5. Ilusión.
La mañana del día, los gemidos ahogados por las suaves sábanas amortiguan los deliciosos sonidos que se escapan de la húmeda boca del castaño.
Sentía sus piernas tan débiles por cada golpe que recibía en su interior, sus paredes succionan la dura polla creando chasquidos obscenos al salir y entrar, repite la acción, chocando con la piel conocida.
La cabeza del pene del joven hechicero era restringido por la magia que salía usar el otro para burlarse.
— Ah… ¿Qué sucede, joven maestro? No deberías avergonzarte de tus deseos, sé muy bien que esto te gusta.
Kuya, yokai del espíritu del zorro, murmura con una sonrisa de superioridad en su rostro, su voz tan elegante al hablar ahora suena algo cansada. Las embestidas que otorgaba al agujero del castaño eran tan profundas y rudas, queriendo arruinar todo del humano que ahora tenía a su merced.
Eiden se ve obligado a curvar más de su espalda, levantando del trasero para que el viejo kitsune tuviera el control de la situación, modulando cada penetración a un ritmo acelerado.
El castaño ya había soportado antes la gruesa polla del zorro pero en cada encuentro, Kuya lograba tener más ideas para que Eiden estuviera en minutos retorciéndose en el placer y la humillación.
Sin poder contenerse, levantó de su rostro sonrojado, alejando las telas de las sábanas que interrumpía el sonido jadeante de su voz.
— Tú… ah… maldito zorro, agh… tu polla me llena tan bien, mmhg-
Perdido en el éxtasis de la situación, Eiden mueve sus caderas, hundiendo más firme miembro de Kuya, tocando su punto que le hace enloquecer.
El castaño necesitaba con urgencia correrse, pero la restricción por la magia del yokai no le permitía poder hacerlo.
— Kuya-ah… ¡déjame correrme, yo-oh no puedo soportarlo!
— He… ¿Los límites del maestro se están debilitando? Solo hemos estado jugando por un par de horas… Mmh, todo el semen que guardas en tu vientre aún no es suficiente para que tengas a mis hijos.
Era cierto. Desde la primera hora del día, Eiden había sido arrastrado por el yokai a buscar materiales, pero no sabe realmente cuándo fue el momento que los materiales quedaron en el olvido.
Kuya había iniciado molestando a Eiden con sus comentarios sarcásticos, diciendo lo ingenuo que suele ser y mencionado la diferencia de él con el verdadero gran hechicero.
¿Acaso el kitsune no podía superar que Huey había desaparecido?
Eiden aún no entiende del todo lo que Kuya quiere de él, y tampoco quiere cansarse en pensarlo. Pero ahora estaban sobre la cama del mencionado.
Su culo estaba siendo jodido por la polla del zorro. Con el semen deslizando de sus muslos.
— Bien, seré un poco noble con el joven maestro… te dejaré correrte si eres un buen chico y aceptas a mis cachorros en tu cuerpo.
Las manos de Kuya apretaban los esponjoso glúteos del castaño, enterrando sus uñas púrpuras en esas redondas nalgas.
El hechicero inexperto, sucumbido por todo la frenética escena de placer y la voz de Kuya deseando un hijo, sin pensarlo más de unos segundos, busca un poco de aire antes de responder;
— ¡Sí! Ahg… ¡Los tendré! sí, tendré a todos tus hijos, ya… ahg… quita el hechizo, quítalo-ohh…
La sonrisa de satisfacción de Kuya dejó a la vista los afilados colmillos — Eso, tendrás a mi descendencia, debe ser un honor para ti.
— Mmggh….
Después de aquello, la restricción de la magia del yokai fue deshecha, liberando la presión del glande del humano, justo en ese momento tras otros empujes rudos, Kuya volvió a llenar del interior de Eiden y a la vez que el joven maestro llegaba por fin en un fuerte clímax.
Jadeante y el dolor de su estómago por estar tan lleno de los líquidos del zorro. Para Eiden fue imposible no desplomarse. La suave cama fue quien lo recibió después de las frenéticas acciones de antes. El rastro de saliva que colgaba de su boca se estaba secando después de un tiempo. Los fluidos corporales empapaban su esbelto cuerpo.
Eiden se giró sobre las sábanas, cambiando de posición y al hacer esto, la polla del kitsune salió de su interior dejando salir gran parte del líquido caliente que contenía en su interior.
Los ojos bicolores se encontraron el par de ojos miles de su joven maestro.
— Eh… no hay que dejar salir eso.
El zorro habló refiriéndose al semen que comenzaba a salir por debajo de las piernas de Eiden.
— Es inútil… ah… sabes perfectamente que no tendré a tus hijos, ¿O no has visto que soy hombre? — Por un momento Eiden pudo jurar que la gema púrpura brilló en el ojo de Kuya — Mmh es que ¿De verdad quieres ser padre?
La curiosidad de Eiden es muy grande y cuando se trataba del yokai del zorro, era como describir enigma tras enigma.
La pregunta de Eiden quedó en el aire, cuando después Kuya se recostó a un lado de la cama, teniendo cada uno una carta distancia.
Puede que hayan estado jodiendo hace unos minutos pero cada que vez que llegaba a su fin, Kuya nunca había tomado de Eiden para abrazar su cuerpo, simplemente le dejaba compartir la cama. Eiden no tenía queja de eso, sabía de ante mano que el zorro era diferente a los demás miembros del clan, no era un Yakumo que entre lágrimas de placer se acurrucaba junto a Eiden para descansar o un Quincy que después de varias rondas de sexo, abrazaba el cuerpo de Eiden como un oso de peluche para dormir en tranquilidad. En realidad era bastante extraño el kitsune besara a Eiden, el humano no lo exigía pero si era consciente de esos pequeños detalles.
