•02|El Refugio•
Volví demasiado tarde a casa. Me mantuve pensativa parte de la noche en un lugar que me trasmitía comodidad. ¿Quién no tiene algún lugar que sienta que es solo para sí? De esos que no conoce casi nadie y si lo conoce alguien sabes que es porque es especial.
"El refugio" era nuestro lugar. El de mi hermano y yo.
Hace dos años.
— ¿A dónde me llevas Mark? —le pregunté extrañada, ya que ese día estaba muy misterioso (aunque raro sería que no lo estuviera, debido a, que era mi cumpleaños)
En mi quinceañera quería enseñarme algo. Nos habíamos escapado de la fiesta que habían organizado mis padres en casa. A él se le ocurrió la magnífica idea de invitar a un cúmulo de seres que movían sus tentáculos al ritmo de la música ruidosa y el sudor olorosos. Así que no me importó irme de allí, me alegro de que el universo se compadeciera de mi persona y mi cordura socializante. Pero para añadir, sino os habéis dado cuenta no soporto a las muchedumbres.
Pero como mama nos pillara el castigo que nos caería sería gordo.
—Confía en mí, que sé qué no te arrepentirás. —me dejé guiar por sus palabras no tan convincentes, mientras mi ceja arqueada deseaba salir de mi cara. ¿A quién en el universo se le ocurrió dar sorpresas a sus seres queridos con los ojos vendados? Mis pasos se medio pisaban con sus zancadas de gigante.
Ese día llevaba un vestido veraniego amarillo y unas sandalias blancas. La brisa del viento me agitaba el pelo, mientras que Mark se notaba emocionado de mostrarme lo que fuera que quisiera enseñarme y sus emociones se transmitían a las mías de igual modo por no saber que sería.
Aunque no voy a mentir, como siguiera caminando con esas prisas acabaría vomitando y pidiendo clemencia a lo que sea que viva en el cielo.
—Ya hemos llegado. Te voy a soltar la mano, y cuando diga tres, te das la vuelta y te quitas la venda. —estaba nerviosa, no sabía que me esperaba—. 1... 2... 3...
Hice lo que me pidió y mis ojos no podían asimilar lo que veía. No asimilaba lo que tenía delante.
— ¡Esto, es increíble! ¿Cómo lo has hecho?— le abracé emocionada─. ¿Este va a ser nuestra guarida secreta?
Me encontraba en una especie de cine abandonado, las butacas eran de un granate oscuro. Había algún que otro poster colgado en la pared de diferentes bandas o cantantes como: The Beatles, Nirvana, Eryka Badu y demás.
Era amplio, habían sillones, una cama un poco deshilachada, pero cómoda y mullida, situada en un rincón. Seguí caminando, había una especie de cocina que se encontraba en un rincón, de una pared de enfrente, había casi de todo, platos, cubiertos, cazuelas...
Subí las escaleras, allí se encontraba un lugar donde se podían proyectar películas antiguas. Había una mesa pegada, parecía un escritorio, cerca de él se encontraba un sillón de cuero. Me senté en él mientras Mark me daba inmensas vueltas en el asiento.
—Me encanta esto. —le expresé—. Es uno de los mejores regalos que he recibido.
— ¿Seguro? Espero que no estés mintiendo. —sus ojos grisáceos, me miraban con una pizca de diversión y seriedad, de la nada comenzó a hacerme cosquillas —. No juegues con mis sentimientos, ¿Seguro que te gusta?
—Me encanta, deja de hacerme cosquillas, que acabaré muriendo de la risa. —el paró, por fin conseguí tranquilizarme—. Ya sé que te gusta que te suban el ego pero esto es maltratar a tu hermana. ─entornó los ojos añadiendo una sonrisa pícara─. Por cierto, ¿quién te ha ayudado? Ha quedado muy bien.
—Me ha ayudado un amigo—pronunció con simpleza sin añadir más detalle, y es una pena porque me encanta el detalle.
— ¿Y porque un regalo tan bonito?
—Tú te mereces esto y más. Además, quería hacerte saber que mis regalos son los mejores. —me dijo haciendo como si tuviera una larga melena mientras se la recolocara detrás ―. Encima son para la chica más hermosa que pueda haber en el mundo o por lo menos en la familia.
