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He olvidado mi teléfono en casa de Sunny. Creo que lo saqué varias veces para mirar la hora, escribirle a Taehyung y tomarme algunas fotos. Si bien tengo la sensación de no haber hecho nada de eso, me parece que si lo hice.

Toco el timbre dos veces y espero. Yoongi me advirtió que podrían estar los padres de Sunny. Sin embargo, necesito mi celular. Lo necesito antes de ir a mi casa y enfrentarme a mi madre. Es más del medio día y no la he visto, pero intuyo que me recibiría con el ceño fruncido y una mezcla en su voz de enojo y preocupación.

La puerta se abre y aguanto la respiración.

—¿Jungkook?

Por suerte es Sunny quien se asoma. Lleva una bata puesta y el cabello desmarañado, como si se hubiera acabado de levantar.

—¿Estabas durmiendo?

Se mira a sí misma y menea la cabeza. Se ve cansada y triste, tan frágil que no parece la misma Sunny de ayer.

—Han pasado muchas cosas, pero dime, ¿qué necesitas?

—Creo que olvidé mi celular anoche. Con todo lo que pasó no me dio tiempo de echarle un vistazo a mis bolsillos.

Sunny asiente con la cabeza y se hace a un lado para dejarme pasar. Cierra la puerta y se adelanta.

—La verdad ya limpié todo y no vi ningún celular. Le timbraría desde el mío, pero mis padres me lo quitaron —confiesa en voz baja—. Y como si fuera poco, tampoco iré a la graduación.

—¿Cómo?

Sunny se gira y me sonríe, aunque sé que tiene ganas de llorar.

—Nunca los había visto tan enojados. Fue una locura. En fin... —Mira alrededor y va a la cocina—. Echa un vistazo mientras preparo una limonada, ¿quieres?

—¿En serio no te dejarán ir a tu graduación?

Saca algunas cosas de los cajones, haciendo mucho ruido.

—Cuando algo se les mete en la cabeza, no hay quien los pare. Ellos irán a recibir el diploma mientras yo me quedo aquí, lamentándolo.

Suspiro y comienzo a buscar bajo el sofá. Debe de estar en algún lugar. Y si alguien se lo llevó, espero que pueda devolvérmelo.

—Podrías hacerlo por Skype —propongo—. Le dices a tus amigos que, cuando comience la ceremonia, te conecten para verlo. Tus padres no quieren que vayas físicamente, pero nadie habló de hacerlo a distancia.

—¿Crees que me dejen? —pregunta, entusiasmada. Me encojo de hombros y la dejo pensarlo—. Sí... Creo que puedo hacer eso. Gracias.

Voy a la cocina y busco entre pequeños huecos, detrás de la nevera, cualquier parte. No hallo nada y suelto un bufido. Voy al baño del segundo piso y reviso todo. No hay nada. Mi celular no está aquí y me inquieta. Sí, estaba algo mareado anoche, pero no diría que ebrio. Incluso cuando me desperté esta mañana en casa de Yoongi, la cabeza no me dolía mucho. Aunque sí seguía sintiéndome un poco mareado, sobre todo mi estómago.

—¿Nada? ­—Me pregunta mientras vuelvo a la cocina. Me extiende un vaso de limonada y le doy un largo sorbo—. Con tantas personas es probable que alguien se lo haya llevado.

—Sí... —contesto, apesadumbrado. Me termino la bebida y ella me recibe el vaso—. Gracias por dejarme buscarlo. Espero verte mañana en la graduación, así sea por Skype.

Asiente con los ojos más animados y me sonríe de verdad. Me doy media vuelta y salgo de su casa. Sigo el trayecto a casa de Yoongi, mirando meticulosamente la calle, el parque especialmente. Si lo encontrara, sería un milagro porque ha pasado muchas horas.

Decido volver a casa y pensar en todas las cosas que me dirá mi madre. La ventaja es que no tendrá con qué castigarme porque ya no tengo celular y el computador suele usarlo ella. Recibiré una buena charla, eso sí.

Al cruzar la esquina de la calle, observo un auto negro y se me acelera el corazón. Camino más rápido y, cuando llego a la puerta de mi casa, titubeo. El chofer está mirando algo en el celular, así que no nota mi presencia al otro lado de la calle. Nada más girarme para entrar a mi casa, Taehyung sale y nos miramos fijamente.

—Hola —me saluda, algo seco. Se me traba la lengua y me quedo muy quieto—. Acabé de entregarle el celular a tu mamá... Me contó lo que pasó anoche.

Imagino que el grupo que tienen los padres debe estar fuera de control. Así fue como se enteró la madre de Yoongi y posteriormente la mía.

—¿Qué celular?

Taehyung ajusta la puerta y baja a mi altura. Me pone nervioso.

—El tuyo. Un tal Chanyeol me llamó esta mañana para que te lo entregara. Desconfié un poco y por eso fui a reclamarlo con Jihu.

—No diría que un amigo —digo, un poco aturdido por las cosas que me ha dicho—. Lo conocí anoche. Y no sé cómo dio con mi celular.

—Dijo que lo dejaste sobre la barra. Iba a entregártelo, pero llegó la policía.

—Sí... Yoongi me arrastró de camino a su casa —revelo con gracia, pero él no se ríe—. ¿Estás molesto?

­—Quería llevarte a alguna parte y felicitarte por tu graduación, pero tu madre ya me dejó en claro que no será posible —anuncia—. Serán dos largas semanas sin verte. O espero contar con la suerte de venir a verte a escondidas sin que tu madre se entere. Aunque no es lo que hago.

Frunzo el ceño y un creciente malestar me golpea el vientre.

—Lo siento.

Asiente, mira hacia la puerta y se inclina para besarme los labios tan rápido que apenas lo siento.

—Te enviaré algo.

Cruza la calle y se mete al auto. El chofer, Jihu, me saluda antes de marcharse, apenas reparando mi presencia. Cierro los ojos e inspiro profundo antes de entrar a la casa. Me descalzo y me pongo unas sandalias. Mi madre sale de la cocina y me mira con severidad.

—Confié en ti, Jungkook —espeta—. Nada de alcohol, fue lo que te dije, ¿verdad?

—No bebí. —Entorna los ojos y bajo la cabeza. Es mi madre, lo sabe todo—. Perdón.

Ella se mueve y, antes de entrar a la cocina, advierte:

—Dos semanas sin celular y sin salir de casa. No quiero visitas de nadie, y no quiero enterarme de que las tuviste.

Al día siguiente nos preparamos para el acto final: nuestra graduación. Vestimos la toga y nos sentamos en nuestros lugares, con nuestros padres al lado. En mi caso: mi madre y mi abuela, quien llegó muy temprano a casa para salir juntos.

La ceremonia parece más un funeral que una graduación. Y solamente nos entusiasmamos cuando Sunny sale en una pantalla, pide disculpas y recibe el diploma. Bueno, sus padres, que se esfuerzan para disimular el gesto de enojo en sus rostros. No se lo esperaban.

Al finalizar el evento, la escuela nos da algunos recordatorios, hablamos como grupo por última vez y partimos a casa. Mi familia está allí. Me cambio de ropa y vamos a festejarlo juntos.

Sin embargo, a medida que pasan los minutos, comienzo a darme cuenta de que me siento vacío, como si una pieza importarte de mí rompecabezas se hubiera perdido. Y tomo consciencia de que pasaran muchos días antes de que vuelva a sentirme completo. 

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