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El pasado me persigue


Nota: Aclaro desde ya que este es como un especial ya que me di cuenta que el hijo de put* de Ratatata74 o como se llame hizo varios finales malos para Liham a si que lo que yo hice fue continuar con un tercer episodio pero donde aparece un nuevo villano ademas de que seguiremos con las cosas de Ark.

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Los meses pasaron como un vendaval tras la muerte del príncipe Darius, quien había perdido la vida bajo la fría hoja de la guillotina por su fracaso en la conquista de la Isla de Arkadia. Su ejecución había sido tanto un acto de justicia como un intento desesperado del consejo real de mantener el orden en un reino al borde del colapso. Sin embargo, lejos de estabilizar la situación, la muerte del príncipe había precipitado un caos aún mayor.

El reino se tambaleaba, sostenido apenas por los esfuerzos de los cazadores de los gremios, quienes, en medio del desorden, encontraron la oportunidad de alzarse como figuras de influencia y poder. Sus nombres resonaban en las calles como leyendas vivientes, y su popularidad creció al ritmo del miedo y la incertidumbre de la gente.

En un tiempo donde el ejército regular languidecía por la falta de recursos y moral, los gremios llenaron el vacío, ofreciendo protección y servicios a cambio de recompensas cada vez más exorbitantes.

En las sombras, los susurros hablaban de una ciudad dividida, donde los gremios no solo se enfrentaban al caos, sino también entre ellos mismos. La codicia y el deseo de dominio eran los nuevos amos de la capital.

Aquel día, las campanas de la torre central anunciaron una reunión inusual en la Casa del Gremio, un edificio majestuoso que ahora servía como un consejo de facto. En su gran salón, iluminado por candelabros de hierro forjado, varias figuras se encontraron para debatir el rumbo que tomaría la ciudad.

???:—¿Crees que esto durará mucho más? —preguntó Helena, una cazadora veterana cuya reputación era tan imponente como su presencia. Sus ojos claros, casi glaciares, buscaban al líder del gremio de las Sombras.

???:—Durará mientras nosotros lo queramos —respondió Alaric, con voz firme. El líder de las Sombras se encontraba recostado en su silla, acariciando el pomo de su espada como quien juega con una serpiente venenosa—. La ciudad se mantiene gracias a nosotros, y lo sabes. Si caemos, el reino caerá con nosotros.

Un murmullo recorrió la sala mientras los demás cazadores y líderes de gremios intercambiaban miradas. Era verdad, pero admitirlo en voz alta no hacía más que incrementar la tensión.

???:—Eso no significa que podamos permitirnos actuar como mercenarios descontrolados —intervino Erik, del gremio del León Rojo—. Si seguimos este camino, la gente nos verá como otra amenaza, no como salvadores.

Helena se inclinó hacia adelante, su tono cargado de un sarcasmo afilado.

Helena:—¿Y desde cuándo te importa cómo nos ven los plebeyos, Erik? Mientras paguen, seguiremos siendo sus héroes.

El reino de Everglade atravesaba una de sus peores crisis. Con cada día que pasaba, la desesperación de los altos mandos se hacía más evidente. Los consejeros reales y los generales, tradicionalmente figuras de autoridad incuestionable, ahora se encontraban sumidos en un torbellino de decisiones extremas, intentando a toda costa mantener el precario equilibrio que evitaba el colapso total del reino. 

Mientras los recursos se agotaban y los enemigos acechaban desde fuera, la verdadera amenaza crecía en las entrañas mismas de la sociedad: la corrupción y el abuso de poder.

Entre los cazadores, quienes habían asumido el papel de protectores y líderes en la sombra, uno destacaba sobre el resto: Eldrick. Este hombre, un aventurero de rango A, gozaba de una fama tan impresionante como inquietante. Su fuerza era legendaria; su destreza con la espada, insuperable; y su capacidad para liderar batallas, incuestionable. Pero lo que realmente lo distinguía no era su habilidad, sino su moralidad quebrada y su carácter despiadado.

Eldrick había convertido su posición de privilegio en un escudo para sus deseos más oscuros. Con su poder, se permitía hacer lo que quisiera, ignorando por completo cualquier límite o decencia. Usaba su influencia para someter a cualquiera que le resultara útil o atractivo, especialmente a las mujeres, quienes se convertían en piezas desechables de su enfermizo juego de poder.

El murmullo de sus acciones se había convertido en un rugido imposible de ignorar, pero nadie se atrevía a enfrentarlo. Su fuerza no solo era física, sino también política; pocos osaban desafiar a un hombre que podía destruir vidas con un simple chasquido de dedos.

???:—Eldrick —dijo una voz apagada en el bullicio de una taberna donde el cazador solía reunirse con sus seguidores más leales—. ¿Qué harás cuando el consejo intente detenerte? No puedes seguir tomando lo que te plazca sin consecuencias.

El hombre, sentado con su copa de vino en la mano, dejó escapar una carcajada fría. Sus ojos, oscuros y cargados de malicia, buscaron al temeroso interlocutor.

Eldrick:—¿Detenerme? —repitió con sorna—. El consejo no haría nada sin mí. Si soy el peor de todos, es porque ellos me necesitan. Yo mantengo a los monstruos alejados de sus murallas, y ellos me pagan con su silencio.

Su sonrisa era la de un depredador sabiendo que su presa estaba demasiado paralizada para huir. Aquellos que lo rodeaban rieron junto a él, pero no sin cierta inquietud; sabían que la caída de Eldrick sería tan monumental como su ascenso. Sin embargo, para el reino de Everglade, cada día que Eldrick mantenía su dominio era un paso más hacia la autodestrucción.

Eldrick representaba lo peor del caos que consumía Everglade. Era un recordatorio viviente de que el poder absoluto no solo corrompe, sino que destruye todo a su paso.

Mientras tanto, en un rincón apartado de Everglade, dos figuras que alguna vez fueron consideradas las cazadoras más formidables del imperio intentaban encontrar un propósito en un mundo que parecía haberlas dejado atrás. Ashe y Rei, ex cazadoras de rango S, caminaban juntas por un sendero boscoso, pero no compartían palabras, solo un silencio pesado que cargaba con años de culpa y arrepentimiento.

Ashe, una elfa de cabello rubio que caía como una cascada dorada sobre su espalda, llevaba un vestido azul que acentuaba sus ojos celestes, ojos que alguna vez habían brillado con determinación, pero que ahora estaban nublados por recuerdos dolorosos. Su báculo, tallado con intrincados grabados élficos, descansaba en su mano derecha mientras caminaba, un recordatorio constante de su poder, un poder que no pudo salvar lo que más le importaba.

A su lado, Rei avanzaba con pasos seguros, su mirada fija en el camino como si con solo caminar pudiera dejar atrás el pasado. Su cabello corto, de un negro intenso con puntas marrones, enmarcaba su rostro marcado por una cruz debajo del ojo izquierdo, un detalle que parecía un símbolo de su carga. Vestía ropa negra, desde su chaqueta larga hasta sus guantes, que combinaban con el rifle que llevaba al hombro, un arma que había sido testigo de tantas victorias como fracasos.

Ambas cargaban con la misma herida en el alma: la traición a Liham, el joven que habían prometido proteger. En la Isla de Arkadia, el caos y la desesperación las habían llevado a tomar una decisión que ahora las atormentaba cada noche. 

Habían dejado atrás a su "hermano pequeño", malherido, para unirse al príncipe Darius, cegadas por un amor que había terminado en tragedia con la muerte de aquel hombre.

Ashe:—¿Crees que Liham sigue vivo? —su voz tembló, pero no por duda de su supervivencia física. Esa no era la verdadera pregunta. Lo que realmente deseaba saber era si algo del dulce niño que conocieron aún existía en el hombre que ahora era líder de Arkadia.

Rei detuvo sus pasos, clavando la mirada en el suelo como si allí pudiera encontrar respuestas. Luego, habló con una dureza que no ocultaba su preocupación.

Rei:—¿Vivo? Claro que sí. Lo vimos con nuestros propios ojos, Ashe. Lideraba esa... monstruosidad. Un ejército que parecía un mal sueño hecho realidad. Pero si te refieres al niño que conocimos, al chico que soñaba con ser un gran cazador para proteger a todos... —Rei apretó los puños, su voz cargada de amargura—. No lo sé. No sé si queda algo de él en ese hombre.

Ashe recordó la escena como un puñal en el pecho. Habían regresado a Arkadia, guiadas por los rumores de un líder que había surgido de la nada, alguien que había transformado la isla en una fortaleza inexpugnable. Lo que encontraron superó cualquier expectativa.

Un ejército compuesto por soldados con armaduras plateadas, angulosas, que parecían obra de un herrero de otro mundo. Artillería descomunal que disparaba fuego y explosiones como si los mismísimos dioses hubieran dejado caer su ira sobre la tierra. Y bestias... criaturas enormes, domadas, que parecían salidas de cuentos de terror, con ojos brillantes y rugidos que helaban la sangre.

Pero nada los había preparado para ver a Liham.

Ahí estaba él, de pie en lo alto de una torre de mando, con un porte que destilaba autoridad y poder. El chico que alguna vez había mirado con admiración a sus "hermanas mayores" ahora comandaba un ejército con frialdad y precisión. Los soldados lo seguían con devoción ciega, y las criaturas, por imposibles que parecieran, respondían a su voluntad como si fueran meras extensiones de su ser.

Ashe cerró los ojos, tratando de borrar la imagen de su sonrisa. No la sonrisa cálida de su infancia, sino una torcida, cargada de una satisfacción peligrosa. 

¿Cómo había llegado a eso? 

¿Qué le habían hecho? 

¿Qué habían permitido que le sucediera cuando lo abandonaron?

Ashe:—¿Y si nosotros lo hicimos así? —preguntó Ashe en un susurro apenas audible—. Si es así... si todo esto fue nuestra culpa...

Rei levantó la mirada, con su ceño fruncido y una furia que apenas podía contener.

Rei:—No podemos pensar así. No podemos detenernos en lo que ya no podemos cambiar. Lo que importa ahora es saber si podemos recuperarlo. Si aún hay algo de él, algo que no esté... podrido.

Ashe apretó su báculo con fuerza, mirando el horizonte con determinación.

Ashe:—¿Y si no queda nada? —preguntó, temiendo la respuesta.

Rei guardó silencio por un largo momento, hasta que finalmente respondió con frialdad.

Rei:—Entonces tendremos que aceptarlo. Y si se ha convertido en alguien sanguinario... alguien que no conoce piedad... —Su voz se endureció, aunque en su rostro era evidente la lucha interna—. Quizás sea nuestra responsabilidad detenerlo.

Ashe asintió, pero no dijo nada más. Había noches en las que soñaba con él, con su rostro cubierto de sangre, sus ojos suplicantes mientras ellas daban media vuelta y lo dejaban atrás. Rei también compartía esas pesadillas, aunque nunca lo admitía. 

Ambas sabían que no podían cambiar el pasado, pero cada día juraban que harían cualquier cosa por redimir su error, incluso si eso significaba enfrentar lo imposible.

El silencio volvió a caer sobre ellas, pero esta vez era más pesado. Ambas sabían que la respuesta a sus preguntas no estaba en el bosque ni en sus recuerdos, sino en el futuro que enfrentaban. Encontrar a Liham significaba enfrentarse no solo a su pasado, sino también al monstruo que quizás habían ayudado a crear.

En el corazón de Everglade, su presencia seguía siendo importante. Aunque ya no pertenecían a los gremios ni ostentaban sus títulos, su fuerza y habilidad eran piezas clave en los hilos de poder que movían al reino. Pero, para ellas, nada de eso tenía importancia. 

Todo lo que querían era encontrar a Liham, redimirse, y tal vez, solo tal vez, recuperar las sonrisas que habían perdido en el proceso.

