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68


Siento que he pasado la noche sobre un montón de clavos. Nada más mover el cuello me duele un montón. Intenté dormir en la silla, en el suelo, en un rincón del pasillo, sin embargo, no encontré un buen lugar para conciliar el sueño.

—Había una sala de descanso al doblar el pasillo. Te hubieras quedado ahí —dice Taehwan con mucha tranquilidad.

Rechino los dientes y hago puños las manos. Quiero golpearlo por insensible.

—No me dijiste eso —alego.

—Sí, te lo dije.

—No, no lo hiciste. Y pasé una noche terrible, aunque tampoco es como que pudiera dormir.

Se mete un pedazo de pan a la boca y me mira de reojo.

—¿No tienes trabajos o algo así? Mañana es la operación de Taehyung y no ganarás nada quedándote aquí, más que dolor en la espalda, claro.

—¿En la espalda? Me duele todo —me quejo. Y... Carajo, la información que debo enviarle a Giselle.

—Parece que recordaste algo.

—Debo enviar un trabajo.

Me termino el jugo de naranja lo más rápido posible y me llevó un pan. Taehwan enarca una ceja porque se lo he robado, pero no me importa, hoy amanecí más tranquilo y con más hambre. Debe entenderlo.

Me siento en medio del pasillo, con el PC sobre mis muslos y el pan en la boca mientras tecleo. Puedo conectarme a la red sin necesidad de poner alguna contraseña, lo que es un alivio. Abro varias pestañas y busco la información que necesito. No puede ser adrede, debe ser algo importante y muy completo.

Algunos minutos más tarde, se escuchan tacones de punta resonando contra el piso y giro en su dirección. El cuerpo se me tensa al ver a Minju contoneándose por el pasillo, viniendo hacia mí, o con ganas de pasarme de largo: lo que me encantaría.

—¿Qué haces aquí? —Increíblemente no suena mal, su voz es suave y parece sorprendida—. ¿Taehyung lo sabe?

Meneo la cabeza.

—Taehwan me dejó entrar. Estoy aquí desde ayer.

Suspira y se sienta a mi lado, con la bolsa de mano sobre su regazo. También parece cansada.

—Taehwan siempre hace lo que quiere.

—Siendo sincero, si no me traía estaba dispuesto a meterme en su auto.

Ella ríe y se cruza de brazos.

—Sí, debí suponerlo. Eres muy insistente. No sé lo que haya pasado entre ustedes dos, pero creo que Taehyung podría apreciar eso. Y yo también —agrega, mirándome con amabilidad.

Si Taehyung le ocultó el motivo deber ser por algo. Ella definitivamente me lanzaría su tacón a la cabeza y no le importaría hacerme daño. Defendería a Taehyung sin importar nada y yo también, aunque intentaría evitar la violencia.

—¿Qué haces? —me pregunta, sacándome de mis cavilaciones.

—Debo enviar una información —le respondo, volviendo la vista al PC. Ella mira lo que sea que esté haciendo, poniéndome nervioso. Decido espantar el incómodo silencio y la cuestiono—: La semana pasada que fui a casa de Taehyung, ¿estaba él aquí?

Como se queda callada volteo a mirarla, encontrándome con sus enormes ojos. Se echa hacia atrás e inspira profundo.

—Debía guardar reposo para evitar complicarse. Temía que ustedes fueran a discutir y eso fuera peligroso para él. Lamento si fui muy grosera, simplemente intentaba darle tranquilidad a Taehyung.

Le sonrío y asiento con la cabeza. A Minju no le cuesta disculparse cuando sabe que ha cometido un error y me gusta eso de ella. También me hace recordar las palabras de Yoongi: "Es dulce a su manera". Sí, lo es. Vuelvo la vista a la pantalla y segundos después la observo ponerse de pie casi de un salto. Al girarme, veo al señor Baekbeom caminando hacia nosotros. Me paro como un resorte y él nos sonríe.

—Minju, que bueno verte.

—Lo mismo digo, señor Kim —le responde ella con una temida sonrisa.

La piel me suda y se me acelera el corazón cuando me mira fijamente.

—Y tú... Estás saliendo con mi hijo, ¿verdad?

Miro a Minju por el rabillo del ojo.

—Sí, señor.

Casi me rio, porque parezco en una zona de guerra. En cambio, el señor Baekbeom sí se ríe sin disimular.

—Dejé de verte hace unos días. —Aquello me toma por sorpresa y entreabro los labios—. Sí, te he visto entrar a nuestra casa muchas veces. Es una lástima que mi hijo no te haya presentado conmigo. ¿Me recuerdas tu nombre?

—Je... —Me aclaro la garganta—. Jeon Jungkook.

Asiente, pensativo.

—Bien. Creo que a Taehyung le dará mucho gusto verte antes de la operación. —Me palmea el hombro y sigue su camino—. Fue un gusto verlos a ambos.

Su silueta se pierde al terminar el pasillo y doblar hacia la rampla. Minju me toma desprevenido, sonriéndome con un afecto aterrador.

—Eres una ternurita cuando estás nervioso —me dice, caminando hacia el otro lado del pasillo.

—Minju...

—No voy a llevarte a su habitación.

—¿Soy el único que puede causarle tanto daño? —chillo y ella se detiene, girándose sobre sus propios talones.

—Es más que eso. Taehyung literalmente moriría de la vergüenza si sabe que estás aquí. —Se retrepa el bolso en el hombro y hace un ademán para seguir su camino, pero se detiene—. Y si hablamos de personas que podrían causarle más daño, entonces debemos agradecerle a la señora Seohyun por su indiferencia.

Sus tacones resuenan hasta que se pierden al final del pasillo. Se refería a la madre de Taehyung, quién apenas habla con él. Su indiferencia. Tal vez sigue aterrorizada de ver a su hijo convertido en ciencia, pero no es excusa, no a mi parecer. Se me forma un nudo en la garganta y las ganas de abrazar a Taehyung me palpitan en mis propios brazos.

Quiero verlo.

Aún quedan veinte minutos antes de enviar la información y decido que tengo tiempo de sobra para hacer otra cosa. Camino rápido hasta alcanzar a Minju, sorprendiéndola bastante, tanto que me hace retroceder.

—¿Qué haces? —sisea.

—Mientras tú estás adentro con él, yo puedo verlo desde aquí afuera. Él no se dará cuenta.

—Estás loco, Jungkook.

—¿No estarías loco estando a pocos pasos de la persona que quieres sin poder verlo siquiera? Peor aún, mientras esa persona está sufriendo.

Arruga el entrecejo y pone los en blanco.

—Bien. Pero intenta no hacer esto a menudo. Es más, deberías de quedarte en casa después de esto. Necesitas una ducha, tu cabello está horrible —ladra, dándose la vuelta para seguir su camino.

Me rio de su pequeño drama y me entusiasmo con la idea de verlo. Minju entra a la habitación y tomo una bocana de aire mientras me acerco al ventanal. Apenas por una abertura logro verle el rostro y Minju se hace al otro lado de la camilla para evitar cubrirlo. Luce cansino, pero no está sudoroso o agitado. En realidad, permanece tranquilo y sonríe cuando Minju le dice algo, quizás algún mal chiste.

Se me anegan los ojos de lágrimas y debo parpadear varias veces para que no me tape la vista. Su pecho está desnudo, con algo similar a una gasa cubriéndole el corte. Respiro hondo y vuelvo a fijarme en su rostro. Quisiera besarle la frente, las mejillas, el pequeño lunar en su nariz, tomarle la mano y hacerlo reír para evadir sus preocupaciones por al menos unos minutos...

Minju toma una silla y se sienta a su lado, evita mirar a la ventana para que Taehyung no haga lo mismo. Quiere que se concentre solo en ella y se me acongoja el corazón. Suelto una exhalación y vuelvo al pasillo, con el computador sobre mi regazo y las mejillas mojadas. No paro de llorar y tengo que hacer una pausa más para desahogarme. ¿Y si las cosas salen mal y no puedo despedirme? Intento evadir esos pensamientos, aunque llegan y me invaden con extrema rapidez.

Quiero hablar con alguien. Quiero desahogarme.

Aunque aún esté molesto, le marco a Yoongi. No tengo que contarle muchos detalles más de lo que ya sabe. Lo entenderá.

Descuelga al sexto intento.

—¿Sí? —contesta, agitado.

—Soy Jungkook.

—Ah, hola.

—¿Estás bien?

—Sí, sí. Perfectamente.

Las lágrimas se me secan porque me intereso más en él. Faltan siete minutos antes de que se cumpla el plazo de enviar la información a Giselle y sigo derrochando el tiempo.

—¿Podemos vernos?

Hay silencio, como si hubiera dejado el móvil suspendido en cualquier otra parte.

—¿Yoongi?

—Si —contesta y me entra el alivio—, pero no hoy.

—¿Qué?

—¿Cambiaste tu número?

—No.

—Puedes venir mañana. O el lunes. Como tú quieras.

—¿En serio estás bien?

—¡Qué si! —exclama entre dientes—. Ven cuando quieras, pero no hoy.

Cuelga, dejándome con la palabra en la boca. Apenas y se le entendía lo que decía. ¿Estaba ebrio? No, sonaba diferente. Agito la cabeza y me concentro en el trabajo. El corazón aún me duele, aunque menos que antes. Y si lloro, será después del mediodía. 

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