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Me quedo zurumbático dentro de las paredes anchas y altas del edificio. Creí que iríamos al hospital y, sin embargo, estamos en el centro de investigaciones del padre de Taehyung. En el pasillo hace frío y se crea un eco desagradable al decir una sola palabra. Nuestros pasos retumban en mis oídos, provocándome escalofríos.

Tomamos el ascensor y comenzamos a descender. Abajo. Más abajo. Incluso después de salir de la caja metálica, seguimos descendiendo por unas escaleras y una extensa rampa de cemento. El corazón me late rápido y fuerte.

—Espera aquí —me indica Taehwan mientras dobla a la derecha al final del pasillo.

Reitero, hace muchísimo frío y me paso las manos por los brazos. Huele a desinfectante. Las luces son blancas y brillantes. Es como si fuera un hospital, en ese caso subterráneo. Hay una larga fila de sillas pegadas a la pared, dejo la mochila en una y me siento en otra, todavía consternado.

Me levanto, camino un poco y vuelvo a sentarme. No me hallo en ninguna parte.

Taehwan regresa minutos después sin las mochilas que llevaba antes. Creo que lo ha visto.

—¿Le dijiste que estoy aquí?

—Aún no es el momento —me responde con voz átona. Se sienta unos minutos, con las manos cruzadas sobre su regazo y los ojos fijos en las lámparas.

—¿Vas a decirme lo que pasa? ¿Por qué está aquí en lugar de un hospital?

Pasa saliva, lo sé porque su manzana de adán sube y baja rápidamente. Está exhausto y me siento fatal por eso. Imagino a Taehyung, sintiéndose así de fatigado, preocupado y solo. Se me encoge el corazón y me acerco más a Taehwan. Aunque me muera de ganas por saber lo que pasa, debo ponerme en su lugar. Esto no está siendo fácil para él.

—¿Taehwan?

Me sobresalto por la voz, mientras que el susodicho gira la cabeza con total tranquilidad. Una chica está al final del pasillo, lleva un uniforme de enfermera y un tablón en la mano. Nos sonríe débilmente.

—¿Puedes venir? Necesito hablarte de algo.

Taehwan asiente y me mira con severidad.

—No te muevas de aquí.

Se levanta y gira a la izquierda junto con la enfermera.

Pasan diez minutos en los que me desespero y decido aventurarme un poco. Al final del pasillo hay dos más: uno a la derecha y otro a la izquierda. Ambos igual de largos. Giro a la derecha, donde intuyo pueda estar Taehyung. No entraré, me conformaré con verlo de lejos, si es posible. El pulso se me acelera, haciéndome cosquillas por todo el cuerpo. Camino y camino.

Hasta que veo algo.

Hay una habitación casi al final, donde doblan otros pasillos. Este lugar parece un laberinto. O bien una prisión. El cristal es enorme. Adentro hay una camilla y varias personas alrededor de esta, algunas con batas blancas y otros uniformados como enfermeros. Sobre la camilla puedo ver un cuerpo, solamente la mitad, que está cubierto por una bata; el resto se oculta tras una cortina, proyectándose sombras. No puedo ver su rostro, así que no tengo forma de saber si es él.

Fascinado por lo que veo, me quedo ahí, esperando algo. La persiana que está contra el vidrio permanece entre abierta y no se percatan de mi presencia. Uno de los doctores se acerca a la cortina y tira de esta con fuerza, dejándola en la cabecera de la camilla. Luego de quitarse... Escucho mis propios latidos, frenéticos e iracundos.

Taehyung está sudoroso, con los ojos entreabiertos, respira rápido y con mucha dificultad. Y su pecho... Oh, Dios. Su pecho está abierto, lo suficiente como para meter una paleta y enviar una descarga a su corazón.

Ahogo un chillido en cuanto lo escucho gritar. Se me desorbitan los ojos y comienza a dolerme todo. Quiero ir a la puerta, tirarla e ir por Taehyung, pero no puedo moverme. Quiero que se detengan. Quiero que dejen de hacerle daño. Olvido respirar y me ahogo con mi propio miedo.

Deténganse.

El rostro de Taehyung se pone rojo y el sudor brilla por su frente, sus mejillas y su barbilla. Sus ojos ya no son los mismos: se hunden por el dolor y el temor, ya no tienen color o forma. Aprieta los dientes, tal vez se esté haciendo daño.