-Gremio de Everglade-

El gremio estaba tranquilo, como de costumbre, con las sombras de la tarde filtrándose a través de las ventanas altas. Rei y Ashe se habían sentado en una mesa apartada, en silencio, cada una sumida en sus propios pensamientos, reflejando una profunda tensión interna.

La noticia de Liham, ahora líder de Arkadia, y de su poder creciente, no dejaba de martillar en sus mentes. ¿Qué había sucedido con él? ¿Era posible que el niño que una vez habían conocido se hubiera transformado en un monstruo? Pero, aún con todo el dolor, había una necesidad urgente de encontrarlo, de recuperar lo perdido, o de enfrentar lo que se había convertido.

Rei, con su rifle descansando a su lado, observaba atentamente los movimientos en el gremio, mientras Ashe se frotaba las sienes, sumida en la ansiedad. Ninguna de las dos se dio cuenta de que alguien se acercaba hasta que un pesado paso resonó cerca de ellas.

Un aire denso, casi pesado de arrogancia, envolvió el lugar cuando Eldrick apareció. Sus botas resonaban en el suelo de madera con la misma intensidad con la que él siempre se hacía notar: un hombre de gran presencia, tanto por su físico como por su reputación.

La sonrisa que cruzaba su rostro era la misma que solía mostrar en cada ocasión, esa "sonrisa amable" que de tan falsa resultaba inquietante. Sin embargo, lo que realmente destacaba no era la cortesía de su gesto, sino las intenciones ocultas que se reflejaban en sus ojos, llenos de avaricia y deseo.

Se detuvo frente a ellas, su mirada fija en Ashe primero, luego en Rei, como si las estuviera evaluando, no solo como antiguas cazadoras, sino como piezas en un juego mucho mayor.

Eldrick:—Ah, las famosas ex-cazadoras... Ashe, Rei, qué sorpresa encontrarlas aquí —su voz sonaba amigable, pero había algo en ella que no encajaba con la cortesía que intentaba proyectar—. Siempre es un placer ver a mujeres tan... capaces en los rincones más oscuros de la ciudad.

Ambas se miraron, sin responder de inmediato. Ninguna de las dos confiaba en Eldrick, pero sabían que era imposible evitarlo. El hombre no estaba allí por casualidad.

Rei:—¿Qué quieres, Eldrick? —preguntó Rei, manteniendo la mirada fija y fría, dispuesta a no ceder ante sus juegos.

Eldrick se sentó sin esperar invitación, un gesto de indiferencia que solo aumentaba la incomodidad en el aire.

Eldrick:—Oh, nada que una charla no pueda solucionar —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. De hecho, venía a ver cómo andan las cosas por aquí... Sé que ambos, en su tiempo, eran muy cercanas al joven Liham. Un niño débil, por lo que recuerdo... Pero ahora, lidera Arkadia. ¿No es eso fascinante?

Las palabras de Eldrick parecían ser casuales, pero el brillo codicioso en su mirada dejaba claro que no estaba ahí para compartir recuerdos. Liham no era un simple tema de conversación para él; era una oportunidad.

Ashe:—Liham... —murmuró Ashe, apretando los dientes, sin poder evitar que su voz temblara—. Sí, lidera Arkadia. Pero, ¿por qué nos preguntas por él, Eldrick? No es un secreto que no lo hemos visto en mucho tiempo.

Eldrick se reclinó en la silla, girando ligeramente su copa con vino.

Eldrick:—El príncipe Darius... —su voz se volvió más grave, más calculadora—. Antes de su... caída, me habló de algo interesante. Arkadia tiene un mineral. Un mineral raro, tan potente que, bien usado, podría aumentar enormemente el poder de quien lo posea. Tek, me dijeron que lo llaman. Y ya ven, tengo algunos planes propios para... mejorarme, digamos.

Ashe y Rei se tensaron. El mineral Tek era algo que incluso ellas sabían que poseía un poder inimaginable, capaz de cambiar el curso de una guerra, o de hacer invencible a quien lo tuviera.

Rei:—Y supongo que sabes lo que estás haciendo —dijo Rei, con una sonrisa sarcástica—. El príncipe Darius ya no está para guiarte. ¿Qué te hace pensar que nosotras te ayudaríamos a conseguir ese mineral?

Eldrick no se inmutó ante el tono desafiante de Rei. Sabía exactamente cómo jugar sus cartas.

Eldrick:—Oh, pero lo que el príncipe Darius me dijo antes de morir fue muy claro: Liham... ese niño que ustedes abandonaron en la isla de Arkadia, ahora es el líder de ese ejército monstruoso. Yo... —se acercó un poco más hacia ellas, bajando la voz—... podría usar sus conocimientos, sus conexiones... tal vez una pequeña ayuda de parte de ustedes para asegurarme de que el mineral Tek sea mío. Imaginen lo que podríamos lograr juntos.

Rei lo miró fijamente, con los ojos llenos de desconfianza. La tentación de usar el poder de Tek para un fin propio no era ajena a ellas, pero también sabían que Eldrick no era alguien en quien pudieran confiar.

Ashe:—¿Y por qué te ayudaríamos? —preguntó Ashe, esta vez sin rodeos, con los ojos clavados en él. Sabía lo que él estaba insinuando. Sabía que él pensaba que podían ser útiles para acercarse a Liham, para obtener el mineral. Pero la pregunta era, 

¿Qué sería de ellas si aceptaban esa oferta? 

¿Qué precio tendrían que pagar?

Eldrick sonrió, una sonrisa de satisfacción que dejaba claro que estaba jugando con cartas marcadas.

Eldrick:—Porque, amigas mías, como bien saben, no soy un hombre de esperar. Y el poder está al alcance de quien se atreve a tomarlo. Si ustedes quieren redimirse... tal vez puedan encontrar una manera de hacerlo conmigo. Ayúdenme a obtener Tek, y prometo que les ayudaré a recuperar a su hermano. O... ¿acaso prefieren enfrentarse a todo un ejército de monstruos sin ayuda?

La amenaza estaba clara, aunque disfrazada bajo la capa de una oferta tentadora. Eldrick sabía que las decisiones de Ashe y Rei no solo se trataban de poder, sino de redención. Y si había algo que él sabía manejar, era las debilidades humanas.

-Isla de Arkadia-

En el corazón de la Isla de Arkadia, la cima de la montaña más alta albergaba una ciudad que desafiaba cualquier lógica conocida. Era un espectáculo que parecía arrancado de los sueños más ambiciosos de la ciencia ficción. Sus edificios, altos y relucientes, combinaban geometrías imposibles con tecnología que ni siquiera los reinos más avanzados del continente podrían imaginar. Las calles estaban vivas con actividad constante, un hervidero de habitantes que se movían como si formaran parte de un sistema perfectamente diseñado.

Las casas y tiendas no eran meros refugios, sino maravillas arquitectónicas con paredes translúcidas que mostraban complejos circuitos que pulsaban con un brillo constante, cambiando de color como si respondieran al estado de ánimo de quienes habitaban dentro. La luz de la ciudad nunca se apagaba, bañando el entorno con tonos de azul, dorado y verde, que se mezclaban en un baile perpetuo de energía.

Los ciudadanos, vestidos con armaduras tecnológicas que parecían sacadas de otro mundo, añadían un toque aún más asombroso. Las armaduras, originalmente de un plateado resplandeciente, habían sido personalizadas con colores y detalles únicos según los gustos de sus portadores. 

Algunos volaban por los cielos con propulsores integrados en sus pecheras, dejando tras de sí estelas de luz que pintaban el cielo como cometas en movimiento.

Otros corrían por las calles a velocidades increíbles, envueltos en un aura celeste que parecía desafiar las leyes de la física, hasta el punto de que podían atravesar lagos y ríos como si fueran meras extensiones del suelo.

Pero lo que hacía de Arkadia una verdadera fortaleza era lo que se encontraba debajo de la ciudad. En la base de la montaña, oculta a simple vista, se extendía un vasto complejo subterráneo. La entrada, custodiada por guardianes con armaduras aún más imponentes que las de los habitantes de la superficie, daba paso a un sistema de túneles y cámaras que parecían un mundo aparte.

En el epicentro de esta base, un salón colosal albergaba una maravilla tecnológica: siete portales, cada uno de un color diferente, se alzaban como gigantes silenciosos. Sus superficies brillaban con energía, mostrando destellos de los paisajes que conectaban. Cada portal llevaba a un bioma distinto, cuidadosamente seleccionado para proveer a la isla de recursos esenciales. 

Uno conducía a un desierto infinito donde se extraían minerales raros; otro a una selva tropical repleta de flora y fauna exótica; y uno más a una tundra congelada donde criaturas inmensas y peludas aguardaban para ser domadas.

Estos portales no solo eran vías de exploración y conquista, sino también la clave para la prosperidad de Arkadia. Los habitantes los utilizaban para obtener recursos, desde metales preciosos hasta alimentos exóticos, y para traer nuevas criaturas que, con el tiempo y el entrenamiento adecuado, se convertían en aliados poderosos en las filas del ejército de Liham.

En el corazón de este sistema, Liham observaba. Desde su sala de mando, un espacio que combinaba lo funcional con lo majestuoso, supervisaba las operaciones de la isla con una mirada calculadora. Pantallas holográficas proyectaban mapas, estadísticas y grabaciones en tiempo real de los portales y las ciudades.

Era un líder transformado, rodeado de tecnología que amplificaba su presencia y autoridad. Pero en sus ojos había algo más, una chispa que no era del todo humana. Algo que reflejaba el peso de sus decisiones y el abismo que lo separaba del niño que alguna vez había sido.

Arkadia no era solo una fortaleza. Era un reflejo de Liham: avanzada, poderosa y, en su núcleo, insondable. Un misterio que tanto atraía como aterraba.

En la sala de mando, donde hologramas y pantallas proyectaban el flujo constante de información sobre Arkadia, Liham permanecía de pie frente a una vista panorámica de la ciudad que se extendía en la cima de la montaña. La luz azulada de los monitores reflejaba su rostro impasible, pero había una tensión latente en su postura, un líder cuya responsabilidad lo mantenía en constante alerta.

El sonido de pasos rápidos interrumpió el silencio. Kael, su leal mano derecha y amigo de la infancia, entró con una expresión grave. Su cabello oscuro estaba ligeramente desordenado, y la prisa con la que se movía delataba la urgencia de la situación.

Detrás de él, Aria, la esposa de Liham, se unió, su rostro habitualmente sereno ahora marcado por preocupación. Vestía un traje blanco adornado con líneas doradas que destellaban con la misma tecnología que era el alma de Arkadia, pero su elegancia no disminuía el peso de las noticias que traía.

Kael:—Liham —dijo Kael con voz firme mientras se detenía frente a él—. Tenemos un problema. Grave.

Liham giró lentamente, su mirada fija en Kael primero, luego en Aria. No dijo nada, pero su mera presencia exigía una explicación inmediata.

Aria:—Es una enfermedad —empezó Aria, adelantándose con una mezcla de determinación y miedo en su voz—. Una especie de corrupción que está afectando a los animales en los biomas. La hemos identificado en varios puntos: piel negra como azabache, ulceras moradas que brillan, y un comportamiento completamente agresivo. Atacan todo lo que ven, sin excepción.

Kael asintió, añadiendo más detalles con la voz cargada de frustración.

Kael:—Ya hubo varios ataques. Animales infectados han embestido contra nuestras instalaciones y han herido gravemente a varios de nuestros mejores cazadores. La situación está fuera de control, Liham. No sabemos qué está causando esto, ni cómo detenerlo.

Liham frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente para procesar la información. Había algo profundamente inquietante en la descripción.