—Wow, es precioso. —dije asombrada para hacerle sentir más bien consigo mismo, era para luego tumbarle en el suelo. Tampoco hay se subir el ego tanto alguien (ley de hermanos, patrocinado por mis neurona hermanales).
—Es perfecto para ti, el día que te sientas triste, o que no esté contigo para consolarte, o si lo estás pasando mal, o solo necesitas estar sola y no pensar en nada. Este es el lugar perfecto, está hecho con amor. —terminó de decirlo y pestañeó las pestañas con exageración.
—Para de hacer el tonto. — No podía parar de reír— ¿Cómo se llamará? Debe tener un nombre.
—No lo había pensado, ponle tú el nombre, ya que es tu regalo. — me propuso.
—Mmm, vamos a ver...—tenía un dedo apoyado en mi barbilla, miraba al techo pensativa. Cuando se me vino la idea, levante el dedo, ya que se me había encendido la bombilla imaginaria —. Se va a llamar, El refugio.
—Que nombre más realista. —entornó los ojos con puro sarcasmo —. Suerte que no se te ha ocurrido un nombre peor.
Me mostré dolida. ¿Cómo podía decir, que era malo el nombre? Era buenísimo. ¿A qué sí? Bueno, hay que admitir que es penoso. Pero, ¿cómo lo iba a llamar? No es que fuera muy buena dando nombres a las cosas, una vez le llame mofletitos a un pájaro, ya que sus mofletes eran rosados. Mi originalidad se encuentra en la escala del cero al menos cero.
—El refugio de los colores. —Le miré con cara de; ¿En serio?— No me mires así. —me recriminó, apuntándome con el dedo.
—Has dicho que soy poco realista, pues mira quién habló. —crucé los brazos, era increíble.
Es decir, me dice que soy malísima eligiendo nombres. Y el elige uno añadiendo tres palabras más.
Esto. Es. Triste. Y. Ridículamente. Penoso.
—El nombre no es malo en sí. Te voy a explicar el porqué del nombre. —me decía con ese brillo de emoción que lo caracterizaba.
—Te escucho genio. Sorpréndeme, con tu sabiduría ─la sorna y yo vamos de la mano en esta vida.
—El nombre se debe a las emociones, refleja lo que eres, o lo que somos. Siempre te ha encantado asociar a las cosas un significado, buscas respuestas a preguntas que no puedes responder. Así que siempre que necesites tiempo o reflexionar sobre algo, este será el lugar perfecto. —hay que admitir que me ha enganchado, con su discurso. — Cuando veas que una expectativa se rompe tendrás un balcón en el que puedas mirar las nubes, reconfortar a tu corazón y sentir que cada respiración que sale de tu cuerpo está llena de amor. Te podrás desahogar, mientras comprendes que todo es por parte del cambio de perspectiva. Sé que te hirió lo que papá dijo.
—Hermano, te estás poniendo muy sentimental estos días. —Para picarle añadí— ¿Te ha bajado la regla? ¿O te has reencarnado en otro cuerpo y este no eres tú?
Me miró. Juntó las cejas. Torció los labios en una mueca rarísima y no pude evitar reírme mientras él se me unía.
— ¿Me ayudarás a buscar cosas para que se vea más acogedora?— es que si cualquiera observaba el panorama en el que se encontraba el lugar, estaba un poco deprimente y vacía.
—Siempre, pero prométeme una cosa.
—Sí, lo que quieras.
—A pesar de que un sueño se rompa, no dejes de ver los colores que está la forman.
—Claro, que sí. —susurré en promesa.
No entendí sus palabras en esos momentos, pero ahora sí lo hacía.
Estaba en el refugio de los colores.
Rememoraba los momentos vividos.
Me encontraba echando de menos a mi hermano mayor como sí me hubieran arrancado un trocito de mi corazón.
Con él, podía ser yo.
No tenía que reprimirme. Solo era yo misma con mis fortalezas y defectos.
Es verdad que en su momento le llegué a tener envidia, pero siempre estuvo para mí. Y esa envidia que puede que sintiera podía ser derivada de que él era capaz de enfrentarse a situaciones que me aterraban.
Nos teníamos el uno al otro. Y por arte de magia ya no estaba. Se había ido con lentitud, como las mariposas que pasan al lado de tu hombro y se desvanecen.
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