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El centro comercial queda a cuatro calles del hotel. Ninguno dice una sola palabra en el recorrido y comienzo a sentirme molesto. Tengo muchas dudas. Yoongi quiere invitarme a comer, pero declino su invitación. Sabe lo que quiero, y no conseguirá apaciguar mis ansias de la verdad con un postre o un batido.

—Entremos aquí —dice, después de haber subido tres pisos y recorrido cada uno de ellos. Es una joyería.

Los precios hacen que me den jaqueca. ¿Puede tener dinero para comprar algo aquí o piensa robarlo?

—Vámonos.

Yoongi entrecierra los ojos y aprieta los labios. Toma mi mano y me obliga a seguirle el paso. Nos detenemos frente a una vitrina con muchos brazaletes color plata y oro reluciendo bajo el cristal. La mujer que está detrás se acerca con una energía exorbitante.

—¿En qué puedo ayudarlos?

—Estos brazaletes pueden tener grabados, ¿verdad? —la mujer asiente y saca uno para mostrarnos. Al parecer tienen un pequeño costo extra, que no es tan pequeño para mí—. ¿Cuál te gusta? —me pregunta.

Mi primera reacción es entornar los ojos e inclinarme cerca de su oreja.

—¿En serio vas a comprarlo?

—Compremos dos, que vayan a juego.

—¿Por qué?

—Las parejas suelen comprarlo mucho, tienen un significado muy bonito el compartir los mismos brazaletes —dice la tendera.

—Es que no somos parejas —refuto y la mujer se sonroja violentamente. Yoongi apenas reprime una carcajada.

—Oh, lo siento. No quería... —Hace una reverencia y se lleva la mano a su cabello, peinando con nerviosismo—. Una disculpa.

—No se preocupe —le digo, en tono tranquilizador.

—Escoge una ­—insiste Yoongi. Parece que esto no tendrá fin, así que elijo una al azar—. Pero hazlo bien.

Suelto un bufido y me inclino sobre la vitrina. En realidad, todas se ven iguales. A excepción de dos modelos extras. El precio me hace sentir incómodo, sin embargo, Yoongi parece muy seguro de poder comprarlos, así que me tomo mi tiempo y elijo una color plata. La manilla es como una trenza y tiene una pequeña placa sin nada especial en ella.

—¿Qué desean que graben en sus brazaletes?

—¿Puede darme un papel? —pregunta Yoongi. La mujer asiente y toma uno de la vitrina siguiente. Yoongi escribe algo, procurando que yo no lo vea. Luego va a la caja y saca una tarjeta. La transacción parece exitosa porque le entregan el recibo y nos quedamos a esperar—. ¿Quieres que abran la champaña?

—No comprendo —vocifero—. ¿Tienes para comprar dos brazaletes que cuestan un salario, pero no para pagarle a los tipos a los que les debes dinero?

—Te explicaré todo luego.

—No tengo paciencia. Has estado tratándome como tu mascota, tirándome de mí de un lado a otro.

—Estás molesto y, sin embargo, quieres saber lo que pasa, es por eso que sigues aguantando esto —explica con calma—. No te trato como mi mascota, Jungkook, te trato como un amigo. Solamente quiero un momento antes de que estalles por completo.

—Iré al baño —le aviso, saliendo de la tienda.

Todo es un caos en mi mente. No sé qué hacer o decir. No puedo manejar correctamente mis emociones y comienzan a desbordarse. Nada más encerrarme en un cubículo, el taco en mi garganta comienza a doler. ¿Exactamente qué me duele? Ahogo un llanto y me cubro la boca con la mano. Llorar en silencio no es liberador, al contrario, es exasperante. Me quedo varios minutos intentando sacarlo todo.

Al salir, me trago una exclamación y la mujer que se mira frente al espejo me observa con una tranquilidad absurda. Un Taehyung robot está a su lado, mirándola como si fuera el centro de atención.

—Pensé que era el baño de hombres —me excuso.

—Lo es. El de las mujeres está muy lleno.

Poco me importa eso. Nunca había visto un robot de cerca. Los he visto en la calle, en restaurantes, pero nunca había tenido la oportunidad de verlos a un paso de distancia. Los detalles son asombrosos. Y aterradores.

—Si lo miras mucho se le caerá la piel —la observo con horror y la mujer se ríe—. Es broma.

Sé que es una broma, pero la imagen no fue exactamente linda. Me giro hacia la salida y la mujer vuelve a hablar:

—¿Nos vas a lavarte las manos? ¿Por qué los hombres siempre olvidan eso?