Los animales de Arkadia, domados y adaptados para trabajar junto con los habitantes, siempre habían sido una fuerza de equilibrio en la isla. Que ahora fueran la fuente de una amenaza era algo sin precedentes.

Liham:—¿Cuánto tiempo llevamos con esta enfermedad? —preguntó finalmente, su voz baja pero autoritaria, llena de una calma que helaba más que tranquilizaba.

Kael:—No lo sabemos con exactitud —respondió Kael—. Los primeros casos aparecieron hace unos días, pero al principio pensamos que era una simple mutación. Ahora se está expandiendo rápidamente, y cada vez más animales muestran signos de infección.

Liham:—¿Y los infectados? ¿Qué hemos hecho con ellos? —insistió Liham. Aria bajó la mirada, sus manos temblando levemente mientras hablaba.

Aria:—Algunos fueron contenidos en cuarentena... pero otros... —su voz se quebró, y Kael continuó en su lugar.

Kael:—Otros escaparon, y están atacando las áreas exteriores de los biomas. Hemos perdido comunicación con un equipo completo en la selva tropical, y nuestros exploradores en la tundra reportaron que varios animales gigantes han sido infectados. Si no hacemos algo, podríamos perder el control de los portales.

El silencio que siguió fue casi insoportable. Liham cerró los ojos por un momento, como si estuviera evaluando todas las posibilidades a la vez. Finalmente, habló, su voz cortando el aire como un filo de acero.

Liham:—Kael, organiza un grupo de contención. Quiero informes precisos de cada bioma afectado y un plan para asegurar las áreas críticas. Aria, reúne a los científicos. Necesito que analicen a los animales infectados y encuentren una solución. Quiero respuestas sobre qué está causando esto y cómo detenerlo.

Aria:—Liham... —Aria empezó a decir, su voz cargada de preocupación—. Esto no parece natural. Algo... algo externo pudo haberlo provocado. Esto no es solo una enfermedad. Es como si fuera... un ataque.

Liham la miró, sus ojos destellando con una intensidad peligrosa. Aunque no lo dijo, entendía la implicación. Si esto era un ataque, quienquiera que estuviera detrás sabía exactamente cómo desestabilizar Arkadia: atacando sus recursos fundamentales.

Liham:—Si es un ataque, encontraremos al responsable —dijo finalmente, su tono firme—. Pero primero, estabilizaremos la isla. Kael, Aria, confío en ustedes. No hay margen para errores.

Ambos asintieron y salieron rápidamente de la sala, dejando a Liham nuevamente solo frente a las pantallas. Su mirada se dirigió al holograma central que mostraba la isla y sus biomas, con marcadores rojos que señalaban los ataques reportados. 

El líder de Arkadia sabía que esta crisis era solo el principio, pero no podía permitirse titubear. La isla, su gente, y todo lo que había construido dependían de su fuerza y decisiones.

Mientras los ecos de los pasos de Kael y Aria se desvanecían, Liham murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro:

Liham:—Si esto es un ataque... quien lo haya hecho no sabe con quién se ha metido.

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El caos se desató en todos los biomas de Arkadia. En el desierto, las criaturas infectadas emergían de las dunas como sombras vivientes, sus cuerpos negros y ulcerados brillando bajo el sol abrasador. 

En el pantano, los lagartos gigantes y las serpientes infectadas acechaban desde las aguas oscuras, emboscando a cualquiera que se atreviera a entrar. 

En el bioma lunar, con su misterioso paisaje de roca plateada y baja gravedad, incluso las criaturas adaptadas a ese ambiente surrealista se transformaron en depredadores implacables, atacando con una ferocidad que desafiaba su naturaleza.

Cada bioma era un campo de batalla único. En la tundra nevada, las estaciones de defensa tuvieron que encenderse a toda capacidad para contener a los osos colosales y lobos gélidos infectados, que rompían líneas de defensa como si fueran de papel.

En el volcán, las criaturas de magma, normalmente aliadas de Arkadia, se volvieron en su contra, arremetiendo con explosiones de fuego y roca fundida.

En el bioma oceánico, los guardianes submarinos luchaban desesperadamente contra monstruos marinos corrompidos, cuyos movimientos violentos creaban tsunamis que devastaban los asentamientos costeros.

Incluso en el bioma subterráneo, las criaturas nocturnas atacaban en hordas, forzando a los defensores a retirarse más y más profundo.

Arkadia desplegó todo lo que tenía para sobrevivir. Gigantescos robots de combate, armados con cañones de energía y lanzadores de proyectiles, patrullaban las fronteras de cada bioma, disparando con precisión letal contra las criaturas infectadas.

Estaciones de defensa automatizadas, equipadas con sensores avanzados y armamento de alta tecnología, escaneaban continuamente el área en busca de amenazas.

En algunos casos, las propias criaturas no infectadas de los biomas, entrenadas y aliadas de los habitantes, se unieron al combate, enfrentándose a sus antiguos compañeros con una mezcla de instinto y lealtad.

Pero incluso con toda esta fuerza desplegada, la batalla no estaba asegurada. Cada ataque era más feroz que el anterior, y la resistencia parecía apenas contener el avance de las hordas infectadas. Sin embargo, algo inquietante comenzó a hacerse evidente en medio del caos.

Kael:—Esto no es al azar —dijo Kael mientras observaba un mapa holográfico en la sala de mando, mostrando los patrones de ataque en todos los biomas.

Los puntos rojos que marcaban los incidentes no eran dispersos como cabría esperar de una infección natural. Se agrupaban, moviéndose con precisión hacia objetivos estratégicos: estaciones de energía, portales clave, almacenes de recursos.

Aria, de pie junto a él, frunció el ceño mientras revisaba los informes.

Aria:—Es como si alguien estuviera... controlando esto. Cada ataque parece perfectamente sincronizado, como si intentaran debilitarnos antes de darnos el golpe final.

Kael asintió, su expresión endurecida.

Kael:—Esto no es solo una enfermedad. Es una estrategia. Liham entró en la sala en ese momento, con un aura de autoridad que hizo que ambos se giraran hacia él.

Su rostro era una máscara de concentración fría, pero sus ojos revelaban que ya había llegado a la misma conclusión.

Liham:—¿Están seguros? —preguntó Liham, acercándose al mapa holográfico. Su voz era baja, pero cargada de una intensidad que llenaba la sala.

Kael:—Completamente —respondió Kael—. No hay manera de que esto sea una coincidencia. Incluso los patrones de retirada de las criaturas infectadas coinciden con movimientos tácticos. Alguien o algo está detrás de esto, y nosotros somos el objetivo.

Liham permaneció en silencio por un momento, evaluando la situación.

Si esto era un ataque coordinado, significaba que quienquiera que estuviera detrás tenía acceso no solo a la tecnología o a los biomas, sino también a una inteligencia estratégica que rivalizaba con la suya.

Esto no era un enemigo común; era alguien que entendía Arkadia mejor de lo que había esperado.

Finalmente, levantó la vista hacia sus dos aliados.

Liham:—Aumenten las defensas en los portales. Si intentan cortar nuestras líneas de suministro, perderemos esta batalla. Quiero a nuestros científicos trabajando en una solución para la infección, y a nuestros exploradores investigando cualquier anomalía en los biomas. Necesitamos respuestas. Y las necesitamos ya.

Aria dudó un momento antes de hablar.

Aria:—Liham... si esto es un ataque, no podemos descartar que alguien de fuera... o incluso alguien de dentro, esté detrás de esto.

La mirada de Liham se endureció. La posibilidad de una traición interna era un golpe que no podía ignorar, pero no respondió. En su mente, ya estaba trazando el siguiente movimiento, consciente de que Arkadia no podía permitirse caer. Si esto era una guerra, él no pensaba perderla.

La investigación de Kael, Aria y el equipo de científicos de Arkadia llevó semanas de arduo trabajo, rastreando patrones, analizando datos de los biomas y recolectando muestras de las criaturas infectadas.

Pero todo finalmente cobró sentido cuando identificaron una inquietante verdad: los ataques no eran solo coordinados, sino liderados por tres titanes inmensos, criaturas legendarias que ahora estaban bajo el yugo de la corrupción.

En el desierto, el Titán del Desierto, una manta raya voladora de proporciones colosales, dominaba el cielo. Su cuerpo, alguna vez de un dorado resplandeciente que reflejaba el sol del desierto, estaba ahora cubierto de un negro azabache, con grietas que brillaban en un púrpura venenoso.

La criatura movía sus alas con una majestuosidad aterradora, generando tormentas eléctricas que azotaban las dunas y desactivaban los sistemas tecnológicos de Arkadia.

Era como si la misma naturaleza se hubiera alzado contra ellos, bajo el control de este monstruo. Con cada movimiento de sus alas, rayos caían en cascada, destruyendo todo a su paso.

En el bosque, el Titán del Bosque reinaba como un dios de madera y raíces corruptas. Este coloso humanoide, formado por miles de árboles entrelazados, era una amalgama de vida vegetal y fuerza primigenia.

Cada paso hacía temblar la tierra, y su aliento era un gas corrosivo que desintegraba todo lo que tocaba. Su cuerpo estaba cubierto de musgo oscuro y ramas que parecían retorcidas por un mal antiguo.

Las criaturas infectadas del bioma seguían sus órdenes como si fueran extensiones de su propia voluntad. Allí donde el Titán caminaba, la vida misma parecía desmoronarse.

En el bioma helado, el Titán del Hielo se alzaba como una montaña viviente. Su figura recordaba a un Yeti, pero de proporciones descomunales, tan alto que las nubes apenas rozaban su pecho.

Su cuerpo, cubierto de un pelaje blanco ahora ennegrecido en grandes áreas, estaba surcado por grietas que emitían un brillo púrpura similar al de las otras criaturas infectadas.

Cada rugido de este titán desencadenaba ventiscas capaces de sepultar ciudades enteras. Sus puños, del tamaño de edificios, podían pulverizar cualquier defensa con un solo golpe.

Kael observaba las grabaciones holográficas de las tres criaturas en la sala de mando, con el rostro endurecido por la gravedad de lo que enfrentaban. A su lado, Aria repasaba los informes con ojos inquietos.

Aria:—Esto no es solo corrupción. Esto es algo más grande. Estas criaturas no solo están infectadas... están siendo controladas —dijo Aria, su voz cargada de preocupación.

Kael:—¿Controladas? —preguntó Kael, aunque en el fondo sabía que ella tenía razón. Las evidencias apuntaban a ello: los ataques perfectamente sincronizados, la movilización estratégica de las criaturas menores y, ahora, la aparición de estos titanes.

En ese momento, Liham entró en la sala, su rostro impasible como siempre, pero con un brillo peligroso en los ojos. Se acercó al holograma que mostraba a los tres titanes en sus respectivos biomas y cruzó los brazos.

Liham:—Esto confirma lo que ya temíamos —dijo, su voz baja pero cargada de autoridad—. Quienquiera que esté detrás de esto está usando a estas criaturas como armas. Estas cosas no solo están infectadas, están siendo manipuladas. Y quien las controla, tiene un propósito claro: destruir Arkadia.

Aria asintió, aunque su mirada reflejaba una mezcla de determinación y temor.

Aria:—Los titanes están actuando como líderes de los ataques en cada bioma. Si logramos neutralizarlos, podríamos romper la coordinación de las criaturas infectadas y recuperar el control.

Liham observó las proyecciones con atención, evaluando las posibilidades.

Liham:—Kael, prepara los equipos. Necesitamos desplegar a nuestros mejores soldados, nuestras criaturas aliadas más fuertes, y nuestras armas más avanzadas. Esto no será solo una batalla, será una guerra. Y si queremos ganar, tenemos que enfrentarnos a estos titanes directamente.

Kael asintió, su expresión endurecida.

