy un paso atrás y suelto su brazo, él se voltea esperando que lo diga, y yo siento que no puedo enunciar la palabra. Sin embargo necesito decirlo, así que aunque con la voz bastante baja y mirando el suelo termino la frase:

—... lastimarla.

—Okay, necesitamos hablar de esto —acepta, volviendo a acercarse para esta vez darme un abrazo.

Se aparta un poco y hace una seña con la cabeza hacia la puerta del cuarto, indicándome que entre.

Los dos nos sentamos en la cama y él se ríe por lo mal que la tendí, estirando la parte en la que se sentó y acomodando un poco alrededor.

—Dime qué sientes, por favor —me pide estirando su mano por sobre la mía.

—Dijimos los tres o ninguno, y lo prometimos tantas veces... Siento que la estamos traicionando si estamos juntos, y que estamos volviendo realidad su mayor inseguridad. Yo... Dios, yo la amo demasiado, y aunque juntos no funcionamos, no puedo con la idea de ser feliz si la estoy lastimando con eso.

—¿Sabes cuál es el problema? —pregunta sin dar espacio a respuesta— Que tú no has hablado con ella, solo se pelearon de una forma muy infantil y luego solo han mantenido la tensión... Yo hablé con ella, intenté solucionarlo, pero ella estaba muy decidida. También me pidió que cuide de ti, y que por favor no creamos que porque ella se hace a un lado, tú y yo no podemos seguir juntos. Me siento en paz con eso, pero no significa que no la extrañe... no te haces una idea de lo difícil que se me hace estar lejos de ella, hay días en los que deseo tanto poder abrazarla... pero me pidió distancia, y eso hago.

—Ni siquiera puedo mirarla a los ojos, ¿cómo esperas que tenga una conversación de ese tipo? —Estoy un poco molesto por no tener gestión de mis emociones, esa clase de debilidad me hace sentir muy inferior. —Además siento que tal vez diga todas esas cosas porque es lo correcto, no porque las sienta.

—Si la miraras a los ojos, lo sabrías.

—No sé cuándo estaré listo para eso... y te entiendo que ya no quieras esperar, no tienes por qué.

—Tú eres el amor de mi vida, el tiempo no es nada, te voy a esperar hasta que estés listo —sonríe, con mucha convicción en sus palabras—. Igual, lo impaciente es el deseo, yo no estoy sufriendo emocionalmente con esto, de hecho, me siento muy bien.

—Es bueno saberlo... —le regreso la sonrisa, recostando la cabeza en su hombro.

—Además, a Laura le gusta Aidan.

—¡¿Qué?! —me sorprendo volteando hacia él con los ojos muy abiertos.

—Lo que escuchas, le gusta Aidan.

—Que... combinación tan... extraña —es todo lo que logro decir mientras mi cerebro procesa la información. —¿Ella te lo dijo? ¿O quién?

—No, creo que ella todavía no se ha dado cuenta.

—Si vas a contar un chisme, no lo hagas en cuotas, ya explícame —exijo con impaciencia.

—Los he visto juntos un par de veces, demasiado cómodos uno con el otro, y simplemente la conozco: ella no hace amigos, no se abre con las personas que no conoce, no tiene ese nivel de complicidad con nadie que no le guste. Salvo, como excepción, personas que conoce desde su infancia.

A mi mente viene Alanna diciéndome que Laura no le muestra nada de ella, que no son amigas en realidad. Y luego pienso en las únicas dos nuevas relaciones que la he visto tener desde que la conozco: Aimée y yo, ambos le gustábamos.

Lo que dice Lean tiene sentido, no lo afirmaría con tanta soltura como él, pero ahora no puedo sacarlo de mi mente.

—Son tan opuestos... podría funcionar, Aidan es muy luminoso aunque no se dé cuenta.

—No sé si a él le gusta ella, es confuso de leer. Primero pensé que iba por Aimée, luego por ti, y ahora... no lo sé.

Suelto una risa por eso, sería muy irónico, nos separamos porque ella estaba celosa de él, y ahora... Me cuesta hacerme a la idea, pero no me incomoda.

—Seamos sinceros, si a ella le gusta, como sea él caerá. Nadie se resiste a Lau, eso no se puede —afirmo, con mucha propiedad en lo que digo.

—Obviamente —coincide de inmediato—. Ahora, ve al baño y a dormir, que estoy cansado.

Unos minutos después nos acurrucamos cómodamente y muy bien cubiertos por las mantas. Odio dormir solo, extrañaba demasiado esto, ahora voy a querer tenerlo cada noche otra vez.

—Echaba de menos despertar a tu lado —murmura, muy bajito.

Estamos casi dormidos cuando siento la necesidad de responder, palabras que me cuesta decir, pero que no podrían ser más reales.

—Te amo...

Estira su mano hasta mi mejilla y deja una caricia suave.

—Yo te amo más.

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Hola Pollitos  🐣

Elai siempre me hace feliz, amo escribir desde su punto de vista :) 

Considerando que esta es la única historia que estoy actualizando con asiduidad, les pido disculpas si están esperando las demás, algo se está robando mi tiempo, tendrán noticias pronto <3

Los quiero

Besos, mil besitos :)

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