Los que sí, Kuya tenía una fascinación con el fetiche de tener hijos, normalmente el joven hechicero lo tomaba como eso, un fetiche, pero había ocasiones que la insistencia del zorro púrpura le hacía cuestionarse si Kuya era honesto con el tema de crear descendencia o solamente lo decía para molestar a Eiden.
— Joven maestro, no quiera burlarse de mi, sabiendo que podría devolvérsela de una peor manera.
La voz de Kuya por fin se hizo escuchar, aunque no era exactamente una respuesta.
El castaño tenía interés, por lo que se quedó mirando el perfil de Kuya.
Al sentir la mirada curiosa de Eiden, Kuya giró un poco de su rostro para ahora ambos pudieran enfrentarse.
— Tranquilo, joven maestro, sé bastante bien que eres un hombre.
— Uff… qué alivio que lo tengas en cuenta, a veces ese fetiche tuyo de los hijos parece más un deseo.
Eiden se acomodó abrazando la almohada de la cama, los mechones de su cabello chocolate seguían pegados a su frente debido al sudor. Pero poco a poco su cuerpo se fue relajando, cerrando los ojos antes de caer dormido.
El zorro levantó un poco de su delgada ceja.
— Aunque yo no diría que es del todo imposible que suceda…
Eiden ya no pudo escuchar de eso.
Al pasar los minutos, Kuya observó la figura adormilada del joven hechicero.
Los comentarios y preguntas que había salido de esos labios cerezos de cierta manera hacían sentir ofendido al poderoso kitsune.
Kuya se levantó de la cama, buscando de su túnica, al tenerla ya, la deslizó sobre su cuerpo desnudo para cubrirse. De un momento a otro se dirigió a su baño para humedecer un trapo, regresó al lugar de antes, teniendo nuevamente la figura de Eiden, las marcas de dientes y algunos hematomas. Tal vez estaba siendo amable, así que Kuya paso el pedazo de tela sobre el cuerpo del joven maestro para limpiar de los restos de ambos, el semen que se era expulsado del anillo de Eiden también removido por el pañuelo. Ante las acciones de Kuya, el joven de cabellos castaños frunce el ceño y ahoga un quejido.
Los labios de Kuya sueltan un chasquido, ya había al menos limando gran parte del humano. Se tomó un momento para dejar el pañuelo, y sentarse en la cama. Observando al contrario dormir tan pesadamente y con tranquilidad.
El espíritu del zorro no lo admitiría en voz alta pero las facciones de Eiden eran agradables, su rostro era ciertamente bonito, llamativo y atractivo. A sus ojos, Eiden era una belleza.
El hombre de cabello púrpura, pasa sus dedos por los labios del joven, creando un pequeño camino y bajando hasta su clavícula, continuó trazando su camino ahora estando ese dedo de punta púrpura sobre el pecho del chico continuó bajando hasta su abdomen, sí, el joven maestro tenía también un buen y trabajado cuerpo, debía elogiar de aquello. Delineó un poco más la piel hasta parte baja del abdomen. El vientre de Eiden, ahora estaba casi como antes, sin ninguna hinchazón.
La voz del castaño resuena en la mente del yokai.
“— Ese fetiche tuyo de los hijos parece más un deseo.”
Puede que sea un simple juego sexual para molestar al humano pero de alguna manera le irritaba recordar la expresión de curiosidad y diversión del hechicero.
— Creo que al final si le cobraré la burla, joven maestro.
Kuya no lo pensó mucho, esta vez quería molestar y jugar con el joven, como un castigo, eso.
El yokai era demasiado poderoso, no por nada estuvo junto al gran hechicero Huey, su poder y magia era algo de temer pero su especialidad ha sido el crear ilusiones, cualquier tipo, desde las sencillas o las más detalladas. Un maestro en esa área ¿Por qué no castigar y divertirse con el joven y tonto maestro dentro de una ellas?
Eiden se sentía aliviado de ser hombre y no quedar embarazado, pero en una ilusión eso era fácilmente posible de suceder.
Y eso, justamente eso sería un buen castigo para el débil hechicero.
La sonrisa de burla se pintó en el rostro del zorro, a lo que después se inclinó cerca de Eiden.
Ahora ambos rostros estaban demasiado cerca, sintiéndose al respirar.
El yokai podría usar de su forma de zorro para que su cola tocara a Eiden, pero prefirió probar con otra forma para crear la ilusión.
Sin hacerse esperar más, Kuya unió de sus labios con los cerezos del chico, formando un altanero beso, desliza su lengua en el interior de la cavidad de Eiden. Ante el intenso beso, los ojos miel del joven se abren y despierta con la sorpresa de que su boca era atacada por el audaz zorro.
Como si fuera una presa para un animal salvaje.
Eiden intenta empujar a Kuya, es decir… No le molestar ser besado por este hombre ¡Pero no de esta manera!
Cuando hay un segundo en que ambas bocas se separan, ocurren muchas cosas.
— ¡Wah, Kuya! ¡¿Qué mierda haces?! — Eiden grita.
— Tú… Eiden, ahora eres la pequeña zorra de Kuya, y tendrás a un hijo mío en tu vientre.
— ¡¿Qu-
La protesta del humano se corta cuando sus ojos asustados captan la niebla morada cubriendo el lugar, a su vez también cae sobre los dos hombres, siendo envueltos.
Lo último que Eiden logra ver son los ojos bicolor de Kuya.
Después de eso todo se vuelve negro.
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