Kael:—Entendido. Pero necesitamos un plan específico. Estos titanes no son cualquier cosa. Son fuerzas de la naturaleza, y si subestimamos su poder, estaremos perdidos.

Liham apretó los puños, su mirada fija en el titán del desierto proyectado en el holograma.

Liham:—No los subestimaremos. Pero si esto es una guerra, Arkadia no retrocede. Iremos a cada bioma, enfrentaremos a cada titán, y los derribaremos. Nadie destruye lo que hemos construido. Nadie.

Con esas palabras, la sala se llenó de una tensión palpable. Sabían que lo que enfrentaban era algo más allá de cualquier desafío anterior. Pero también sabían que Arkadia no podía caer. No mientras Liham estuviera dispuesto a luchar.

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https://youtu.be/sWWAvGu-rlE

El ataque contra el Titán del Desierto marcó el inicio de la ofensiva de Arkadia para recuperar los biomas y detener la corrupción.

Desde la base militar en las afueras del desierto, una flota de drones y aviones de combate despegó, surcando los cielos hacia el inmenso coloso que dominaba la tormenta en el horizonte.

La criatura, una manta raya voladora de proporciones titánicas, se movía con una gracia aterradora. Su cuerpo ennegrecido y ulcerado destellaba con líneas púrpuras que pulsaban como si un corazón oscuro latiera dentro de ella.

Desde su vientre infectado, emergían pequeños esbirros, criaturas de su misma forma pero cientos de veces más pequeñas, que se lanzaban en enjambres hacia las fuerzas de Arkadia.

Kael:—Drones en formación de ataque. Activar misiles dirigidos a las zonas corruptas identificadas —ordenó Kael desde la cabina de mando de uno de los aviones, su voz firme resonando en el canal de comunicación.

Los drones rodearon al titán, lanzando ráfagas de misiles que impactaban en su cuerpo colosal. Las explosiones iluminaban las nubes cargadas, pero el titán respondía con movimientos ágiles, sacudiendo a los atacantes como si fueran insectos molestos.

Desde su espalda se liberaron descargas eléctricas que formaron una tormenta furiosa, haciendo que varios drones cayeran como estrellas fugaces al suelo del desierto.

En tierra, las tropas de Arkadia observaban con asombro y terror cómo el titán maniobraba con una inteligencia casi calculadora. La tormenta crepitaba alrededor de su cuerpo, y cada rayo que lanzaba parecía más preciso que el anterior. Las bajas aumentaban, y la situación comenzaba a parecer insostenible.

Kael:—No podemos seguir así —gruñó Kael, ajustando el control de su avión para esquivar una descarga eléctrica que pasó peligrosamente cerca—. Este monstruo está usando la tormenta como un arma.

Aria, desde la base de comando, analizó las lecturas holográficas mientras el equipo de científicos trabajaba frenéticamente.

Aria:—Espera... —murmuró, su mirada fijándose en un patrón en las lecturas de energía—. Está generando la tormenta desde su núcleo corrupto. Los relámpagos que produce están conectados a las áreas infectadas. ¡Podemos usar su propia energía contra él!

Liham, quien supervisaba el operativo desde una aeronave equipada con sistemas de control avanzado, asintió al escuchar las palabras de Aria.

Liham:—Kael, redirijan los rayos. Utilicen los drones para manipular la tormenta y concentrar los relámpagos en las zonas corruptas del titán. Si eso es lo que alimenta la infección, será lo que la destruya.

Kael transmitió la orden, y los pilotos adaptaron su estrategia.

Los drones comenzaron a volar en patrones específicos, emitiendo pulsos de energía que alteraban el campo electromagnético alrededor del titán.

Los relámpagos, en lugar de dispersarse al azar, comenzaron a concentrarse y golpear directamente las grietas púrpuras que marcaban la corrupción en su cuerpo.

El titán se sacudió con violencia, soltando rugidos que resonaban como un trueno. Sus movimientos se volvieron erráticos, y su capacidad de liberar esbirros disminuyó drásticamente.

Finalmente, tras una última descarga masiva de rayos dirigidos por los drones, las zonas infectadas se desmoronaron en una explosión de luz púrpura que iluminó todo el desierto.

El titán cayó lentamente, sus alas extendidas como un manto oscuro que cubría la arena. Durante un momento, las fuerzas de Arkadia contuvieron la respiración, preparándose para un último ataque. Pero entonces, el cuerpo del titán comenzó a cambiar.

Las manchas negras desaparecieron, y su cuerpo recuperó el celeste brillante que alguna vez había tenido. Sus ojos, que habían brillado con un odio antinatural, ahora parecían tranquilos, conscientes.

Liham descendió de su aeronave y caminó hacia la inmensa criatura, que ahora parecía observarlo con una mezcla de gratitud y sumisión.

Aria y Kael se unieron a él, mientras los ingenieros desplegaban una plataforma Tek diseñada específicamente para interactuar con criaturas de esa magnitud.

Aria:—Está limpio —murmuró Aria, observando los monitores—. La corrupción se ha ido.

Kael:—Y ahora... está de nuestro lado. Kael asintió, mirando al titán con respeto.

Con la ayuda de la plataforma Tek, los ingenieros instalaron una base que permitió a Liham montar al titán y controlarlo en futuras batallas. La criatura, liberada de la corrupción, se convirtió en un aliado invaluable.

Su tamaño colosal, su capacidad de volar y su dominio sobre las tormentas eléctricas serían armas poderosas contra quienquiera que estuviera detrás de la corrupción que asolaba Arkadia.

Mientras el titán alzaba el vuelo por primera vez como aliado de Arkadia, Liham miró al horizonte, donde otros biomas aguardaban su liberación. Esta victoria era solo el principio de una guerra mucho mayor.

https://youtu.be/IjbksCqcTts

El ataque contra el Titán del Bosque comenzó con un plan cuidadosamente diseñado. Este inmenso ser, compuesto de árboles, raíces y madera petrificada, se alzaba como una montaña viva en el corazón del bioma forestal.

Su apariencia era aterradora: su cuerpo ennegrecido y surcado por grietas púrpuras emitía un aura de corrupción que parecía extenderse a la propia flora del bosque.

Aunque su movimiento en tierra era lento, su verdadera amenaza residía en las raíces y lianas que emergían de sus manos y pies, extendiéndose con una velocidad y ferocidad capaces de atrapar a cualquier cosa en su alcance.

El equipo sabía que enfrentarlo de cerca era un suicidio. Las raíces del titán no solo atrapaban a los soldados y vehículos, sino que también destrozaban todo lo que sujetaban, como si el propio bosque se rebelara contra ellos.

Por ello, las órdenes de Liham fueron claras: mantenerse a distancia y atacar con artillería y Exo trajes especialmente diseñados para la maniobra y el combate rápido.

Kael:—Manténganse fuera de su rango. Los Exo trajes, activen el modo de combate y apunten a las zonas corruptas —ordenó Kael mientras observaba al titán desde una posición segura en una colina cercana.

Los Exo trajes, equipados con tecnología Tek avanzada, entraron en acción. Cada uno de ellos brillaba con un núcleo de energía concentrada en el pecho, el cual comenzaba a canalizar poder para desatar ataques masivos. 

Los soldados dentro de los trajes se movían con una agilidad sorprendente, esquivando las lianas que se extendían hacia ellos, y devolviendo disparos concentrados de rayos de energía dirigidos a las grietas púrpuras del titán.

El combate era feroz. Las lianas del titán se movían como serpientes vivas, atrapando a varios Exo trajes y aplastándolos antes de que pudieran liberarse.

Los gritos de los soldados atrapados resonaban por el bosque, pero el resto del equipo mantenía su formación, aprovechando cada oportunidad para golpear las zonas corruptas en los brazos y piernas del coloso.

Aria:—¡Sus brazos! ¡Concentren el fuego en los brazos! —gritó Aria, que dirigía la ofensiva desde una consola en la retaguardia.

Las lianas eran la clave de la ofensiva del titán, y desactivarlas significaba limitar su capacidad de ataque. Los Exo trajes intensificaron sus esfuerzos, y los rayos de energía golpearon una y otra vez las grietas púrpuras en los brazos del titán.

Finalmente, tras un esfuerzo coordinado, una explosión de luz púrpura marcó el momento en que la corrupción en sus extremidades comenzó a disiparse.

El titán se detuvo por un instante, como si estuviera procesando lo que había sucedido. Sus movimientos, antes agresivos y caóticos, se ralentizaron. Las grietas en sus brazos comenzaron a cerrarse, y la madera ennegrecida recuperó su tono marrón natural.

Raíces nuevas y brillantes emergieron de las zonas donde antes habían estado las corruptas, regenerándose con una rapidez impresionante.

Desde su posición, Liham observó con atención mientras el titán inclinaba ligeramente su inmensa cabeza hacia ellos, como si ahora reconociera a los soldados no como enemigos, sino como aliados. Su fuerza había sido liberada, y la corrupción que lo controlaba había desaparecido.

Kael:—Es nuestro ahora —dijo Kael, con una mezcla de alivio y respeto en su voz.

Con la corrupción eliminada, los ingenieros de Arkadia se acercaron rápidamente para instalar una montura Tek en el titán.

Este sistema permitiría a Liham y su equipo no solo controlar al coloso en futuras batallas, sino también aprovechar su inmenso poder como una herramienta clave en la guerra contra la corrupción.

El titán aceptó la instalación sin resistencia, y su regeneración continuó, fortaleciendo aún más sus brazos y su conexión con el bosque.

Liham, montado en la nueva base Tek instalada en el hombro del titán, miró hacia el horizonte del bioma forestal.

El bosque, que antes parecía consumido por la oscuridad, ahora comenzaba a mostrar signos de recuperación. Los árboles volvían a florecer, y el aire, antes pesado y contaminado, se sentía fresco una vez más.

Liham:—Uno menos. —Liham ajustó los controles de la montura, mirando a sus aliados en la distancia—. Ahora vamos por el siguiente.

El Titán del Bosque, liberado y regenerado, dio un rugido profundo, pero esta vez no era de furia, sino de determinación. Ahora, este coloso de madera y raíces era un aliado invaluable en la lucha contra la fuerza que había intentado destruir Arkadia. Con cada titán liberado, el equipo daba un paso más hacia la victoria.

https://youtu.be/DMpm4l8sufI

El combate final contra el Titán del Hielo se llevó a cabo en un lugar tan inhóspito como el propio monstruo:

Una gigantesca fosa en el centro de una cadena montañosa nevada. Los vientos ululaban con una furia implacable, azotando a los soldados y sus máquinas mientras descendían por las laderas para enfrentar a la criatura colosal. Cada paso que daban se sentía como una lucha contra la misma naturaleza.

El titán, de proporciones descomunales, estaba de pie en medio de la fosa. Su figura recordaba a un Yeti, pero era mucho más aterradora: su cuerpo ennegrecido y cubierto de grietas púrpuras brillantes emanaba una energía corrupta que parecía infectar el mismo aire a su alrededor.

Cada rugido desataba ventiscas que cegaban la visión y bajaban las temperaturas hasta niveles letales.

El equipo avanzó con trajes de combate Mek, enormes exoesqueletos diseñados para resistir condiciones extremas y enfrentar amenazas de esa magnitud.

Estos trajes, equipados con espadas masivas y pistolas de plasma, estaban preparados para el combate cuerpo a cuerpo y a distancia.

Sin embargo, incluso con esta avanzada tecnología, enfrentarse al titán era un desafío que ponía a prueba los límites de su resistencia.

Kael:—¡A sus posiciones! —gritó Kael desde su Mek, ajustando los controles mientras esquivaba una ráfaga de hielo que explotó a pocos metros de su máquina.

