Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

•01|Recuerdos borrosos•

¿No te has preguntado alguna vez que será de ti? Yo me lo pregunto a diario. Intento no dejarme llevar por el abismo que me consume. Intento comprender lo incomprensible porque tengo ansias de resolver cuestiones que seguramente nunca tendrán respuesta.

¿Por qué las personas que más quiero se van de mi lado? Echo de menos ser una niña. O puede que eche de menos la inconsciencia que me traía ello. No tenía preocupaciones (si las tenía pero no eran de la magnitud que las de ahora), podía reír abiertamente sin tomar en cuenta las expresiones desagradables. ¿Es tan necesario encajar con el mundo? ¿Es necesaria mi preocupación de lo que piensen los demás de mí?

A mis diecisiete años, me he llevado suficientes decepciones, que he aprendido a que no debo compadecerme de mí misma porque eso no resolverá mis problemas. Pero mi incapacidad de llorar y demostrar mis verdaderos sentimientos, ¿me convierten en una excelente actriz o en una gran mentirosa?

Miro mi reflejo en el espejo de la ventana, mi cabello rubio se ha rizado después de la ducha y pestañeo mis achinados ojos grisáceos, estoy sentada con una pierna doblada encima de la otra, estoy dibujando lo que sea que se me pase por la cabeza.

— ¡Savannah, ven a comer!— grita mi madre desde abajo mientras entorno los ojos. No me apetece sentarme al suelo a comer arroz mientras pienso en todas las maneras en las que podría matarme con los palillos.

— ¡No voy a bajar a comer!—chillo para que me oiga.

Escucho los cuchicheos de papá y ella. Suspiro por sus vagas intenciones de que no escuche su conversación. Salgo sigilosamente de mi cuarto, me siento en las escaleras y les escucho discutir. En un momento concreto se me escapa alguna risilla nerviosa, ya que, cuando mi madre se enfada suelta palabras sueltas en chino y mi papá en italiano. Siempre me ha parecido curioso como no se parten de la risa al escucharse entre sí.

— ¿Ves lo que has hecho?— recrimina mamá.

—Así que, ¿¡Ahora me estás echando la culpa?!— contesta irritado.

—Todo esto, no habría pasado si no hubieras echado a Mark de casa. — le reprende ella.

—Él se lo buscó se fue por voluntad propia. Además, ya debería madurar un poco. Es lo suficiente mayorcito para que lo mimes.

— ¡Yo nunca lo he mimado! —exclama en respuesta.

—Ya, y por eso se ha vuelto un rebelde consentido. Qué se cree que puede hacer lo que se le antoje.

— Cariño, lleva un mes sin aparecer, sin llamar a su hermana para saber si se encuentra bien, su número de teléfono está desconectado. ¡¿No deberías aunque fuera dejar de ser tan orgulloso?! ─escucho su respiración acelerada y deduzco que está llorando, porque el suelo cruje bajo sus pies mientras se acerca a ella para abrazarla, mientras le susurra palabras de consuelo.

No pude evitar taparme los oídos con las dos manos, empezaba a escuchar un pitido circundar por mis tímpanos. Me levanté tambaleante, dolía escucharlos discutir, desesperarse por un hijo que no estaba, romper las barreras de las palabras que sabes que no debes mencionar pero acabas expulsando por miedo. Cuando conseguí llegar al cuarto, cerré de un portazo (no deseado). De mi mesilla de noche agarré las pastillas de dolor de cabeza y la botella. Después de unos minutos busqué en uno de los cajones de la mesilla hasta que encontré mis auriculares. Una vez sumergida en la música olvido hasta mi nombre.

Hasta que escucho portazos, sonido que todo el mundo desea escuchar cuando uno se pone música para calmarse.

— ¡Savannah, abre la puerta! ¡Queremos hablar contigo, por favor! —los gritos de mi papá solo hacen que en un segundo se me salte el corazón.

Los ojos me pican de las ansias que tengo de llorar, pero me contengo, he llorado lo suficiente (eso es lo que me quiero hacer creer, pero nunca está de más llorar un poco más). Después de unas horas cuando me doy cuenta de que ya ha anochecido y los golpes a la puerta cesaron hace años. Decido salir de las cuatro paredes.

Y ¿Sabéis a quién me encuentro rozando mis narices? Al Señor Smith.

