72
El anillo en su dedo anular le queda perfecto, y cada que se lo veo puesto me saca una sonrisilla que ni yo mismo puedo controlar. Me ha pillado más de una vez observándolo, pero se hace el tonto, le gusta que lo vea. Desde hace días que estoy enviciado con eso. Y es que, al hacerlo, recuerdo que, después de ponernos los anillos y quedarnos tan juntos y callados, nos besamos. El calor de sus labios aún se siente sobre los míos y he soñado con volver a sentirlos hasta quemarme las entrañas...
—Jungkook. —Su voz es mucho más firme ahora. El corazón lo tengo acelerado y comienzo a sentir una extraña bruma a mi alrededor—. ¿Estás escuchándome?
Debo recapitular.
Estamos en el despacho de su padre —que parece más bien una biblioteca—. Dijo que tenía algo muy importante que decirme y me vine corriendo hacia su casa. Creí que hablaríamos sobre "nosotros" y, en cambio, me ha dicho que estuvo investigando el proyecto en el que está involucrado Yoongi. Hay varias carpetas sobre el escritorio y un portátil que no ha tocado todavía.
—Ahora está sedado. No escucha, no siente, no está aquí —continúa—, pero puedes verlo, hay algunas imágenes.
Señala el computador y espera que le diga algo, sin embargo, no sé qué decir. ¿Quiero verlo? No lo sé. Y tampoco quiero quedarme con el recuerdo de la última vez; prefiero recordarlo como en los días posteriores a su declive. Sí, es mucho mejor, así que niego con la cabeza. Taehyung suspira y apila las carpetas una sobre la otra.
—Debido a los efectos secundarios, los científicos decidieron sedarlo, pero siguen estudiándolo. Leí que se volvió más agresivo y desarrollo un trastorno obsesivo-compulsivo. Creo que lo que te hizo, cuando te mordió... Fue una forma de controlar el impulso sexual. No quería hacerte ese daño.
Me quedo con los brazos laxos sobre mi regazo, encorvado como un anciano y algo patidifuso. Incluso si sé todo eso, sigue invadiéndome el miedo y la incertidumbre de aquel momento, me hace volver al instante en que me vi al espejo a la mañana siguiente, con la sangre seca encima de mi ceja y sobre mi hombro. Por eso no me gusta recordarlo. Y si, estoy huyendo de los malos recuerdos... como siempre.
—Lo siento —se disculpa, deteniendose entre el espacio que hay entre el escritorio y la silla donde estoy sentado—. Debí de consultarte primero. Es claro que te ha afectado. Deberías...
En el momento en que lo abrazo, sus palabras se entremezclan con el aire. Rodeo sus caderas con mis brazos y recuesto mi cabeza sobre su abdomen mientras respira profunda y lentamente.
—Lo que hacen conmigo podría tener efectos secundarios. ¿Qué tal si un día te lastimo? — Sus brazos presionan atrás de mi cuello y me empuja más hacia él—. Creo que la razón por la que intento defender a Yoongi es porque temo que me pase lo mismo, y es egoísta de mi parte, porque nosotros seguiríamos siendo los villanos aquí —explica con voz suave y una sonrisa torcida—. Así que, si alguna vez te pongo en esas circunstancias, no dudes en dejarme.
—No digas idioteces —advierto, intentando separarme. Taehyung me tiene muy bien sujeto y desisto—. No te pasará nada.
—No lo sabemos.
Hincho mis pulmones de aire, inundándome de su olor. Luego exhalo y estoy seguro de que siente mi aliento atravesar la tela de su camisa. Vuelvo a olfatear, esta vez más profundamente.
—¿Qué haces? —cuestiona, aflojando más el agarre. Esta vez soy yo quien se ha sujetado con más fuerza, como si fuera un koala y él un árbol, así que bajo más y olfateo cerca de la hebilla de su pantalón—. Jungkook.
Bajo otro poco, justo sobre su bulto, y lo siendo duro bajo mis labios.
—Jungkook, estamos hablando de algo importante —espeta—. Debes detenerte.
Me avergüenzo de mí mismo, pero no quiero verle la cara. Tomo aire y me meto bajo su camisa, como lo hacía con mamá cuando era más pequeño. Taehyung se remueve un poco, sorprendido. Finalmente, mira por el cuello de su camisa y suelta una pequeña risilla.
—En serio, ¿qué haces?
—Te escucho —susurro, mientras el sonido de las palpitaciones de su corazón me llegan al oído—. Dices que pare y lo hago.
—Qué chico tan obediente —victorea.
—Lo soy. Soy muy obediente... —Arrastro las palabras con picardía y abrazo su cuerpo con más fuerza—, aunque en realidad no quieres que me detenga.
—¿Sí?
Me muerdo el carrillo y cierro los ojos. He deseado tocar su piel desde hace semanas. Hemos pasado más de tres meses conteniéndonos y apenas la semana pasada volvimos a besarnos, lo que fue mágico, pero me ha dejado con ganas de más. Quiero sus manos quemándome la piel desnuda y quiero que sienta lo mismo cuando lo toque a él. Hay tantas cosas que quiero que me haga, y tantas cosas que quiero hacerle... Por ejemplo, quiero tenerlo en mi boca, otra vez.
—Jungkook, vas a dañarme la camisa —advierte con un poco más de seriedad.
Soy terrible. Me presiono un poco más contra su cuerpo, haciendo que parte de mi pecho apretuje su bulto. Sigue duro y el corazón se le acelera más que antes, lo que me causa un poco de gracia. Los dedos de su mano, sin embargo, se entornan con más violencia alrededor de mis brazos, como conteniéndose.