Los soldados en sus Mek cargaron hacia el titán, sus espadas brillando con energía concentrada mientras cortaban las raíces corruptas que habían comenzado a formarse en sus patas.

Las pistolas de plasma disparaban ráfagas continuas hacia las grietas púrpuras del pecho del titán, pero cada impacto parecía enfurecerlo aún más.

El titán demostró ser más ágil de lo que cualquiera esperaba. Sus movimientos, a pesar de su tamaño, eran increíblemente rápidos. Dio un salto gigantesco que hizo temblar el terreno, aterrizando con una explosión de hielo que arrojó a varios Mek al suelo.

Desde su boca, el monstruo lanzó una ráfaga de energía helada que se dispersó como una avalancha, cubriendo todo a su paso en un manto de hielo y destrozando el equipo que no pudo reaccionar a tiempo.

Aria:—¡Nos está acorralando! —exclamó Aria desde su Mek, mientras activaba los propulsores para esquivar un golpe devastador del titán.

Liham:—Necesitamos más potencia —gruñó Liham, maniobrando su Mek mientras cargaba hacia una posición elevada. Desde allí, observó al titán y dio la orden—: Activen las mejoras. Ahora.

Los Mek comenzaron a desplegar módulos adicionales, instalando micro misiles que se lanzaron en salvas contra las zonas corruptas del titán. Una gran torreta fue ensamblada en uno de los trajes, disparando un enorme misil directamente al pecho de la criatura.

El impacto fue devastador, pero el titán no cedió. Rugió con una furia que hizo temblar la montaña y liberó una avalancha masiva de hielo puro, una ola imparable que se dirigió directamente hacia ellos.

Kael:—¡Escudos, ahora! —gritó Kael. Los Mek desplegaron grandes escudos de energía, creando una barrera brillante que resistió el impacto de la avalancha.

Las estructuras temblaron bajo la presión, pero aguantaron lo suficiente para que el resto del equipo respondiera. Desde detrás de los escudos, los soldados dispararon una última salva de misiles, apuntando directamente a las zonas infectadas en el pecho y las patas del titán.

El aire se llenó de luz y sonido cuando los misiles impactaron, explotando con una fuerza que resonó por todo el valle. La corrupción que cubría al titán comenzó a desmoronarse, cayendo en fragmentos de energía púrpura que se disiparon en el aire helado.

Finalmente, el coloso dejó escapar un rugido final, pero esta vez no era de furia, sino de liberación.

El titán se tambaleó por un momento, antes de arrodillarse lentamente en la nieve. Su cuerpo ennegrecido comenzó a recuperar su color original, un blanco resplandeciente que brillaba como la misma nieve que lo rodeaba. Sus ojos, antes llenos de rabia, ahora mostraban calma y comprensión.

Liham y su equipo se acercaron con cautela, asegurándose de que la corrupción hubiera sido completamente eliminada. Los ingenieros comenzaron a instalar la montura Tek, que permitiría al titán unirse al ejército de Arkadia como un aliado más.

El coloso, ahora libre de su corrupción, permitió que lo equiparan sin resistencia, como si entendiera que su lucha ahora era con ellos, no contra ellos.

Cuando el titán del hielo se levantó nuevamente, rugió hacia el cielo, esta vez con una fuerza renovada, pero en lugar de traer destrucción, parecía anunciar una nueva alianza. Liham, montado en la plataforma Tek instalada en su espalda, observó el horizonte.

Liham:—Tres titanes liberados —murmuró, más para sí mismo que para el resto del equipo—. Ahora, quienquiera que esté detrás de esta corrupción... no sabe lo que se le viene encima.

El titán del hielo, junto con los del desierto y del bosque, se alzó como parte del ejército de Arkadia. Juntos, se preparaban para enfrentar la verdadera amenaza, esa que había puesto en jaque a su mundo y desatado una guerra que apenas comenzaba.

-Reino de Everglade-

En una taberna clandestina en los bajos fondos del reino de Everglade, Eldrick estaba en pleno apogeo de su retórica.

De pie sobre una mesa, con su habitual sonrisa falsa pero convincente, observaba a un grupo de cazadores que lo rodeaban, hombres y mujeres de diversas habilidades, pero con un rasgo en común: su avaricia y ambición. Eldrick sabía exactamente cómo manipular esos deseos para que se alinearan con los suyos.

Eldrick:—¡Arkadia! —proclamó con entusiasmo, alzando una copa que reflejaba la tenue luz de las antorchas—. ¡La isla de las maravillas! Una tierra llena de riquezas inimaginables, tecnología que podría convertir a cualquiera de nosotros en dioses, y el mineral Tek, el recurso más codiciado que jamás haya existido.

El murmullo de la multitud creció, con cazadores intercambiando miradas excitadas. Eldrick aprovechó el momento, bajando su tono para sonar más conspirador.

Eldrick:—Pero no os equivoquéis —continuó, inclinándose hacia adelante—. Esa isla está gobernada por un niño que nunca debió sobrevivir. Liham, el pequeño cobarde que fue abandonado por sus propias "hermanas mayores". Pero no os preocupéis, porque yo tengo el plan perfecto.

Uno de los cazadores, un hombre corpulento con cicatrices en el rostro, levantó la mano para interrumpir.

???:—¿Y qué plan es ese, Eldrick? No es como si pudiéramos simplemente caminar hasta allí. La isla está protegida, y si ese tal Liham tiene lo que dices, no va a recibirnos con los brazos abiertos.

Eldrick sonrió, una sonrisa calculadora que dejaba ver que ya tenía respuesta para esa objeción.

Eldrick:—Por eso tengo algo que ellos no esperan. —Se giró hacia una esquina oscura de la sala, donde dos figuras permanecían encadenadas y con la cabeza baja: Ashe y Rei, las cazadoras exiliadas que alguna vez fueron la élite del reino.

Las miradas de los cazadores se dirigieron hacia ellas, y algunos soltaron murmullos de reconocimiento. Eldrick extendió un brazo teatral hacia las mujeres.

Eldrick:—Aquí están nuestras llaves para Arkadia. Estas dos eran las "hermanas mayores" de Liham, sus protectoras, y quienes lo abandonaron a su suerte. ¿Qué mejor carnada para atraerlo que sus queridas "familiares"? Él saldrá de su escondite por ellas, y mientras tanto, nosotros tomaremos todo lo que la isla tiene para ofrecer.

Ashe, con el rostro endurecido y una expresión de furia contenida, levantó la mirada hacia Eldrick. Su cabello dorado caía en desorden, y aunque sus manos estaban atadas, su postura emanaba desafío.

Ashe:—Eres un maldito cobarde, Eldrick. Si crees que Liham caerá en una trampa tan obvia, es que no lo conoces en absoluto.

Rei, a su lado, tenía la misma expresión fría y desafiante. Aunque estaba herida por el enfrentamiento que llevó a su captura, su mirada negra como la noche perforaba a Eldrick como una daga.

Rei:—Haz lo que quieras, pero cuando él te encuentre, te destrozará. Y nosotros estaremos allí para verlo.

Eldrick soltó una carcajada burlona, inclinándose hacia ellas con un aire de superioridad.

Eldrick:—Oh, mis queridas, Liham puede ser fuerte ahora, pero no es invencible. Y mientras sigáis siendo útiles, viviréis lo suficiente para presenciar mi victoria.

Se incorporó y miró nuevamente a los cazadores.

Eldrick:—Preparaos. Zarpamos al amanecer. Vamos a conquistar Arkadia y reclamar lo que nos pertenece. ¡Y cuando lo hagamos, seremos recordados como los cazadores que se convirtieron en leyendas!

Los cazadores respondieron con vítores, levantando sus armas y brindando por la promesa de riquezas y poder.

Eldrick bajó de la mesa y salió de la taberna, dejando que sus seguidores continuaran celebrando. Antes de partir, se acercó a las cadenas que sujetaban a Ashe y Rei, observándolas con una mezcla de burla y advertencia.

Eldrick:—Espero que os guste el viaje —dijo en tono suave pero amenazante—. Porque será vuestro boleto de regreso a la gloria... o a la tumba.

Mientras Eldrick se alejaba, Ashe y Rei se miraron brevemente.

Había una chispa de determinación en sus ojos, una silenciosa promesa de que, de alguna manera, aprovecharían la situación para redimirse y proteger a Liham, incluso si eso significaba arriesgar sus propias vidas.

La taberna quedó envuelta en un ambiente de expectativa y tensión mientras los cazadores se preparaban para la travesía hacia Arkadia.

Eldrick, confiado en su plan, no sabía que el destino siempre guarda sus propias cartas, y que en una isla tan impredecible como Arkadia, las sorpresas nunca tardan en llegar.

-Arkadia-

En Arkadia, el horizonte brillaba con la luz de un nuevo día, pero la calma del amanecer era solo la antesala de una tormenta que se avecinaba. Los preparativos estaban completos. Desde los altos acantilados hasta las profundidades de la base subterránea, todos los recursos de la isla se habían movilizado.

Esta no sería solo una batalla, sería la culminación de todo lo que Arkadia representaba: resistencia, innovación y el espíritu inquebrantable de sus habitantes. Los tres titanes, ahora completamente liberados de la corrupción, se alzaron como gigantes guardianes en el horizonte. 

El Titán del Desierto, con sus alas extendidas, flotaba majestuoso en el aire, sus movimientos generaban corrientes de viento que arrastraban la arena del desierto cercano. A su lado, el Titán del Bosque, con raíces vivas que brotaban de su cuerpo, avanzaba con pasos pesados, cada pisada hacía temblar la tierra. Detrás de ellos, el Titán del Hielo, una colosal montaña de poder, rugía con una fuerza que hacía resonar el aire helado.

Detrás de los titanes, el ejército de Arkadia se desplegaba en formación perfecta. Soldados y cazadores montaban en sus Mek, exoesqueletos tecnológicos diseñados para la velocidad, la fuerza y la destrucción masiva.

Cada uno estaba equipado con armas avanzadas, desde espadas de energía hasta misiles de alta precisión. Las luces azules y rojas de los núcleos de los Mek brillaban intensamente mientras se preparaban para la batalla.

En la punta de la formación, Liham, montado en un Mek personalizado y con su base Tek conectada al Titán del Desierto, lideraba a su gente. Su figura era imponente, rodeada de un aura de determinación inquebrantable.

Sus ojos, fijados en la distancia, reflejaban tanto la furia como la esperanza. Sabía que lo que estaba por venir decidiría no solo el destino de Arkadia, sino también el suyo propio.

Frente a ellos, en el horizonte, la corrupción se manifestaba como una nube negra que se extendía como un miasma venenoso.

Desde esa negrura emergían las criaturas infectadas, decenas de ellas, luego cientos, una horda interminable que parecía una ola de caos desatada. A su centro, un núcleo pulsante de energía púrpura brillaba como el corazón de la amenaza. Ese era su objetivo.

Liham:—¡Esta es nuestra oportunidad! —gritó Liham, su voz amplificada por los sistemas de comunicación de su Mek—. ¡Por Arkadia! ¡Por lo que hemos construido! ¡Por lo que hemos perdido! ¡No retrocedan!

Un rugido de guerra resonó entre sus tropas, y el ejército de Arkadia avanzó. Los titanes se lanzaron primero, liderando la carga con una fuerza que desafiaba cualquier expectativa. 

El Titán del Desierto lanzó rayos de energía concentrada desde sus alas, barriendo la primera línea de criaturas infectadas y creando un camino despejado para el avance del ejército. El Titán del Bosque, con sus raíces vivas, atrapaba y destruía a los enemigos en masa, aplastándolos bajo su colosal peso. El Titán del Hielo, mientras tanto, desató ventiscas que congelaban a las criaturas en su lugar, dejando que los Mek y los soldados los destruyeran con precisión quirúrgica.