—Papá, necesito despejarme. No le digas a mamá —le miro de reojo con un poco de culpabilidad por no haberme dignado a abrirle la puerta en su momento. Me mira con esa mirada de: "Te entiendo, pero no te entiendo". Siento la madera crujir ante mis pies. Y allí se encuentra con su fornido cuerpo envolviendo mi esbelta figura.

—Hueles a rigatoni con tomate y beicon.

—Que rápido ha crecido mi corazón que hasta se sabe a qué pasta huelo —se ríe por lo bajo, acción que me aplasta mi pecho en miniatura comparado al suyo. Por fin se separa de mí y cuando me toco la mejilla sé que estoy llorando. —. Mañana habla con mamá, dale un beso en la frente si puedes, que claro que puedes y en otro momento ya hablaremos los tres juntos.

Le miró negando con la cabeza, frunzo las cejas y aprieto los puños a mis costados. Cualquiera que me viera pensaría que estoy a punto de sucumbir a un berrinche.

—Sabes que no quiero, pero está bien. Por cierto, me debes una camisa de Marvel —recuerdo mientras me encamino a abrir la puerta y desaparecer de esta situación exceso de cariño paternal (o como se diga).

—Claro que sí, camarada—lo dice mientras tiene una mano en pose de combate.

Antes de irme le doy un beso rápido y de seguido le saco el dedo corazón para que no se piense que mi ser ha caído en el mundo de la sensiblería.

—Abriga...—no logra terminar la palabra y unos minutos después me doy cuenta de su aviso.

— ¡Oh, que frío hace! Debería haberme traído una chaqueta, eso me pasa por salir tan apresurada.

Siempre he sido la sombra de mi hermano, nada de lo que hacía estaba bien, ahora que él había cometido un error a sus espaldas, se sentían culpables. Puede que se sintieran mal de haberlo consentido lo suficiente, la verdad que no tengo ni idea.

Lo recuerdo vivaz, inteligente, destacable en los deportes. Tan bien se le daba el deporte, que ciertas universidades le tenían en la mira para jugar en los equipos de hockey más prestigiosos de Estados Unidos. Lo bueno es que no se movería a otro país. Él tenía 19 y yo 17, no había mucha diferencia de edad. Aunque yo sentía que eso de quedarme yo sola en California con mis padres era demasiado, la envidia me carcomía. Pero cuando empezó a juntarse con gente de mala influencia y a meterse en carreras de motos, una pequeña parte de mi se alegró. Por fin no era el chico perfecto de la familia. Por fin se empezaban a notar sus imperfecciones. Claro está que cuando desapareció, se desmoronó ese sentimiento tóxico que había prolongado por mucho tiempo.

Recuerdo lo que ocurrió hace un mes.

—No puedo dejarte sola. Te vienes conmigo. —me decía de manera tajante.

No quiero, ¿Y si me pasa algo?— tenía miedo, ya que no solía ir a ese tipo de sitios, prefería quedarme encerrada en mi habitación—. No quiero que la gente me comience a mirar como a una rara.

Me mira con la ceja alzada

—Es que, te pones rara cuando te apetece. Hay que disfrutar, que solo se tiene una vida. —me sonrió, convenciéndome de subirme en la moto.

—Claro, súper rara soy de no querer morir de una deformación craneal. Tanta moto te ha hecho creer que eres invencible, ¿a qué sí, hermanito? Yo me subo, pero lo que pase después es tu responsabilidad, que te quede claro— solo me faltó insultarle pensé en ese momento mientras le miraba sería. Quería preservar cada una de mis extremidades, una nunca sabe cuando la pueden captar en un reality show de extra.

—No te pasará nada.

Cuando llegamos, todo estaba abarrotado de personas (o especímenes), chicas con vestimenta ajustada y chicos enseñando los calzoncillos, hasta vi uno de Spiderman (no le hizo justicia, por si alguien pregunta), intenté no separarme de mi hermano, he intenté no asustar a nadie con mis caras extrañas.

—Sav, quédate aquí esperando en la verja. Si alguien te dice que lo acompañes, no lo hagas. — Me avisó mi hermano —.Y si pasa algo, siempre me puedes echar la culpa a mí. Pero si la cosa se pone peor, sé que podrás asestar unos buenos puñetazos.

—Está bien. Te están esperando y cuídate. —me sentía nerviosa, ya que estaba rodeada de extraños. Me dio un beso en la mejilla.

