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Mientras leo un párrafo del Diario de Sofía, Yoongi se sienta a mi lado y me ofrece un dulce. Hago fuerza por no tirárselo en la cara, pero hacer eso supondría un gran problema con él y sus amigos que lo observan desde lejos. De hecho, si lo pienso bien, ha pasado un tiempo desde que los vi juntos.

—Por lo de ayer —dice cuando le recibo el dulce. Es un bombón de chocolate—. Además, sé que te gusta comer mucho y dudo que hayas quedado satisfecho con el sándwich.

—Esto tampoco va a llenarme.

—Tienes razón —señala. Deja algo al costado de la banca y me percato que es un jugo de naranja—. Esto si terminará de llenarte. Siempre has tenido el mal habitado de traerte algo seco sin ninguna bebida.

Me quedo en silencio, mirándolo fijamente. Tiene una pierna sobre la otra, su cabello está un poco desordenado, pero le sienta bien, y tiene una caja en sus manos con un postre de chocolate. Lo come despacio, saboreando cada pedazo. Luego, se devuelve hacia mí.

—Sé que es extraño, pero disimula un poco.

—Changbin no deja de mirarte.

—¿Y?

—¿Por qué de repente te acercas a mí?

Toma aire y dirige la mira al frente. Juega con el mango del tenedor y un pedazo de su postre se desmorona.

—Te lo diré más tarde.

—¿Por qué no ahora?

—Más tarde, Jungkook —refunfuñe—. Por ahora deja de mirarme y come.

Inspiro y me giro, tomo la bebida en mi mano y la llevo a mi boca. Está fría y dulce. Me recuerda a nuestra infancia, cuando solíamos sentarnos frente a la tienda de la señora Jiyu y compartíamos un dulce o una bebida, porque apenas nos alcanzaba el dinero para comprar una sola unidad. Era divertido e inocente.

Al finalizar la jornada, tomo mi mochila y salgo del aula de clases. Saldré con Taehyung otra vez y no quiero encontrarme con Yoongi, pues solamente retrasaría mi llegada.

—¡Eh, Jungkook! —exclama Soobin, uno de los chicos que he visto más apegado a Yoongi. Nunca me ha golpeado o insultado, en cambio, me mira con lástima. Supongo que eso me molesta más—. Yoongi te está esperando afuera. Me pidió que te avisara.

—Gracias.

No se aparta de mí y sigue a mi lado, casi chocando contra mi hombro. Me hace sentir un bochorno inexplicable. Es alto, y apuesto. No sonríe muy a menudo, pero cada que lo hace se le forma dos hermosos hoyuelos en las mejillas. Lástima que se junte con mis verdugos.

—Ahí está —indica.

Más allá de la multitud alcanzo a ver a Yoongi recostado en la pared, con los audífonos puestos y el celular en la mano. Tan concentrado que me apenaría interrumpirlo.

Soobin se despide y se dirige hacia otro lado. Yoongi no se ha dado cuenta de mi cercanía y, aprovechando su distracción, me desvío del camino. Avanzo rápido y me alejo sin mirar atrás. De nuevo, me encuentro huyendo.

Cuando llego a casa me siento sobre un escalón y me miro las manos. Están rojas y sudorosas por haberlas empuñado con tanta fuerza. Espero Yoongi no se moleste y venga a reclamarme luego, aunque creo que es justo lo que hará.

—¿Estás bien?

Como siempre, Taehyung ha sido puntual. Y es una lástima, porque siempre consigue verme en un estado vergonzoso. Antes de contestarle intento tranquilizar mi respiración, limpio el sudor de mi frente con mi antebrazo y alzo la mirada.

Él está hincado, su rostro está cerca y no deja de mirarme, incluso yo no puedo dejar de hacerlo. Extiende su brazo y me ofrece una sonrisa.

—¿Te ayudo?

Tomo su mano y dejo que él tire de mi cuerpo. Ambos estamos más cerca de lo debido y retrocedo.

—Iré a cambiarme —le aviso.

El lugar donde su mano me ha tocado queda frío y vacío. Debo decir que cada que me toca es un látigo de energía que recorre mi cuerpo, pero sé a qué se debe. He estado mucho tiempo solo, y no me niego a afirmar que Taehyung es un chico con facciones perfectas, así que es incómodo y a la vez anhelante. Además, me trata bien. Es una experiencia sin igual. 



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