El ejército de Arkadia siguió de cerca. Los Mek, con sus espadas y cañones de plasma, cortaban y disparaban con precisión, eliminando a las criaturas que escapaban del alcance de los titanes. Las unidades de artillería, estacionadas en puntos estratégicos, lanzaban salvas de misiles hacia el núcleo de la corrupción, tratando de debilitarlo antes de que Liham y su equipo llegaran.

Mientras la batalla se intensificaba, Liham avanzó hacia el frente, liderando a un escuadrón de Mek élite. Su mirada estaba fija en el núcleo de energía púrpura, el corazón de la corrupción. Sabía que ese era el origen de todo, y que destruirlo significaría el fin de la amenaza.

A medida que se acercaba, la resistencia se volvía más feroz. Las criaturas infectadas parecían multiplicarse, emergiendo de la negrura con un frenesí imparable. Pero Liham no vaciló. Con su espada de energía, cortó a través de los enemigos, mientras su Mek disparaba ráfagas de plasma para despejar el camino.

Detrás de él, los titanes y el ejército seguían luchando con todo lo que tenían. Cada movimiento era una declaración de que Arkadia no se rendiría.

Finalmente, Liham y su escuadrón llegaron al núcleo. La energía púrpura pulsaba con un ritmo hipnótico, como si estuviera viva. Pero no habría tiempo para la duda.

Liham:—¡Activen los sistemas de sobrecarga! —ordenó Liham. Su Mek comenzó a brillar intensamente mientras canalizaba toda su energía en un solo ataque.

El ejército de Arkadia cubrió a Liham mientras él y los demás lanzaban sus ataques finales contra el núcleo. Los titanes también enfocaron sus fuerzas, desatando todo su poder en un asalto coordinado. La tierra tembló, el aire se llenó de luz y sonido, y finalmente, con un estallido ensordecedor, el núcleo se desintegró.

La corrupción comenzó a disiparse. Las criaturas infectadas cayeron una a una, como si su conexión con el núcleo hubiera sido cortada. El campo de batalla quedó en silencio por un momento, mientras la victoria comenzaba a asentarse en los corazones de los defensores de Arkadia.

Liham, aún montado en su Mek, respiró hondo mientras observaba el horizonte. Habían ganado esta batalla, pero sabía que la guerra aún no había terminado. Arkadia había resistido, pero ahora necesitaban prepararse para enfrentar a quienquiera que hubiera desatado esta amenaza. La verdadera lucha apenas comenzaba.

La corrupción, lejos de ser erradicada, usó los restos de su energía para dar forma a algo verdaderamente aterrador. Frente a todos los habitantes de Arkadia, la tierra tembló y el cielo se oscureció mientras una criatura colosal emergía de los escombros y la oscuridad.

Era una bestia gigantesca, mucho más grande que cualquier titán, superando incluso a las montañas que bordeaban la región. Su piel era de un verde oscuro con venas púrpuras brillantes que pulsaban con energía corrupta. Sus ojos, de un azul brillante, ardían con una intensidad que parecía perforar el alma de quienes lo miraban.

La criatura, un monstruoso lagarto de proporciones titánicas, tenía un cuerpo imponente. Sus brazos musculosos terminaban en puños enormes que se iluminaban con una energía morada, chisporroteando como si estuviera lista para desatar una devastación masiva.

Su cola se movía con fuerza, capaz de destruir con un solo golpe cualquier cosa en su camino. La criatura dejó escapar un rugido ensordecedor que resonó como un trueno, sacudiendo todo el campo de batalla y sembrando el caos entre las filas de Arkadia.

Los titanes, que habían sido los héroes hasta ahora, quedaron paralizados ante la aparición de esta monstruosidad. Era como si incluso ellos reconocieran que esta batalla sería diferente. La corrupción había tomado una nueva forma, una que representaba el pináculo de su poder destructivo.

Liham, montado en su Mek, observó con ojos llenos de determinación y una pizca de temor. Sabía que esta sería la batalla definitiva. Se comunicó rápidamente con su equipo:

Liham:—¡No hay vuelta atrás ahora! ¡Esta cosa es la fuente de todo! ¡Si caemos aquí, Arkadia caerá con nosotros! ¡Todos, a sus posiciones y luchen con todo lo que tienen!

El ejército se reagrupó rápidamente, los titanes se prepararon para un enfrentamiento como nunca antes, y los Mek activaron todas sus armas. Esta batalla no sería solo por la supervivencia, sería por el destino de Arkadia y todo lo que representaba.

https://youtu.be/d-oA6iJ5LQQ

Eldrick y su grupo de cazadores, quienes avanzaban confiados hacia la isla de Arkadia, fueron rápidamente sacudidos por el horror de lo que se alzaba ante ellos. Desde la distancia, podían ver claramente a la colosal criatura, un titán de corrupción pura que dominaba el horizonte.

Su rugido estremeció el aire y, como si respondiera a su llamado, el cielo mismo parecía romperse. Una ominosa tonalidad anaranjada se apoderó de las nubes mientras cientos de meteoritos ardientes comenzaban a caer, dejando un rastro de fuego y destrucción en su descenso.

Cada impacto era una explosión cataclísmica. Las olas del océano se levantaban como tsunamis, y los cazadores apenas podían mantener sus barcos estables mientras el rugido de las detonaciones llenaba el aire.

Eldrick, quien siempre había sido un hombre arrogante y temerario, quedó petrificado. Su sonrisa confiada se desvaneció al instante, sustituida por un sudor frío que corría por su frente. Uno de los cazadores, apenas capaz de contener el temblor en su voz, gritó:

Alaric:—¡¿Qué demonios es eso?! ¡No podemos enfrentarnos a eso, Eldrick!

Eldrick, esforzándose por mantener el control, apretó los dientes y miró hacia el horizonte, sus ojos fijos en la abominación. Sin embargo, incluso él sabía que no había forma de que su grupo, por muy experimentados que fueran, pudiera enfrentar algo de ese calibre.

Eldrick:—¡Cállense y mantengan el rumbo! —rugió, tratando de ocultar su propio miedo—. ¡Esa cosa no puede ser invencible! ¡Nosotros obtendremos lo que hemos venido a buscar, cueste lo que cueste!

Mientras tanto, en el campo de batalla en Arkadia, los tres titanes se lanzaron al unísono contra la colosal criatura. El titan del desierto voló en espiral, desencadenando tormentas eléctricas mientras sus rayos golpeaban las zonas corruptas.

El titan del bosque extendió sus raíces, que surgían del suelo como lanzas, tratando de inmovilizar a la criatura. Por su parte, el titan del hielo, con su agilidad formidable, atacaba con explosiones heladas, congelando cualquier cosa en su camino para ralentizar al enemigo.

Sin embargo, la criatura era más rápida y más fuerte de lo que esperaban. Con un rugido ensordecedor, liberó una onda de choque devastadora que arrojó a los titanes hacia atrás, rompiendo rocas y levantando una nube de escombros.

Luego, la bestia se lanzó con furia, su enorme cola barría el campo de batalla, creando cráteres gigantescos mientras se enfrentaba a los tres titanes al mismo tiempo. Cada uno de ellos intentaba sostenerse, pero el poder de la criatura era simplemente abrumador.

Desde su Mek, Liham observaba con preocupación. Él sabía que los titanes, por poderosos que fueran, no podrían detener a la criatura por sí solos. Se giró hacia Kael y Aria, quienes estaban en sus respectivas estaciones de comando.

Liham:—¡No es suficiente! —gritó Liham mientras maniobraba su Mek para disparar un cañón de energía hacia una de las zonas corruptas de la criatura—. ¡Tenemos que coordinar un ataque conjunto! ¡Distráiganlo mientras los titanes cargan sus ataques finales!

Aria, montada en uno de los titanes, respondió con firmeza:

Aria:—¡Entendido! Pero ten cuidado, Liham. Esa cosa es más que un simple enemigo; parece que está evolucionando con cada golpe que recibe.

Kael, quien pilotaba un Mek equipado con artillería pesada, añadió:

Kael:—Si vamos a salir de esta, será juntos. ¡No te arriesgues demasiado, hermano!

Mientras tanto, en el horizonte, Eldrick seguía observando. Aunque sus hombres estaban aterrorizados, una sonrisa siniestra empezó a formarse en su rostro. Para él, esta era una oportunidad única.

Si esa criatura podía causar tal caos, entonces el mineral Tek y la tecnología de Arkadia debían ser aún más poderosos de lo que imaginaba. Sin embargo, en el fondo de su mente, una chispa de duda comenzaba a encenderse: ¿realmente valía la pena arriesgarlo todo por su ambición?

El caos estaba lejos de terminar, y todos, cazadores y defensores por igual, estaban a punto de enfrentar su prueba más difícil.

El campo de batalla se volvió aún más caótico mientras los titanes luchaban con todas sus fuerzas contra la descomunal amenaza del Rey Titán. En un acto de valentía y desesperación, el Titán del Desierto se lanzó de frente hacia el coloso, utilizando su velocidad aérea para tomarlo por sorpresa.

La tormenta eléctrica que lo rodeaba parecía un huracán viviente, y rayos cayeron como cuchillas, impactando contra la masa corrupta de la criatura. 

Sin embargo, el Rey Titán, con reflejos asombrosos para su tamaño, giró sobre sí mismo y, con un movimiento brutal de su cola, derribó al Titán del Desierto, que se estrelló contra el suelo levantando una nube de polvo y escombros.

El sacrificio del Titán del Desierto no fue en vano, ya que ganó tiempo suficiente para que el Titán del Hielo se lanzara al ataque. Con una agilidad impresionante, el gigante helado saltó sobre el Rey Titán, apuntando a sus zonas corruptas con sus puños cubiertos de hielo sólido.

Sin embargo, antes de que pudiera asestar un golpe decisivo, el Rey Titán lo interceptó con un devastador golpe de su brazo, enviándolo como un meteoro al suelo. El impacto resonó como un terremoto, y el Titán del Hielo quedó tendido en el suelo, vulnerable mientras el Rey Titán levantaba su inmenso pie, listo para aplastarlo.

De repente, un rugido profundo y lleno de furia rompió el aire. El Titán del Bosque, viendo a su aliado en peligro, reaccionó de inmediato. Con una fuerza colosal, arrancó una roca del tamaño de una montaña y la lanzó directamente a la cara del Rey Titán. El proyectil impactó con un estruendo ensordecedor, desviando la atención del monstruo y dándole al Titán del Hielo el tiempo suficiente para retroceder.

Sin perder un segundo, el Titán del Bosque enterró sus brazos profundamente en la tierra, invocando raíces gigantescas que se enredaron alrededor de las piernas del Rey Titán, inmovilizándolo temporalmente.

El Rey Titán rugió de ira, su poder corrupto alcanzando un nuevo nivel. Abriendo su enorme boca, liberó dos bolas de fuego morado que brillaban con una energía apocalíptica. Las esferas se desplazaron a una velocidad aterradora, impactando contra los brazos del Titán del Bosque.

La explosión resultante destrozó sus extremidades, arrancándolas por completo y dejando al gigante de madera tambaleándose antes de desplomarse en el suelo, inconsciente.

Liham, observando desde su Mek, sintió una mezcla de horror y determinación al ver caer al Titán del Bosque. Gritó desesperadamente a través de los canales de comunicación:

Liham:—¡No podemos dejar que esto sea el fin! ¡Mantengan la línea! ¡No importa lo que cueste, debemos ganar tiempo para liberar a los titanes caídos y lanzar nuestro ataque final!

Kael respondió rápidamente, disparando desde su Mek con una ráfaga de misiles dirigidos hacia las zonas corruptas del Rey Titán, mientras Aria se apresuraba a movilizar un equipo de reparaciones para el Titán del Bosque. A pesar de las pérdidas, el espíritu de Arkadia no se quebró. Sabían que estaban enfrentando algo más allá de lo imaginable, pero también sabían que no podían permitirse fallar.

El Rey Titán rugió de nuevo, liberando su furia. La batalla estaba lejos de terminar, pero el sacrificio y la resistencia de los titanes había dado a Arkadia un rayo de esperanza. Ahora dependía del ejército de Arkadia, sus Mek y los aliados que quedaban en pie, para dar el siguiente paso en esta lucha épica.

Con la situación alcanzando su punto crítico y los titanes debilitados, el equipo de Arkadia tomó una decisión desesperada: desplegar su arma más poderosa, la culminación de su tecnología avanzada. Los Mek individuales, a través de una secuencia de transformación compleja y sincronizada, se unieron para formar al Mega Mek, un coloso mecánico tan inmenso como el propio Rey Titán.

Su presencia imponía respeto y temor, con una estructura de proporciones épicas que parecía una manifestación misma de la esperanza y la resistencia de Arkadia. El Mega Mek emergió en el campo de batalla, su silueta proyectándose sobre el caos. En su mano, portaba una inmensa espada de energía Tek, una hoja de proporciones exageradas, chisporroteando con una energía azul brillante, diseñada específicamente para atravesar incluso la corrupción más densa.

El Mega Mek alzó su espada, y su núcleo se encendió como un sol artificial, dejando escapar un rugido metálico que resonó en los corazones de todos los combatientes, tanto aliados como enemigos.

Liham:—¡Esto es todo o nada! —gritó Liham desde el núcleo de comando, su voz transmitida a través de los sistemas de comunicación. Los pilotos de los Mek originales, ahora integrados en el Mega Mek, unieron sus fuerzas, sincronizando sus movimientos a través de una interfaz neural compartida.

Sin perder tiempo, el Mega Mek se lanzó hacia el Rey Titán con una velocidad impresionante para su tamaño. La criatura, a pesar de su inmenso poder, parecía por primera vez algo sorprendido. 

En un movimiento calculado y preciso, el Mega Mek balanceó su espada con una fuerza devastadora, impactando directamente en el pecho del Rey Titán. La hoja de energía Tek atravesó las capas corruptas como si fueran papel, dejando una enorme grieta en su torso y obligándolo a retroceder varios pasos.

El Rey Titán rugió, su voz una mezcla de dolor y furia, mientras energía morada brotaba de su herida como una fuente. Sus ojos brillaron con un odio renovado, y su cola se agitó con violencia, destruyendo todo a su paso.

Con un salto sorprendentemente ágil, el Rey Titán intentó contraatacar, lanzando un golpe devastador con su enorme puño cubierto de corrupción hacia el Mega Mek.

El coloso mecánico levantó su espada, bloqueando el impacto. La onda de choque resultante fue tan poderosa que sacudió la tierra, derribando a los combatientes cercanos y a los titanes que aún se estaban recuperando. El Mega Mek retrocedió unos pasos, pero sus sistemas se mantenían estables.

Liham:—¡No podemos permitirle recuperar terreno! ¡Presionen con todo lo que tenemos! —ordenó Liham, mientras los sistemas del Mega Mek canalizaban energía hacia su espada para un segundo ataque.

El Mega Mek cargó hacia adelante una vez más, esquivando un golpe de la cola del Rey Titán y lanzando un corte horizontal hacia una de sus piernas. La espada impactó con precisión, arrancando una de las zonas corruptas que mantenían al monstruo de pie.

El Rey Titán cayó de rodillas por un momento, rugiendo en agonía, pero aún estaba lejos de ser derrotado. Desde las filas del ejército de Arkadia, los pilotos y soldados observaban con una mezcla de esperanza y temor.

Sabían que esta batalla definiría el destino no solo de Arkadia, sino de toda la isla. Con cada movimiento, el Mega Mek demostraba ser la mejor arma de la humanidad contra la corrupción desatada, pero el Rey Titán era una fuerza de la naturaleza que no se rendiría fácilmente.

La batalla continuaba, con ambos gigantes enfrentándose en un duelo titánico, mientras el destino de todos pendía de un hilo. El Rey de la Muerte, herido pero aún indomable, se puso de pie, su inmensa figura eclipsando el horizonte. Con un rugido ensordecedor, comenzó a lanzar bolas de fuego morado con furia descontrolada, cada una lo suficientemente poderosa como para arrasar una ciudad entera.

Sin embargo, el Mega Mek demostró su superioridad tecnológica y táctica, levantando sus enormes brazos para bloquear las bolas de fuego, destrozándolas con simples golpes de sus puños energizados, como si fueran juguetes.

El Rey Titán, cada vez más desesperado, lanzó un rugido que sacudió los cielos. Sus ojos brillaron intensamente mientras invocaba una vez más su aterradora lluvia de meteoritos en llamas, que comenzaron a caer como proyectiles apocalípticos. Pero el Mega Mek no retrocedió.

Con un movimiento calculado, levantó su mano derecha, de la cual surgió una inmensa pistola de plasma, su cañón brillando con una energía azul intensa. 

Con una precisión inigualable, el Mega Mek disparó una salva de proyectiles de plasma, destruyendo cada meteorito antes de que pudiera tocar el suelo. Las explosiones iluminaban el campo de batalla, dejando una estela de escombros ardientes en el cielo.

El Rey de la Muerte, ahora completamente frustrado, recurrió a un ataque físico desesperado. Balanceó su gigantesca cola, cargada con energía corrupta, con la intención de barrer al Mega Mek fuera del campo de batalla.

Pero el Mek, demostrando una fuerza aún mayor, atrapó la cola con ambas manos en el último momento. Con un movimiento de titánica fuerza y técnica, comenzó a girar, utilizando el propio peso del Rey Titán en su contra.

El Mega Mek dio varias vueltas rápidas, levantando una nube de polvo y escombros, antes de lanzar al coloso corrupto lejos, como si fuera un proyectil masivo. El impacto del cuerpo del Rey Titán al aterrizar provocó un temblor sísmico que se sintió a kilómetros de distancia.

El suelo se partió, creando grietas inmensas mientras el aire resonaba con un estruendo ensordecedor. Para el infortunio de Eldrick y su grupo de cazadores, que se encontraban cerca de la zona del impacto, el temblor los tomó por sorpresa.

La fuerza del choque los lanzó por los aires como si fueran hojas atrapadas en un vendaval. Sus vehículos y suministros fueron volcados y destruidos, dejándolos completamente expuestos al caos que se desataba a su alrededor.

Mientras Eldrick se tambaleaba para levantarse, aún aturdido por el impacto, sus ojos se alzaron hacia la figura del Rey de la Muerte, que ahora se erguía una vez más, más enfurecido que nunca. El coloso rugía con una mezcla de rabia y dolor, y su inmensa figura parecía aún más imponente bajo el cielo teñido de un ominoso color anaranjado.

La batalla no había terminado, pero el Rey Titán ahora se encontraba peligrosamente cerca de los cazadores, quienes, a pesar de su avaricia y arrogancia inicial, comenzaban a comprender la magnitud del monstruo con el que se habían enfrentado.

Eldrick, por primera vez, sintió miedo real.

Su ambición había quedado eclipsada por el puro horror que emanaba de esta criatura. 

Mientras intentaba formular un plan, vio al Mega Mek alzarse nuevamente en el horizonte, avanzando con paso firme hacia el Rey de la Muerte. La batalla final aún no había terminado, y el destino de todos, incluso de los propios cazadores, ahora dependía del Mega Mek y de la resistencia de Arkadia.

El enfrentamiento final entre el Mega Mek y el Rey de la Muerte alcanzó su clímax en un choque titánico que estremeció no solo a Arkadia, sino también a los cielos y la tierra misma.

El Rey de la Muerte, agotado pero determinado a no ceder, concentró toda su energía corrupta en su puño. La energía morada crepitaba con una intensidad que hacía parecer el mismo aire pesado y asfixiante. Era como un sol en miniatura, brillando con un poder tan inmenso que prometía arrasar con todo lo que se encontrara en su camino.

Liham, dentro del Mega Mek, entendió que ese era el momento decisivo. No había espacio para el error, ni posibilidad de retroceder. Con una precisión fría y una determinación inquebrantable, canalizó la energía del Mek hacia la espada Tek, que comenzó a brillar con un fulgor azul celestial.

Rayos y descargas eléctricas rodeaban el arma, creando un aura de pura energía que hacía que la espada pareciera más un fragmento de los mismos cielos que un arma construida por manos humanas.

Los dos colosos se enfrentaron por última vez, sus miradas fijas en una batalla que decidiría el destino de todos. El Rey de la Muerte levantó su inmenso puño, desatando un rugido que resonó en los corazones de todos los presentes, y lo bajó con la fuerza de un martillo cósmico, buscando aplastar a su enemigo.

Al mismo tiempo, Liham ordenó al Mega Mek que balanceara su espada en un arco circular, poniendo todo su poder en el golpe. El choque de ambos ataques provocó una explosión titánica que encendió el horizonte. La onda expansiva barrió todo a su paso: montañas fueron reducidas a escombros, el suelo se agrietó y un rugido ensordecedor llenó el aire.

https://youtu.be/7ebxO4KmkXI

Cuando el polvo se asentó y la luz cegadora se desvaneció, la escena quedó clara. El Rey de la Muerte, derrotado, estaba arrodillado. 

Su brazo derecho, el mismo que había cargado el devastador golpe, había sido completamente cercenado por el Mega Mek, y ahora yacía en el suelo, colosal e inerte.

Por pura ironía del destino, el brazo caído aplastó a Eldrick, quien, en su ambición por dominar Arkadia, había ignorado el peligro real.

El líder de los cazadores, junto con sus hombres más cercanos, desapareció bajo el peso del colosal apéndice, aparentemente eliminado para siempre.

Liham, viendo que su enemigo estaba finalmente derrotado, no dejó espacio para dudas. Con un movimiento calculado y certero, levantó la inmensa espada Tek del Mega Mek hacia el cielo, su filo aún resplandeciendo con la energía acumulada.

Luego, con un movimiento final y definitivo, cortó la cabeza del Rey de la Muerte. La cabeza del coloso cayó al suelo con un estruendo que reverberó en todo Arkadia, y el cuerpo del titán corrupto se desplomó, marcando el fin de su existencia.

La victoria fue total, pero no sin un alto costo. El campo de batalla estaba marcado por destrucción, sacrificio y pérdida. Sin embargo, la caída del Rey de la Muerte significó el fin de la corrupción que había asolado los biomas y el inicio de una nueva era para Arkadia.

Los titanes liberados, junto con el pueblo y los héroes que lucharon, alzaron sus rostros hacia el cielo anaranjado, sabiendo que, aunque el costo había sido inmenso, habían asegurado la supervivencia y el futuro de su hogar.

Liham, dentro del Mega Mek, se permitió un suspiro de alivio antes de mirar al horizonte, sabiendo que la reconstrucción de Arkadia ahora era su próximo desafío.

Mientras los cazadores sobrevivientes, llenos de temor y asombro, regresaban a sus embarcaciones en un caótico intento por escapar, la atmósfera en la isla de Arkadia era completamente diferente.

Ashe y Rei, quienes habían sido testigos de toda la batalla desde la distancia, estaban inmóviles, procesando lo que acababan de presenciar. La demostración de valentía, poder y determinación de los habitantes de Arkadia había superado cualquier expectativa.

Miraron al Mega Mek, ya inmóvil, y luego a Liham, quien bajaba de la gigantesca máquina envuelto en una mezcla de sudor, cansancio y satisfacción.