—Cuídate rubia. — vi cómo se alejaba, y no supe que esa sería la última vez que lo vería vivo.

— ¡¿Estáis todos listos!?—grita un chico que será el portavoz.

— ¡Sí! —gritan la mayoría de las personas a mi alrededor, eufóricas. Yo solo tengo ganas de asestarles una bofetada, porque podrían romper mis preciados tímpanos.

— ¡Os presentamos al inigualable, y casi invencible Case Carter!— todos gritan, ya veo que se me romperán los tímpanos. — ¡Y aquí está, el temible y lleno de fans, Mark Smith!— debía admitir que el chico como payaso, ganaría mucho más, por las caras extrañas que hacía mientras los presentaba (aparte de que la presentación de los chicos no estaba muy bien elaborada, pero bueno, para los gustos colores eso dicen).

Pero lo que me atrajo, fue ese tal Case Carter. En su rostro se encontraba una larga cicatriz en la ceja izquierda, su nariz era pequeña, sus ojos negros, el cabello azabache, su rostro era perfilado, sus facciones eran maduras. Su presencia era intimidante, teniendo en cuenta que estaba todo vestido de negro. Mascaba un chicle, de manera descarada, y se fumaba un cigarrillo a la vez.

—Vaya combinación más extraña. Ese chicle tiene que estar más amargo que la suela de mis zapatos —murmuré—. Es el típico chico malo que tiene a cien en su cama y a una en su corazón roto. Qué pringado. Por lo menos se podría currar el estereotipo, pero parece ser que el presupuesto no le llega para más.

Su rostro, no denotaba arrugas visibles al instante, hasta se me cruzo por la cabeza preguntarle qué tipo de crema usaba para tenerla así de cuidada y perfecta.

A saber, seguro que podría ser de esos que no usan nada. Fruncí mis labios con un poco de envidia, mientras me aguantaba las ganas de rascarme el grano de la mejilla.

— ¡Bueno, bueno, abran sus apuestas! —La gente, comenzó a apostar grandes cantidades de dinero, y un chico desaliñado, con pintas desfavorables se dirigió a mí. — ¿No vas a apostar nada, bonita?

—No me llames bonita, ¿Qué te importa si apuesto o no?— su presencia me molestaba. Además, no iba a perder mi dinero si lo tuviera en esta estupidez.

— ¿Qué hace una belleza como tú, en un sitio así? —me estaba dando mala espina.

— ¿Qué hace una desgracia como tú al lado mío? —observé como su mano se alzó. Estaba preparada para escupirle. Pero detuvo su mano, no lo entendí, hasta que vi sus ojos siguiendo la dirección de alguien. Note una mirada en mi nuca, me di la vuelta y noté la mirada de Case posada en mí. Alcé la ceja. ¿Este que miraba?—. Debería escupirte en la cara, por tener las agallas de querer pegarme, ¿he dañado tanto tu orgullo?

El espécimen que se encontraba cerca de mí, dio unos pasos atrás. Comenzó a alejarse, pero se paró, me sonrió con sus dientes torcidos.

—Ya nos volveremos a encontrar, bonita.

—Esperemos que no espécimen.

Una mueca de disgusto se formó en mis labios. Decidí seguir mirando. Recuerdo mi asombro de lo rápido que ellos iban en las motos.

« Como no tengan cuidado, a uno de ellos se le romperá la crisma»

Recuerdo unos gritos de euforia, que después se convirtieron en unos de miedo.

Recuerdo que todo giraba en torno a mí, el olor de la sangre mientras goteaba de algún lugar cerca de mí, el sentir de mi cuerpo retorcido de dolor, la presión de mi mente al intentar mantenerme consciente. Y por último, esos ojos tan profundos como la oscuridad misma mirándome con neutralidad.

Siempre que intento recordar las piezas que faltan del puzle, mi mente se queda en blanco. Mi pecho sube y baja con rapidez, y debo apretar mis párpados para no sentir el terror dominar todo mi cuerpo.

El médico me dijo que era un proceso normal, que dentro de unos meses, mi mente estaría más despejada. Pero, yo no necesitaba meses para recuperarme. Necesitaba recordarlo todo, porque no sabía si mi hermano estaba vivo o muerto.

La paciencia no era un buen acompañante en este caso. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro