Kim estaba mirando a la ventana iluminada en el primer piso, se encontraba afuera de la casa de Ondine y aunque ya había tocado varias veces el timbre la muchacha no salía a recibirlo.

—Deje su mensaje después del tono —Escuchó por sexta vez aquella grabación. Colgó la llamada y miró afligido el contacto en la pantalla.

—¡Hey tú! —dijo una voz grave. Levantó la vista hacia el origen encontrando en la ventana que antes veía una silueta masculina—. Vete de una vez, Ondine ya no te necesita. Me tiene a mí.

—Théo vuelve adentro, no pierdas tu tiempo con él —escuchó lejana la voz de aquella que era su novia hasta hace unas semanas.

La ventana se cerró, así como la garganta de Lê Chiến, se dio la vuelta y apretó con fuerza el ramo de flores que traía.

Se sentía traicionado, herido y sin nadie a quien acudir, no podía creer que una chica que le provocó tantas sonrisas y carcajadas, con la que vivió tantos momentos llenos de dicha, esa misma chica había cambiado tanto.

—Darkcupid, he percibido tu dolor y por eso te propongo ayudarte a que todos en París sientan lo mismo que tú, sobre todo aquellos que te apuñalaron cruelmente. Solo te pido una cosa.

—Tendrás los miraculous, Hawk Moth.