Ambas, todavía sin palabras, regresaron junto con los cazadores a sus embarcaciones, pero antes de partir, Ashe volteó una última vez hacia la isla. Allí estaba Liham, rodeado por la multitud de Arkadia, siendo recibido como un héroe.

Los aplausos y vítores llenaban el aire mientras los habitantes celebraban su victoria y la salvación de su hogar. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Ashe y Rei no fue la gloria que rodeaba a Liham, sino su expresión. 

A pesar de haber llevado el peso de la batalla, a pesar del poder que había demostrado controlar, su rostro reflejaba la misma amabilidad y humildad de siempre. Ese chico que se había alzado como líder, protector y guerrero seguía siendo, en el fondo, el mismo joven amable que todos conocían.

Con una ligera sonrisa, Ashe y Rei se dieron la vuelta y subieron a bordo, llevándose consigo esa última imagen de Liham. Las embarcaciones de los cazadores, ahora en silencio, comenzaron a alejarse de Arkadia. 

El miedo y la humillación eran evidentes en sus rostros, pero para Ashe y Rei, había algo más profundo que llevaban consigo: respeto y gratitud hacia ese lugar y hacia la gente que lo habitaba.

Mientras tanto, Liham, de pie en el centro de la plaza de la isla, alzó la mirada hacia el cielo despejado. El aire, ahora libre de la corrupción, era fresco y revitalizante. Una sonrisa tranquila cruzó su rostro mientras los habitantes celebraban a su alrededor. 

Aunque había liderado la batalla y portado un poder inmenso, seguía siendo Liham, un joven con un profundo amor por su hogar y su gente.

Cuando las festividades comenzaron a calmarse, Liham se permitió un momento de reflexión.

Miró hacia el horizonte, hacia donde las embarcaciones desaparecían lentamente, y supo que, aunque los cazadores se habían marchado derrotados, Ashe y Rei habían comprendido algo importante sobre Arkadia y su gente. Ahora, Arkadia no solo era un símbolo de fuerza, sino también de unidad y esperanza.

Con esa misma esperanza, Liham se mezcló entre los habitantes, compartiendo risas y palabras amables, asegurándose de que todos supieran que, aunque la batalla había terminado, su compromiso con ellos y con la isla nunca cambiaría. 

El día terminaba con la promesa de un futuro brillante, en el que Arkadia se levantaría más fuerte que nunca, bajo la protección de su gente, de los titanes, y del joven héroe que jamás perdió su esencia.

Mientras Arkadia celebraba la victoria con vítores y risas que llenaban cada rincón de la isla, los tres titanes, ahora libres de la corrupción, se retiraban majestuosos hacia sus biomas respectivos.

El titán del desierto desapareció hacia los cielos con un rugido que resonó como un trueno distante, el titán del bosque se fundió con la espesura de los árboles mientras la vegetación empezaba a florecer a su paso, y el titán del hielo marchó hacia las montañas, su imponente figura desvaneciéndose en la niebla helada.

Con ellos, la oscuridad que había infectado Arkadia comenzaba a disiparse, dejando paso a la restauración y la esperanza.

Pero lejos de la celebración, en el campo de batalla que había sido testigo de la brutal contienda, la escena era muy distinta. Cerca del lugar donde Liham había asestado el golpe decisivo que arrancó el brazo del Rey de la Muerte, un sobreviviente se arrastraba entre los escombros y cadáveres.

Eldrick, con las piernas destrozadas y el cuerpo cubierto tanto por su propia sangre como por la espesa sangre morada de la criatura colosal, se movía torpemente, jadeando con cada esfuerzo. 

Su rostro estaba desencajado por el horror al ver los cuerpos aplastados de sus aliados, cazadores que habían confiado en él y que ahora yacían sin vida, reducidos a meras manchas en el suelo bajo el peso del brazo mutilado del Rey de la Muerte.

El miedo y la desesperación lo impulsaban a seguir adelante, arrastrándose sobre el suelo áspero, buscando refugio o ayuda, aunque su mente no estaba clara sobre lo que realmente pretendía. 

Todo lo que sabía era que debía llegar a algún lugar, cualquier lugar, para escapar del desastre que él mismo había ayudado a provocar. Con las manos ensangrentadas, se acercaba lentamente a la tribu, esperando tal vez que los habitantes de Arkadia, en su compasión, lo perdonaran o al menos lo dejaran vivir.

Sin embargo, no estaba solo.

Oculto entre las sombras de los árboles cercanos, una figura observaba a Eldrick con atención. No era un habitante de Arkadia, ni un titán, sino algo más... algo que no pertenecía completamente a este mundo. 

Sus ojos brillaban con un resplandor inquietante, reflejando una inteligencia fría y calculadora. La presencia emanaba una energía antigua y poderosa, que parecía resonar con los vestigios de la corrupción que todavía impregnaban el aire en esa zona.

Mientras Eldrick continuaba su penosa marcha, sintió un escalofrío recorrer su espalda, una sensación de ser observado. Se detuvo, girando la cabeza lentamente, aunque apenas podía mover el cuello por el dolor. 

No vio nada en las sombras, pero el miedo lo paralizó. Su respiración se volvió más rápida y superficial mientras un susurro bajo, apenas audible, comenzó a llenar el aire. No podía entender las palabras, pero su significado era claro: no estaba a salvo.

La figura en las sombras dio un paso adelante, sus movimientos suaves pero cargados de intención. Eldrick trató de retroceder, arrastrándose más rápido, pero su cuerpo no respondía con la velocidad que su mente desesperada exigía. Finalmente, en un último acto de valentía o locura, gritó al vacío, implorando por ayuda o piedad.

La figura permaneció inmóvil, solo su mirada brillante enfocada en él. Luego, sin previo aviso, la energía corrupta que rodeaba la zona comenzó a converger hacia Eldrick. El aire se volvió más pesado, y un zumbido profundo resonó en sus oídos. La sombra avanzó lentamente hacia él, con cada paso marcando el inicio de algo que Eldrick no podía comprender.

Arkadia había vencido al Rey de la Muerte, pero el legado de la corrupción todavía tenía raíces profundas. Y ahora, mientras las festividades continuaban al otro lado de la isla, una nueva amenaza, tal vez más peligrosa que la anterior, se alzaba en silencio, con Eldrick como su primer testigo... o su próxima víctima.

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https://youtu.be/7RSp28jTyqY

*descripción de la escena*

En la desolada escena cerca de los restos del Rey de la Muerte, el aire se tornó más pesado y denso mientras una de las últimas criaturas corruptas emergía de las sombras. Su inmenso cuerpo semejaba al de un dinosaurio, un lagarto colosal con escamas negras y rojizas que destellaban con un brillo maligno bajo la tenue luz del crepúsculo.

Las aletas faciales de la criatura se extendieron, como un despliegue amenazante, y de su abierta y grotesca boca goteaba una saliva espesa y corrosiva que chisporroteaba al contacto con el suelo.

Eldrick, agotado y al borde de la inconsciencia, apenas logró alzar la vista cuando la criatura se acercó. Antes de que pudiera reaccionar, un chorro de aquella saliva viscosa impactó de lleno en su rostro.

El efecto fue inmediato: un dolor abrasador se apoderó de él mientras la sustancia devoraba su piel y quemaba sus ojos. Su grito de agonía resonó como un eco macabro entre los restos del campo de batalla.

Se tambaleó, sus manos cubriéndose el rostro en un intento inútil de mitigar el sufrimiento, pero el daño ya estaba hecho. Estaba completamente ciego.

Ciego, herido, y desprovisto de toda esperanza, Eldrick se dejó caer de rodillas, respirando con dificultad mientras intentaba inútilmente levantarse. Con una mezcla de desesperación y furia, trató de blandir su cuchillo de caza para defenderse, agitando el arma de manera errática contra la criatura.

Pero el lagarto corrupto no le dio oportunidad. Con un movimiento rápido y certero, la bestia usó sus afiladas garras para abrirle el vientre, desgarrando la carne como si fuese papel.

Eldrick dejó escapar un jadeo entrecortado, su mente tardando un segundo en procesar lo que había sucedido. Bajó lentamente sus manos hacia su abdomen, encontrando algo cálido, viscoso y húmedo.

Cuando sus dedos reconocieron la textura de sus propias entrañas, la realidad lo golpeó con fuerza, y un dolor inhumano se apoderó de él. Su cuerpo comenzó a temblar, y sus gritos se convirtieron en sollozos desgarradores.

Pero la criatura no se detuvo.

Con una velocidad salvaje, sus enormes mandíbulas se cerraron alrededor de la cabeza de Eldrick, levantándolo como si fuera un simple trofeo. El cazador, una vez arrogante y lleno de ambición, estaba ahora completamente indefenso, colgando de la boca de su verdugo.

La bestia alzó la cabeza con un rugido que resonó como un macabro anuncio de victoria antes de cerrar sus mandíbulas con una fuerza aterradora.

El cráneo de Eldrick cedió bajo la presión, emitiendo un sonido húmedo y desgarrador.

Su cuerpo inerte cayó al suelo con un impacto sordo, mientras la criatura lo dejó allí, como un símbolo del destino que aguardaba a quienes se atrevían a desafiar los poderes de Arkadia y la naturaleza corrupta del Rey de la Muerte.

La bestia, satisfecha con su brutal acto, lanzó un último rugido hacia el cielo anaranjado antes de desaparecer entre las sombras, dejando atrás el silencio y la macabra evidencia de su paso. Eldrick, el hombre que había desafiado a la isla en su búsqueda de poder, encontró un final digno de sus ambiciones: aplastado y destruido por la misma oscuridad que había ayudado a despertar.

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Finalmente, Arkadia, la isla legendaria, se alzó como un símbolo de resistencia y unidad. Con la caída definitiva del Rey de la Muerte y la erradicación de la corrupción que había infectado sus tierras, la calma regresó. 

Los tres titanes, ahora completamente libres de la influencia corrupta, volvieron a sus biomas, vigilando y protegiendo el equilibrio de la isla. Su presencia se convirtió en un recordatorio viviente del poder que Arkadia podía desatar cuando se veía amenazada.

En las ciudades y aldeas, el pueblo celebró con júbilo durante días. El cielo, anteriormente teñido de rojo y naranja por la presencia de la corrupción, ahora brillaba con un azul puro, limpio como nunca antes. Liham, el héroe que había liderado la defensa, se convirtió en una leyenda entre los suyos.

 Aunque era aclamado como el salvador, nunca dejó que la gloria lo cambiara. Con su humildad intacta, caminaba entre el pueblo como uno más, recordándoles que su victoria no habría sido posible sin el esfuerzo colectivo de todos los habitantes de Arkadia.

La noticia de lo sucedido se extendió rápidamente más allá de las fronteras de Arkadia. Los reinos del exterior, que alguna vez habían codiciado sus riquezas y poder, ahora veían a la isla con una mezcla de respeto y temor. 

Las historias de los titanes y del inmenso Mega Mek, así como de la devastadora batalla final contra el Rey de la Muerte, se contaban en cada rincón del mundo. Nadie se atrevía siquiera a imaginar la idea de invadir Arkadia nuevamente, pues todos sabían que desafiarla era enfrentar un poder imposible de contener.

Así, Arkadia no solo fue liberada, sino que también se convirtió en un faro de esperanza y fortaleza para el mundo. Sus habitantes continuaron viviendo en armonía con los titanes y con la naturaleza, honrando el sacrificio de quienes habían caído y el legado de quienes habían luchado por preservar su hogar.

La corrupción había sido vencida, pero la lección aprendida era clara: el verdadero poder de Arkadia no radicaba únicamente en sus titanes ni en su tecnología, sino en la unidad de su gente, quienes, enfrentando la adversidad más oscura, habían demostrado que juntos eran invencibles.


FINAL DEFINITIVO!

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