56
(Yo lo lei con she knows de J.Cole) Nada que ver, pero fue agradable ;)
Nada más entrar a la casa de Sunny percibo el olor a sudor y cigarrillo. Ha puesto luces neón por todas partes y el ruido me estremece los oídos. Todo se mueve en cámara lenta, o soy yo en todo caso, que veo todo con gran fascinación. La música no es tan alta, pero es suficiente para envolver cada rincón de la casa.
Yoongi me empuja más adelante para no atascarnos en mitad de la sala. La cocina es abierta y está llena de gente, alcohol y botanas. Yoongi toma una cerveza fría de la nevera y se me abren los ojos como platos al notar la cantidad desorbitante de alcohol que hay en esta. Sin embargo, si lo pienso bien, es realmente poca para la cantidad de personas que hay en la casa.
—Hay sangría también —me dice—. ¿Quieres?
Lo miro como si estuviera loco. Hasta donde sé, lleva alcohol, y creía que Yoongi me mantendría lejos de ese veneno. Sirve un poco y me lo ofrece. Lo recibo con incredulidad y bebo un sorbo. No es dulce, en absoluto, pero las frutas lo compensan un poco. A Yoongi se le escapa una risilla por mi gesto de mal gusto.
—Atrás hay un patio, ¿vamos?
Asiento y me toma de la muñeca, jalándome entre la multitud. Algunos me reconocen y yo a ellos. Se ven todos diferentes sin el uniforme y me hace sentir extraño. Afuera hace frío y lo compensan los fumadores de los alrededores. No parecen adolescentes, con un cigarrillo en una mano y en la otra una cerveza ya caliente.
—¡Jungkook y Yoongi! —exclama una voz femenina atrás de mí. Al girarme noto a Sunny un poco tambaleante—. ¿Acabaron de llegar? Nosotros comenzamos hace como una hora.
—Se supone que la fiesta comienza después de la ahora acordada —dice Yoongi, casi gritando para que ella escuche—. ¿Lo quieres ahora o más tarde?
Sunny sonríe con mucho entusiasmo. No sé a qué se refiere Yoongi, pero me parece ver una complicidad entre ellos difícil de disimular.
—Mejor ahora. Si se aburren antes no continuará la fiesta.
Yoongi asiente y se gira hacia mí.
—Ya vuelvo —me dice al oído.
Sunny se cuelga de su brazo y me sonríe antes de irse. Me quedo solo y desorientado por varios minutos. Decido volver a dentro y sentarme en un sofá. Me siento patético. Miro mi vaso y noto que me lo he tomado todo. Sin embargo, antes de levantarme para llenarlo de nuevo, alguien me lo quita de la mano. Es Soobin. Y me avisa que lo llenará por mí.
Vuelve unos minutos después, me entrega el vaso lleno y se sienta a mi lado.
—Mira esos dos —me dice, alzando el mentón hacia una dirección cerca de la puerta de entrada. Hay una pareja besándose con gran pasión—. Van a comerse vivos. No falta mucho para que se asfixien.
Me rio y él igual. Soobin toma un ponche como yo y parece un poco aburrido. No es extraño que se haya acercado a mí. A veces lo hace: viene y se va. No es muy conversador y yo tampoco es que lo sea, pero lo intentamos.
—Pensé que estarías ebrio —le comento, para sacarnos un poco del hielo.
Soobin menea la cabeza con una risa suave.
—A los chicos les gusta esto, a mí no tanto. Sin embargo, tampoco me gustaría perdérmelo. Y tú tampoco deberías.
—Pero estoy aquí —me quejo con obviedad.
Se gira y enarca una ceja.
—Entonces vayamos a bailar. Intentemos movernos un poco o nos quedaremos tiesos aquí y lo lamentaremos después. —Se levanta de un salto y se toma toda la sangría de golpe, dejando la fruta en su boca para masticarla luego—. Sé de lo que te hablo. Vamos.
Acepto su mano como si fuera él un caballero y yo la dama. Aquella comparación me hace reír. No sé cómo moverme, pero Soobin me enseña cómo. Dice que debo dejarme llevar. Él parece un chiste andante cuando baila y, sin embargo, me gusta que lo haga. No puedo verme peor que él, es lo que pienso.
Me termino el segundo vaso de sangría y me pongo bailar como puedo, aunque al principio es muy difícil. Me da mucha vergüenza. Taeyeon —una de las amigas de Sunny— se acerca a nosotros, especialmente a Soobin y comenzamos a bailar juntos, como un trío. Me voy un rato y lleno mi vaso de más sangría.
—Prueba la cerveza —dice alguien, ofreciéndomela. Ni siquiera lo conozco, pero es guapo. Tienes los ojos grandes y el cabello atado en una coleta—. La sangría es buena de vez en cuando.
La empuja hacia mí y se la recibo. El primer trago me sabe asqueroso y él se ríe de mi gesto. Me invita a tomar otro sorbo y lo hago. Me sabe igual. De hecho, me dan ganas de vomitar.
