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•05| Tenía ganas de conocerla•

•05| Tenía ganas de conocerla•

Savannah Smith:

Recorrí los pasillos como si mi vida dependiera de ello. No dejaba de dar vueltas por el mismo lugar, pero prefería perderme antes que pedir ayuda en recepción, la humillación social que había tenido que soportar antes no me impulsaban a tener más ganas de hablar con más seres humanos.

Era estúpido de mi parte no querer pedir ayuda, pero ese tipo de cosas ocurren cuando eres estúpida y ese es mi caso.

— ¿Dónde se encuentra mi aula? —Me estaba poniendo nerviosa, hasta que encontré el aula—. Bingo, va a ser que la suerte está de mi parte.

Toqué la puerta del aula y asomé la cabeza. Todos giraron su mirada hacia mí. Interiormente volteé los ojos.

—Hola, ¿Necesita algo? — me dice él que supongo que será el profesor, es delgado y su cuerpo está trabajado, a pesar del traje que lleva. Tiene los ojos morenos, el cabello moreno, e unas pestañas largas y abundantes (son envidiables). No sé si será porque soy rara, pero lo que más me gusta de los chicos, son esas pestañas que cualquiera envidiaría (me dan ganas de arrancarlas y quedármelas). Me despierto de mi ensimismamiento.

¿Desde cuándo hay profesores jóvenes en las aulas?

—Mmm,... Soy nueva, y pues no encontraba la clase. — le enseño el papel en el que está mi horario y la clase asignada.

—Ah, es verdad. Señorita Smith, me han hablado mucho de usted, tenía ganas de conocerla. —mi confusión creo que es notable, los que serán mis compañeros durante el curso, se empiezan a reír. Imbéciles neuronales. — ¡Silencio! Espero que pueda reintegrarse con facilidad, ya que vamos adelantados, por cierto me llamo Hugo Chávez y soy el profesor de matemáticas, pero prefiero que me llamen Hugo. — asiento y miro el panorama. Genial, estoy en la misma clase de las plásticas, y ese maleducado de Case me está mirando, pero es casi imposible descifrar que tipo de mirada me está dando—. Puede sentarse en el asiento libre que está al lado del nuevo alumno: Félix Holfman. —dice el profesor Chávez.

—Por cierto—me giro hacía el profesor, estoy hasta el colmo—, gracias por hacer de mi día el peor. Necesitaba que su comentario se entrometiera en la paz mental que trataba de encontrar.

Ninguna respiración se hace notable. El profesor Chávez intenta decirme algo, pero se queda callado. Mejor, eso era lo que debía haber hecho desde el principio. No suelo ser así de maleducada, pero como profesor le habría convenido no haberme sacado de mis casillas diciendo tonterías y no mandando callar a mis compañeras/os de clase.

Ando hasta mi asiento y cuando veo con quién me ha tocado doy con el premio gordo de la mañana. Es el chico por el que casi me quedo sin culo esta mañana.

—Hola, soy Félix. Encantado de conocerte. — solo le dedico una sonrisa forzada de pura cortesía, me centro en sacar los libros. Siento un aire frío recorrerme, miro al frente y Case sigue mirándome.

No sé que tengo en la cara. Pero está claro que se entretiene con ello.

—Podrías mirarme más, a ver si mi cara se queda enmarcada en tu frente. —abre los ojos sorprendido, seguro que se esperaba cualquier cosa menos eso.

A algunos compañeros de clase se les escapa una pequeña risilla. Parece ser que el profesor no me ha escuchado decir nada.

—Chicos, para la semana que viene, quiero que me entreguen los cuadernos, con todo lo que hemos hecho. — los demás comienzan a protestar, yo apoyo la cabeza en mi brazo, me arremango las mangas de la sudadera, esperando a que me digan que hacer. Aunque con mi borde respuesta, no me extrañaría que no lo hiciera. Se acerca a mi asiento—. Puedes ponerte con Félix, para mantenerte al tanto y después te daré en unos folios lo que debes estudiar para recuperar lo que no hayas hecho en estas tres semanas. —las palabras se le entrecortan hasta que me dice—. Siento mucho lo que dije antes, no pretendía hacerte sentir incomoda y entiendo tu enfado.

Asiento con la cabeza. Mucho no puedo decir, no quiero acabar estropeándolo más.

Le miro al chico con el que debo hacer la actividad, arrimo mi mesa a la suya. Cojo mi cuaderno e un estuche para tomar apuntes de lo que el profe pone en la pizarra.

—Si quieres, puedo prestarte el cuaderno y me lo devuelves para mañana. —Giro mi rostro a su dirección y asiento— ¿Por qué no hablas?

—No hablo por el simple motivo de que todos nos están mirando y no quiero acabar desterrando a alguien más con lo que diga. Además, no querría darte mala fama y mi humor no se podría definir como el adecuado para entablar conversación a la hora de hacer nuevas amistades. Pero gracias, de todos modos.

No digo más, todos me miran como si estuviera haciendo algo impensable para sus ojos.

Tampoco soy tan asocial, panda de energúmenos. Cuando les dirijo la mirada la apartan. Mejor así, respiro un poco aliviada.

Miro la pizarra, junto las cejas mientras pienso en cómo resolver los ejercicios.

Félix Holfman:

No dejo de mirar a la chica que se sienta al lado mío, estoy seguro de que el profesor ha pronunciado su nombre, pero creo que observarla tanto desde que ha entrado ha ocasionado que no escuche nada de lo que estuviera diciendo.

Nunca había visto una combinación tan increíble, sus ojos grisáceos claros son bonitos, su cabello rubio contrasta con la luz del sol, que proyecta la ventana. Sus facciones asiáticas le dan un toque distinto pero tirando a bello. Todo demasiado cliché de mi parte, lo sé.

Pero me disculpo de antemano porque nunca he tenido una chica tan linda sentada al lado mío. O si la he tenido no me acuerdo. Mi cabeza no sabe acordarse de las cosas que ocurren.

Su indiferencia, me extraña un poco. Pero lo que me da curiosidad es saber, por qué todos la están mirando, como si la quisieran fusilar, sobre todo las chicas le miraban con una mirada retadora, ella mantiene la vista fija, en lo que dice el profe. No sé, la rivalidad femenina aparte de tóxica me parece innecesaria, la verdad.

Me daban ganas de hablar con ella. Me preguntaba cómo es que a casi finales de septiembre, venía a clases. Es decir, porque sea finales de septiembre no es que se haya perdido mucho, aunque las clases hayan empezado la última semana de Agosto.

Siempre soy de los que se enteran de los sucesos el último.

¿Es normal querer saber todo de alguien? ¿O debería ir al psicólogo para no convertirme en un acosador?

Mejor voy al psicólogo que es lo que muchos deberían hacer o replantearse hacer.

Me sumerjo en mi mundo sin darme cuenta y no dejé de mirarla durante toda la hora, ella no giro su rostro, ni movió ningún músculo, parecía una estatua. Me dieron ganas de tocarla con el dedo a ver si estaba viva y no era un muñeco.

Cuando tocó el timbre fue la primera en levantarse e irse como un rayo de clase.

«Qué raro, parece como si escapara de algo o alguien.» Bueno yo también escaparía si la gente de mí alrededor no deja de mirarme como si hubiera matado a alguien.

Guardé mis libros en la mochila, me la puse al hombro y me disponía a salir del aula.

Pero alguien me detuvo.

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