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He hecho esperar a Yoongi por cuarenta minutos mientras me arreglo. Últimamente, me cuesta pararme frente al espejo y sentirme "bonito". Sé que mi rostro no cambiará, ni seré más guapo de la noche a la mañana, pero es inconsciente.

Tomo una bocana de aire y me echo un último vistazo en el espejo antes de salir de la habitación. Yoongi está entretenido en su móvil y, en cuanto se percata de mi presencia, lo guarda en el bolsillo.

—Pensé que te habías arrepentido —dice, levantándose—. Estaba a punto de escribirte que me iba.

—Lo siento. Tenía problemas con... ¿Me veo bien? —le pregunto un poco atontado.

Yoongi me mira fijamente y luego le da un vistazo rápido al resto de mi cuerpo. Una minúscula sonrisa le tira de la comisura de los labios.

—¿De verdad? No tienes ni un grano, Jungkook. Te ves bien.

—Tengo un grano justo aquí —le señalo bajo mi mentón y Yoongi se acerca a verlo. Es un bulto pequeño y doloroso—. Pero no es lo que me preocupa.

—Ese grano ni siquiera se nota. No entiendo por qué... —Se cruza de brazos y enarca una ceja—. ¿No crees que le gustas por ser como eres? Considero que a sus ojos siempre serás perfecto, Jungkook. Con granos o sin granos. Incluso si tuvieras el pantalón roto. Te va a querer como sea.

Paso saliva e intento no ahogarme. Si lo recuerdo bien, Yoongi mencionó que amaba las poesías. Sin embargo, espero no convertirme en su musa. O peor aún, que mi triste situación lo inspire.

—¿Tengo roto el pantalón?

Yoongi menea la cabeza y me empuja a la salida.

—Hay un auto afuera desde hace quince minutos.

—¿Quince?

Alarmado, salgo de casa y diviso el auto de Taehyung al otro lado de la calle. El chofer baja la ventanilla y se inclina un poco para saludar desde su asiento. Le devuelvo el gesto y avanzo junto a Yoongi.

El auto se siente vacío.

Taehyung dijo que debía arreglar algunos asuntos y por ello no podría venir por nosotros. Es lamentable, pero me pidió que lo imaginara sentado a mi lado por el resto del camino para que no me sintiera solo.

Es tan meloso que sigue sorprendiéndome con cada muestra de cariño.

—¿Vive muy lejos? —me pregunta Yoongi.

—Un poco. No mucho.

Yoongi se duerme a mitad del trayecto y se pierda de todo un poco. Cuando nos detenemos junto a la fuente de agua, le sacudo el hombro con suavidad.

—¿Llegamos? —pregunta con los ojos entreabiertos.

—Sí, esta es su casa.

—¿Tan pronto? —se repone en el asiento y mira a través de la ventanilla. Sus ojos se abren como conchas y me mira perturbado—. ¿De verdad vive ahí?

—De verdad.

Nos despedimos del chofer y descendemos del auto. El corazón me late demasiado rápido y no encuentro motivo alguno para que esté así. El jardín se ve más verde y han cambiado la estética de la fuente por una pila de rocas.

—¡Eh! ¡Jungkook!

Jongin es la persona que nos abre y, por consiguiente, nos da la bienvenida. Vivió en el extranjero casi toda su vida, así que tiene la costumbre de saludarme con un abrazo y un corto beso en la mejilla. A Yoongi le estrecha la mano.

—Yoongi.

—Creo que, si pronunciáramos nuestros nombres tal como se escriben, esto sería todavía más raro. Jongin. Un gusto. —Nos abre un espacio para pasar y agrega—: Taehyung ha estado en la cocina desde hace tres horas. Siendo franco, nunca lo había visto tan concentrado en algo.

—¿Es posible que él sea la razón? —pregunta Yoongi, haciendo referencia a mi persona. Las orejas se me convierten en calderos y Jongin larga una carcajada.

—Es muy, muy posible.

Ignoro sus chistes y nos acercamos a la sala. La señora Hyori termina de acomodar unas botanas en la mesa y se retira. Minju está sentada junto a Jimin mientras beben una champaña. Jimin se ha cortado el cabello y tiene un tatuaje en su cuello: tétrico y perfecto.