—Vamos, aguanta. Luego te gustará.
Me mira y manda un puño al aire como dándome ánimos para continuar. En lo que me tardo en acabarme la cerveza, se presenta y me dice que va a la universidad, que lleva dos semestres allí y es un constante dolor de cabeza. Estudia ingeniería bioquímica y a veces le dan ganas de tirarse por la ventana.
Se llama Chanyeol.
Nos vamos a bailar a la pista, que por cierto ya está más animada. El ruido de los gritos es ensordecedor. Ha pasado, creo, más de tres horas y todos están muy activos; más que cuando llegué. Me siento mareado y con ganas de mear. Debe ser las cervezas. Me he tomado dos y no me acostumbro al sabor.
—Iré al baño —le aviso a Chanyeol.
Él asiente y sigue bailando. Yo me tambaleo un poco hacia las escaleras y me pregunto si estoy comenzando a ponerme ebrio. ¿Así es como se siente? Se me escapa una sonrisa de lo extraño que es. Mi cuerpo parece alejado de mi mente, como si ya no recibiera señales. Las escaleras están atestadas de personas y gimo de frustración. Pido permiso y solo las dos primeras personas se mueven. Lo que pasa es que el baño que está aquí, en la primera planta, tiene una fila muy larga y no quiero esperar.
—Eh, párense, párense que tengo urgencia—escucho decir a Changbin atrás de mí. Al girarme, él me sonríe y se cuelga sobre mis hombros—. Vamos, acompáñame tú. Seguramente estás más sobrio que yo.
Nos tambaleamos, yo más que él porque lo estoy cargando prácticamente. No sé mucho de drogas, pero me parece que está más drogado que borracho. Sus ojos se han puesto más pequeños y rojos.
Cuando llegamos a la segunda plata, él me señala el baño que queda al fondo del pasillo. Abro la puerta y la luz blanca nos sorprende, ya que me he acostumbrado a las luces neón. Lo arrastro adentro y me doy media vuelta para salir cuando él me agarra del brazo, gritándome y deteniendome.
—Quédate, ¿no ves que estoy un poco ajá? —alega, cerrando la puerta.
Arrugo el entrecejo y doy media vuelta cuando se para frente al retrete. Debe de estar confundido o está muy drogado como para acordarse de que me odia.
—¿Estás asustado? Bueno, no deberías. —Escucho el chorro que suelta y se me revuelve el estómago—. No podemos tocarte. Tienes que agradecerle a Yoongi. El muy cabrón consiguió que te dejáramos en paz.
Su cinturón suena mientras se sube los pantalones y el olor a orina me marea el estómago con más veracidad. Me hace girar y reparo en que no se ha lavado las manos. En realidad, ya se me quitaron las ganas de mear.
—¿Escuchaste lo que dije? —su aliento huele a cigarrillo y alcohol. Sus manos sucias siguen tocándome y tengo una arcada—. Hay que...
Las palabras le quedan a medio salir porque la segunda arcada me hace expulsar lo último que he ingerido. Le ensucio la camisa de vómito y los zapatos. El olor y la imagen del vómito me hace tener una arcada más. Él reprime un chillido y se le aprietan los dientes. Luego, se escucha mucho ruido afuera. Antes de que Changbin mire el desastre que le he hecho, salgo de un tiro del baño y recibo el aire frío en la cara. Corro, al igual que los demás. Y escucho las sirenas.
Es la policía.
A mitad de las escaleras, Yoongi sube por mí y me arrastra. Me salto unos escalones y caigo al suelo. Yoongi no tiene tiempo para preguntarme si estoy bien y me arrastra. Me levanto y me caigo, así sucesivamente hasta que conseguimos salir de la casa y alejarnos lo suficiente.
Corremos tanto que en un momento me desplomo y Yoongi también. Después lo miro y él a mí: nos reímos a carcajadas, con el pulso tocándonos la piel y la planta de los pies calientes. La sangre nos hierve por la adrenalina y nos tumbamos mientras seguimos riendo.
He enloquecido y la boca me apesta. Me siento sucio. Muy sucio.
—Mierda —expulso, y Yoongi me mira sorprendido ante mi mala palabra y, sobre todo, mi seriedad—. Le vomité encima a Changbin.
—Ya decía yo que algo olía a vómito —se burla—. No te preocupes. No volverás a ver a ese hijo de puta. Ya no lo volveremos a ver.
—Dijo que tú hiciste algo para...
—Shh. —Se lleva el dedo índice a los labios y cierra los ojos—. Shh.
Me siento cansado, pero no pienso dormir aquí, en un... parque. Arrastro a Yoongi hacia un banco y logra sentarse. Lo imito y miro a mi alrededor. No hay policías y, sin embargo, alcanzo a ver a dos chicas corriendo a toda velocidad con cervezas en la mano. Me rio. Y pronto, todo es historia.
O eso quiero creer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro