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52

Apenas entro a casa, Taehyung se levanta del sofá como un resorte y me abraza. La inmensa sonrisa que tiene me perturba hasta el punto de dejarme inmovilizado. No obstante, me veo a mí mismo correspondiéndole el abrazo. Extrañarlo y desear tocarlo, escucharlo, incluso olerlo, es más fácil que estar enojado. 

—Te extrañé tanto —dice, mientras me abraza con más fuerza—. No veía la hora venir a verte.

Me suelta con una baja exhalación y nos quedamos suspendidos en el tiempo, con nuestros rostros cerca.

—Mamá... —menciono.

—Está arriba —responde con naturalidad—. Tenía que solucionar algunas cosas del trabajo. Me dijo que podía esperarte en tu habitación, pero preferí esperarte aquí. Admito que tuve ganas de ir.

—¿Cuánto hace que estás aquí? —inquiero, reponiéndome la tira de la mochila en mi hombro; me maltrata la piel y siseo un poco.

—Llevo como... quince minutos. También pensé en esperarte en la escuela, pero no quería causar un alboroto como la última vez.

Asiento y me debato entre, hacerlo esperar más tiempo mientras me cambio, o invitarlo a mi habitación. Dos o tres semanas antes me habría dado vergüenza llevarlo allí, pero con la frustración que he tenido estos días, me ha dado tiempo suficiente para limpiar y ordenar. Parece una habitación nueva en este momento. 

—¿Pasó algo? Estás muy serio. 

La inocencia que hay en su rostro y en su voz me revuelca el estómago. No le respondo y, en cambio, lo invito a mi habitación. No quiero que mi madre salga y nos interrumpa. Aunque tampoco quisiera hablar.

—¿Hice algo que te molestara? —Dejo la mochila sobre mi escritorio y me siento tras la mesa. Taehyung continua de pie en el umbral de la puerta—. Debí esperarte en el auto, lo siento. No pensé que...

—No es eso. —Las manos se me vuelven como dos puños de hierro y tomo aire—. ¿Sabes? Para comenzar ni siquiera sabía que te irías de viaje. Te escribí varias veces, pero nunca respondiste. No nos hablamos por dos semanas. Más, de hecho —puntualizo, y noto como Taehyung hace una mueca extraña—. Luego llegas y me preguntas si estoy molesto. No, llegas como si no hubiera trascurrido todo ese tiempo y me abrazas y me hablas con tanta naturalidad... Sí, estoy molesto.

—Espera... —Se ha puesto blanco como el papel y avanza dos pasos hacia mí, cerrando la puerta­—. No entiendo de que me hablas. Te dije dónde estaba. Incluso te avisé que se me había dañado el móvil. Estuvimos mensajeándonos.

Frunzo el ceño, imitando su gesto.

—Pues no sé cuántos Jungkooks tengas agregados, pero a mí no me mandaste ningún mensaje. Y, como te dije, no respondiste a los míos. 

Mueve la cabeza y se endereza.

—No, no. Algo está mal. —Toma aire y avanza hacia mí, sentándose en el borde del escritorio. Se toma un momento, como organizando todo en su mente—. Escucha: antes de viajar se me dañó el móvil. Y soy pésimo recordando números. Le dije a Minju que hablara con Yoongi y le pidiera el tuyo. Agendé el número que me dieron. A veces si me parecías muy cortante, pero... —Se encoge hombros y me mira, un poco desesperado—. Se suponía que hablaba contigo. Incluso te mandé una ancheta por tu cumpleaños. ¿Vas a decirme que eso tampoco te llegó? —Me quedo en silencio y él prosigue—: Tal vez Yoongi se equivocó y estuve hablando con la persona incorrecta todo este tiempo.

Medito unos minutos, mientras él sigue hablando sobre eso en voz baja: regañándose a sí mismo. Camina por la habitación con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y solamente pienso que se ve más atractivo. Como tengo las ventanas casi cerradas, hace muchísimo calor y una película de sudor nos perla el rostro. Me levanto y las abro. Un viento esplendoroso me sopla la cara y sonrío de alivio. Luego, vuelvo a tomar asiento, con la idea un poco más clara.

—¿No crees que Minju pudo haberse equivocado? —le propongo con cuidado—. O tal vez lo haya hecho a propósito...

Sopesa mis palabras un momento y noto que se ha molestado. No obstante, se esfuerza por no demostrarlo y, en cambio, apacigua la expresión de su rostro, acercándose a la ventana. Deja escapar un suspiro.

—¿Por qué lo dices?

Muevo mi cabeza.

—Olvídalo.

—Jungkook...

—Es que... Creo que no le caigo muy bien —le confieso en voz baja—. Pero quizás es mi imaginación. Es tu mejor amiga y no quiero ponerla en tu contra.

—No, está bien. Tampoco puedo tapar el sol con un dedo —repone—. Conozco el temperamento de Minju. No obstante, no la veo haciendo esto. Es muy infantil. Demasiado.

Al dejar un espacio en blanco frente al tema de Minju —exactamente en el que expongo que no le caigo bien—, me hace pensar que él sabe que, en efecto, no le agrado a su amiga y parece no darle mucha importancia. Pues bien, tampoco quiero ir demasiado lejos. Odiaría hacerme daño.

—¿El chico está bien? —Se muestra bastante confundido y vuelve a sentarse en el borde del escritorio—. Minju habló con Yoongi. De hecho, fue por eso que me enteré de que no estabas en Seúl. Mencionó que irías a visitar a un amigo.

Pasa saliva y exhala con fuerza.

—Estoy molesto por todo lo que pasó. No me quito de la cabeza haber estado hablando con otra persona —brama. Me mira fijamente y la mirada se le endulza—. Pero me fue bien. Es un chico en una situación complicada. Y viajé de urgencia porque me pareció que estaba a punto de hacer algo malo, pero no fue así. Lamento no haber llegado para tu cumpleaños. ¿Qué hiciste?

—¿No le hiciste esa misma pregunta al yo equivocado?

—Si, pero me puso emoticones. Y tú a veces haces eso cuando no quieres darme detalles. Y... Ahora que lo pienso, eso suena aún peor.

—Puede ser una coincidencia —intento tranquilizarlo—. No hice gran cosa. Recibí muchas felicitaciones y comí pastel.

—¿No estás enojado conmigo?

—Aún estoy un poco molesto —me sincero—, pero se irá pronto. Simplemente es como... la emoción que queda ahí.

Asiente, concentrado.

—¿Aún quieres ir a la playa? —pregunta con cierto deseo—. A mí me encantaría. No es lo apropiado, pero puedes faltar uno o dos días a clase. Yo hablaré con tu mamá.

Me humedezco los labios y me repongo en la silla.

—No puedo —indico, muy seguro—. Falté algunos días a clase. De hecho, aún me falta ponerme al día.

—¿Por qué?

Entrelazo las manos atrás de mi cuello y deslizo mi silla un poco lejos de la mesa.

—Mi abuela enfermó y fue hospitalizada. Estuve cuidándola. Realmente pasé mi cumpleaños con ella y no fue tan malo. —El gesto que pone es de terror y le sonrío para calmarlo—. Ella está bien. Solamente fue una recaída. Algo con la diabetes.

—Dios... —Suelta, impresionado—. Eso es... Me alegra que tu abuela esté mejor. Imagino que fue bueno para ti pasar más tiempo con ella, a pesar de la situación, claro.

—Lo fue. La extrañaba mucho.

Asiente y se levanta del escritorio, caminando a mi alrededor. Cavila por unos segundos y después me mira.

—No puedo quedarme sin darte nada.

—No tienes que hacerlo.

—Pero la consciencia no me deja. Me encantaría darte algo.

Me alzo de hombros y disimulo una risilla.

—No sé qué puedas darme. No ando con una lista de deseos.

Aquello lo hace sonreír y sigue pensando.

—Acampemos. Bueno, no es en sí acampar —aclara, entusiasmado—. Hay unas pequeñas cabañas cerca del lago Soyang. Son muy lindas. Cada una es apartada de las otras. Puedo reservar una para el próximo fin de semana. Te prometo que no querrás ni dormir de lo bonito que es. No vas a querer perderte de nada. 


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