69
He olvidado el paraguas y me he mojado un poco. No pasaría nada, si no fuera porque llevo dos noches sin dormir y ahora tengo una migraña espantosa. A veces mojarse la cabeza cuando estás trasnochado es del todo peligroso.
Yoongi me tiene esperando afuera del apartamento once minutos. No sé qué tanto tiene que arreglar ahí dentro. Sé escucha frenético y molesto, sin embargo, lo he conocido así desde antes. O bueno, no tan inquieto, al menos.
Me masajeo la cabeza y cierro los ojos, al hacerlo se baja la presión del cerebro y por arte de magia desaparece un poco la migraña. Aunque, si dejo de hacerlo, vuelve a invadirme el dolor.
—Entra —exige Yoongi, apenas abriendo la puerta.
Me empujo al interior con lentitud, extrañado por su actitud. ¿Se esconde de alguien en realidad?
—¿Escapaste de los experimentos? —le pregunto con sorna.
Ni siquiera me mira, busca en la nevera una lata de cerveza y me la entrega. Él se toma un vaso con agua y hace una mueca de desagrado. Está sudoroso y los ojos se mantienen inquietos, mirando a todas partes.
—¿No te tomas una?
Menea la cabeza.
—No puedo fumar ni beber alcohol. Nada de eso. —Las manos le tiemblan y evita mirarme. Se sienta frente a una mesa pequeña que está en la mitad de la sala y yo me siento junto a él—. Me estoy volviendo loco —declara.
—Si te lo prohibieron, ¿cómo es que tienes cervezas en la nevera?
—Hice que las trajeran hace un momento. Así que más te vale acabar con una más que tengo guardada.
Ahogo una risilla, porque viéndolo así me da un poco de lástima.
—¿De qué querías hablar? ¿Dónde está tu brazalete? —cuestiona, tomándome la muñeca con fuerza—. Te la di para que la usaras, no para que la guardaras.
Me desasgo de su agarre e intento no mostrarme demasiado molesto, aunque lo estoy.
—Taehyung me la vio puesta y pensó que lo engañaba. —Me llevo una mano a la boca y exhalo, sintiendo que el frío me escuece los huesos—. ¿Podrías subir la temperatura?
—No. Hace demasiado calor —dice, despegándose la camisa del pecho como si fuese un abanico—. Quizás es por la cerveza que está fría.
Frunzo el ceño y miro a través de la ventana, incluso sigue lloviznando y el cielo está oscuro. ¿Y la cerveza? No tiene nada que ver. Mi cara está tiesa por el frío. Es real, a pesar del sudor que le recorre la frente.
—¿Hace cuanto que estás en abstinencia?
—Desde... La semana pasada. Entonces fue horrible, ahora lo llevo mejor.
Me levanto y él me interroga con la mirada.
—Me desharé de esto. No es bueno para ti.
—¿Crees que no puedo aguantarlo? Llevo días haciéndolo. —Palmea el lugar donde estaba sentado—. Vamos, siéntate.
Vuelvo a su lado y me pregunto a qué temperatura estamos. Me termino la primera lata de cerveza, sintiéndome algo mareado. Él se levanta automáticamente por la segunda, mientras se sirve más agua helada. Esta vez abro la lata, pero la dejo intacta. No quiero beber de más.
—Operaron a Taehyung —le digo tiempo después y me mira con sorpresa—. Salió bien. Pero no puedo verlo sino hasta dentro de un mes.
—¿No es demasiado tiempo?
Me encojo de hombros, abrazando mis rodillas contra el pecho.
—Me mantendrán informado, pero no es lo mismo que ir y verlo con mis propios ojos.
—¿Y por qué no vas? —propone—. Dudo que Taehyung les haya contado a todos lo que pasó entre ustedes.
—Saben que terminamos, pero no conocen la razón.
Yoongi se inclina hacia adelante, mirándome más de cerca.
—¿Terminar? ¿Él lo dijo exactamente?
—No lo dijo. Me pidió tiempo, que es lo mismo.
—No para él —debate, extrañado. Ahora me inclino yo, curioso—. Piénsalo, te pidió tiempo antes de enfermar. Quizás solo fue un pretexto para que te alejaras sin tener que preocuparte demasiado. Aunque, por supuesto, no contó con que eras demasiado insistente. Te diste cuenta de todo.
—Eso es demasiado cruel.
—No para alguien que enfermó y odia la idea de que lo vean así, en un estado tan vulnerable.
Sus palabras comienzan a tejer una telaraña en mi cabeza. Es una posibilidad, sí. Y no quiero que lo sea, porque entonces nuestro problema se habría solucionado desde mucho antes. No hubiese descansado hasta dejarle en claro que me importa, más en las circunstancias en las que estaba: agotado y con dolor.
Yoongi se levanta y se mete a su habitación. Me abrazo con más fuerza, acariciándome los brazos con premura. Creo que tengo los labios helados. Si no me voy rápido voy a congelarme aquí.
—No has terminado tu cerveza —observa al volver a la sala.
—En realidad aún es temprano para beber.
Mira su reloj de mano y frunce el ceño.
—Son pasadas las seis de la tarde. No está tan mal.
Exhalo con fuerza, me levanto y me acerco al lavaplatos, echando toda la cerveza por el desagüe.
—Mientras yo no puedo probar ni un sorbo, tú la estás botando, ¿en serio?
—Solamente es una cerveza —intento tranquilizarlo. No comprendo por qué su obsesión por algo tan pequeño—. Después de terminar el experimento podrás volver a tomarte alguna.
—¿De verdad vas a despreciarlo?
—¡Ya! —exclamo, dejando la lata en la basura—. Es solo una maldita lata. Después te compraré una docena. Tendremos tiempo de...
Inesperadamente, Yoongi me empuja contra la puerta de la nevera y la siento tambalearse un poco a mis espaldas. Me tiene agarrado del cuello de la camisa y sus ojos oscuros, muy dilatados y profundos, me miran fijamente.
—¿Por qué no puedes entenderlo? —dice en voz baja, entre los dientes. Su rostro se torna rojo y vuelve a empujarme contra la nevera, esta vez quedando más cerca, con su pierna entre las mías, evitando que pueda darle siquiera un golpe—. ¡No volveré! ¡No habrá más alcohol o cigarrillos! ¡No habrá nada para mí! ¡Tú estás despreciando lo único que puedo darte y no puedo tener!
—Suéltame —susurro, con el corazón a punto de estallarme. Se le marcan las venas del cuello, de la mano, las fosas nasales se le abren al respirar profundo y entrecortado. No es él. Y me atemoriza—. Por favor, Yoongi. Suéltame.
Se inclina tanto que lo siento duro entre mis piernas y me mira con perniciosa lujuria. Mis uñas enterradas en sus antebrazos a penas y parece sentirlo, empujarlo tampoco puedo. La desesperación hace que los ojos se me anegan en lágrimas y solloce débilmente. No contento con eso, Yoongi hace que el aire se me quede en los pulmones cuando me besa, casi queriendo arrancármelo todo. Intento alejarlo otra vez y mover la cabeza hacia otro lado, sin embargo, está tan fuera de sí mismo que su fuerza es incluso sobrenatural. Hambriento, me besa la mejilla, el cuello, y vuelve a mis labios, donde aprovecho para morderlo con fuerza. Su sangre queda en mi boca y escupo rápidamente, echándome a correr. Quiero escapar y no puedo. Ahogo un grito cuando me empuja, provocando que me haga un corte sobre la ceja con el pequeño muro que hay en la entrada. El pánico me ahoga, me suprime todos los órganos. Yoongi me tiene bajo él y vuelvo a sentir su miembro duro, esta vez sobre mis nalgas, presionando con deseo.
Plaño mientras busca desesperadamente la piel de mis hombros. Uno de sus brazos está presionando mi cuello mientras el otro está sobre mi pecho, dejándome los brazos inmovilizados. Apenas puedo sacudirme. Me presiona con fuerza y por un momento lo escucho gruñir, asfixiarse con sus instintos. Posterior a eso, me cubre la boca con la mano y me muerde justo en la espalda, cerca del hombro. Lo hace con tanta violencia que chillo y grito, amortiguando el sonido por su mano.
Quiero vomitar, y justo después de la primera arcada, deja de presionarme y vuelvo a respirar.
Aunque su peso es más ligero, no soy capaz de moverme. Estoy atemorizado. El lugar donde me mordió me arde más que la herida encima de mi ceja. Aún es como si tuviera sus dientes hincados en mi piel... Mis zapatos están justo frente a mis ojos. Solo a un paso.
—Lo siento —chilla, con la voz ahogada—. Lo siento.
Respiro lento. Y solamente después de un tiempo puedo hacer cualquier sonido.
—Qui... —Se me seca la garganta y paso saliva. Me tiembla el cuerpo y la voz—. Quiero irme. Por favor. Por favor deja que me vaya.
Lo escucho respirar profundamente mientras exhala cerca de mi cuello.
—Me estoy volviendo loco —susurra con voz temblorosa.
—Quiero irme —chillo otra vez.
Segundos más tarde se levanta y siento el descanso sobre mi cuerpo. Jadeo, sintiendo el dolor en todas partes mientras me pongo de pie. Me agacho para tomar mis zapatos y salir del apartamento. Él vuelve a decir que lo siente y yo intento caminar más rápido, porque me siento mareado. Al salir del edificio tomo un taxi. El señor no deja de insistir en ir a un hospital, pero no digo nada, simplemente meneo la cabeza y le indico el camino a casa. Mamá está haciendo turno en la noche y por primera vez quiero llamarla para que venga a verme, para que me cuide. Y no lo hago, porque no quiero dar explicaciones. Quizás mañana, no hoy.
Nada más ir a mi habitación, me tumbo sobre la cama y me quedo zurumbático. Ya ni siquiera lloro. No quiero intentar entender lo que pasó, no tengo espacio para eso. En realidad, no tengo espacio para nada más que para dormir y fingir que todo lo que ha pasado ha sido una pesadilla.
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