—¿Esta será tu forma de evitar los asuntos importantes? —me reclama con una voz grave y profunda.
¿Es una luz verde?
Salgo de debajo de su camisa y lo miro con los ojos grandes y la boca entreabierta. No obstante, sigo con mi pecho sobre su abultado miembro para que no deje de sentirme.
—¿Quieres hacerlo?
Se muerde el labio inferior y, cuidadosamente, me acaricia el costado del rostro, estremeciéndome con furia.
—Tengo muchas ganas. —Sonrío de oreja a oreja y Taehyung permanece con la misma expresión serena—. Pero será la primera y última vez que evadas hablar de algo de esta forma. Es un poco manipulador, ¿no crees?
Paso saliva y asiento con un movimiento de cabeza. Bajo la mirada perezosamente y observo el tamaño bajo sus pantalones. Me pongo igual de duro, quizás más. Y, como si fuera más un castigo para él que para mí, me tomo mi tiempo abriéndole el cinturón y el pantalón. Taehyung se aleja un centímetro del escritorio para permitirme bajarle la ropa y se me hace agua la boca cuando veo su pene desnudo e hinchado. Cómo estoy incómodo, me bajo de la silla y me pongo de rodillas, todo para él, bajandole la ropa hasta sus talones.
Me azota un calor exorbitante llamado vergüenza, como la primera vez. ¿Y si no lo complazco? ¿Si lo lastimo? ¿Si nos arrepentimos? Tomo una bocana de aire y miro a sus ojos antes de pasar mi lengua por la punta de su pene. No voy a sabotearme. Taehyung tiembla ligeramente y entrecierra los ojos. Ha sido solo una caricia y lo he puesto tan mal que sonrío victorioso.
Creo que, si lo hago terriblemente, ni siquiera se dará de cuenta.
Con mi diestra tomo la base y meto a mi boca meramente el glande, como si fuera lo único que pudiera llenarme. Muevo mi mano de arriba abajo y comienzo a hacerme un espacio en mi boca para todo lo demás. Si subo la mano, me quedo con la punta de su pene en mi boca, si la bajo, me lleno más, aunque no todo. A Taehyung le flaquea las piernas y se medio sienta en el escritorio. No gime mucho, en cambio, deja escapar suspiros entrecortados por la excitación. Sus nudillos comienzan a ponerse blancos de la fuerza que hace al sostenerse.
—Estás enloqueciéndome —suspira.
Sé lo que desea. Pude haber olvidado todo menos lo que le gusta. Sin embargo, aún no es el momento; esta vez quiero ir lento para hacer que disfrute hasta la mínima caricia. Por eso, comienzo masturbarle únicamente con mi mano, jugueteando al mismo tiempo con sus testículos. La punta de mi lengua asiente el peso y mis labios se cierran en uno de ellos para pellizcar muy, muy suavemente.
Tiene un espasmo que lo hace levantar del escritorio, como un sobresalto. Mete su diestra entre mi cabello y me sostiene con un poco de fuerza. Sí, lo estoy enloqueciendo. Cada vez soy más rápido con el movimiento de mi mano, hasta que sus piernas tiemblan ligeramente y me avisa que no aguanta más. Ahí hago lo que le encanta. Me lo meto todo a la boca, desde la punta hasta la base, sintiendo que me llena la garganta. Lo saco. Lo meto. Hasta que él mismo se masturba con violencia y me impide moverme, salpicando su semen en mi cara.
Respira entrecortado y mantiene una mirada lasciva mientras sigue sosteniéndome del cabello. Esta vez ya no jala, me acaricia. Es como decir "qué buen perro", y ambos nos reímos por eso.
—Vamos a la cama. Quiero torturarte también.
Meneo la cabeza y me paso el dorso de la mano por la mejilla, donde ha salpicado gran parte de su simiente.
—Hagámoslo aquí.
Tuerce el gesto e inspira profundo.
—Será incómodo. —Me quedo mirándolo fijamente, sin cambiar de opinión. Se aleja y vuelve a vestirse. Por un momento temo que eso será todo, pero me sonríe—. Iré por toallas y otras cosas.
El corazón lo tengo latiéndome fuerte y sin control. Quiero quitarme la ropa porque comienza a picarme. Taehyung cierra la puerta y aprovecho para despojarme de la camisa, usándola para limpiarme la cara. No puedo dejar de sonreír y sentir dolor en la parte de abajo. Me toco por encima del pantalón y tiemblo súbitamente.
Cierro los ojos y me hinco sobre el suelo, me agarro con ganas. Es lo que he hecho los últimos tres meses.
—¡Papá! —la exclamación de Taehyung me hace quedarme tan tieso como un roble. Levanto la cabeza muy lentamente y me doy cuenta de que el grito viene de afuera. Agarro mi camisa y me acerco a la puerta—. Estoy ayudando a Jungkook con un ensayo. Tiene demasiado trabajo.
—¿Y esas toallas?
—Sin querer derramamos algo de vino sobre el escritorio, pero no pasó a mayores. Guardé todos tus trabajos en la caja de seguridad, no te preocupes por nada.
Hay un silencio que me produce cosquillas en los pies y las manos.
—Volveré en una hora entonces —dictamina, y lo próximo que veo es a Taehyung entrando a la biblioteca.
Me pone nervioso su tranquilidad y naturalidad para manejar estas situaciones.
—¿No te has desnudado? —increpa. Le pone el seguro a la puerta y sonríe—. Vamos, me he puesto duro otra vez.
Deja las toallas en la silla y un bote de lubricante junto con condones sobre el escritorio. Me parece que será una tarde muy larga y estoy ansioso por comenzarla.
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