Ambos pasan de carcajadas a una seriedad sorprendente. Se levantan y nos saludan. Posterior a eso, se presentan con Yoongi y viceversa.

El ambiente se tensa en un microsegundo.

—¿También estás en la secundaria? —pregunta Minju con cautela.

—Si, pero ingresé un poco tarde a la escuela. —Jimin le entrega un vaso de refresco a Yoongi y otro a mí—. Eso me convierte en el mayor del grupo.

—¿Diecinueve?

Yoongi asiente con la cabeza y una ligera sonrisa. Creo que mi carne comienza volverse trasparente.

—¿Fumas? —Jimin le codea el brazo a Minju y se masajea el puente de la nariz. Jongin mira para otro lado y yo frunzo el ceño.

—¿Y tú?

—Te pregunté primero.

—Hace rato vengo deseando un cigarrillo.

Empuño las manos y lo reto con la mirada. No obstante, él está demasiado distraído como para fijarse en mí. Y creer que estaría incómodo; creer que a Minju no le agradaría la idea de que yo trajera un amigo.

—Genial. Yo también deseo uno.

Minju se levanta y le hace un ademán para que lo siga. Aunque Yoongi me mira primero, no hay forma de que yo pueda no permitírselo. Jongin exhala mientras los observa irse y, posterior a eso, Jimin se levanta.

—Iré con ellos. Taehyung no debe tardarse, pero puedes ir y sorprenderlo en la cocina.

Jongin me sonríe como cómplice de Jimin y me levanto para ir por Taehyung. Ansío verlo, más de lo que imaginaba.

Cuando cruzo la puerta de la cocina, la señora Hyori me mira sorprendida y luego alza las cejas hacia Taehyung. Él está con los brazos recostados en el mármol mientras mira muy concentrado lo que sea que haya cocinado.

El olor a quemado me inunda las fosas nasales.

—¿Hola?

Taehyung pega un sorprenderte brinco y se lleva la mano al corazón. Tiene un aspecto sombrío y preocupado.

—Jungkook, no te escuché —comenta—. ¿Llegaron hace mucho tiempo?

Antes de contestar, la señora Hyori se excusa y se lleva la cacerola que Taehyung estaba admirando. Es un... ¿Pavo? Definitivamente, debe tratarse de algún ave. No obstante, es difícil saberlo porque está completamente ennegrecido.

—¿Se ha muerto tu mascota?

—Peor aún, era nuestra comida —contesta con voz antipática. Se lleva las manos a la cintura y resopla—. Debí de poner el maldito reloj. Ahora solo hay ensalada y arroz.

—Me gusta la ensalada con arroz.

Taehyung apenas y me mira, toma una butaca y se sienta un poco encorvado.

—Realmente me esforcé para que saliera bien. Lo revisé varias veces. Solamente faltaba... Ah, cocinar es en serio difícil.

Aunque no me lo ha pedido y no sé cómo vaya a tomarlo, me acerco desde atrás y masajeo sus hombros. Un pequeño gemido sale de su boca y me humedezco los labios. Me ha erizado todo el cuerpo.

—La intención es lo que cuenta —digo.

—Pidamos algo.

Meneo la cabeza, aunque él no me esté viendo.

—Estuviste más de tres horas aquí cocinando para nosotros. Yo me comería ese... Lo que sea, con tal de que valga la pena.

—No lo digas ni en broma, podrías intoxicarte. De verdad, pidamos algo.

—No, déjalo así —refuto—. Como te dije: me gusta el arroz con ensalada. Y ya que Yoongi y tus amigos comenzaron a llevarse tan bien, puedo ayudarte a preparar otra cosa.

Taehyung se voltea con los ojos muy abiertos.

—Cierto, olvidé a Yoongi. —Nos miramos, y luego se ríe con nerviosismo. No sé si porque evidentemente ha olvidado a Yoongi, o porque se ha dado cuenta de nuestro acercamiento. He quedado entre sus piernas y temo que no sé cómo usar las mías—. Deberíamos de sofreír algo de carne. Sí, hay mucho de eso.

Toma el impulso para levantarse y yo retrocedo. No nos miramos esta vez. O lo hacemos, creyendo que somos muy disimulados en cuanto a la atracción que sentimos. 

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