Exhalo cansino y me devuelvo, parándome a un lado del Taehyung robot. Dejo que el agua caiga en mis manos y me echo un poco en la cara.

—Ya veo. Estabas llorando —concluye con cierto desdén—. Elegiste un pésimo lugar, amigo.

—En realidad intentaba no llorar.

—¿De qué hablas? Si quieres llorar, lo dejas salir y ya está. Aguantarlo te deteriora por dentro. Créeme.

Me rio de la espontaneidad de la conversación. Le agradezco y salgo del baño. La chica tenía una mirada amenazadora y, sin embargo, resultó ser una persona muy dulce. A la final, vuelvo a la tienda con Yoongi, quién está esperándome con una bolsa de regalo en la mano.

—La champaña será para más tarde, supongo —dice, asomando la boca de botella por una abertura de la bolsa. Creo que ha sido un "regalo".

Volvemos a la habitación del hotel quince minutos más tarde y Yoongi deja la botella de champaña en una pequeña nevera. Le quedan alrededor de tres latas de cerveza.

—Se está haciendo muy tarde, Yoongi. ¿Vas a decirme lo que sucede?

—Bien, bien —responde de malagana—. No sé que tan involucrado está el padre de Taehyung, pero el señor Taeyang si lo está, y mucho. Después de todo es su jefe de operaciones.

—No comprendo.

—Se supone que todo esto es confidencial, pero confío en ti, Jungkook. Júrame que no hablaras de esto con nadie. Mucho menos con Taehyung.

—Debiste de decirlo antes.

—Júralo.

Un repentino estremecimiento recorre mi cráneo. Ha pasado mucho tiempo, ¿será en vano?

—Está bien. —Arruga la frente, esperando algo más—. Lo juro. No hablaré de esto con nadie.

Yoongi se acerca la nevera por otra lata de cerveza y me ofrece una.

—Están en un nuevo proyecto —dice, seguido de un trago—. No sé con exactitud que es, pero parece algo grande. Cuando el señor Taeyang me encontró a punto de robar en su casa, me dio dos alternativas: una; llamar a la policía y dos; ser parte de ese proyecto. Me habló del contrato que tendría que firmar y de todas las ventajas que podría tener si aceptaba. No sonó nada mal, considerando que ya tenía una deuda encima.

—¿Van a convertirte en un robot? —pregunto con temor.

—No, es otra cosa.

—¿Qué cosa?

—¡No lo sé!

—¿Y aceptas así como así? —debato.

—¿Escuchaste lo que dije hace rato? —Cuestiona muy molesto—. Si no aceptaba, de cualquier forma los tipos a los que les debía dinero iban a hacerme daño. Fue algo bueno aceptar.

—¿Qué ventajas tendrás?

—¿Sabías que mi madre hipotecó la casa hace muchos años? —Niego con la cabeza—. Trabaja arduamente para pagarlo. El dinero que ganaré con esto no solamente me da las posibilidades de devolverle la casa, sino de lograr que viva cómodamente el resto de su vida.

—¿Y cuál es la desventaja de todo esto?

—Que puedo morir. —Se me seca la garganta ante su cruel honestidad—. Las pruebas son cada vez más difíciles.

—¿Y no has pensado en tu mamá? Eres su único hijo.

—La deuda... —me recuerda—. Gracias a esto pude pagarla y no me harán daño, ni a mí ni a ella.

—¿Por qué llegar a ese extremo? Aguanté las burlas de Changbin y sus amigos por mucho tiempo, unos meses más no iban a hacer la diferencia, Yoongi.

—No es cierto. Pensaban hacerte cosas horribles. En parte me alejé por eso.

—¿Qué cosas?

—No diré nada más.

Nos terminamos la cerveza en completo silencio, mirándonos fijamente. Me dice que su mamá está de viaje en Jeju. Ha estado allí desde hace dos semanas, pues su hermana menor enfermó y quiso ir a cuidarla. Yoongi me asegura que le hablará sobre todo esto una vez regrese del viaje, es decir, mañana.

—¿Por qué el señor Taeyang decidió dejarte como el malo?

—Dijo que nunca había visto a Minju tan enamorada, así que para no herirla, inventó alguna forma para que ella me odiara. Se le ocurrió que era la forma más fácil de dejarme ir.

Aquello me hace reflexionar sobre muchas cosas, especialmente lo que Yoongi podría sentir o no hacia ella.

—¿Minju nunca te gustó?

—No. Era demasiado arrogante. Aunque era "dulce a su manera".

—Eso es muy cruel, Yoongi.

—Lo sé.

La conversación sigue, hasta pasar horas. Es interesante y amedrentador.  

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