—Jungkook...

Alguien me llama, pero no escucho más que los alaridos de Taehyung. Por favor. Que alguien los detenga.

—Jungkook...

Sacan las paletas, miran el monitor y vuelven a enviarle descargas. Él sigue sintiéndolo todo, sus manos agarrándose de los barandales como una forma de soportarlo.

Y por un instante, creo ver que algo brilla en su interior.

—¡Jungkook!

Me golpeo la cabeza y la espalda contra la pared. Taehwan está frente a mí con el rostro enrojecido de la furia. Sus manos presionan mis brazos con fuerza y, aunque quiero chillar por eso, no puedo. No tengo voz, pero si escucho más que antes, escucho más que mis propios latidos. Lo escucho a él. Y me recuerdo respirar.

—¡¿En qué estabas pensando?! —me grita.

No hago nada y eso lo molesta más. Tira de mi muñeca con violencia y me hace caminar como un zombi, porque no soy yo el que camina. Pasamos al lado de dos enfermeras que nos miran con una sorpresa contenida. Taehwan toma mi mochila de un arrebato y sigue jalándome, hasta que se detiene al inicio de la rampla, soltándome con rudeza.

—O me obedeces, o voy a sacarte de aquí. ¿Entiendes? —me advierte con voz grave.

No le respondo. Me desplomo sobre el cemento, con las rodillas dobladas y el cuerpo hincado. Tengo náuseas. El cuerpo entero me tiembla y estoy sudando. Lloro en silencio. Todo mi cuerpo está consumido por el horror de lo que he visto.

—Creo... Voy a vomitar —le aviso en un susurro. Taehwan no me escucha y se inclina—. Quiero vomitar.

Su rostro palidece y busca algo alrededor. Regresa dos segundos después con una matera a la que le ha arrancado la planta y vomito de lleno en ella. La vista se me nubla y comienzo a sentirme ahogado. Taehwan pasa la mano por mi espalda, de arriba abajo.

—Lo siento —dice, pero a penas le presto atención—. No debí de ser tan duro contigo. Es la primera vez que ves algo así y no pensé en eso. Lo lamento.

Para inhalar profundo debo alejar la maceta. Sin embargo, es más sencillo si me alejo yo. Así que me arrastro al otro lado, junto a la pared, y me limpio con el antebrazo. Después me lavaré. Debo hacerlo o el olor y el sabor harán que me dé otra arcada.

Hincho mis pulmones de aire y lo suelto lentamente. Se apesadumbra al verme así de mal y se sienta frente a mí.

No decimos nada por un largo tiempo hasta que yo rompo el silencio.

—¿Por qué le hacían daño? —le pregunto casi en un gemido.

—¿Crees que mi padre le haría daño? —Entierro las uñas en mis antebrazos y bajo la cabeza—. Intentan salvarlo. Todo es un proceso.

—Él... Taehyung... Su pecho... —balbuceo. En su silencio, vuelvo a mirarlo y él a mí—. ¿Por qué le hacen eso?

Inspira profundo y se levanta.

—Vamos, debes lavarte y comer algo.

—¿Por qué? —insisto.

—Hay una cafetería en el primer piso. Vamos al baño para que te laves y luego vayamos a comer. Te contaré todo.

Meneo la cabeza.

—Me quedaré aquí, te prometo que no me moveré. No iré a verlo.

Temo que esté engañándome y quiera llevarme para deshacerse de mí. Fue un impulso. Estaba desesperado y simplemente quería verlo... Aunque no así.

—No voy a sacarte, ¿bien? Necesitas algo que te haga volver en sí. —Se pone en cuchillas frente a mí y me mira con amabilidad. Cualquier rastro de enojo se ha esfumado de su rostro—. Mírate, no paras de temblar y llorar. Necesitas beber algo. Vamos.

Me extiende la mano y acepto con firmeza. Me ayuda a levantarme y volvemos a caminar hacia el ascensor.

—La maceta... —le recuerdo con voz temblorosa.

—Le echarán más tierra encima. O la cambiarán, no te preocupes. —Hago una mueca de asco y él asoma una pequeñísima sonrisa mientras me acaricia la espalda—. Te lo diré todo. Lo prometo. 

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