No me siento bien. El profesor me llamó después de clases para preguntarme como he estado estos días y debo decir que aquello me tiene consternado, pues nunca he tenido la confianza suficiente para acercarme a ellos y hablar de cosas que no sean de la escuela; así que el hecho de que el profesor haya notado un cambio en mí, me inquieta bastante.

Y no es lo único que me preocupa ahora. Temo estar llegando tarde a la cita con Taehyung, porque eso es, ¿no?

No es la primera vez que salimos a tomar algo y, aun así, lo siento diferente, hasta el punto de tomármelo más en serio.

Los pasillos están desiertos, aun cuando hay estudiantes en los salones. Es por eso que avanzo con pasos ligeros y sutiles, porque no quiero llamar la atención de ninguno de ellos, pues parece que voy a romper el suelo con cada zancada que doy.

Al cruzar una esquina, me quedo inmóvil y sorprendido con la imagen que hay frente a mí. Y, pese a que quiero moverme, mi cuerpo ignora cualquier señal de peligro. A mi izquierda, Changbin se acerca con sus amigos, distraídos. Y, a mi derecha, Yoongi alcanza a verme después de comerle la boca a una chica.

Con el corazón a punto de perforarme el pecho, camino a trompicones hacia las escaleras. Y después me doy cuenta de que no camino, sino que corro, como si estuviera escapando de un horrible fantasma y un horrible pasado.

En el momento en que llego a casa, observo el auto de Taehyung estacionado en frente. Sin embargo, me detengo en la entrada, hincado y con las manos sobre mis rodillas, intentando compensar el aire que me hace falta para no perder el equilibrio.

Cierro los ojos un segundo y escucho pasos acercándose, corriendo hacia mí. Vienen por mí, es lo que pienso. Así que en el momento en que intentan tocarme, salto torpemente, hasta casi caerme de cara contra el pavimento.

Es Taehyung, y salta al igual que yo.

—¿Estás bien? —pregunta, llevándose una mano al corazón—. Me asustaste.

—¿Asustarte? —Recobró la compostura y miro a mi alrededor antes de seguir hablando, pues temo que, en efecto, los chicos de la escuela me hayan seguido—. Tú eres el que me sorprendió, idiota.

—¿Idiota? —espeta—. ¿Quién te entiende? Un segundo eres un niño bueno y al otro eres un mocoso grosero.

—Si te molesta puedes irte —siseo, distraído.

Me doy media vuelta, con intenciones de entrar a casa, pero Taehyung me toma del brazo y me obliga a verlo.

—Eh, espera. —Suelta mi brazo, avergonzado por su acción—. Perdón por decirlo así, me tomaste desprevenido. ¿Vamos a tomar algo?

La sonrisa de Taehyung y la felicidad que irradiaba no pueden ser rechazados. Además, es cierto que necesito despejar mi mente, especialmente después de lo que he visto.

—Está bien.

Un sutil arrebol acaricia las mejillas de Taehyung y se me encoge el corazón. A mi parecer, se esfuerza demasiado por no dañar la raíz de esta relación.

—¿Vamos? —me pregunta desde varios pasos adelante.

Me ha dejado tan embelesado con sus acciones que el tiempo ha pasado demasiado rápido. No creí que pudiera sonrojarse por algo tan simple y eso, a mí parecer, lo hace ver excesivamente tierno.

—Vamos.