49
NÚMERO DESCONOCIDO:
Aléjate. Ahora.
¿No te lo había advertido?
Serás un pasatiempo.
Los mensajes no se detienen y aun no comprendo el significado tras esas palabras.
Desde que conocí a Taehyung, estos mensajes han estado llegando a mi panel de notificaciones con frecuencia. Sin embargo, se detuvieron por un tiempo. Pensé que estaban siendo enviados a la persona equivocada, pero ahora que vuelven, me lo cuestiono una vez más.
No me afecta. Me genera dudas, nada más. He bloqueado tres números y este es el cuarto. Insiste en que debería de alejarme, pero ¿de quién? O... ¿Es posible que sea el ex de Taehyung? No, sería estúpido. Él no sabe mi número y dudo que lo encuentre tan fácil como el mismísimo Taehyung.
—¿A dónde vas? —pregunta mi madre, curiosa. Me mira de arriba abajo—. Últimamente te veo menos. Es decir, casi no nos vemos, pero estos días ha sido peor.
El trabajo. El estudio. Los amigos. Son cosas que nos separan, como si nos pusieran en tiempos diferentes.
—Iré a Everland.
—¿Y si te quedas conmigo? —propone.
—Mamá...
—Quédate conmigo. Vayamos al centro comercial y luego al cementerio. —Me sonríe y habla con gentileza—. Quisiera poner unas flores en la tumba de tu padre.
Aunque quiere hacerlo sonar como una pregunta, sé que es una orden. Y no debo olvidar que sigo viviendo bajo su techo, soy menor de edad y, más importante aún, sigo siendo su hijo aun cuando a veces no lo parezca.
—De acuerdo.
La sonrisa se le ensancha y se aleja del umbral de la puerta. Ponemos flores en la tumba de mi padre cada cierto tiempo. Mis abuelos lo hacen cada año, el día de su cumpleaños. Los recuerdos que tengo de mi padre son muy borrosos. Tenía siete años cuando murió. Tampoco recuerdo como reaccioné cuando me lo dijeron, pero mi madre dice que lloré en silencio, tal vez porque no lo comprendía del todo.
No puedo decir que lo extraño, pero puedo decir que me hubiera gustado extrañarlo. Al menos hubiera querido algo de él. Un recuerdo en el parque, o un momento donde me regañara por rayar las paredes. Quisiera eso: un momento.
—¡Cariño, Yoongi está aquí!
Cierto. Lo olvidé.
Salgo a trompicones de la habitación y llego a la sala. Yoongi me sonríe y temo cambiar de opinión. Pero lo he decidido, o más bien, mi madre lo ha hecho por los dos.
—No podré ir —le confieso.
—¿Es por Taehyung?
Frunzo el ceño y me acerco más.
—¿Qué tiene que ver Taehyung?
—No irá, pensé que te lo había dicho. —Meneo la cabeza, confundido—. A mí me lo dijo Minju. No es que Taehyung se sienta mal, simplemente no quiere ir.
—Estaré con mamá todo el día. Iremos al cementerio.
El gesto se le apacigua con solo oírlo y asiente.
—De acuerdo. Les diré.
Yoongi se despide en voz alta para que mi madre lo escuche. También me despido de él. No puedo creer que Taehyung no me haya avisado. Sin él, ¿qué sentido hubiera tenido ir? Yoongi estaría con Minju, y Jimin y Jongin estarían increíblemente cómodos entre ellos. Yo sobraría.
Resoplo y vuelvo a mi habitación. Quiero escribirle, pero decido esperar que me dé algún aviso.
Mamá sube por mí minutos más tarde y tomamos un taxi para ir al centro comercial. Ella me obliga a elegir un par de camisetas, aunque no tengo ganas; y asimismo, se compra un par de vestidos. Después de una hora subimos al último piso y compramos algo de comer. Reviso constantemente el celular, pero Taehyung sigue sin dar alguna señal de vida.
—¿Deberíamos caminar o tomar un taxi? —pregunta mientras se lleva una porción de ensalada a la boca. Intuyo que habla de ir al cementerio.
—Como quieras, mamá.
Bebé un sorbo de su limonada de coco mientras yo muerdo mi hamburguesa de doble queso.
—Mejor tomamos un taxi —concluye—. No puedo caminar demasiado lejos con los tacones.
Me dan ganas de replicarle, pero decido seguir comiendo en silencio. Hace eso todo el tiempo, intenta sacarme palabras al preguntarme cosas obvias de las que ella ya tiene una respuesta.
Al terminar, nos subimos a un taxi y viajamos por alrededor de quince minutos hasta el cementerio. Se me pone la piel de gallina. Nos adentramos al laberinto y persigo a mamá como un pollito asustadizo. Llevo las bolsas en la mano y me dedico a mirar los tacones de mi madre.
Compramos unas flores antes de venir. Me pidió que las eligiera yo. Pues bien, decidí que serían los lirios blancos. Me pareció que, a diferencia de los morados o rosados que tenían en la tienda, me daban una paz enorme.
Mamá se detiene frente a la tumba de mi padre y me hago a un lado para ver mejor el panorama. Una extraña sensación de melancolía me golpea el pecho y me quedo paralizado. Hay una foto de mi padre en la lápida y le doy la razón a mi madre y a mis abuelos de que me parezco a él. Trabajaba en la universidad de Hankuk cuando murió. Regresaba a casa después de una jornada de trabajo en el que tuvo que dar clases extras. Era muy tarde en la noche y los días anteriores se había trasnochado corrigiendo exámenes y demás. Él solía trabajar después del mediodía porque así podía pasar la mañana conmigo. Mi madre dice que le gustaba verme despertar y darme los buenos días. Esa noche en que estaba fatigado, tuvo un micro sueño y perdió el control del auto. Llamaron a mamá en la madrugada.
—Jungkook.
Mi madre me llama con voz suave y, solo en ese momento, caigo en la cuenta de que se me han anegado los ojos de lágrimas. Mamá me soba la espalda e inspira profundo. Sé que verme llorar la pone más sensiblera todavía, así que saca fuerzas para no llorar conmigo.
—Ve a poner las flores —me pide.
Dejo las bolsas en el suelo y le recibo el ramo. Las piernas me tiemblan mientras rodeo la tierra que ha cubierto el ataúd de mi padre. Sostengo la respiración y me agacho para cambiar unas flores marchitas por las que hemos comprado.
Exhalo cuando vuelvo a estar al lado de mi madre. Ella baja la cabeza, cierra los ojos y murmura algunas cosas. Pronto, le tiembla voz y decido tomar las bolsas e irme de allí. La espero en la entrada, mientras me siento una banca y lloro en silencio. Tengo un recuerdo de mi infancia, uno donde mi padre está arrodillado frente a mí con un plato hondo lleno de sopa, intentado que yo lo coma. Hace avioncitos en el aire con la cuchara, finge tomarlo, hace cualquier cosa para que yo le acepte la comida.
Todo suena creíble, pero no recuerdo su rostro. Así que a veces me hace pensar que, en lugar de ser un recuerdo, es un deseo reprimido. Algo que no pasó ni nunca pasará. O quizás era mi madre en lugar de mi padre.
A la final, mis recuerdos se distorsionan tanto que no puedo confiar en mi propia mi mente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro