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42

No puedo dejar de ver a Yoongi mientras modula y mueve el lápiz en su diestra. El aliento le huele a menta y ligeramente a cigarrillo. Intuyo que a se ha fumado uno antes de entrar y ha intentado disipar el olor, pero su ropa también conserva hasta su último aliento.

—Si dejas de mirarme, tal vez entiendas mejor.

Parpadeo, saliendo de mi ensimismamiento. Cruzo las manos sobre mi regazo y me devuelvo hacia el cuaderno bajo nuestras narices. Hay un sinfín de garabatos. No porque Yoongi tenga fea letra, sino porque es matemáticas. Y las matemáticas me parecen tan horribles que me provoca jaquecas.

—Creo que tengo discalculia. —Yoongi frunce el ceño y asoma una pequeña risilla. No sé si sabe lo que significa, o simplemente lo toma como broma—. Es una condición que dificulta la comprensión de las matemáticas y tareas que la involucren.

—Leí sobre eso. Sin embargo, lo tuyo puede ser simplemente distracción. —Mira el cuaderno y señala el ejercicio—. Si le prestaras más atención a mi explicación y menos a mi rostro, podrías con esto.

—No estaba mirándote.

—No, soy invisible.

Cierra el cuaderno y se inclina para tomar un libro de ciencias naturales. Arrugo la nariz.

—¿No podemos tomar un descanso?

—¿Descanso de qué? —alega, mirándome fijamente. Me he dado cuenta de que, en las últimas tres semanas, se ha convertido en un tutor exigente—. Comenzamos hace menos de dos horas. Te estoy dando la oportunidad de dejar matemáticas para después.

—Ok —mascullo.

Tomo aire y me guardo la cabeza entre los antebrazos mientras me dedico a mirar el libro.

Yoongi solía comerse las uñas cuando éramos más pequeño, y ahora que puedo verlo apuntar en todas las direcciones del libro, caigo en la cuenta de que dejó el mal habito y lucen más saludables. Por supuesto, ha pasado mucho tiempo desde entonces. Si fuera...

—La estructura del ADN y el ARN... Jungkook, ¿qué está pasando por tu mente?

—¿Qué?

Se aleja y se va al otro lado de la sala, recostado en el sofá. Se quita las gafas y las deja sobre la mesa, esperando alguna respuesta de mi parte.

—No tienes paciencia —le atribuyo.

—Tú no tienes interés en aprender. Además, es mi tiempo.

—Dije que no era necesario y tú insististe.

—Si, pero no es excusa suficiente para hacer que mi tiempo no valga la pena. Sigues igual de perdido que cuando comenzamos. —Exhalo, irritado—. ¿Es por él?

—¿Por él quién? —cuestiono, inquisitivo.

—Tu mejor amigo —dice con sorna—. ¿Tae...? ¿Taehyung?

—No comprendo.

—¿Te gusta? ¿No puedes concentrarte porque piensas en él todo el tiempo?

¿Puedo culparlo? Por otro lado, es algo que me pasa más a menudo, pero cuando estoy con Yoongi no es tan así. Simplemente, no me concentró por él mismo, porque un no asimilo que esté en mi vida otra vez, siendo amable y dedicado cuando hace muchos años dejó de serlo.

He concretado que Taehyung me gusta, pero nuestra edad es un gran impedimento. En cinco semanas cumpliré los dieciocho y, aun así, no creo que sea suficiente para nosotros. Los besos de aquella vez fueron momentáneos, nada más.

—Me parece que es algo que quieres, pero no puede ser.

—Me hace gay —aviento sin darle sincronía a nuestra conversación.

—¿Y?

El calor me golpea el cuerpo entero y evito su mirada.

—Pensé que te daría asco.

—Es una palabra muy fuerte. —Nos quedamos en silencio, Yoongi suspira y se sienta en el sofá—. Me gustan los chicos —confiesa de repente. Abro los ojos con gran sorpresa y se me agita el corazón—. Y también me gustan las chicas. Pero ellos no entienden eso.

"Ellos". No tengo que preguntar, pues me hago una vaga idea de a quienes se refiere y me da la sensación de que es una de las razones por las que se alejó de Changbin y su grupo. O tal vez es la única.

—Entonces, si solamente te gustaran las mujeres, sería probable que nunca hubieras decidido acercarte a mí como antes.

—No es probable. Lo cierto es que extrañaba lo auténtico. —Se levanta y rodea la sala. Parece que va a irse—. Incluso antes de darme cuenta de mis preferencias, nunca se me hubiera ocurrido convertirme en un homofóbico de mierda. Te lo digo en serio.

Una sensación de piquiña fantasmal se apodera del dorso de mis manos y comienzo a rascarme. No tengo nada que decir, y él lo ha dicho todo. Se despide y dice que vendrá más tarde, cuando esté dispuesto a aprender. Creo que será pronto. 

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